Se conoce por Sexenio
Democrático o Revolucionario al
periodo de la historia
de España transcurrido
desde el triunfo de la revolución
de septiembre de 1868 hasta
el pronunciamiento de diciembre de 1874,
que supuso el inicio de la etapa
conocida como Restauración
borbónica.
En la actividad
política de estos años se advierte la
participación de cuatro bloques
políticos (unionistas, progresistas,
demócratas y republicanos), en cuyo
campo de acción intervienen también el movimiento
obrero y
la cuestión de Cuba,
iniciada en esa época.
El proceso político de los seis años de
crisis revolucionaria se puede dividir
en tres etapas:
-
Monarquía constitucional.
-
República federal.
-
República unitaria y presidencialista.
Después de estas tres etapas la
situación política del país desembocaría
en la Restauración borbónica.
Las causas de
la revolución. España vive una
coyuntura de crisis económica y política
en los últimos años del reinado
isabelino. Una grave crisis económica en 1866,
financiera, agraria e industrial, a la
que se suma el deterioro del sistema
político.
-
a) La
crisis financiera surge
cuando la baja rentabilidad del
ferrocarril provoca la quiebra de
numerosos bancos y empresas (de 21
bancos, cerraron 6). Por otra parte,
el endeudamiento del Estado obligó a
aumentar la presión
fiscal.
-
b) La
crisis agraria de subsistencia. La
sequía y las malas cosechas provocan
carestía y hambre entre la población.
-
c) La
crisis industrial. El hundimiento
de la industria textil en Cataluña se
debió a la subida de los precios del
algodón, importado de Estados
Unidos en
un momento de conflicto interno (la guerra
de Secesión).
También influyó el descenso de la
demanda textil en España.
-
d) La
crisis política por
el deterioro y la crisis del sistema
isabelino se debe a unos gobiernos en
manos de los moderados,
acusados de corrupción, despotismo e
inmoralidad. Fueron incapaces de
solucionar los problemas de España y
aceptar una alternancia en el poder
con los progresistas.
También influyó la
impopularidad de la reina Isabel al
rodearse en la Corte de personajes
pintorescos (su confesor el padre
Claret, sor
Patrocinio, monja milagrera con llagas o
estigmas, y de amigos del rey consorte Francisco
de Asís) y la Guerra
Hispano-Sudamericana.
La crisis
económica general aceleró el deterioro
político de los moderados. El gobierno
debía enfrentarse a varios grupos
hostiles, como los inversores, que
querían salvar su patrimonio;
los industriales, que precisaban mayor
proteccionismo;
y los campesinos y obreros, que no
querían pasar hambre.
Ante la falta de respuesta del gobierno
se dieron varios alzamientos violentos,
entre los que está el de los Sargentos
en el Cuartel de San Gil, que fue
reducido por O’Donnell.
Esa demostración exagerada de fuerza le
costó el puesto a O’Donnell, que fue
sustituido por Narváez y
más tarde por González
Bravo, que
estableció una dictadura civil en la que
gobernaba por decretos, ya que las
Cortes permanecían cerradas y no tenía
oposición parlamentaria. Las fuerzas
políticas excluidas, progresistas y
demócratas, optaron por la conspiración
al no poder presentar oposición legal.
En este caso, se enfrentaban al gobierno
y también a la reina Isabel
II. El lema de
los progresistas era "Corona, consejeros
y apoyos".
Con la idea de
esta revolución se creó en agosto de 1866 una
plataforma antigobierno llamada el Pacto
de Ostende. En
un primer momento los firmantes del
pacto fueron los progresistas y los
demócratas exiliados, que pretendían
mover una revolución en España desde
el extranjero para acabar con Isabel II.
Una vez conquistado el poder formarían
unas Cortes constituyentes que
establecerían la forma de gobierno desde
entonces: monarquía o república.
Posteriormente se unen al Pacto miembros
de la Unión
Liberal tras
la muerte de
O’Donnell en 1867,
lo que supone el triunfo de la
revolución. Los unionistas llevan
consigo un gran número de altos cargos
militares, como el general Serrano.
