Revolución de 1868

 

La Revolución de 1868 o La Gloriosa, también conocida como La Septembrina, fue un levantamiento revolucionario español que tuvo lugar en septiembre de 1868 y supuso el destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático.

>> Sexenio Democrático


A mediados de los años 1860, el descontento contra el régimen monárquico de Isabel II en los ambientes populares, políticos y militares era patente. El moderantismo español, en el poder desde 1844, se encontraba en una fuerte crisis interna, y no había sabido resolver los problemas del país. Había una grave crisis económica (más acuciante aún después de las pérdidas en la Guerra Hispano-Sudamericana) y por doquier proliferaban los pronunciamientos, como el que en 1866 lideró Juan Prim, y como la revuelta de los sargentos en San Gil. En el exilio, liberales y republicanos llegaban a acuerdos en Ostende (1866) y en Bruselas (1867) para promover aun más desórdenes que condujeran a un drástico cambio de gobierno, no ya para sustituir al presidente Narváez, sino con el objetivo último de derrocar a la misma Isabel II y expulsarla del trono español. La reina y el mismo régimen monárquico se habían convertido en foco de las críticas sobre los principales problemas del país. A la muerte de Leopoldo O'Donnell, en 1867, se produjo una importante migración de simpatizantes de la Unión Liberal a las posiciones del frente que propugnaba el derrocamiento de Isabel II y el establecimiento de un gobierno más eficaz para España.


Estallido de la revolución

Para septiembre de 1868, la suerte de la corona ya estaba echada. Las fuerzas navales con base en Cádiz, al mando de Juan Bautista Topete, se amotinaron contra el gobierno de Isabel II. El pronunciamiento ocurría en el mismo lugar donde se levantara en armas contra Fernando VII, el general Riego cincuenta años antes. La proclama de los generales sublevados en Cádiz el 19 de septiembre de 1868 decía lo siguiente:

Españoles: la ciudad de Cádiz puesta en armas con toda su provincia (...) niega su obediencia al gobierno que reside en Madrid, segura de que es leal intérprete de los ciudadanos (...) y resuelta a no deponer las armas hasta que la Nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla. (...) Hollada la ley fundamental (...), corrompido el sufragio por la amenaza y el soborno, (...) muerto el Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad; tiranizada la enseñanza; muda la prensa (...). Tal es la España de hoy. Españoles, ¿quién la aborrece tanto que no se atreva a exclamar: «Así ha de ser siempre»? (...) Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. (...) Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política. Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales, unánimes y compactos ante el común peligro; con el apoyo de las clases acomodadas, que no querrán que el fruto de sus sudores siga enriqueciendo la interminable serie de agiotistas y favoritos; con los amantes del orden, si quieren ver lo establecido sobre las firmísimas bases de la moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones pondremos bajo el amparo de la ley; con el apoyo de los ministros del altar, interesados antes que nadie en cegar en su origen las fuentes del vicio y del ejemplo; con el pueblo todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera, pues no es posible que en el consejo de las naciones se haya decretado ni decrete que España ha de vivir envilecida. (...) Españoles: acudid todos a las armas, único medio de economizar la efusión de sangre (...), no con el impulso del encono, siempre funesto, no con la furia de la ira, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra!

Lo firman:
Juan Prim, Domingo Dulce, Francisco Serrano, Ramón Nouvillas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero y Fernández de Rodas y Juan Topete.

Gobierno Provisional, 1869
Figuerola, Sagasta, Ruiz Zorrilla, Prim, Serrano, Topete, López Ayala, Romero Ortiz y Lorenzana (fotografía de Laurent)

Se advertía entonces la existencia de muchas fuerzas en juego: mientras los militares se manifestaban monárquicos y sólo pretendían sustituir la Constitución y el monarca; las Juntas, más radicales, mostraban su intención de conseguir una verdadera revolución burguesa, basada en el principio de la soberanía nacional. Conviene señalar también la participación de grupos campesinos andaluces, que aspiraban a una revolución social.

El presidente Ramón María Narváez abandona a la reina, al igual que su ministro en jefe Luis González Bravo. Narváez moriría aquel mismo año, ahondando la crisis en los sectores moderados. Los generales Prim y Serrano denunciaron al gobierno, y gran parte del ejército desertó, pasándose al bando de los generales revolucionarios a su regreso a España.

