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Lenin (Óleo de Brodsky) |
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Una vida
Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) Líder comunista ruso que dirigió
la Revolución de octubre y creó el régimen comunista
soviético (Simbirsk, 1870 - Nijni-Novgorod, 1924).
Procedía de una familia de clase media de la región
del Volga. Su animadversión contra el régimen
zarista se exacerbó a partir de la ejecución de su
hermano en 1887, acusado de conspiración. Estudió en
las universidades de Kazán y San Petersburgo, en
donde se instaló como abogado en 1893. Sus
actividades contra la autocracia zarista le llevaron
a entrar en contacto con el principal líder
revolucionario ruso del momento, Plejáanov, en su
exilio de Suiza (1895); fue él quien le convenció de
la ideología marxista. Bajo su influencia,
contribuyó a fundar en San Petersburgo la Liga de
Combate por la Liberación de la Clase Obrera,
embrión del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso
presidido por Plejánov.
En 1897, Lenin fue detenido y deportado a Siberia,
donde se dedicó al estudio sistemático de las obras
de Marx y Engels y elaboró su primer trabajo sobre
la aplicación del pensamiento marxista a un país
atrasado como Rusia
(El desarrollo del capitalismo en Rusia).
Tras su liberación en 1900 partió al exilio y
fundó en Ginebra el periódico
Iskra («La Chispa»), en colaboración con
Plejánov; por entonces publicó la obra Qué
hacer (1902), en donde defendió la
posibilidad de hacer triunfar en Rusia una
revolución socialista con tal de que estuviera
dirigida por una vanguardia de revolucionarios
profesionales decididos y organizados como un
ejército. En el II Congreso del Partido
Socialdemócrata Ruso (1903), impuso aquellas ideas
al frente del grupo radical
bolchevique, que defendía su modelo de
partido fuertemente disciplinado como vanguardia de
la revolución que creía viable a corto plazo; en
1912 quedaría confirmada definitivamente la ruptura
con la minoría
menchevique
de Plejánov y Martov, apegada a un
modelo de partido de masas que preparara las
condiciones para el triunfo de la revolución obrera
a más largo plazo, pasando antes por una etapa de
democracia burguesa.
En 1905 Lenin volvió a San Petersburgo para
participar en la Revolución que había estallado en
Rusia como consecuencia de la derrota en la Guerra
Ruso-Japonesa; aunque el régimen zarista superó la
crisis, Lenin consideró aquel movimiento como un
«ensayo general» de la revolución socialista, del
que apreció especialmente la forma organizativa
espontánea de los revolucionarios rusos, como eran
los
sóviets o consejos populares. El fracaso
de aquella revolución le obligó a exiliarse de nuevo
en 1907. Luchó por atraer a sus posturas radicales a
otros líderes socialistas, al tiempo que completaba
un programa revolucionario de aplicación inmediata
para Rusia: mezclando la herencia de Marx con la
tradición insurreccionalista de Blanqui, propuso
anticipar la revolución en Rusia por ser este uno de
los «eslabones débiles» de la cadena capitalista, en
donde un pequeño grupo de revolucionarios decididos
y bien organizados podía arrastrar a las masas
obreras y campesinas a una revolución, de la que
saldría un Estado socialista. En El
Estado y la Revolución (1917)
Lenin definía ese Estado como una fase transitoria y
necesaria de dictadura del proletariado, que habría
de preparar el camino para el futuro comunista.
El estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-18)
le dio la oportunidad de poner en práctica sus
ideas: definió la contienda como fruto de las
contradicciones del capitalismo y del imperialismo
(El imperialismo, fase superior del capitalismo,
1916) y, en nombre del
internacionalismo proletario, llamó sin éxito al
movimiento socialista mundial a transformar la
contienda en una guerra civil generalizada; más
tarde, el deterioro del régimen zarista por efecto
de la guerra le permitió pensar en lanzar la
revolución socialista en su país como primer paso
para una era de revolución mundial.
