Decíamos la semana pasada,
que las teorías y las relaciones en la economía mundial mucho han
cambiado, pero que en el fondo está todo inventado. Los pensadores
filósofos economistas que hoy siguen marcando tendencia son: Adam Smith (S.XVIII),
Karl Marx (S.XIX) y John Maynard Keynes (comienzos del S.XX). Sus teorías
siguen vivas, las opiniones enfrentadas y su aplicación motivo de
discrepancia. Vivimos el ataque del «capitalismo de casino», contra
quienes solo tenemos nuestra fuerza de trabajo.
La principal obra de Adam
Smith fue «La riqueza de las naciones» (1776), donde analizaba el
feudalismo y defendía la necesidad de un crecimiento económico, en los
albores de la revolución industrial burguesa. Según su teoría de laissez
faire —defendida hoy por el liberalismo fundamentalista—, la clave del
bienestar social está en el «crecimiento», que se potencia a través de la
«división del trabajo» y la «libre competencia»; siendo «la mano
invisible» la que corrige las contradicciones del «mercado». Aunque no la
veamos, mano invisible hay, sabemos quienes las mueven y los gobiernos
nacionales a su servicio.
Para Adam Smith la
«división del trabajo» es la principal fuente de crecimiento y desarrollo
de un país. Pone el ejemplo de una fábrica de alfileres, para explicar que
si cada trabajador se especializa en una parte del proceso de fabricación,
se consigue una producción mayor y con ello el crecimiento. Defendía, que
gracias al egoísmo de los particulares (conseguir el máximo beneficio), se
logra el bienestar general. Muchos siguen defendiendo ese postulado; pero
la realidad es otra: el sistema permite el máximo beneficio y acumulación
de capital, sin prestar atención a las necesidades básicas de «sus
semejantes».
Después del hundimiento de
los países llamados comunistas y de su «economía planificada», hay que
seguir teniendo en cuenta los análisis y teorías de Karl Marx. La escuela
económica marxista abarca una teoría económica, otra sociológica, un
método filosófico y una visión revolucionaria de cambio social. Marx dice
que en el «sistema capitalista», la riqueza es la que determina la
posición social y el poder (contrario a como ocurría en el feudalismo).
Esto supone que la acumulación de capital de unos, responde a la
explotación de otros y a su pauperización o empobrecimiento. La estructura
social económica, se convierte en el corazón del entramado social; el
Estado es el garante de la propiedad privada de los medios de producción y
ésta motor del crecimiento, provocando necesariamente desigualdades
sociales.
Para Marx, el capitalismo
se sustenta en la existencia de dos clases cuyos intereses son
contradictorios: una es dueña de los medios de producción, los burgueses;
y la otra únicamente de su fuerza de trabajo, los proletarios. Burguesía y
proletariado enfrentados en una «lucha de clases». Según Marx, el
conflicto no es nuevo; en la historia siempre han existido
enfrentamientos: esclavos contra hombres libres, siervos contra señores;
grupos antagónicos con intereses contrapuestos, donde las relaciones
económicas están basadas en la explotación.
En mi opinión, el nuevo
capitalismo se sustenta del beneficio que generan diferentes fuentes: Con
la especulación financiera —huyendo de las empresas productivas y la
deslocalización—, pagan los trabajadores, explotación y eliminando de
derechos; Con los rescates y las quitas —preferentes, corralitos y demás—,
pagan los clientes de los bancos; Con la exigencia a los gobiernos de
recortes en gastos sociales y servicios públicos, paga la ciudadanía en
general. Trabajadores, clientes y ciudadanía, que son los mismos,
tríplemente explotados.
En «El Capital» (primer
volumen publicado en 1867) Marx también desarrolla, la teoría del
«valor-trabajo». El valor de una mercancía es el tiempo de trabajo
empleado en ella; y el proletariado quien realiza esta función.
Proletarios: «individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios
de producción», crean la riqueza de una sociedad, fabricando los bienes
(maquinaria, carreteras, mobiliario, entre otros) y posibilitan los
servicios y manufacturas. Burguesía: pequeños propietarios, terratenientes
o comerciantes, que «poseen los medios de producción», ostentan el capital
acumulado y emplean al proletariado; no pagan a los trabajadores el valor
total de las mercancías que producen, acaparando la diferencia,
consiguiendo la «plusvalía de explotación o beneficio». El planteamiento
sigue siendo impecablemente válido.