Revolución "La Gloriosa"
En esta situación
estalló la revolución
de 1868,
conocida como La
Gloriosa. La ciudad de Cádiz volvía
a ser el origen de una revolución, ya
que el 19
de septiembre de 1868 el brigadier
Topete encabezó
un alzamiento tras ponerse al mando de
la flota fondeada en Cádiz. Los
sublevados difunden un manifiesto
titulado "España con honra", en el que
exponían las razones de su
levantamiento, que no eran otras que la
demanda de reformas políticas. En el
manifiesto se pedía que tras exiliarse
la reina se fundara un nuevo gobierno
sin exclusión de partidos.
A continuación el
general Prim se
unió a Topete y ambos se hicieron con el
control de Cádiz. Luego buscaron el
apoyo en otras ciudades como Sevilla,
Córdoba, Barcelona, Huelva, etc. Se
formaron Juntas Provinciales que se
encargaron de movilizar a la población
mediante promesas de sufragio universal,
de eliminación de impuestos, del fin del
reclutamiento forzoso y de una nueva
constitución. En las ciudades, las
Juntas revolucionarias, formadas por
demócratas y progresistas, asumieron el
poder.
Finalmente, el
gobierno y la reina se quedaron sin
apoyos, lo que facilitó el triunfo de la
revolución en la batalla
de Alcolea el 28
de septiembre de 1868.
El Gobierno dimitió y la reina, que se
encontraba en San
Sebastián, se
exilió a Francia.
La revolución acabó con el régimen de
gobierno que había hasta el momento,
pero entonces aparecieron diferentes
formas de pensar entre los
revolucionarios y una disputa por
imponer su propio modelo de Estado. Al
final se impusieron Prim y los suyos,
del sector progresista, a los que se
unieron los unionistas, con Serrano al
frente, que fue nombrado jefe del
gobierno provisional mientras se
formaban las Cortes constituyentes. El
general Serrano, además, disolvió las
Juntas y desarmó a la Milicia para
evitar problemas.
El Gobierno Provisional
Militares y
firmantes del Pacto de Ostende formaron
un Gobierno Provisional. Rápidamente se
encargó de disolver la Milicia
Nacional y
las Juntas revolucionarias. En su
composición, Serrano (unionista)
asumió la Presidencia del Gobierno, Prim (progresista)
el Ministerio de la Guerra y Sagasta (también
progresista) el Ministerio de
Gobernación, quedando fuera los demócratas,
que terminarán por desparecer,
integrándose sus miembros en distintas
formaciones políticas.
La convocatoria a
Cortes Constituyentes se hizo, por
primera vez, mediante elecciones por sufragio
universal masculino
(mayores de 25 años). Votó el 70% del
censo. La composición política del Parlamento quedó
de la siguiente manera: progresistas
(159); unionistas (69); republicanos
federales (69); demócratas (20);
carlistas (18); isabelinos o liberales
moderados (14); y republicanos unitarios
(2), que elaborarían la Constitución
española de 1869.
El republicanismo
La novedad más
importante es la aparición en la vida
parlamentaria del republicanismo.
La ideología republicana deriva del liberalismo-demócrata,
es decir, su raíz filosófica es liberal.
Defiende unas ideas liberales avanzadas
y se diferencia de los otros grupos
liberales en el modelo de Estado. Las
ideas republicanas de raíz liberal son
el sufragio universal, la necesidad de
reformas sociales y económicas profundas
en beneficio de las clases populares.
Además los poderes públicos han de
asumir el carácter de Estado protector
de las clases sociales desfavorecidas.
En las relaciones
con la Iglesia los
republicanos defienden un Estado laico,
aconfesional, en el que Iglesia y Estado
se separan. Con frecuencia la
aconfesionalidad aparece acompañada de anticlericalismo porque
los republicanos acusan a la Iglesia de
ser un obstáculo para la libertad, la
modernización y el progreso de la
sociedad española, puesto que junto con
la aristocracia poseían la mayor parte
de la tierra.
Entre los
partidarios de un modelo de organización
política basado en la república,
existían dos tendencias. Por una parte,
los unitarios, cuyo concepto de España
es una administración unitaria o
centralista. Liderados por Castelar,
son algo más conservadores en las ideas
políticas y sociales. Y por otra, los
federales conciben España como una
federación pactista de Estados
regionales históricos. A su vez, se
dividen en benévolos e intransigentes.
