El pasado sábado, la gente de bien, se
echó a la calle al grito de «No a la guerra». También es mi
grito. Nunca en mi nombre; mi oposición a la solución de
conflictos mediante acciones armadas. Igualmente, expreso mi
repulsa hacia cualquier tipo de dictaduras que opriman a los
pueblos, sea monárquicas, militares o de credo. «Contra
el terrorismo, contra la islamofobia y contra sus guerras».
No se defiende ni se honra a las víctimas de atentados —sean
niños, mujeres y hombres—, matando hombres, mujeres y niños,
por muchos intereses que estén en juego; lo contrario es
indecente. «Ni los recortes de libertades ni los bombardeos
nos traerán la seguridad y la paz». Por el contrario trae más
odio, violencia y muerte.
Guerra tras guerra en la historia, violencia constante,
masacres y genocidios, odio, destrucción y muerte, hasta hoy.
Desde la Primera Guerra Mundial, por no remontarnos más en el
tiempo, no han parado de estallar guerras: mundiales,
regionales, locales, civiles, de agresión o de defensa;
coloniales, santas de religión, ideológicas, de clase y
económicas, de información, del petróleo, contra la droga,
informáticas, contra el terrorismo o contra insurgentes;
guerra relámpago, interminables o eternas, sin cuartel,
abiertas, sin declarar o declaradas; hasta guerra fría ha
habido, calientes lo son todas. Guerras químicas o
bacteriológicas. En algunos casos, no lo llaman guerra, sino
conflicto armado, que esconde intereses geoestratégicos,
provocados por canallas justicieros. Han muerto más personas
civiles que militares, inocentes que culpables, hasta los
niños son considerados combatientes, terroristas o «daños
colaterales».
No
son los intereses del pueblo los que están en juego. No se
respeta la declaración de derechos humanos ni los tratados
internacionales. Naciones Unidas, que se constituyó para
evitar las guerras, no cumplen con su propósito. El cinismo de
muchos dirigentes no tiene precio; no se les cae la cara de
vergüenza, porque no la tienen. Hay que seguir en el empeño
contra las guerras, aunque estemos convencidos de que es como
clamar en el desierto; y si no que se lo pregunten a los
pueblos saharaui y palestino, entre otros cientos, que siguen
sufriendo. Pocas guerras se hacen contra la miseria y la
pobreza. Abundantes contra el bienestar y los derechos
humanos. Ninguna contra la corrupción.
En
la historia de la Humanidad el 10% de las víctimas directas de
las guerras eran civiles. Durante la década de 1970, los
civiles pasaron a ser el 73% de las víctimas y en la década de
los ochenta el 85%. Actualmente son cerca del 90% las víctimas
civiles no combatientes, mujeres y niños. La Primera Guerra
Mundial, produjo la muerte de entre 10 a 31 millones de
personas. En la Segunda Guerra Mundial, murieron entre 60 a 73
millones de personas, siendo el país más afectado la Unión
Soviética con 19 a 34 millones y China con 13 a 20 millones.
¡Cien millones de muertos! De 2 a 6 millones de personas
muertas en la guerra de Vietnam y en la de Corea, entre tres y
cuatro millones de muertos. Me paro en ofrecer más cifras;
siento vértigo.
También se han prodigado los golpes de estado, que han
supuesto muertes y desaparecidos, como en España, Chile,
Argentina o Camboya y en tantos lugares de la Tierra. No se
puede decir que son actos inhumanos, porque son humanos
quienes los provocan. Durante la guerra civil española, tras
el golpe de estado ilegitimo contra la República, murieron
entre quinientas mil y un millón de personas. Hoy siguen
desaparecidos más de 150.000, esparcidos por cunetas de
carretera y fosas comunes.
Las
guerras han cambiado poco en la historia, salvo el armamento
de destrucción y muerte. Ahora proliferan las guerras de
«cuarta generación», con armas de destrucción masiva, que
algunos denuncian y todos fabrican: guerra de guerrillas,
asimétrica, de baja intensidad, guerra sucia, terrorismo de
estado, operaciones encubiertas con la utilización de
drones, que provocan la muerte a los mismos de siempre.
Ahora están con la bomba antimateria. La guerra saca a la luz
lo peor del ser humano.
Actualmente están abiertas las guerras
de Afganistán y Pakistán, guerra civil en Somalia, contra el
narcotráfico en México, insurgencia islamista en Nigeria,
insurgencia iraquí, guerra en Libia, Sudán, Yemen y Arabia
Saudita; y al este de Ucrania. La guerra contra el
autodenominado Estado Islámico en Irak, Libia, Afganistán,
Egipto, Líbano, Yemen, Irán y Siria, en la que están
implicados EEUU, Rusia, Turquía, Israel y ahora Francia y
Reino Unido. (Ver
anteriores artículos sobre la guerra).