El movimiento iniciado en Andalucía pronto se extendió a otros lugares del país, sin que las tropas del gobierno hicieran frente seriamente a las de los pronunciados. El apoyo de Barcelona y de toda la zona mediterránea fue decisivo para el triunfo de la revolución. A pesar de la demostración de fuerza de la reina en la Batalla de Alcolea, los lealistas de Pavía fueron derrotados por el general Serrano. Isabel se vio entonces abocada al exilio y cruzó la frontera de Francia.

A partir de este momento y durante seis años (18681874) se intentará crear en España un sistema de gobierno revolucionario, conocido como Sexenio Democrático, hasta que el fracaso final lleve de nuevo al poder a los moderados.


Buscando un nuevo rey

El espíritu revolucionario que había conseguido derrocar al gobierno de España carecía sin embargo de una dirección política clara. La coalición de liberales, moderados y republicanos se enfrentaba a la tarea de encontrar un mejor gobierno que sustituyera al de Isabel. El control del gobierno pasó en un primer momento a Francisco Serrano, arquitecto de la anterior revolución contra el gobierno de Espartero. Al principio las Cortes rechazaron el concepto de una república para España, y Serrano fue nombrado regente mientras se buscaba un monarca adecuado para liderar el país. Mientras, se escribía una constitución de corte liberal que finalmente era promulgada por las cortes en 1869; era la primera constitución que podía llamarse así desde la Constitución de Cádiz de 1812.

La búsqueda de un Rey apropiado demostró finalmente ser más que problemática para las Cortes. Los republicanos se sentían en el fondo inclinados a aceptar a un monarca si éste era una persona capaz y acataba la Constitución. Juan Prim, el eterno rebelde contra los gobiernos isabelinos, fue nombrado dirigente del gobierno en1869 y el general Serrano seria regente, y suya es la frase: «¡Encontrar a un rey democrático en Europa es tan difícil como encontrar un ateo en el cielo!». Se consideró incluso la opción de nombrar rey a un anciano Espartero, aunque encontró la resistencia de los sectores progresistas y el rechazo del propio general, que, no obstante, obtuvo ocho votos en el recuento final.

Muchos proponían al joven hijo de Isabel, Alfonso (que posteriormente sería el rey Alfonso XII de España), pero la sospecha de que éste podría ser fácilmente influenciable por su madre y que podría repetir los fallos de la anterior reina, dejaba de ser alternativa viable. Fernando de Sajonia-Coburgo, antiguo regente de la vecina Portugal, fue considerado también como una posibilidad. Otra de las posibilidades era el príncipe Leopoldo de Hohenzollern, de la Casa Hohenzollern, que fue propuesto por Otto von Bismarck, y que provocó abiertamente el rechazo de Francia, hasta el punto de que el ministro de asuntos exteriores francés enviara el llamado Telegrama de Ems, que posteriormente sería el detonante (o la excusa) para la Guerra Franco-Prusiana. Finalmente se optó por un rey italiano, Amadeo de Saboya, pero su reinado tan sólo duró 2 años y cuatro meses, entre 1870 y 1873.



Sexenio democrático

Se conoce por Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo de la historia de España transcurrido desde el triunfo de la revolución de septiembre de 1868 hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874, que supuso el inicio de la etapa conocida como Restauración borbónica.

En la actividad política de estos años se advierte la participación de cuatro bloques políticos (unionistas, progresistas, demócratas y republicanos), en cuyo campo de acción intervienen también el movimiento obrero y la cuestión de Cuba, iniciada en esa época.

El proceso político de los seis años de crisis revolucionaria se puede dividir en tres etapas:

  • Monarquía constitucional.
  • República federal.
  • República unitaria y presidencialista.

Después de estas tres etapas la situación política del país desembocaría en la Restauración borbónica.