Los benévolos, seguidores de Pi
y Margall,
aceptan la legalidad y se oponen a la
insurrección armada. Los intransigentes
son partidarios de la violencia y la
insurrección para conseguir el Estado
Federal. Su líder fue José
María de Orense.
Las bases sociales
republicanas se encuentran en la pequeña burguesía,
las clases populares urbanas (artesanos,
asalariados) y parte del movimiento
obrero y campesino antes de que fuera
atraído por las ideas y organizaciones anarquistas y socialistas.
Las colonias y la esclavitud
Uno de los temas
abordados por las Cortes fue la abolición
de la esclavitud,
que se limitó de momento a la libertad
de vientres (Ley
Moret de 4 de julio de 1870, llamada así
por Segismundo
Moret,
ministro de Ultramar y posteriormente de
Hacienda). La supresión total hubo de
esperar varios años más (1873 para Puerto
Rico y
1886 para Cuba).
En ambas colonias se habían producido
simultáneamente a la Revolución
Gloriosa de
la metrópolis las sublevaciones
independentistas llamadas Grito
de Lares (en
Puerto Rico, de breve duración) y Grito
de Yara (que
condujo a la Guerra
de los Diez Años cubana).
La forma de gestionar ambos asuntos
(colonial y esclavista) proporcionó
importantes argumentos utilizados por la
oposición a los gobiernos del sexenio.
La búsqueda de un nuevo rey
El triunfo en las elecciones de los
partidos que defendían la monarquía como
forma de gobierno, tal como se recogió
en la Constitución de 1869, obligó al
nuevo gobierno a encontrar un nuevo rey
para España. Mientras tanto, aplicando
la constitución, Serrano asumirá la
Regencia.
Hubo diversos y
variados candidatos, como el portugués Fernando
de Sajonia-Coburgo-Gotha,
que rechazó el ofrecimiento; Antonio
de Orleans,
duque de Montpensier, casado con la
infanta Luisa
Fernanda,
hermana de Isabel II e hijo del rey
francés Luis
Felipe de Orleans,
cuya candidatura no prosperó al matar en
un duelo al infante Enrique de Borbón,
hermano del esposo de Isabel II. El
alemán Leopoldo
de Hohenzollern Sigmaringen (al
que los españoles llamaban en tono de
humor, y ante la dificultad de
pronunciar correctamente su apellido: «Olé,
olé si me eligen»), contaba con el
valioso apoyo del canciller Otto
von Bismarck.
Sin embargo, Napoleón
III lo
vetó temiendo que Franciaquedara
entre dos monarquías Hohenzollern.
En medio de este enfrentamiento se
presentó el Telegrama
de Ems que
desató la Guerra
Franco-prusiana de 1870.
El futuro Alfonso
XII no
fue aceptado por Prim debido al nefasto
recuerdo del reinado del último Borbón,
su madre Isabel II.
El 16 de noviembre
de 1870 tuvo lugar la votación para la
elección del nuevo Rey en las Cortes, en
sesión presidida por Manuel
Ruiz Zorrilla,
que arrojó el siguiente resultado:
El elegido, que
contó con el apoyo de Prim, fue Amadeo
de Saboya,
duque de Aosta, hijo del rey italiano Víctor
Manuel II,
artífice de la unificación italiana
basada en una monarquía constitucional.
Fue aceptado por las Cortes el 30
de noviembre
de 1870 y
proclamado rey el 2
de enero
de 1871 después
de jurar ante el Parlamento.
Otras medidas del Gobierno Provisional
Además de las ya
mencionadas (establecimiento del
sufragio universal masculino y abolición
parcial de la esclavitud), el Gobierno
decretó la libertad de imprenta y de
asociación. Se devolvieron sus puestos
en la universidad a los profesores que
habían sido represaliados, como Emilio
Castelar. Se
tomaron medidas económicas para
solucionar el déficit público, como la
fijación de la peseta como
unidad monetaria y se oficializó el sistema
métrico decimal.
