El 1 de
julio de 1976 se produjo la dimisión forzada de Arias Navarro como
presidente del primer Gobierno de la Monarquía y el rey Juan Carlos,
contra todos los pronósticos, nombró a Adolfo Suárez nuevo presidente
del Gobierno, quién juró el cargo el día 5 de julio. De estos
acontecimientos han transcurrido cuarenta años. Eran los comienzos de la
Transición ¡Qué tiempos!, apasionantes.
Juan Carlos había nombrado presidente del Gobierno a Carlos Arias
Navarro, por las presiones ejercidas desde el «búnker» de El Pardo. No
obstante, pronto se manifestaría la dificultad de llevar a cabo las
reformas políticas que pretendía bajo su gobierno, lo que fue
produciendo un distanciamiento entre ellos cada vez mayor. Las
diferencias políticas y la falta de sintonía personal, motivaron que el
rey exigiese la dimisión el 1 de julio, al que había sido alcalde de
Madrid y ministro de Gobernación desde 1973. Arias Navarro no tuvo más
remedio que presentarla. Todo fue un
factor clave para la Transición que comenzaba, según Ernesto Cruzado
Catalán.
Arias Navarro había sido designado presidente del Gobierno por Franco, a
la muerte de Carrero Blanco,
por el atentado de ETA en 1973. Hay que
recordar la imagen televisiva que ofreció tras la muerte de su mentor,
en su ya célebre discurso lloriqueante ¡Españoles,
Franco ha muerto!, autoproclamándose albacea
del dictador. Era un personaje conocido como
Carnicerito de Málaga, por su destacado papel
en la
dura represión que se produjo en Málaga tras
su conquista en 1937. El turbio personaje ya había sido acusado de haber
tolerado el terrorismo de Estado, mientras fue presidente del Consejo de
Ministros, por los Sucesos de Montejurra,
un crimen tolerado para acabar con el carlismo socialista.
Con este historial, el Rey le mantiene como presidente del gobierno,
depositando su confianza en el primer gobierno que formó y que esperaba
liderase las primeras reformas. El 22 de noviembre de 1975, había jurado
«cumplir
las Leyes Fundamentales y guardar lealtad a los Principios del
Movimiento Nacional». Mantuvo al que había
sido torturador en Málaga, colaborador necesario del terrorismo en
Montejurra y espía. Algunos medios de comunicación hicieron público que
Arias había ordenado el espionaje sistemático de las conversaciones
telefónicas de todos sus ministros, incluso las del que todavía era
príncipe de España. La vida política de Carnicerito de Málaga no terminó
con el cese, En las primeras elecciones democráticas (15 de junio de
1977(, se incorporó al partido Alianza Popular (AP), liderado por Manuel
Fraga, siendo candidato al Senado por Madrid, pero no resultó elegido.
Es parte de a herencia histórica de rey y política del actual Partido
Popular.
El Rey
tuvo que valorar los riesgos políticos que acarrearía el cese de Arias
Navarro. No había presentado la dimisión, porque consideraba que su
cargo era incuestionable por proceder del propio Franco. Además, porque
contaba con un importante respaldo de sectores del propio Régimen que
apostaban por la continuidad del franquismo. Ante todo esto el Rey
decide confirmarle en su puesto. Fue uno de los primeros jarros de agua
que se vertió sobre los que apostábamos por la Transición a la
democracia. Juan Carlos tuvo que dar muchas explicaciones en el ámbito
internacional. Habló con Giscard d’Estaing (Presidente de la República
Francesa), con Walter Scheel (Presidente de Alemania) y con el propio
Henry Kissinger (Secretario de Estado de EEUU) entre otros. Pidió que no
le malinterpretaran, que en esa fase Arias era inevitable y que
cualquier otra opción habría sido arriesgada. Sus continuas
desafecciones y su insistencia en preservar el legado del dictador, en
una sociedad que reclamaba públicamente la normalización democrática,
propiciaron su caída el 1 de julio.
La actuación del Rey en estos momentos iniciales de su reinado fue de
continuismo con el Régimen que heredaba. En la exposición del programa
de gobierno ante las Cortes realizada por Arias Navarro, destacaban
algunos puntos fundamentales: Ensalzaba el régimen anterior; entendía la
solución monárquica en el más puro sentido franquista; El Movimiento
debía ser un mecanismo para perfeccionar el sistema; admitía el
regionalismo dentro de un Estado unitario y fuerte; y se mostraba
favorable a la apertura de canales de participación, dando paso al
llamado «espíritu
del 12 de febrero», con la Ley de Asociaciones
Políticas, evitando el nombre de partidos políticos. Todo, menos superar
el unipartidismo del Movimiento Nacional franquista, mecanismo
totalitario de inspiración fascista que pretendía englobar la totalidad
de las expresiones de la vida pública e incluso privada, desde el
Decreto de Unificación de 1937.
El sustituto de Arias fue Adolfo Suárez, quien se encargaría de entablar
las conversaciones con los principales líderes de los diferentes
partidos políticos de la oposición democrática y fuerzas sociales, más o
menos legales o toleradas, de cara a instaurar un régimen democrático en
España. El camino utilizado fue la elaboración de una nueva Ley
Fundamental, la octava, la
Ley para la Reforma Política que, no sin
tensiones, fue aprobada por las Cortes franquistas y sometida a
referéndum el día 15 de diciembre de 1976.
Esta norma contenía la derogación tácita del sistema político franquista
y una convocatoria de elecciones democráticas.
En la
oposición, los diferentes partidos y grupos coligados en torno al PCE en
la Junta Democrática, y al PSOE en la Plataforma de Convergencia
Democrática, comenzaban a conquistar parcelas de libertad. La oposición,
que en un principio había desconfiado de Suárez, pasó a aceptar lo
inevitable: que el fin del franquismo no se realizaría mediante lo que
denominaban la ruptura democrática. En adelante, gran parte de la
oposición pasó a apoyar un proceso de reforma que iba a concluir en el
establecimiento de un genuino régimen democrático. La ruptura implicaba
la formación de un Gobierno provisional, amnistía política, legalización
de todos los partidos, el retorno de los exiliados y la convocatoria, en
el plazo de un año, de elecciones libres a Cortes constituyentes. La
reforma trajo las reivindicaciones de la ruptura, pero la nueva
estructura del Estado se sustentó sobre la del antiguo Régimen.
Las elecciones se celebraron el día
15 de junio de 1977, de las que ya hemos
hablado por aquí. Eran las primeras desde la Guerra Civil. La
candidatura más votada fue la de la coalición Unión de Centro
Democrático (UCD), liderada por Adolfo Suárez, que sin alcanzar la
mayoría absoluta fue la encargada de formar gobierno. Se abría el
consenso.