Cuando la Revolución de febrero de 1917 derrocó al
zar y llevó al gobierno a Kerenski, Lenin regresó
apresuradamente a Rusia con la ayuda del ejército
alemán (que veía en Lenin un agitador capaz de
debilitar a su enemiga Rusia). Publicó sus
Tesis de Abril ordenando a los
bolcheviques cesar en el apoyo al gobierno
provisional y preparar su propia revolución mediante
la reclamación de «todo el poder para los
sóviets». Un primer intento fracasado en
julio le obligó a refugiarse en Finlandia, dejando
que fuera Trotski quien dirigiera al partido para
tomar el poder mediante un golpe de Estado en los
primeros días de noviembre de 1917 (según el
calendario occidental). El golpe se convirtió en la
triunfante Revolución de octubre gracias a la
estrategia bolchevique de centrar sus demandas en el
fin de la guerra (lo que les atrajo el apoyo de los
soldados y las clases populares) y el reparto de
tierras (que les permitió contar con la simpatía del
campesinado). Lenin regresó enseguida para presidir
el nuevo gobierno o Consejo de Comisarios del
Pueblo.
Como líder indiscutido del Partido (que en 1918 pasó
a llamarse Partido Comunista), dirigió desde
entonces la edificación del primer Estado socialista
de la Historia. Cumplió sus promesas iniciales al
apartar a Rusia de la guerra por la Paz de Brest-Litowsk
(1918) y repartir a los campesinos tierras
expropiadas a los grandes terratenientes. Pero,
consciente del carácter minoritario de sus ideas
radicales, demostrado por los resultados
electorales, despreció la tradición democrática del
socialismo occidental y adoptó una violenta
dictadura de partido único, empleando métodos
brutales de represión. Disolvió la Asamblea
constituyente (1918), proscribió a la oposición y
creó una policía política para perseguir a los
disidentes; a escala mundial, exigió a los demás
partidos socialistas fidelidad absoluta a sus
directrices, provocando la escisión del movimiento
obrero con la aparición en todos los países de
partidos comunistas sometidos al control de una
Tercera Internacional comunista
(Komintern)
con sede en Moscú (1919). Delegó
en Trotski la organización del Ejército Rojo, con el
que consiguió resistir al ataque combinado de los
ejércitos blancos (contrarrevolucionarios)
y la intervención extranjera en el curso de una
larga Guerra Civil (1918-20). Una vez recuperado el
control del antiguo imperio de los zares, articuló
el territorio creando la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (1922), a la que dotó de
organización formal por la Constitución de 1923.
Acuciado por las necesidades de la guerra, pero
también siguiendo sus propias convicciones
ideológicas, impuso una política de socialización
inmediata de la economía, nacionalizando los
principales medios de producción y sometiendo las
actividades a una estricta planificación central (comunismo
de guerra); las
dificultades de una transformación tan radical (que
nunca había sido prevista por Marx) provocaron el
hundimiento de la producción y una desorganización
general de la economía rusa. Lenin tuvo entonces el
pragmatismo suficiente como para rectificar sus
errores iniciales, convenciendo a su partido de la
necesidad de introducir la
Nueva Política Económica (1921), que
consistió en volver atrás en el camino de la
socialización, dejando un cierto margen para la
libertad de mercado y la iniciativa privada
(autorización de inversiones extranjeras, libertad
de salarios.), con lo cual consiguió una apreciable
recuperación económica.
Aquejado por una grave enfermedad, Lenin se fue retirando
paulatinamente de la dirección política, mientras
veía cómo sus colaboradores -especialmente Trotski y
Stalin- iniciaban la disputa por la sucesión; antes
de morir llegó a dejar constancia de su preocupación
por la creciente burocratización del Partido y del
Estado, así como por la ascensión de Stalin, del
cual desconfiaba. Efectivamente, sería éste quien le
sucediera, desvirtuando en parte la herencia
política del fundador del Estado soviético.
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Pintura de Lenin
frente al Instituto Smolny por Isaak Brodsky |
La URSS sobrevivió a su creador bajo un régimen comunista hasta
1991; entretanto, el movimiento comunista (basado en
la ideología marxista-leninista) se extendió por
todo el mundo, inspirando revoluciones y regímenes
políticos tan importantes como los implantados en
Europa central y oriental, China, Cuba, Vietnam,
etc.
La figura de Lenin fue objeto de un culto
semirreligioso bajo el régimen soviético: su cuerpo
fue embalsamado y expuesto en un mausoleo en la
Plaza Roja de Moscú; su ciudad natal fue rebautizada
en su honor como Ulianovsk y
la capital en donde desarrolló su lucha política
(San Petersburgo o Petrogrado) cambió su nombre por
el de
Leningrado.