La monarquía constitucional de Amadeo I
(1871-1873)
Amadeo I de España |
Amadeo I ocupó el
trono desde enero de 1871 hasta
febrero de 1873,
dos escasos años en los que hubo de
enfrentarse a graves dificultades desde
el momento de su coronación. Pocos días
antes de su llegada, su principal
valedor, Prim, fue
asesinado. Con
este asesinato el nuevo gobierno de
España perdía a la persona que de hecho
estaba mediando entre las distintas
fuerzas políticas.
La inestabilidad
política y las disensiones entre los
partidos gobernantes se manifestaron en
las tres elecciones generales y los seis
gobiernos diferentes que hubo durante
este breve reinado. Además, existía una
oposición al régimen por parte de los carlistas,
quienes se habían levantado en armas en 1872,
los alfonsinos, dirigidos por Cánovas
del Castillo y partidarios de que el
hijo de Isabel II, Alfonso, fuese el
rey. También los republicanos,
contrarios a toda forma de monarquía,
protagonizaron varias insurrecciones
armadas en Andalucía y
Cataluña, en las que se mezclaron
reivindicaciones populares como el
reparto de tierras, la abolición de las
quintas y de los impuestos de consumos,
manifestándose la falta de apoyo entre
el pueblo, que no aceptó al nuevo
monarca al que, burlándose, llamaba «Macarronini
I» o
«Macarrón I».
Ante esta
situación, Amadeo I abdica y las Cortes,
en una reunión de ambas no prevista en
la Constitución de 1869, proclaman la Repúblicael 11
de febrero de 1873.
República Federal (1873)
La república nace sin apoyo social ni
político. Los partidos republicanos
apenas tienen seguidores ni
simpatizantes. Las clases populares
empiezan a decantarse por los
movimientos obreros. Los poderes
fácticos (Iglesia, ejército, banqueros,
grandes empresarios) eran contrarios a
la República y a sus ideas sociales
avanzadas.
El primer
presidente fue Estanislao
Figueras, y
tras la victoria republicana en la
elecciones, la mayoría federalista
entregó el poder a Francisco
Pi y Margall,
principal teórico del federalismo
republicano, cuyos principios se
reflejaron en el proyecto de
Constitución federal de 1873. Establecía
la separación entre Iglesia y Estado y
un modelo de España a partir de una
federación de 15 (ó 17 con Cuba y Puerto
Rico) Estados federales: Andalucía Alta,
Andalucía Baja, Aragón, Asturias,
Baleares, Canarias, Castilla la Nueva,
Castilla la Vieja, Cataluña,
Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra,
Valencia, Regiones Vascongadas. Más
tarde se incorporarían
Filipinas, Fernando
Poo, Annobón (en
el golfo de Guinea), Corisco y
los establecimientos de África.
España vivía en
una situación de permanente
conflictividad social y política. Las
tensiones sociales estallaron en forma
de huelgas obreras y ocupación de
tierras por los campesinos y el fenómeno
del cantonalismo. Además, dos conflictos
militares dificultaban la convivencia
pacífica: la insurrección de Cuba desde
1868 y la tercera guerra carlista desde
1872.
-
La Revolución
Cantonal (1873).
La caída de Pi y Margall, sustituido
por Salmerón en
la Presidencia de la república, dio un
giro conservador al régimen. Numerosas
poblaciones se declararon república o cantón
independiente en
Valencia, Murcia y Andalucía (destacan
Alcoy
y
Cartagena).
Hubo cantones en las ciudades de Castellón
de la Plana, Valencia,
Alcoy,
Alicante,
Torrevieja, Almansa,
Cartagena,
Granada,
Málaga,
Bailén,
Andújar,
Jaén,
Sevilla,
Cádiz,
Tarifa,
Algeciras y Salamanca.
Muchos declararon la guerra al Estado
central, y en ocasiones, entre sí
(Granada contra Jaén). Estas
insurrecciones aglutinaron artesanos,
tenderos y asalariados dirigidos por
republicanos intransigentes. Fueron
sofocadas con dureza por el gobierno
central. El cantón
de Cartagena resistió
hasta el 12
de enero de 1874,
debido al carácter de fortaleza
militar y base naval, así como a la
adhesión de las tripulaciones de los
mejores barcos de la armada.
Salmerón dimitió cuando se negó a firmar
dos condenas a muerte dictadas para reos
culpables de la insurrección cantonal.