Las causas de la revolución. España vive una coyuntura de crisis económica y política en los últimos años del reinado isabelino. Una grave crisis económica en 1866, financiera, agraria e industrial, a la que se suma el deterioro del sistema político.

a) La crisis financiera surge cuando la baja rentabilidad del ferrocarril provoca la quiebra de numerosos bancos y empresas (de 21 bancos, cerraron 6). Por otra parte, el endeudamiento del Estado obligó a aumentar la presión fiscal.
b) La crisis agraria de subsistencia. La sequía y las malas cosechas provocan carestía y hambre entre la población.
c) La crisis industrial. El hundimiento de la industria textil en Cataluña se debió a la subida de los precios del algodón, importado de Estados Unidos en un momento de conflicto interno (la guerra de Secesión). También influyó el descenso de la demanda textil en España.
d) La crisis política por el deterioro y la crisis del sistema isabelino se debe a unos gobiernos en manos de los moderados, acusados de corrupción, despotismo e inmoralidad. Fueron incapaces de solucionar los problemas de España y aceptar una alternancia en el poder con los progresistas.

También influyó la impopularidad de la reina Isabel al rodearse en la Corte de personajes pintorescos (su confesor el padre Claret, sor Patrocinio, monja milagrera con llagas o estigmas, y de amigos del rey consorte Francisco de Asís) y la Guerra Hispano-Sudamericana.

La crisis económica general aceleró el deterioro político de los moderados. El gobierno debía enfrentarse a varios grupos hostiles, como los inversores, que querían salvar su patrimonio; los industriales, que precisaban mayor proteccionismo; y los campesinos y obreros, que no querían pasar hambre. Ante la falta de respuesta del gobierno se dieron varios alzamientos violentos, entre los que está el de los Sargentos en el Cuartel de San Gil, que fue reducido por O’Donnell. Esa demostración exagerada de fuerza le costó el puesto a O’Donnell, que fue sustituido por Narváez y más tarde por González Bravo, que estableció una dictadura civil en la que gobernaba por decretos, ya que las Cortes permanecían cerradas y no tenía oposición parlamentaria. Las fuerzas políticas excluidas, progresistas y demócratas, optaron por la conspiración al no poder presentar oposición legal. En este caso, se enfrentaban al gobierno y también a la reina Isabel II. El lema de los progresistas era "Corona, consejeros y apoyos".

Con la idea de esta revolución se creó en agosto de 1866 una plataforma antigobierno llamada el Pacto de Ostende. En un primer momento los firmantes del pacto fueron los progresistas y los demócratas exiliados, que pretendían mover una revolución en España desde el extranjero para acabar con Isabel II. Una vez conquistado el poder formarían unas Cortes constituyentes que establecerían la forma de gobierno desde entonces: monarquía o república. Posteriormente se unen al Pacto miembros de la Unión Liberal tras la muerte de O’Donnell en 1867, lo que supone el triunfo de la revolución. Los unionistas llevan consigo un gran número de altos cargos militares, como el general Serrano.


Revolución "La Gloriosa"

En esta situación estalló la revolución de 1868, conocida como La Gloriosa. La ciudad de Cádiz volvía a ser el origen de una revolución, ya que el 19 de septiembre de 1868 el brigadier Topete encabezó un alzamiento tras ponerse al mando de la flota fondeada en Cádiz. Los sublevados difunden un manifiesto titulado "España con honra", en el que exponían las razones de su levantamiento, que no eran otras que la demanda de reformas políticas. En el manifiesto se pedía que tras exiliarse la reina se fundara un nuevo gobierno sin exclusión de partidos.

A continuación el general Prim se unió a Topete y ambos se hicieron con el control de Cádiz. Luego buscaron el apoyo en otras ciudades como Sevilla, Córdoba, Barcelona, Huelva, etc. Se formaron Juntas Provinciales que se encargaron de movilizar a la población mediante promesas de sufragio universal, de eliminación de impuestos, del fin del reclutamiento forzoso y de una nueva constitución. En las ciudades, las Juntas revolucionarias, formadas por demócratas y progresistas, asumieron el poder.

Finalmente, el gobierno y la reina se quedaron sin apoyos, lo que facilitó el triunfo de la revolución en la batalla de Alcolea el 28 de septiembre de 1868. El Gobierno dimitió y la reina, que se encontraba en San Sebastián, se exilió a Francia.

La revolución acabó con el régimen de gobierno que había hasta el momento, pero entonces aparecieron diferentes formas de pensar entre los revolucionarios y una disputa por imponer su propio modelo de Estado. Al final se impusieron Prim y los suyos, del sector progresista, a los que se unieron los unionistas, con Serrano al frente, que fue nombrado jefe del gobierno provisional mientras se formaban las Cortes constituyentes. El general Serrano, además, disolvió las Juntas y desarmó a la Milicia para evitar problemas.


