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El descubrimiento,
que fue conquista |
14 de octubre de
2013 |
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El pasado sábado 12 de octubre, en España, se celebraba el Día de la
Fiesta Nacional, que por ley se declaró en 1987. En su exposición de
motivos dice que «ha de procurarse que el hecho histórico que se
celebre represente uno de los momentos más relevantes para la
convivencia política, el acervo cultural y la afirmación misma de la
identidad estatal y la singularidad nacional de ese pueblo». No creo
que se dieran estas circunstancias para tal declaración; hoy tampoco
se dan. |
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Quién expuso los motivos de la ley, recordó el «Descubrimiento de
América», pero se olvidó de la Constitución de 1978, que en aquellos
momentos era apoyada de forma mayoritaria por el pueblo soberano, así
como consensuada en las Cortes Generales. El hecho histórico
significativo de entonces, era el fin de una dictadura y el
descubrimiento de la democracia, y la Constitución representante del
nuevo modelo de convivencia.
Pero permítanme que presente aquellos hechos históricos que se
celebran hoy, a mi manera. Con respeto, sin dramatismo y una rayita de
humor, tal como ocurrió el descubrimiento, que fue conquista.
Los Reyes Católicos, una vez conquistado el reino de Granada, sin
saber muy bien que hacer más, deciden apoyar al navegante Colón, que
les presenta un proyecto, poco claro —pero no tiene otro—, para llegar
a Oriente por una nueva ruta y favorecer el mercado de la seda y las
especias, que era una ruina, al verse colapsado en Europa, por la
conquista de Constantinopla por los turcos y la islamización de los
tártaros.
Como hacía algún tiempo que había quedado demostrado que la Tierra era
redonda, el genovés Colón, provisto de mapas y su propio criterio,
entendió: que si en lugar de tirar a la derecha, tiraba a la
izquierda, llegaría al mismo punto 0, esto es, llegaría a Asia por
Occidente, sin bordear África. Y no se lo pensó más.
Los Católicos, en las Capitulaciones de Santa Fe, conceden al
navegante —a futuro— el título de almirante, virrey y gobernador
general de todos los territorios que descubriera o ganase durante su
vida, un tercio de los beneficios y un diezmo de las mercancías. Con
dinero fresco y corta tripulación, en Tres Carabelas zarpo,
perdiéndose literalmente en los mares océanos atlánticos. Como ya es
sabido calculó mal, al no tener en cuenta el continente que había por
medio. Y mira que lo había dicho, siglos antes, San Isidoro de
Sevilla: «Además de las tres partes del mundo, existe otro continente,
más allá del océano». Las Indias Occidentales, fueron llamadas, por
distinción de las Indias del continente Asiático. Colón siempre creyó
que había llegado a Asia. Murió sin saber que donde había arribado era
otro continente desconocido por los europeos. Todo pudo haber sido un
fracaso, pero la suerte estaba de su lado. Después de motines, tiras y
aflojas con la tripulación, que quería volver por donde habían venido,
el 12 de octubre, visaron tierra. Pero no la esperada. Ni India ni
China ni Japón, ni sedas ni especias ni las joyas de las que Marco
Polo habló.
Los marineros de una de las Carabelas, desembarcaron en una playa de
finas arenas y aguas coralinas, con cascos, lanzas, flechas, arcabuces
y cruces en ristre. No sabían que estaban en la isla Guanahani —en las
Bahamas—. El adelantado, que hacía de portavoz e intérprete, por su
don de lenguas, se dirigió a un hombre, que se había adelantado de
entre los muchos que se encontraban en la playa en compás de espera.
Parece nativo, pensó el marino —del pueblo Taíno—. Cubierto con
taparrabos y plumas al pelo, tendió las manos abiertas. Alejadas, las
mujeres, con las tetas al cálido aire caribeño (le femmes todavía no
pensaban en Gallardón).
—Ustedes son de aquí, ¿verdad?—. Sin perder de vista a las mujeres.
—Pues sí señor, ¿de donde si no?; y ustedes de donde vienen—. Con
sonidos guturales y gestos teatrales se iban entendiendo. Al portavoz
se le hace un nudo en la garganta, recordando el terruño extremeño que
había dejado atrás.
—Venimos de la España de la Monarquía unificada (que no era tal) por
los Reyes Católicos nuestros señores, que dios todopoderoso y
misericordioso (que no estaba demostrado) los tenga en vida muchos
años, la virgen del Rocío nos proteja a todos (que era como un
talismán) y el Papa de Roma (que era de Xátiva) nos bendiga con sus
plegarias—.
El nativo entendió poco, pero lo suficiente, como para darse cuenta de
que los barbudos desembarcados traían poco de bueno.
—Sean bien venidos a nuestra tierra ancestral, nuestras casas, nuestra
cultura, nuestros alimentos y todo lo que poseemos—. Haciendo un gesto
con los brazos, abarcando todo el espacio.
—Bueno, que le decía, que como les hemos descubierto, nos quedamos con
todo, como precio de la evangelización y castellanización que les
vamos a hacer por los siglos de los siglos; nos quedamos incluso con
las mujeres—.
— ¿Descubiertos? Pero si nosotros estamos aquí desde hace mucho
tiempo; somos nosotros quienes les hemos descubierto a ustedes, que
estaban perdidos por estos mares del dios agua, de isla en isla, sin
saber donde atracar—.
— ¿Atracar?, pues aquí mesmo. Arriba las manos, esto es un atraco.
—De todos modos, lo llamaremos descubrimiento (que fue un saqueo) —.
Dijo el almirante Christophorus Columbus desde lo alto de la vela.
Más tarde llegó lo del meridiano 46 y el reparto del botín entre
España y Portugal, bajo los auspicios del Papa Alejandro VI —dijo que
en representación del altísimo (pero estaba por ver)—. Entre los
países europeos no gustó el reparto y al cabo del tiempo se lo
cobraron.
El 12 de octubre no se descubrió nada, sino que comenzó una conquista,
que exterminó a millones de personas, que estableció una jerarquía
racial y significó un enorme saqueo de recursos naturales, expolio de
tierras y de la cultura de los pueblos indígenas, cuyas consecuencias
todavía se dejan notar entre los países Latinoamericanos y Caribeños.
Según Tzvetan Todorov «significó el encuentro de dos mundos humanos
que se habían desarrollado independientemente, sin que uno conociera
la existencia del otro». |
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