Las Cortes eligieron en su lugar a
Castelar y le otorgaron poderes
extraordinarios con el fin de intentar
solucionar las graves crisis políticas y
militares que sacudían España. Suspendió
las garantías constitucionales y gobernó
por decreto.
-
La Guerra
de los Diez Años (1868-1878)
con el Grito
de Yara.
Los criollos pasaron
de las peticiones de autonomía a los
deseos de independencia.
Los hacendados cubanos, con el apoyo
de Estados
Unidos, no
aceptaban ni el régimen político que
se impuso en España con la revolución
de 1868 ni la abolición de la esclavitud.
En el seno del movimiento
independentista se produjo un
enfrentamiento entre los ricos dueños
de las plantaciones y el resto de los
cubanos, partidarios del fin del
régimen esclavista.
-
La Tercera
Guerra Carlista (1872-1876),
que había estallado unos meses antes
de proclamarse la I República, se
recrudeció. El pretendiente Carlos VII,
nieto de Carlos María Isidro (V, en la
sucesión carlista), movilizó unos
45.000 hombres armados. Devolvió los
fueros catalanes, aragoneses y
valencianos (16
de junio de 1872)
suprimidos por Felipe
V y
creó un gobierno en Estella, embrión
de un Estado carlista con Ayuntamientos y
Diputaciones organizados según el
régimen foral, impulsores de las
lenguas locales y las instituciones
tradicionales anteriores a 1700. La
insurrección tuvo éxito en Cataluña,
Navarra, País
Vasco y
puntos aislados del resto de España.
Las tropas carlistas controlaron las
zonas rurales, pero no las ciudades, y
el Estado carlista necesitaba ocupar
una ciudad importante para crear un
Estado fuerte. El ejército carlista
sitió la ciudad invicta de Bilbao pero
esta resistió hasta la llegada de las
tropas alfonsinas. La derrota carlista
se produjo en 1876,
una vez que se superaron las
dificultades del periodo
revolucionario y se restauró una
monarquía liberal de Alfonso XII. El
nuevo régimen alfonsino armó un
ejército de 150.000 hombres para
enfrentarse a unos escasos 33.000
voluntarios carlistas mal armados y
organizados. Las victorias alfonsinas
se suceden hasta la caída final de Montejurra y
la toma de Estella el 16
de febrero de
1876 por las tropas dirigidas por el
general Primo de Rivera. El
pretendiente Carlos VII se retiró a
Francia y puso fin a la guerra
carlista. Las consecuencias de la
derrota carlista se centraron en la
supresión de los fueros vascos (1876),
creando el caldo de cultivo del que
nacería poco después otro movimiento
político, el nacionalismo vasco.
-
República presidencialista (3 de enero –
29 de diciembre 1874)
Los poderes
extraordinarios de Castelar concluían en
enero de 1874. La mayoría parlamentaria,
dirigida por Pi y Margall, estaba
dispuesta a sustituir a Castelar y
retornar a los principios federales. Sin
embargo, la burguesía industrial y
financiera confiaron al ejército la
imposición de un régimen de orden. El 3
de enero, el general Manuel
Pavía, capitán
general de Madrid, dio un golpe
de Estado. Al
mando de un grupo de la Guardia Civil
ocupó el Parlamento y disolvió las
Cortes. El gobierno y la presidencia de
la República quedaron en manos del
general Serrano.
El nuevo
presidente se dispuso a restablecer el
orden público: suspendió la Constitución
de 1869, prohibió la Internacional
obrera, limitó el derecho
de asociación,
cerró diversos clubs (lugares de reunión
política) y prensa republicana.
En esta coyuntura, Cánovas
del Castillo prepara
la restauración borbónica. Consigue la
abdicación de Isabel II en su hijo,
Alfonso, y da a conocer el llamado Manifiesto
de Sandhurst,
en el que Alfonso promete un régimen
constitucional para España.
Restauración borbónica
Los
acontecimientos se precipitan. El 29
de diciembre de 1874,
un pronunciamiento militar del general Martínez
Campos
en
Sagunto proclama
rey de España a Alfonso XII el 29
de diciembre
de
1874, lo que supone el nacimiento de la Restauración
borbónica.
|