El Gobierno Provisional

Militares y firmantes del Pacto de Ostende formaron un Gobierno Provisional. Rápidamente se encargó de disolver la Milicia Nacional y las Juntas revolucionarias. En su composición, Serrano (unionista) asumió la Presidencia del Gobierno, Prim (progresista) el Ministerio de la Guerra y Sagasta (también progresista) el Ministerio de Gobernación, quedando fuera los demócratas, que terminarán por desparecer, integrándose sus miembros en distintas formaciones políticas.

La convocatoria a Cortes Constituyentes se hizo, por primera vez, mediante elecciones por sufragio universal masculino (mayores de 25 años). Votó el 70% del censo. La composición política del Parlamento quedó de la siguiente manera: progresistas (159); unionistas (69); republicanos federales (69); demócratas (20); carlistas (18); isabelinos o liberales moderados (14); y republicanos unitarios (2), que elaborarían la Constitución española de 1869.

El republicanismo

La novedad más importante es la aparición en la vida parlamentaria del republicanismo. La ideología republicana deriva del liberalismo-demócrata, es decir, su raíz filosófica es liberal. Defiende unas ideas liberales avanzadas y se diferencia de los otros grupos liberales en el modelo de Estado. Las ideas republicanas de raíz liberal son el sufragio universal, la necesidad de reformas sociales y económicas profundas en beneficio de las clases populares. Además los poderes públicos han de asumir el carácter de Estado protector de las clases sociales desfavorecidas.

En las relaciones con la Iglesia los republicanos defienden un Estado laico, aconfesional, en el que Iglesia y Estado se separan. Con frecuencia la aconfesionalidad aparece acompañada de anticlericalismo porque los republicanos acusan a la Iglesia de ser un obstáculo para la libertad, la modernización y el progreso de la sociedad española, puesto que junto con la aristocracia poseían la mayor parte de la tierra.

Entre los partidarios de un modelo de organización política basado en la república, existían dos tendencias. Por una parte, los unitarios, cuyo concepto de España es una administración unitaria o centralista. Liderados por Castelar, son algo más conservadores en las ideas políticas y sociales. Y por otra, los federales conciben España como una federación pactista de Estados regionales históricos. A su vez, se dividen en benévolos e intransigentes. Los benévolos, seguidores de Pi y Margall, aceptan la legalidad y se oponen a la insurrección armada. Los intransigentes son partidarios de la violencia y la insurrección para conseguir el Estado Federal. Su líder fue José María de Orense.

Las bases sociales republicanas se encuentran en la pequeña burguesía, las clases populares urbanas (artesanos, asalariados) y parte del movimiento obrero y campesino antes de que fuera atraído por las ideas y organizaciones anarquistas y socialistas.

Las colonias y la esclavitud

Uno de los temas abordados por las Cortes fue la abolición de la esclavitud, que se limitó de momento a la libertad de vientres (Ley Moret de 4 de julio de 1870, llamada así por Segismundo Moret, ministro de Ultramar y posteriormente de Hacienda). La supresión total hubo de esperar varios años más (1873 para Puerto Rico y 1886 para Cuba). En ambas colonias se habían producido simultáneamente a la Revolución Gloriosa de la metrópolis las sublevaciones independentistas llamadas Grito de Lares (en Puerto Rico, de breve duración) y Grito de Yara (que condujo a la Guerra de los Diez Años cubana). La forma de gestionar ambos asuntos (colonial y esclavista) proporcionó importantes argumentos utilizados por la oposición a los gobiernos del sexenio.

La búsqueda de un nuevo rey

El triunfo en las elecciones de los partidos que defendían la monarquía como forma de gobierno, tal como se recogió en la Constitución de 1869, obligó al nuevo gobierno a encontrar un nuevo rey para España. Mientras tanto, aplicando la constitución, Serrano asumirá la Regencia.