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En el camino de la
revolución
En las últimas décadas del siglo XIX, el abismo
existente entre el zar Alejandro III, defensor del
absolutismo bizantino de sus antepasados, y la clase
cultivada se había agravado hasta tal punto que la lucha
contra el zarismo había llegado a ser, entre los rusos
cultos, un deber y un honor. La oposición política y el
movimiento revolucionario crecían bajo el empuje de una
"intelligentsia" que hacía acólitos en las escuelas, en
las fábricas, los periódicos y las oficinas. Seis años
después de la muerte de su antecesor, Alejandro II,
precisamente el 1 de marzo de 1887, un grupo de jóvenes
nihilistas intentó acabar con la vida del zar. El
atentado fracasó y los terroristas fueron apresados.
Entre los condenados a muerte figuraba Alexander Uliánov,
el hermano mayor del futuro Lenin. Al enterarse por la
prensa de que el grupo había sido ahorcado en San
Petersburgo, el muchacho recibió una impresión
indeleble, que con el tiempo se transformaría en la más
firme y decidida oposición al zarismo. Pero ya entonces,
con la lucidez de un visionario, resumía la situación en
esta frase de condena a los métodos del terrorismo
individual: «Nosotros no iremos por esta vía. No es la
buena».
Vladímir
llich Uliánov, conocido como Lenin, nació el 22 de abril
de 1870, en el seno de una familia típica de la
intelectualidad rusa de fines del siglo XIX. Era el
cuarto de los seis hijos habidos por llia Uliánov y
María Alexandrovna Blank, quienes se habían establecido
el año anterior a su nacimiento en Simbirsk, una ciudad
de provincias pobre y atrasada, a orillas del Volga. El
padre, un inspector de primera enseñanza, compartía las
ideas de los demócratas revolucionarios de 1860 y se
había consagrado a la educación popular, participando de
la vida de los campesinos rusos confinados en la miseria
y la ignorancia. La madre, de ascendencia alemana, amaba
la música y seguía de cerca las actividades escolares de
sus hijos. Por su carácter apacible y tierno -jamás
imponía castigos ni levantaba la voz-, despertó en los
suyos un amor rayano en la adoración.
El ambiente estudioso de la casa, donde no faltaba una
buena biblioteca, propiciaba el desarrollo del sentido
del deber y la disciplina. Vladímir seguía el ejemplo de
su hermano mayor, era un muchacho perseverante y tenaz,
un alumno asiduo y metódico que obtenía las mejores
notas y destacaba en el ajedrez. A los catorce años
comenzó a leer libros «prohibidos» -Rusia vivía entonces
bajo la más negra represión y la lectura de los grandes
demócratas era considerada un delito-.
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Lenin presentando sus Tesis de abril ante el Sóviet
Petrogrado
en abril de 1917 en el Palacio Táuride. |
Cuando Alexander fue ahorcado, al año siguiente de que
muriera el padre, la familia debió trasladarse a la
fuerza a la aldea de Kokuchkino, cerca de Kazán. En esa
época Vladímir abandonó la religión, pues, como diría
más adelante, la suerte de su hermano le «había marcado
el destino a seguir». En Kazán inició sus estudios de
derecho en la universidad imperial, uno de los focos de
mayor oposición al régimen autocrático. El mismo año de
su ingreso, 1887, Vladímir fue detenido por participar
en una manifestación de protesta contra el zar. Cuando
uno de los policías que lo custodiaban le preguntó por
qué se mezclaba en esas revueltas, por qué se daba
cabezazos contra un muro, su respuesta fue: «Sí, es un
muro, cierto, pero con un puntapié se vendrá abajo».
Expulsado de la universidad, se dedicó por entero a las
teorías revolucionarias, comenzó a estudiar las obras de
Marx y
Engels directamente del alemán, y leyó por
primera vez El
capital, lectura decisiva para su adhesión al
marxismo ortodoxo. Ya en sus primeros escritos defendió
el marxismo frente a las teorías de los "naródniki", los
populistas rusos. En mayo de 1889 la familia se trasladó
a la provincia de Samara, donde, después de muchas
peticiones, Lenin obtuvo la autorización para examinarse
en leyes como alumno libre. Tres años después se graduó
con las más altas calificaciones y comenzó a ejercer la
abogacía entre artesanos y campesinos pobres.
Ya en esa época, en el grupo marxista del que formaba
parte le decían el Viejo por su vasta erudición y su
frente socrática, precozmente calva. El rostro de corte
algo mongólico, con los pómulos anchos y los ojos de
tártaro, entrecerrados e irónicos, el porte robusto y el
poderoso cuello le daban el aspecto de un campesino.
