Está pasando, lo estamos sufriendo |
2 de septiembre de 2013 |
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Frente a nosotros una situación descorazonadora; y ¿qué hemos hecho
para merecer esto?: pues que una parte de la población española, con
derecho a voto, votó en contra de los intereses de la mayoría. Y como
el Sistema lo permite, el partido que se llama popular, representante
de la derecha más rancia y extrema, con mayoría absoluta parlamentaria
y minoría absoluta social, está ejecutando su política, como si
rodillo fuera, dejando a los habitantes de este país en la miseria más
mísera. |
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Todos los datos estadísticos indican, que pese a las reformas que
pretendían solucionar los problemas sociales y económicos de los
españoles, están resultando un fracaso; salvo que lo que se
pretendiese fuera, precisamente eso: ajustar la situación, a imagen y
semejanza de la ideología neoliberal que representa el gobierno,
eliminando derechos, servicios públicos y dejando el Estado hecho unos
zorros.
Decía yo que «la crisis ha terminado», dando por bueno lo que se
escucha a los voceros del gobierno, cuando vaticinan que todo va a
mejor, salvo algunas cosas, y tienen razón: la crisis ha terminado. Ha
llegado a su fin, aunque no se vean los brotes verdes, ni la luz al
final del túnel, porque todo es «un tronco con ramas secas, por falta
de riego; y un túnel sin fin, frío y oscuro». Aquí estamos. Es su
modelo y lo sufrimos.
La crisis en EEUU de hace seis años, contagió al mundo entero una Gran
Recesión. A quienes peor les ha ido, han sido a aquellos países cuya
economía se basaba en burbujas, que explotaron, cuando les llegó la
onda norteamericana. Desde entonces, con fórmulas económicas
neoliberales, se han desmontando los modelos de «bienestar», pactados
y construidos tras la Segunda Guerra Mundial. Y con el fin de la
guerra fría, oscuridad y crujir de dientes para los desposeídos. La
crisis fue provocada, por quienes pretendieron mayores beneficios a
corto plazo —capitalismo financiero especulativo—, que desvincularon
el capital de la economía real, con el compromiso de los gobiernos de
no intervención y alejar a la ciudadanía del funcionamiento de la
economía.
«Ya hay una generación de jóvenes, que se ha hecho adulta, con una
falta crónica de perspectivas sociales, una política de desigualdad
creciente, de contorsionismo ideológico y de corrupción política», son
palabras de Joaquín Estefanía. La «carrera cuesta abajo» es evidente
en casi todos los ámbitos: relaciones laborales, protección social,
política fiscal, legislación medioambiental, regulación financiera y
un largo etcétera. Todo para el poder, nada para el pueblo.
En España, el gobierno, en lugar de trabajar para solucionar los
problemas de la mayoría, se dedica a legislar, por decreto y sin
debate, para beneficiar exclusivamente a quienes representan: el poder
económico y sus amistades peligrosas. La corrupción, en sobres, ya
abiertos, campea por despachos e instituciones, dejando las arcas
públicas exhaustas para servir a la ciudadanía. No existe una
democracia real. Se parece más a una «plutocracia», en la que el
partido, que se llama popular, es más una marioneta, que ostentan un
poder absoluto, al servicio de sus valedores y el interés general,
relegado a segundo plano, desplazado por el interés del capital
financiero.
El paro, la economía, la corrupción, el fraude, los políticos en
particular, la política y los partidos en general, son los principales
problemas de España; mejor dicho, de los españoles. Se les llena la
boca de patrioterismo y de ¡España!, olvidando la razón de ser del
Estado: el bienestar de las personas que vivimos en este país, a
quienes con sus cosas y su peor hacer, nos amargan la existencia. Los
recortes en sanidad, los desahucios, los bancos, la educación, las
pensiones, las dependencia y otros problemas de índole social, son
otras tantas preocupaciones de la ciudadanía y que con todo, hacen que
la vida, de por si dura, se presente como ingrata y desalentadora.
El modelo —España es un Estado social y democrático y de Derecho—,
está perdiendo la dimensión social de su declaración, al dar prioridad
a lo económico en detrimento de lo social. Un ejemplo es la reforma de
la Constitución, aprobada a finales de 2011, en la que se introdujo el
artículo 135, quedando obligados a dar prioridad al pago de la deuda,
por encima de cualquier otro derecho fundamental; o con el rescate
permanente a los bancos, por encima de gastos sociales, prestaciones y
pensiones.
La democracia ha quedado viciada, por los propios partidos políticos,
que se han alejado de la ciudadanía, de sus intereses y de la propia
democracia. El Sistema debe abrirse a nuevas vías de participación;
debe reformarse la ley de financiación de los partidos, para evitar,
en lo posible, casos como el de los ERE, Gürtel o Barcenas, de
presunta financiación ilegal. Es preciso reformar la ley electoral con
listas desbloqueadas y la eliminación de la barrera electoral del 3%,
que garanticen la proporcionalidad y equidad del voto y la igualdad de
oportunidades para todas las opciones políticas y ciudadanas,
acercando la voluntad popular, al reparto de escaños en los
parlamentos.
El Estado está viéndose perjudicado en su propio ser, por las
privatizaciones de entidades y servicios y por la venta sistemática de
su patrimonio. Frente a la política que vacía de contenido el Estado,
una Administración eficaz y eficiente, al servicio de la ciudadanía.
Es inaplazable reformar la Constitución, que cierre el modelo
autonómico y avance hacia el estado federal, laico y republicano,
basado en la transparencia y mayor participación social, para la mejor
convivencia y el mejor bienestar.
Las mayorías absolutas caen en el despotismo. Existe la impresión que
desde la política se engaña sistemáticamente a los ciudadanos y se
miente sin consecuencias; la justicia no se aplica por igual y la ley
no es igual para todos; la política del gobierno está causando
víctimas reales: parados, dependientes y enfermos; la innovación, el
desarrollo y el avance tecnológico se desprecia y la cultura se grava
con más impuestos; los niños vuelven a pasar hambre y los jóvenes no
tienen futuro; el fraude fiscal es una constante desventaja;
desaparece la enseñanza universal y gratuita, con imposiciones
ideológicas y religiosas; las leyes ya no recogen el sentir del
pueblo; la austeridad solo se reparte entre los que menos tenemos; y
se criminaliza las protestas. ¿Más cosas? Las hay.
Está pasando, lo estamos sufriendo, y tenemos que combatirlo. |
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