Hubo diversos y variados candidatos, como el portugués Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha, que rechazó el ofrecimiento; Antonio de Orleans, duque de Montpensier, casado con la infanta Luisa Fernanda, hermana de Isabel II e hijo del rey francés Luis Felipe de Orleans, cuya candidatura no prosperó al matar en un duelo al infante Enrique de Borbón, hermano del esposo de Isabel II. El alemán Leopoldo de Hohenzollern Sigmaringen (al que los españoles llamaban en tono de humor, y ante la dificultad de pronunciar correctamente su apellido: «Olé, olé si me eligen»), contaba con el valioso apoyo del canciller Otto von Bismarck. Sin embargo, Napoleón III lo vetó temiendo que Franciaquedara entre dos monarquías Hohenzollern. En medio de este enfrentamiento se presentó el Telegrama de Ems que desató la Guerra Franco-prusiana de 1870. El futuro Alfonso XII no fue aceptado por Prim debido al nefasto recuerdo del reinado del último Borbón, su madre Isabel II.

El 16 de noviembre de 1870 tuvo lugar la votación para la elección del nuevo Rey en las Cortes, en sesión presidida por Manuel Ruiz Zorrilla, que arrojó el siguiente resultado:

 

El elegido, que contó con el apoyo de Prim, fue Amadeo de Saboya, duque de Aosta, hijo del rey italiano Víctor Manuel II, artífice de la unificación italiana basada en una monarquía constitucional. Fue aceptado por las Cortes el 30 de noviembre de 1870 y proclamado rey el 2 de enero de 1871 después de jurar ante el Parlamento.

Otras medidas del Gobierno Provisional

Además de las ya mencionadas (establecimiento del sufragio universal masculino y abolición parcial de la esclavitud), el Gobierno decretó la libertad de imprenta y de asociación. Se devolvieron sus puestos en la universidad a los profesores que habían sido represaliados, como Emilio Castelar. Se tomaron medidas económicas para solucionar el déficit público, como la fijación de la peseta como unidad monetaria y se oficializó el sistema métrico decimal.


La monarquía constitucional de Amadeo I (1871-1873)

Amadeo I de España

Amadeo I ocupó el trono desde enero de 1871 hasta febrero de 1873, dos escasos años en los que hubo de enfrentarse a graves dificultades desde el momento de su coronación. Pocos días antes de su llegada, su principal valedor, Prim, fue asesinado. Con este asesinato el nuevo gobierno de España perdía a la persona que de hecho estaba mediando entre las distintas fuerzas políticas.

La inestabilidad política y las disensiones entre los partidos gobernantes se manifestaron en las tres elecciones generales y los seis gobiernos diferentes que hubo durante este breve reinado. Además, existía una oposición al régimen por parte de los carlistas, quienes se habían levantado en armas en 1872, los alfonsinos, dirigidos por Cánovas del Castillo y partidarios de que el hijo de Isabel II, Alfonso, fuese el rey. También los republicanos, contrarios a toda forma de monarquía, protagonizaron varias insurrecciones armadas en Andalucía y Cataluña, en las que se mezclaron reivindicaciones populares como el reparto de tierras, la abolición de las quintas y de los impuestos de consumos, manifestándose la falta de apoyo entre el pueblo, que no aceptó al nuevo monarca al que, burlándose, llamaba «Macarronini I» o «Macarrón I».

Ante esta situación, Amadeo I abdica y las Cortes, en una reunión de ambas no prevista en la Constitución de 1869, proclaman la Repúblicael 11 de febrero de 1873.


República Federal (1873)

La república nace sin apoyo social ni político. Los partidos republicanos apenas tienen seguidores ni simpatizantes. Las clases populares empiezan a decantarse por los movimientos obreros. Los poderes fácticos (Iglesia, ejército, banqueros, grandes empresarios) eran contrarios a la República y a sus ideas sociales avanzadas.

El primer presidente fue Estanislao Figueras, y tras la victoria republicana en la elecciones, la mayoría federalista entregó el poder a Francisco Pi y Margall, principal teórico del federalismo republicano, cuyos principios se reflejaron en el proyecto de Constitución federal de 1873. Establecía la separación entre Iglesia y Estado y un modelo de España a partir de una federación de 15 (ó 17 con Cuba y Puerto Rico) Estados federales: Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Valencia, Regiones Vascongadas. Más tarde se incorporarían Filipinas, Fernando Poo, Annobón (en el golfo de Guinea), Corisco y los establecimientos de África.