Abogado sin pleitos, Lenin se inscribió en las listas de
instructores de círculos obreros, llamados
«universidades democráticas». Organizó bibliotecas,
programas de estudio y cajas de ayuda con el objetivo de
enseñar los métodos de la lucha revolucionaria, para
formar así cuadros obreros, propagandistas y
organizadores de círculos socialdemócratas, con miras a
la formación de un futuro partido. Para ello necesitaba
contar con el apoyo de los grupos marxistas emigrados,
dirigidos por
Georgi Plejánov, y en abril de 1895 viajó al
extranjero, decidido a estudiar el movimiento obrero de
Occidente. Pasó unas semanas en Suiza, luego visitó
Berlín y París, donde tuvo como interlocutores a Karl
Liebknecht y Paul Lafargue.
Al regresar, fue detenido con su futuro rival Julij
Martov por la Ochrana, la policía secreta del zar. En la
cárcel, Lenin rápidamente se puso a trabajar. Se
comunicaba con el exterior a través de su hermana Ana y
de Nadezda Krupskáia, una estudiante adherida al círculo
marxista, que, para poder visitarlo en la prisión, había
declarado ser su novia. Más tarde, en 1898, un año
después de que fuera deportado a la Siberia meridional,
cerca de la frontera con China, contrajo matrimonio con
Nadezda en una ceremonia religiosa.
En el destierro, la pareja llevó una vida ordenada, sin
sobresaltos, que le permitió a Lenin terminar de
redactar su primera obra fundamental, El
desarrollo del capitalismo en Rusia, en la
que sostiene que el país semifeudal avanza decididamente
hacia el capitalismo industrial.
En
el exilio
Después de casi mil días en Siberia, a poco de comenzar
el siglo y con treinta años de edad, Lenin comenzaba su
primer exilio en Suiza. Allí, reunido con Martov, puso
en marcha un proyecto largamente acariciado: la
publicación de un periódico socialdemócrata de alcance
nacional. El primer número de Iskra (La Chispa) vio la
luz el 21 de diciembre de 1900, con un editorial de
Lenin encabezando la primera página. En sus andanzas,
entre Munich y Ginebra, fue en esta época cuando se
convirtió en el líder de los marxistas rusos, sobre todo
después de la publicación del libro ¿Qué
hacer?, una de sus obras más importantes, en
la que reclamaba la necesidad de una organización de
revolucionarios profesionales y sintetizaba la idea del
partido como vanguardia de la clase obrera.
Fue justamente la polémica desatada en torno a cómo
estructurar el partido lo que provocó profundas
divergencias en el II Congreso del Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso inaugurado por Plejánov en julio de
1903. En él se consumó la ruptura entre Martov y Lenin.
Desde entonces los partidarios de este último se
llamaron «bolcheviques», por mayoría frente al grupo de
los «mencheviques», minoritarios. Y desde entonces el
partido de cuadros profesionales, centralizado y
disciplinado, fue el pilar básico del bolchevismo.
La revolución de 1905, que había estallado en San
Petersburgo tras el «domingo sangriento» en que las
tropas del zar dispararon sobre manifestantes
indefensos, causando más de mil muertos y cinco mil
heridos, sorprendió a Lenin en Suiza. La presión de las
masas obligó al decadente régimen zarista a hacer
algunas concesiones liberales: ahora los bolcheviques
actuaban en la legalidad, y ello permitió a Lenin
regresar a Rusia en octubre de ese año para ponerse al
frente de sus partidarios. Pero las esperanzas de que se
produjeran nuevos levantamientos no se concretaron y,
ante los intentos de la policía por detenerle, a fines
del verano siguiente, Lenin huyó a Finlandia. El proceso
insurreccional había sido un fracaso y el gobierno de
los zares volvía a endurecer sus métodos, hasta liquidar
totalmente las conquistas logradas por la revolución.
Sumida en el pesimismo y las rencillas internas, la
fracción bolchevique se resintió con la derrota, hasta
tal punto que viejos militantes la abandonaron.
Huyendo de la policía, Lenin pasó de Finlandia a
Ginebra, donde comenzó su segundo exilio, que habría de
prolongarse hasta 1917. En aquella época hicieron su
aparición el insomnio y los dolores de cabeza que
habrían de perseguirle por el resto de sus días. La vida
errante de los exiliados lo llevó a París, donde él y
Nadezda soportaron duras estrecheces económicas que les
obligaban a dar clases o a escribir reseñas para ganar
algo de dinero, en medio de una serie de dificultades.
