Conocida es la anécdota,
cuando en un acto público y en un descuido, se escuchó el comentario del
Presidente Zapatero a su ministro, la economía «es complicada», y el
ministro, que era Jordi Sevilla, dijo: «lo que tú necesitas saber se
aprende en dos tardes». No se si fueron dos tardes las que necesitó, pero
después de ocho años de gobierno, Zapatero parece que no se enteró de que
lo que ocurría: estábamos inmersos en la crisis económica más devastadora
de la historia.
He leído con interés
algunos libros sobre economía, con la intención de entender mejor, lo que
está ocurriendo y con mi mejor intención explicarlo a los amables
lectores, como si una de mis clases, de aproximación al tema, se tratara.
Jordi Sevilla en su libro «La economía en dos tardes», entiende que la
economía es el análisis del comportamiento de las sociedades ante el
problema básico de la subsistencia, desde el punto de vista de la
producción, reproducción de bienes y servicios, relacionando estos
elementos, con los recursos naturales escasos.
La definición clásica de
la corriente objetiva o marxista señala que: «La economía política es la
ciencia que estudia las leyes que rigen la producción, la distribución, la
circulación y el consumo de los bienes materiales que satisfacen
necesidades humanas» (Friedrich Engels). Karl Marx a su vez señala que la
economía es «la ciencia que estudia las relaciones sociales de
producción». La filosofía marxista que se basa en el materialismo
histórico, entra a teorizar sobre el concepto del «valor-trabajo», donde
el valor tiene su origen objetivo, en la cantidad de trabajo que se
requiere para producir los bienes. Desde el materialismo histórico, se
concibe el «capitalismo», como una forma de organización social en un
momento dado de la historia.
Para algunos, la economía
política, nace con Adam Smith; y su pensamiento económico se entiende tras
responder a la pregunta ¿Por qué funcionan las relaciones económicas de
forma equilibrada, en una sociedad en la que los individuos, solo se
preocupan de sus propios intereses?: gracias a una «mano invisible», que
de forma espontánea, coordina los mercados y sus intereses. La importancia
de la «mano invisible» aumenta, en la medida en que la sociedad se
desarrolla y la división del trabajo se perfecciona. En este orden natural
los gobiernos no deben intervenir, limitándose su actuación a la
seguridad, defender la propiedad privada, administrar justicia y facilitar
bienes públicos (como hacer caminos, por ejemplo). Keynes, por el
contrario, defiende que en momentos de crisis es necesaria la intervención
del estado, para corregir los desequilibrios que el mercado origina,
mediante las políticas fiscales.
Lo cierto es que la
economía estudia, analiza y propone: la forma en que se fijan precios de
bienes y de factores de la producción, como trabajo y capital;
comportamiento de los mercados financieros; consecuencias de la
intervención del estado y su influencia en el mercado; distribución de la
renta, así como proponer métodos de ayuda a la pobreza sin alterar
resultados económicos; influencia del gasto, impuestos y déficit público
en el crecimiento. También estudia el desarrollo de los ciclos económicos,
causas, oscilaciones del desempleo y producción y cuales son medidas
necesarias para el crecimiento; funcionamiento del comercio internacional;
o el crecimiento de los países en vías de desarrollo. Con todo y con esto,
la mayoría de los economistas, no supieron o no quisieron ver la que se
nos avecinaba; y los que lo anunciaron no fueron oídos, ni tenidos en
cuenta, y todo persiste.
El término científico del
sistema económico actual, cuyo objetivo es ganar dinero, es «capitalismo»,
que es el utilizado por los teóricos marxistas. Sus antagonistas,
neoliberales o
neoconservadores
prefieren
denominarlo «libre mercado» o «economía de mercado». Palabras que surgen
tras una operación de desdramatización lingüística que, como ha ocurrido
con otros términos —burguesía, proletariado, imperialismo, clases
sociales, lucha de clases—, van cargados de gravedad y memoria histórica y
portadoras de ruido innecesario para lo que el establishment precisa.
Tras el fracaso de los
países comunistas, el modelo económico que querían representar, la
«economía planificada», dejó de ser alternativa al «capitalismo». Las
posiciones fundamentalistas defensoras del «mercado», se hacen más fuertes
y el «pensamiento único» implantado globalmente. En su sistema todo tiene
que ser libre, menos la conciencia social; todo a disposición de la libre
economía, incluso la dignidad de los trabajadores; todo sometido al libre
mercado, sin normas, ni leyes, salvo cuando sean para su beneficio. ¡Qué
el estado no intervenga!, ya pedirán inversión, capital o rescate cuando
se reduzcan las ganancias. Tras la aplicación salvaje de sus teorías, se
observa su insolidaria perfección, chocando con otros valores sociales
tales como democracia o justicia social. Frente al clásico dilema entre
«eficiencia y equidad o seguridad y libertad», escogerán en cada momento
lo que más beneficio les ofrezca.
