La crisis ha terminado
No hay brotes verdes, ni luz en el túnel. Solo un tronco con ramas secas, por falta de riego y un túnel sin fin, frío y oscuro. Aquí estamos. Es lo que querían. Es su modelo.


 27 de julio de 2013

¿Cuántas veces hemos escuchado que la crisis está a punto de terminar? Dicen: se ven brotes verdes, hay luz al final del túnel, el próximo año, ya hemos pasado lo peor.«La recesión ha quedado atrás», decía el ministro De Guindos, para a continuación aclarar que aún ve riesgos de que haya una salida en falso. Lo uno y lo otro a la vez; malas predicciones y medias verdades, que realmente son mentiras y falsedades, para consumo de inocentes.

Pese a todo, o precisamente por todo, he llegado a la conclusión de que dicen verdad los que vaticinan que la crisis ha terminado. La crisis ha terminado; ha llegado a su fin, aunque mi visión es diferente a la de los pronosticadores y voceros oficiales: no hay brotes verdes, ni luz en el túnel. Solo un tronco con ramas secas, por falta de riego y un túnel sin fin, frío y oscuro. Aquí estamos. Es lo que querían. Es su modelo.

Los que provocaron la crisis, son quienes la han gestionado en beneficio propio. Han conseguido el objetivo que pretendían. Han eliminado el modelo de bienestar que se estaba construyendo con lucha y esfuerzo a lo largo de años, por otro modelo: el neoliberalismo económico, el totalitarismo político y la insolidaridad social. Menos Estado, más economía, menos democracia, más opresión y menos derechos. La crisis es también política, social, cultural y de valores; y la derecha está dando su respuesta a todas ellas. Por el contrario, la izquierda, parece que no tiene respuestas propias.

El poder económico ha conseguido su modelo con poco esfuerzo; infundiendo miedo, aislando a los individuos y con corrupción política e institucional. Posiciones autoritarias, en detrimento de las instituciones democráticas, secuestradas por las élites. Han conseguido todo el poder sin oposición visible, porque quienes tenían que haberse opuesto a ese modelo, han estado desaparecidos de la escena y sin combate. Algunos han confundido ser alternativa a las políticas de la derecha con participar en la alternancia en el poder, sin cambiar el modelo, o practicando seguidismo político

El modelo neoliberal, desregulando la economía, ha desvirtuado la política, alejándola de la actuación de los mercados, reduciendo el papel del Estado a una función de prestador de servicios –pocos–, infraestructuras –las justas– y garantías judiciales –las necesarias para su acomodo–. A la vez ha criminalizado las demandas de participación, movilización y protestas, estimulando la pasividad y la indiferencia, a mayor poder de la Economía, en perjuicio de la democracia participativa.

La crisis es un golpe de estado que «distribuye la riqueza hacia arriba», según David Harvey, en su Breve historia del neoliberalismo. Y así es. Ha provocado lo que pretendían: una fractura social; aumentando las desigualdades entre integrados y marginados, entre quienes lo tienen todo y los que no tienen nada, entre ellos y los demás. Un modelo que favorece el individualismo insolidario, frente al colectivo defensor de derechos. De esta forma, el individuo, aislado del colectivo, tiene más dificultades para defender sus propios intereses.

El economicismo se ha convertido en la ideología de nuestro tiempo, dice Josep Ramoneda, enLa izquierda necesaria. Todo es economía y gestión; y la austeridad diosa de ese despotismo. El control social a través de la austeridad, y «el capitalismo aligerado de la carga de las conquistas sociales del último siglo». Todo para minar las condiciones de vida de quienes han luchado por los derechos laborales, sociales y ciudadanos, defendido la igualdad, la justicia socia y la solidaridad, como valores que identifican a la democracia. El papel político de la ciudadanía, ha quedado limitado a emitir el voto cada cuatro años, de forma resignada y en silencio.

El neoliberalismo ha llegado con la pretensión de quedarse, con estilo autoritario, desactivando a las instituciones democráticas. Con este modelo, no es que hayamos perdido derechos, es que vamos a perder libertades y cuando eso ocurre, se tarda tiempo en recuperarlas. El neoliberalismo está crecido, con la idea de que su pensamiento es único y no lo es. Hay que modificar la distribución del poder y la riqueza. Hay alternativas y son posibles. Tenemos que ser capaces.

(*) Víctor Arrogante es profesor y columnista. En Twitter, @caval100.

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