La dureza de aquellos días en la capital francesa se vio
en parte aliviada por la presencia de Inés Armand, una
militante parisiense, inteligente y feminista, a la que
se dice le unió un profundo amor. Fruto de su segundo
exilio es la obra publicada en 1909,
Materialismo y empiriocriticismo, en la que
Lenin expone sus reflexiones filosóficas fundamentales,
en un intento de culminar la teoría del conocimiento
marxista.
Pasada la etapa de la más dura reacción, que se extendió
hasta 1911, comenzaron a llegar noticias alentadoras de
San Petersburgo. Una huelga iniciada en los yacimientos
del Lena fue bárbaramente reprimida con centenares de
muertos, lo que originó un gran descontento y una huelga
general. Lenin presentía que se acercaba una ola de
efervescencia revolucionaria y abandonó París en junio
de 1912 para instalarse más cerca de sus partidarios, en
Cracovia. Allí le visitaban los diputados bolcheviques
para informarle sobre la situación interna y pedirle
instrucciones. En marzo de ese mismo año había aparecido
el primer número de Pravda (La Verdad), diario obrero
que Lenin dirigía desde el exterior y que pronto gozó de
una gran difusión. Así, mientras las grandes potencias
ultimaban sus preparativos para la primera conflagración
mundial, entre los proletarios rusos crecía la
influencia de Lenin.
El estallido de la
Primera Guerra Mundial
supuso un giro decisivo en la historia del
socialismo. Lenin, que había confiado en la
socialdemocracia alemana, cuando se enteró de que los
diputados alemanes -y también franceses- votaban
unánimemente a favor de los créditos de guerra para sus
respectivos países, de inmediato denunció la traición.
Para Lenin, la guerra no era más que una «conflagración
burguesa, imperialista y dinástica... una lucha por los
mercados y una rapiña de los países extranjeros». El
socialismo occidental, acaudillado por los revisionistas
alemanes, había pasado a una evidente colaboración con
la democracia burguesa, y por ende, el movimiento
internacional estaba roto. Era necesario preparar una
conferencia de los socialistas que se oponían al
conflicto bélico, para impugnar definitivamente al
sector revisionista.
El encuentro se celebró en Zimmerwald, en septiembre de
1915, y en él Lenin intentó sin éxito convencer a los
representantes de que adoptaran la consigna:
«Transformar la guerra imperialista en guerra civil».
Fue en este período de defección de los líderes
políticos y de desconcierto para los obreros
socialistas, cuando el revolucionario ruso, que hasta
entonces era poco conocido fuera de los círculos
marxistas de su país, se convirtió en una primera figura
internacional. En sus manos, la doctrina marxista
recuperó su sentido transformador y su fuerza
revolucionaria, como se ve en la obra escrita durante el
período bélico, El
imperialismo, fase superior del capitalismo,
donde usa las herramientas del análisis económico
marxista para probar que la revolución, a diferencia de
lo que postulaban Marx y Engels, también es posible en
países atrasados como Rusia.
La Revolución de Octubre
El cansancio y el derrotismo general en las naciones
beligerantes a comienzos de 1917 desembocó en el imperio
de los zares en un amplio movimiento revolucionario que,
al grito de «¡Viva la libertad y el pueblo!», ganó las
principales ciudades. Los trabajadores de Petrogrado se
organizaron en soviets, o consejos de obreros, y la
guarnición de la ciudad, encabezada por los mismos
regimientos de la guardia imperial, se sumó en masa al
movimiento. Sin que nadie se atreviera a defenderlo, en
la semana del 8 al 15 de marzo el régimen zarista
sucumbía para ser reemplazado por un gobierno
provisional formado por partidos pertenecientes a la
burguesía y apoyado por el soviet de Petrogrado.
A través de Pravda, Lenin publicaba sus «Cartas desde el
exilio», con instrucciones para avanzar en la
revolución, aniquilando de raíz la vieja maquinaria del
Estado. Ejército, policía y burocracia debían ser
sustituidos por «una organización emanada del conjunto
del pueblo armado que comprenda sin excepción todos sus
miembros». Un mes después de la abdicación del zar, en
abril de 1917, Lenin llegaba a la estación Finlandia de
Petrogrado, tras atravesar Alemania en un vagón blindado
proporcionado por el estado mayor alemán. A pesar de las
disputas políticas que originó su negociación con el
gobierno del káiser, Lenin fue recibido en la capital
rusa por una multitud entusiasta que le dio la
bienvenida como a un héroe. Pero el jefe de los
bolcheviques no se comprometió con el gobierno
provisional y, por el contrario, terminó su discurso de
la estación con un desafiante «¡Viva la revolución
socialista internacional!».