Otro factor importante en
la obra de Marx es la «división del trabajo». Para los clásicos era la
fuente de riqueza de una nación, para Marx es un factor de «alienación» o
pérdida de la identidad de la clase trabajadora, que convertido en
especialista en cierta materia, no sabe hacer otra cosa. Si una máquina
reemplaza esa tarea o desaparece la necesidad de fabricación, el obrero
pasa a ser una «mercancía de desecho». Para Marx, el sistema tiene
contradicciones inherentes, ciclos y crisis, que supondrán su propio fin.
No tuvo en cuenta Marx la capacidad camaleónica de los capitalistas, para
adaptarse a las situaciones que se le presentan. La crisis actual es una
muestra de que siguen en ello.
Un enorme desempleo azotó
a los años treinta del pasado siglo. La economía clásica planteaba que,
tratándose de una cuestión puntual, se ajustaría automáticamente, bajando
los salarios. Y aparece John Maynard Keynes, discrepando de los clásicos:
«el equilibrio de la economía, no puede ser a costa de un alto nivel de
desempleo». La teoría «keynesiana», fue la respuesta dada a la «Gran
Depresión» de 1929. Su obra «Teoría general del empleo, el interés y el
dinero» (1936) dice que en momentos de crisis, con el paro creciendo e
incertidumbres sobre el futuro, con menos ingresos, los particulares
ahorran por temor y precaución; y al no correr el dinero, se agudiza el
ciclo bajista. Por esta razón, en momentos de depresión económica, hace
falta que el Estado intervenga con la «Política Fiscal» para «desatascar»
la economía.
El último informe del
Banco de España, que analiza la evolución de la economía española subraya,
que la escasa capacidad de ahorro de las familias en un contexto de caída
de la renta disponible, el elevado endeudamiento y un panorama laboral
incierto, deja poco margen para la recuperación del consumo a corto plazo
y por consiguiente del empleo. De libro. Las familias no consumen, no se
vende, ni se fabrica, por lo que se destruye el empleo. Pues pese a todo,
contra la depresión económica, más austeridad.
Tres visiones,
complementarias algunas, en tres épocas distintas, que ayudan a entender
los problemas de funcionamiento del modelo económico que hoy impera: «el
capitalismo». Otros definen como «economía libre de mercado». Parece que,
pese a todo, algunos nos quieren llevar a las postrimerías del Siglo XVIII.
Ocurre, como dice Antonio Miguel Carmona, que la realidad es que «la
politización de la economía, convierte a la disciplina en un toma y daca
donde, no se sabe bien por qué, la izquierda acaba siendo keynesiana y la
derecha neoclásica».
Me está costando más de
dos semanas entender los mecanismos de la economía, pero he sacado algunas
conclusiones: En política económica los errores se pagan; No es lo mismo
hacer una cosa que la contraria; La economía no es sólo cosa de
economistas. Las diferentes teorías economicistas están
avaladas por ideologías; La aplicación de una u otra viene a beneficiar a
la clase capitalista o a la clase madia y trabajadora; Los depositarios de
las ideologías son los partidos y con ellos los gobiernos; Cuando se dice
que todos los gobiernos son iguales y hacen lo mismo, hay que decir a
continuación: que si hacen lo mismo, es porque tienen igual ideología. No
es cierto que los gobiernos que representan a la izquierda ideológica,
hagan lo mismo que los de la derecha; Ni todos son iguales, ni todos hacen
lo mismo. Estamos en crisis.
Nota final: Pese a los
recortes y la austeridad, la economía va a peor y la sociedad al desastre.
La última EPA ofrece los siguientes datos: 16.634.700 ocupados, 6.202.700
parados, y una tasa de paro del 27,16%. La ocupación cae a niveles de
2005. En un año hay 563.200 parados más y 798.500 ocupados menos. Los
autónomos son menos que hace un año. Las familias con todos sus miembros
en paro ascienden a 1.906.100 y record de paro juvenil con un 57,22%.
España, junto con Grecia, es el país del euro con mayor tasa de paro. No
hay dinero, las empresas no invierten, el paro se dispara y se destruye
empleo. Pese a la catastrófica situación, Rajoy no asume su fracaso y
anuncia, sin especificar qué, más de lo mismo: más reforma laboral, más
recortes sociales y más presión fiscal a familias y empresas. Ah, y
«desindexación» ¿sobre las pensiones?. Provocará: menos consumo, menos
inversión, más paro. ¿Dónde quieren llevarnos?