La económica capitalista
se mueve de manera cíclica, a golpe de crisis, más o menos profunda, de
forma habitual. En los últimos diez años, hemos atravesado cuatro grandes
crisis hasta llegar a la actual; el FMI cifra en 122, las que se han
producido desde la más famosa en 1929. Intentando comprender sus causas y
razones, entendemos que la crisis es consustancial con el sistema
capitalismo insaciable y por los errores políticos, avalados por la
teoría-ideológica, de quienes las gestionan.
La crisis económica es una
«fase recesiva de un ciclo intenso y rápido, caracterizada por un fuerte
retroceso de la producción, quiebra de empresas y sensible aumento del
desempleo» (Jordi Sevilla). Es más sencillo adivinar el movimiento de las
estrellas, que lo que ocurrirá con el mercado, venía a decir Isaac Newton.
Los partidarios del «mercado» culpan a la intervención del Estado, cuando
lo que falla son los mecanismos del propio mercado, demostrado,
precisamente, por la aparición de las crisis.
Las últimas cuatro grandes
crisis se han producido en muy diferentes lugares del globo y por
distintas causas, pero con un hilo conductor: la «sobredimensión», que
provoca «burbujas». Los casos que vamos a sintetizar son: la llamada
crisis de los «dragones asiáticos», la bancarrota de «Rusia», el
«corralito argentino» y la crisis de las empresas «puntocom». Ahora
estamos inmersos en la del «capitalismo de casino».
La crisis de los «dragones
asiáticos», en palabras de Paul Krugman, se inicia porque Japón vivía una
burbuja en sus activos: «el terreno del Palacio Imperial de Japón valía
más que todo el Estado de California». Todo comenzó a desbaratarse cuando
el mercado bursátil japonés reventó, llevando a su poderosa economía a una
espiral, primero de crisis, y luego de recesión total, arrastrando a sus
vecinos: Singapur, Tailandia, Filipinas y Corea del Sur. Estas economías,
sujetas a un tipo de cambio estable, no pudieron eludir la caída en el
consumo de Japón y sucumbieron en una depresión profunda, que obligó a una
reestructuración de sus economías y a la intervención del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial, con sus políticas de estabilización.
La crisis de 1998, produjo
la quiebra financiera de Rusia. La enorme deuda pública instigada por la
crisis asiática, fue una de las causas. La crisis se originó por los
desajustes macroeconómicos de la balanza comercial, cuenta corriente,
fiscal y monetarios. La caída de los precios mundiales de materias primas
y la reducción de los ingresos por la venta del petróleo, hizo desaparecer
la liquidez. A todo esto hay que sumarle el proceso de organización del
Estado, tras el derrumbe de la URSS. Rusia no pudo cubrir la brecha fiscal
y la balanza de pagos, dejó de pagar sus deudas y se declaró en suspensión
de pagos el 17 agosto.
En diciembre de 2001,
Argentina instauró el «corralito», que venía a restringir la retirada de
depósitos bancarios, transferencias al exterior y pagos realizados fuera
de Argentina con tarjetas de crédito. A finales de los 90, la situación
económica mostraba un elevadísimo déficit fiscal. La política de
estabilización monetaria que se implantó, con la degradación de la moneda,
provocaron el empobrecimiento miles de personas, lo que generó en
conflicto social y la caída del primer Gobierno democrático desde la
dictadura. Con un elevado endeudamiento, se paralizó el comercio y el
crédito, la economía perdió competitividad, se rompieron las cadenas de
pago y llegó la asfixia económica. Con la retirada masiva de dinero de los
bancos, se provocó el colapso del sistema bancario y con todo, el default.
La crisis de las empresas
«puntocom» en 1999, comenzó tras el colapso generalizado y la
desvaloración económica de ciertas compañías que operaban en Internet, por
la desconfianza generalizada en los mercados de valores, después de una
rápida valorización en «Bolsa». La especulación, la gran disponibilidad de
capital de riesgo, junto con la ausencia de un plan de negocios claro,
generó el colapso múltiple: se pinchó la «burbuja». En menos de tres años,
el índice Nasdaq de New York, perdió un 70% de su valor. Se estima que
desde el año 2000 al 2003 desaparecieron casi cinco mil compañías de
Internet, por quiebra o fusión.
En España la crisis de las
«puntocom» tardó más en llegar, pero lo hizo con efectos ruinosos. Justo
un año después de que se desatase la crisis en EEUU, las acciones de
Jazztel, en pocos minutos, caían un 16%. Pero el ejemplo que simboliza el
auge y caída de las «puntocom» en España es Terra, que cerró el círculo de
la burbuja en julio de 2005. Con revalorizaciones de hasta el 1.000%, las
tecnológicas, empujaron hasta sus máximos históricos a todos los índices
de cotización, hasta que la burbuja explotó, y la gran mayoría de los
valores «puntocom» se derrumbaron, con caídas superiores al 60%, 70% e
incluso el 90%.
La crisis que nos aqueja,
comienza a finales de 2006, con los problemas de las entidades financieras
estadounidenses, que habían popularizado las hipotecas subprime,
concedidas a personas con pocos recursos. Estas hipotecas fueron vendidas,
como productos derivados, a otras entidades en todo el mundo, contaminando
al sistema internacional. La crisis global se origina en Wall Street, por
los fallos del mercado desregulado; y la quiebra de Lehman Brothers en
2008, transforma la crisis de liquidez, en crisis de solvencia del sistema
financiero. Pese a las inyecciones de liquidez de bancos centrales y
gobiernos, los créditos no llegan ni a familias, ni a empresas. Los bancos
utilizan esos fondos para hacer frente a una morosidad creciente. Interesa
más la especulación financiera, que la inversión productiva. Con ello
aparece otra fase de la crisis; la de la economía real, con el resultado
de miles de empresas cerradas y 50 millones de personas más desempleadas
en todo el mundo.
Como el objetivo del
sistema capitalista es ganar dinero, fabrica y vende cuanto más mejor; con
ello, la capacidad de producir, crece más que la posibilidad de consumir.
Aquí es cuando entra el sistema financiero, que está en todo, concediendo
créditos al consumo, provocando el endeudamiento del sector privado
(familias y empresas), que cuando crece desproporcionadamente, hace que
algunos precios suban; como el de la vivienda que resulta inflado, creando
la «burbuja inmobiliaria especulativa». Cuando la distancia entre la
capacidad de compra y capacidad de pago aumenta, el riesgo de impago
sobrepasa los límites y estalla la burbuja. Otra crisis está servida.
En España, tras negar la
existencia de la crisis, las soluciones se abordan tarde y mal; y los
últimos gobiernos, al dictado del neoliberalismo económico, intervienen
para «salvar» al sistema financiero, con rescates y ayudas, en exclusiva
al sector bancario. La solución que se está dando, es la contraria a lo
que la situación precisa. Pese a la austeridad, no se ha reducido el
déficit público. Pese el rescate a los bancos, sigue sin llegar el dinero
a familias y empresas; no se reactiva la economía y el desempleo por las
nubes.
El gobierno de Rajoy, que
gestiona el sistema capitalista, al servicio de los intereses alemanes,
fiel a su ideología, con la excusa de la crisis, desmantela el «Estado
social». Con austeridad y sin inversión pública, recorta gastos en
prestaciones sociales, elimina derechos y servicios públicos esenciales y
privatiza otros; sube los impuestos en general, y no se incrementa la
presión fiscal a las rentas más altas.
La crisis la estamos
pagando, los que siempre pagamos todo. Moraleja: el egoísmo de unos, por
insaciables, perjudica la salud de otros, por subsistencia.