Muchos de sus camaradas habían aceptado la autoridad de
dicho gobierno, al que Lenin calificaba de «imperialista
y burgués», acercándose así a las corrientes
izquierdistas de la clase obrera, cada vez más
radicalizadas, y con el apoyo de un importante aliado,
Trotski. A pesar de que los bolcheviques aún constituían
una minoría dentro de los soviets, Lenin lanzó entonces
la consigna: «Todo el poder para los soviets», pese al
evidente desinterés de los mencheviques y los
socialistas revolucionarios por tomar tal poder.
Para hacer frente a la presunta amenaza de un golpe de
estado por parte de los seguidores de Lenin, en el mes
de julio la presidencia del gobierno provisional pasó a
manos de un hombre fuerte,
Kerensky, en sustitución del príncipe Lvov. Al
cabo de unos días aquél ordenó que le detuvieran y Lenin
se vio obligado a huir a Finlandia: cruzó la frontera
como fogonero de una locomotora, sin barba y con peluca,
y se estableció en Helsingfors. Fue ésta su última etapa
de clandestinidad, que habría de durar tres meses. En
ellos escribió la obra que con el tiempo sería
calificada de utopía leninista, El
Estado y la revolución, por su concepción del
Estado como aparato de dominación burguesa, destinado a
desaparecer tras la etapa transitoria de la dictadura
del proletariado y el advenimiento del comunismo.
A medida que la situación interna se agravaba, Lenin
desde el exterior urgía al partido a preparar la
sublevación armada: «El gobierno se tambalea, hay que
asestarle el golpe de gracia cueste lo que cueste». Ya
los bolcheviques controlaban el soviet de Moscú y el de
Petrogrado estaba bajo la presidencia de Trotski,
cuando, el 2 de octubre, Lenin volvió a entrar
clandestinamente en la capital rusa. Cuatro días más
tarde se presentaba disfrazado en el cuartel general del
partido para dirigir el alzamiento. El día 7 estallaba
la insurrección y las masas asaltaban el palacio de
Invierno. Según escribe Trotski, Lenin se dio cuenta
entonces de que la revolución había vencido, y sonriendo
le dijo: «El paso de la clandestinidad, con su eterno
vagabundeo, al poder es demasiado brusco, te marea». Y
ése fue su único comentario personal antes de volver a
las tareas cotidianas. Al día siguiente era nombrado
jefe de gobierno y lanzaba su famosa proclama a los
ciudadanos de Rusia, a los obreros, soldados,
campesinos, ratificando los grandes objetivos fijados
por la revolución: construir el socialismo en el marco
de la revolución mundial y superar el atraso de Rusia.
La revolución había llegado al poder, pero ahora había
que salvarla, y la tarea más urgente para ello, según
Lenin, era firmar la paz inmediata. El Tratado de Brest-Litovsk,
signado por Trotski el 3 de marzo de 1918, concertó la
paz unilateral de Rusia con Alemania, Austria-Hungría,
Bulgaria y Turquía. El tratado ahondó aún más las
divergencias con los socialistas revolucionarios -que en
agosto atentaron contra la vida de Lenin-, y contribuyó
a intensificar la decisión de las fuerzas
contrarrevolucionarias para derribar al nuevo gobierno
con el apoyo de los países aliados, especialmente
Francia y Estados Unidos. Durante dos años, entre 1918 y
1920, la guerra civil condujo al gobierno soviético al
borde del desastre; por último, el ejército de los
contrarrevolucionarios, los «blancos», conducido por
antiguos generales zaristas, fue derrotado por el
Ejército Rojo, formado por campesinos y obreros y
dirigido por Trotski. Pero el país quedó devastado, la
economía maltrecha y el hambre se enseñoreó de grandes
regiones. El reto más grande de la revolución pasó a ser
entonces la reconstrucción económica de Rusia, tarea que
Lenin se propuso encarar a través de la NEP (nueva
política económica), que detuvo las expropiaciones
campesinas y supuso una apertura hacia una economía de
mercado bajo control.
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Lenin en su oficina del Kremlin de Moscú, 1918. |
Pese a las dificultades de la guerra civil, Lenin
concretó en 1919 su viejo sueño de fundar una nueva
Internacional. En su opinión, el destino de Rusia
dependía de la revolución mundial, y en especial del
futuro del movimiento llevado adelante en Alemania por
los espartaquistas. El 2 de marzo de 1919, en Moscú,
inauguró el Primer Congreso de la III Internacional,
invocando a los líderes del comunismo alemán asesinados:
Karl Liebknecht
y
Rosa Luxemburg. La Comintern elevó el comunismo
ruso a la categoría de modelo a imitar por todos los
países comunistas del mundo y, al defender los
movimientos de liberación nacional de los pueblos
coloniales y semicoloniales de Asia, logró ampliar
enormemente el número de aliados de la Revolución
soviética.