En este sistema económico,
si alguien no compra, alguien no vende, no obtiene beneficios, por lo que
no tiene sentido seguir produciendo y tampoco mantener el empleo. El
objetivo es ganar dinero a costa de lo que sea y es secundario lo que se
venda: si existe demanda (incluso prostitución, armas o drogas), si crea
beneficio y posibilidad de acumulación de riqueza, todo vale. El sistema
de «capitalismo de casino», alejado del «capitalismo de rostro humano», es
capaz de alcanzar las mayores cuotas de creación de riqueza, a costa de la
injusticia social, ampliando exponencialmente la horquilla de las
desigualdades sociales.
Hay otro enfoque posible,
en el que ni todo vale, ni todo consiste en ganar dinero. Con esta visión
la producción adquiere una función social. Este modelo, desde la base de
la competencia, combina: la libre iniciativa, con un progreso social,
asegurado por la capacidad económica. Los valores éticos en los cuales se
fundamenta la economía social de mercado, se centran en principios que
guardan relación con la dignidad humana, el bien común, la solidaridad y
la subsidiaridad, a fin de lograr un sistema económico equilibrado, al
servicio de la calidad de vida de los seres humanos.
La «economía social de
mercado» tiene sus propios principios básicos: la intervención del estado
en el libre mercado, que garantice la justicia social; la propiedad
privada, con función social; la propiedad privada de los medios,
subordinada al principio de destino universal de los bienes; la plena
responsabilidad, en la búsqueda libre del beneficio económico, guardando
valores éticos como el bien común, la moderación y la responsabilidad
ambiental; y el desarrollo de una política económica, que debe garantizar
el bienestar de todos los actores sociales.
La Constitución española
permite este sistema y el contrario. Proclama la voluntad de «Promover el
progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna
calidad de vida». Dice en su articulado que «Todos contribuirán al
sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica
mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de
igualdad y progresividad». Reconoce el derecho y el deber de todos los
españoles «al trabajo,… y a una remuneración suficiente para satisfacer
sus necesidades y las de su familia», quedando garantizado por a ley «el
derecho a la negociación colectiva laboral,… así como la fuerza vinculante
de los convenios». Mucho se dice; tanto como se incumple, en la ejecución
de medidas económicas y fiscales.
Pese a declarar que España
se constituye en un «Estado social y democrático de Derecho» y garantizar
en el Preámbulo un orden económico y social justo, «Se reconoce la
libertad de empresa en el marco de la economía de mercado», en el que «Los
poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la
productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en
su caso, de la planificación». Como vemos, el modelo teórico se desarrolla
en un «Estado social», en el marco de la «economía de mercado»; y en la
realidad observamos como los gobiernos se acercan al mercado, alejándose
de lo social.
En el título VII «Economía
y Hacienda» se dice que «Toda la riqueza del país en sus distintas formas
y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general». El
Estado, mediante ley «podrá planificar la actividad económica general para
atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo
regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la
riqueza y su más justa distribución». Escrito está; y habría que blindar
alguno de estos principios, para que ningún gobierno de turno, ataque de
forma obstinada, con sus reformas antisociales, los intereses de las
personas, frente a los de la banca. Como podemos entender, todo puede ser
diferente y otra política es posible, como defender una economía de
oferta, sustentada en la innovación tecnológica, la educación y la
distribución de la renta (Antonio Miguel Carmona).
En la historia, el
«capitalismo» ha evolucionado a través de tres fases: la comercial, en la
que el dinero desempeñaba el papel de mercancía para los intercambios de
otras mercancías. La financiera, en la que el dinero cambia de función,
para ser una reserva de valor, que utiliza la producción y el intercambio
de mercancías, para crear más dinero. La fase de «capitalismo de casino»,
es el de la desregulación, los derivados y la innovación financiera y
tecnológica; y funciona según el esquema de puro intercambio de dinero,
desvinculado del comercio de mercancías y de la producción; facilitando el
crédito excesivo y creando burbujas especulativas. Con el estallido de la
última burbuja en 2008, se inició la crisis actual, idóneo momento que
utilizan para los ajustes necesarios, para la protección del sistema
capitalista globalizado del libre mercado.
Las teorías y relaciones
en la economía mundial mucho han cambiado, pero en el fondo está casi todo
inventado. Son tres los pensadores filósofos que hoy siguen marcando
tendencia: Smith, Marx y Keynes. Pero el desarrollo de sus teorías y las
consecuencias económicas y políticas, será la semana próxima.