España vivía en una situación de permanente conflictividad social y política. Las tensiones sociales estallaron en forma de huelgas obreras y ocupación de tierras por los campesinos y el fenómeno del cantonalismo. Además, dos conflictos militares dificultaban la convivencia pacífica: la insurrección de Cuba desde 1868 y la tercera guerra carlista desde 1872.

Salmerón dimitió cuando se negó a firmar dos condenas a muerte dictadas para reos culpables de la insurrección cantonal. Las Cortes eligieron en su lugar a Castelar y le otorgaron poderes extraordinarios con el fin de intentar solucionar las graves crisis políticas y militares que sacudían España. Suspendió las garantías constitucionales y gobernó por decreto.

  • La Guerra de los Diez Años (1868-1878) con el Grito de Yara. Los criollos pasaron de las peticiones de autonomía a los deseos de independencia. Los hacendados cubanos, con el apoyo de Estados Unidos, no aceptaban ni el régimen político que se impuso en España con la revolución de 1868 ni la abolición de la esclavitud. En el seno del movimiento independentista se produjo un enfrentamiento entre los ricos dueños de las plantaciones y el resto de los cubanos, partidarios del fin del régimen esclavista.
  • La Tercera Guerra Carlista (1872-1876), que había estallado unos meses antes de proclamarse la I República, se recrudeció. El pretendiente Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro (V, en la sucesión carlista), movilizó unos 45.000 hombres armados. Devolvió los fueros catalanes, aragoneses y valencianos (16 de junio de 1872) suprimidos por Felipe V y creó un gobierno en Estella, embrión de un Estado carlista con Ayuntamientos y Diputaciones organizados según el régimen foral, impulsores de las lenguas locales y las instituciones tradicionales anteriores a 1700. La insurrección tuvo éxito en Cataluña, Navarra, País Vasco y puntos aislados del resto de España. Las tropas carlistas controlaron las zonas rurales, pero no las ciudades, y el Estado carlista necesitaba ocupar una ciudad importante para crear un Estado fuerte. El ejército carlista sitió la ciudad invicta de Bilbao pero esta resistió hasta la llegada de las tropas alfonsinas. La derrota carlista se produjo en 1876, una vez que se superaron las dificultades del periodo revolucionario y se restauró una monarquía liberal de Alfonso XII. El nuevo régimen alfonsino armó un ejército de 150.000 hombres para enfrentarse a unos escasos 33.000 voluntarios carlistas mal armados y organizados. Las victorias alfonsinas se suceden hasta la caída final de Montejurra y la toma de Estella el 16 de febrero de 1876 por las tropas dirigidas por el general Primo de Rivera. El pretendiente Carlos VII se retiró a Francia y puso fin a la guerra carlista. Las consecuencias de la derrota carlista se centraron en la supresión de los fueros vascos (1876), creando el caldo de cultivo del que nacería poco después otro movimiento político, el nacionalismo vasco.

República presidencialista (3 de enero – 29 de diciembre 1874)

Los poderes extraordinarios de Castelar concluían en enero de 1874. La mayoría parlamentaria, dirigida por Pi y Margall, estaba dispuesta a sustituir a Castelar y retornar a los principios federales. Sin embargo, la burguesía industrial y financiera confiaron al ejército la imposición de un régimen de orden. El 3 de enero, el general Manuel Pavía, capitán general de Madrid, dio un golpe de Estado. Al mando de un grupo de la Guardia Civil ocupó el Parlamento y disolvió las Cortes. El gobierno y la presidencia de la República quedaron en manos del general Serrano.

El nuevo presidente se dispuso a restablecer el orden público: suspendió la Constitución de 1869, prohibió la Internacional obrera, limitó el derecho de asociación, cerró diversos clubs (lugares de reunión política) y prensa republicana.

En esta coyuntura, Cánovas del Castillo prepara la restauración borbónica. Consigue la abdicación de Isabel II en su hijo, Alfonso, y da a conocer el llamado Manifiesto de Sandhurst, en el que Alfonso promete un régimen constitucional para España.

Restauración borbónica

Los acontecimientos se precipitan. El 29 de diciembre de 1874, un pronunciamiento militar del general Martínez Campos en Sagunto proclama rey de España a Alfonso XII el 29 de diciembre de 1874, lo que supone el nacimiento de la Restauración borbónica.

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