A finales de 1921, la salud de Lenin se vio gravemente
afectada: sufría de insomnios progresivamente acusados y
sus dolores de cabeza eran cada vez más frecuentes. En
marzo del año siguiente asistió por última vez a un
congreso del partido, en el que fue elegido Stalin
secretario general de la organización. Al mes siguiente
se le intervenía quirúrgicamente para extraerle las
balas que continuaban alojadas en su cuerpo desde el
atentado sufrido en 1918. Si bien se recuperó
rápidamente de la operación, pocas semanas después
sufrió un serio ataque que, por un tiempo, le impidió el
habla y el movimiento de las extremidades derechas. En
junio su salud mejoró parcialmente y dirigió la
formación de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Pero en diciembre sufrió un segundo ataque
de apoplejía que le impidió cualquier posibilidad de
influir en la política práctica. Aun así, tuvo la fuerza
de dictar varias cartas, entre ellas su llamado
«testamento» en la que expresa su gran temor ante la
lucha por el poder entablada entre
Trotski y
Stalin en el seno del partido. El 21 de enero de
1924 una hemorragia cerebral acabó con su vida. El
hombre que detestaba el culto a la personalidad y
abominaba de la religión fue embalsamado y depositado en
un rico mausoleo de la plaza Roja. La lucha contra el
Lenin de carne y hueso no había hecho más que comenzar.
Fuente:
Biografías y vidas
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Cronología
1870 |
Nace en Simbirsk. |
1887 |
Estudia derecho en
Kazan. Es condenado por participar en una
asamblea antizarista y es expulsado de la
universidad. |
1889 |
Se presenta a los
exámenes de derecho como alumno no oficial en la
Universidad de San Petersburgo. |
1895 |
Funda la Unión
para la Lucha por la Liberación de la Clase
Obrera. |
1897 |
Destierro a
Siberia. |
1899 |
Redacta su primera
obra El desarrollo del capitalismo en Rusia. |
1900 |
Comienza el primer
exilio en Suiza |
1903 |
Encabeza la
fracción bolchevique del Partido Socialdemócrata
de Rusia. |
1909 |
Publica su obra
filosófica Materialismo y empirocriticismo. |
1917 |
Triunfo de la
Revolución de Octubre. |
1918 |
Atentado contra su
vida. |
1919 |
Congreso
fundacional de la III Internacional. |
1922 |
Proclama La Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas. |
1924 |
Muere en Gorki. |
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Lenin delante del teatro Bolshói, arengando a
las tropas dispuestas para partir al frente
polaco, 5 de mayo de 1920. Su Gobierno tuvo que
enfrentarse a una variada serie de enemigos de
manera casi ininterrumpida desde 1918 hasta
1920. A la derecha de la imagen puede verse a
Leon Trotski y Lev Kámenev. |
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Recuperar a Lenin
Todo es forma partido en la política española... lo que
falta es una teoría de la organización al servicio de la
acción del nuevo tipo de asalariado resultante de una
década de crisis, que permita recuperar la secuencia
revolucionaria del cambio en España
Eddy
Sánchez Iglesias
Como cada año, el 21 de enero se conmemora la fecha del
fallecimiento de Lenin, momento en el que lanzo una
pregunta intencionada ¿y si el abandono del leninismo
fue un error?
Mi intención es contribuir a abrir un debate en el marco
del que será el XX Congreso del PCE, al plantear la
necesidad de recuperar a Lenin en las condiciones
actuales, en concreto, su teoría sobre el partido.
Elegir este tema -el otro sería la teoría leninista
sobre el imperialismo, al que dedicaré un próximo
artículo-, viene motivada por la contradicción que surge
al apreciar cómo las bases del PCE se siguen
considerando leninistas (en su mayor medida) mientras
que el Partido (como institución) no.
Todo en un contexto donde le PCE realiza una revisión
crítica de sus aciertos y errores durante la Transición, revisión incompleta, porque precisamente uno de
los mayores gestos políticos de aquel PCE, como fue el
abandono del leninismo en su IX Congreso en 1978,
aparece como incuestionable en la actualidad.
En mi opinión, el motivo político principal para ese
“abandono de Lenin” no es tanto el hecho –de gran
envergadura- de las consecuencias políticas que tiene
hoy la desaparición de la URSS, sino la asunción por
parte del PCE –al menos hasta ahora- de una premisa: que
la teoría del partido de nuevo tipo de Lenin ya no tiene
vigencia en la sociedad actual. Si se considera la
teoría del partido como la aportación más importante de
Lenin al marxismo, al entenderse sin vigencia, el
abandono del leninismo queda justificado.
Mi hipótesis es diferente y contraria. Para ello me baso
en el trabajo del sociólogo y antropólogo francés
Sylvain Lazarus y su artículo “Lenin y el partido”
editado en el libro de Akal
Lenin
Reactivado. Cito textualmente a Lazarus: “durante el siglo XIX la idea de la política
era la insurreccional, mientras que en el siglo XX esa
idea descansaba sobre el partido. […] Lenin iba a
convertir la nueva concepción del partido en la
condición para una estrategia revolucionaria en la era
del imperialismo”.
Según esta hipótesis, que comparto, es dentro de la
forma partido donde se han reorientado, y se orientan,
las condiciones de clase y de acceso al poder. Y es aquí
donde Lenin hace una aportación central, aportación que
hace –siguiendo a Lazarus- rompiendo con la tesis de
Marx y Engels del Manifiesto Comunista, en lo que
respecta al carácter espontáneo de la aparición de
comunistas dentro del proletariado moderno. Si para Marx
“donde hay proletarios hay comunistas”, Lenin oponía
“donde hay partido hay proletarios comunistas”. Para
Lenin los mecanismos de realización de las condiciones
de la revolución requieren la forma partido. Entonces la
pregunta sería ¿qué forma partido?
Ante tal pregunta, cabe afirmar que la forma partido que
asume la izquierda actual, sea moderna o posmoderna, es
la forma de partido parlamentario.
El partido parlamentario se presenta como una
organización que reduce la política al poder del Estado
y que, por tanto, busca recabar apoyo de todos los
estratos y clases sociales para acceder al ejercicio
–que no toma- de dicho poder. El partido parlamentario
niega por tanto toda referencia de clase, haciendo del
programa su elemento central, base de un “contrato”
con el que aglutinar a toda una base interclasista.
La concepción que tiene del
partido Lenin rompe con la forma de partido
parlamentario, heredero de la Francia que vence a la
Comuna de París en 1871, y sitúa como centro de la
acción política la categoría política de
partido revolucionario, aquel
que tiene en la
referencia de clase su centralidad.
Frente al partido parlamentario,
Lenin descubre aquella dimensión del marxismo que había
sido negada por la práctica de la Segunda Internacional:
la dimensión emancipadora de la subjetividad. Esta
compresión de la acción política desde la vuelta
a la clase es clave para afrontar el momento político
actual, caracterizado por una clase trabajadora en plena
transformación.
Es necesario separar al PCE de la visión de la izquierda
actual, que reduce a la clase obrera al puro momento
objetivo (como una mera realidad económica), a la vez
que entiende el momento subjetivo como algo separado de
la producción, lo que reduce la política del partido a
una tarea de gestión económico-política del capitalismo,
que bien podríamos llamar “gobernismo”.
El momento subjetivo de una clase obrera en formación,
que como la actual, nos remite a lo que E.P. Thompson
presentaba como una clase trabajadora que se atrevía, en
momentos de sobre-explotación, “a distinguir entre
trabajo y vida”, tal y como hacen hoy los trabajadores
de los Contac Center, Coca Cola, Movistar o Nissan, que
plantean una acción colectiva exitosa allí donde nadie
esperaba: la empresa global y el barrio.
Bien entendido, lo que se plantea no es elaborar una
teoría frente a la supuesta cancelación histórica de la
forma partido, sino recuperar de la forma parlamentaria
la forma partido, para así –volviendo a Sylvain Lazarus-
“extraer la revolución de este mecanismo de captura” que
supone el parlamentarismo.
En la actualidad organizaciones no faltan, todo es forma
partido en la política española de hoy, lo que falta es
una teoría de la organización al servicio de la acción
del nuevo tipo de asalariado resultante de una década de
crisis, que permita recuperar la secuencia
revolucionaria del cambio en España, y que posibilite
examinar y concretar en términos de hoy, la concepción
de partido y de clase. Elementos por los que el PCE
debería plantearse
recuperar a Lenin en su próximo congreso.
Fuente:
Mundo Obrero
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