Esperemos a conocer cual es la postura
de España, si se implica o no en la guerra en Siria. El
ministro de Exteriores Margallo es partidario, Rajoy también,
pero teme al «No a la guerra» y
su repercusión en los resultado de las elecciones generales.
El presidente pide calma y unidad frente al terrorismo
yihadista. Califica la amenaza del terrorismo yihadista como
«el mayor enemigo del ser humano» en el mundo actual;
recordando que España ya lucha contra ese terrorismo,
deteniendo a los sospechosos y con misiones militares
desplegadas en el extranjero, desde Irak y Turquía, hasta
Malí, República Centroafricana, Yibuti, Somalia, Gabón o
Senegal. Declaración justificativa, que nos aclara que estamos
en guerra, sin que aparentemente lo estuviéramos. Postureo
popular, ante las elecciones que pueden perder, si dan un
traspié, como en otros tiempos.
Todo es un desatino. El secretario
general del PSOE, Pedro Sánchez, exige a Rajoy, que aclare
cómo se concretará la ayuda a Francia en la lucha contra el
yihadismo. Le acusa de «esconderse» detrás de las
instituciones europeas. A su entender, «España
no fallará a Francia y puede responder antes del 20-D si pide
ayuda». En la misma postura está
Susana Díaz, que exige a Rajoy una respuesta «clara y
transparente» sobre cómo va a luchar «contra el terror y el
horror» que provoca el terrorismo yihadista, y cómo va a
defender «nuestro modelo de libertad y de convivencia». Hablan
por boca de Felipe González, que no sabe por qué se está a la
espera «de lo que diga Francia» y no se actúa de inmediato.
Los socialistas están guerreros y belicistas. Ni siquiera
acudieron a la manifestación del sábado ¡Qué tiempos aquellos!
Para Podemos «el terrorismo yhihadista
es un tema demasiado estratégico como para hablar con
eslóganes sobre unidad», defendiendo las
7 medidas de su Consejo de la Paz:
cortar las vías de financiación, neutralizar sus redes de
captación y adoctrinamiento, apoyar a las fuerzas democráticas
del mundo árabe, reforzar a la sociedad civil en Irak y Siria
y terminar con las guerras en la región, además de acabar con
las mafias que trafican con los refugiados.
Por su parte, Alberto Garzón, desde
Unidad Popular, propone un referéndum antes de intervenir
militarmente en Siria; cree fundamental no repetir errores
como la guerra de Irak y afirma que los bombardeos «generan
más adeptos al Estado Islámico».
Ciudadanos apoyaría una hipotética
intervención militar en Siria «si
es dentro de la OTAN y de los acuerdos de la ONU»,
respetando la legalidad vigente. Si me permiten la vulgaridad,
se la cogen con papel de fumar.
La posible participación española en la
guerra en Siria e Irak, divide ideológicamente a la sociedad
española. Un 34,8% opina que España debería sumarse a los
ataques aéreos, frente al 53,9% que considera que deberíamos
abstenernos (Encuesta
Sigma Dos para El Mundo). Sólo un
35,9% de los votantes del PP se muestra contrario a la
intervención en Siria e Irak, frente al 53,2% que sería
partidario de la participación activa en la guerra. Entre los
electores del PSOE, un 57,2% es contrario a la guerra,
porcentaje que se amplia al 77,2% en el caso de Podemos y al
65% en el de IU. Entre los votantes de Ciudadanos, la división
es absoluta, ya que un 45,3% se muestra favorable a la
intervención bélica frente a un 45,8% que la rechaza.
Maldigo la guerra, sus señores y sus ejércitos; y a los
gobiernos canallas que las promueven y a quienes se benefician
de la destrucción y del dolor inocente. Como manifiesta la
plataforma #NoEnNuestroNombre, los Derechos Humanos y la
aspiración a una paz con justicia, no son un camino ni una
moneda de cambio para nada, sino que constituyen en sí mismos
el camino y el horizonte, además de la mejor respuesta contra
quienes quieren acabar con ellos. Como la plataforma, me
opongo a cualquier respuesta al odio que implique más odio,
más intolerancia, más muertes de inocentes y menos derechos y
libertades.
Por cierto, una
encuesta hecha entre los seguidores de mi Twitter,
ante la pregunta ¿La coalición antiterrorista anunciada por
Putin y Hollande, es la alternativa adecuada? el 44% considera
que «significa más guerra», el 28% dice que «No» es la
alternativa adecuada, el 20% que «recortará libertades» y solo
el 8% considera que es la alternativa adecuada. No tiene rigor
científico demostrado, como otras tantas que se publican, pero
muestra una opinión cierta.
Estamos ante una guerra abierta no declarada
internacionalmente, pero es una guerra, que quieren ocultar
tras la lucha contra el terrorismo. Hay que acabar con las
guerras en Irak y Siria y todas las otras guerras. Hay que
perseguir la financiación a los grupos terroristas, embargar
armas a todos los contendientes, poder fin a los bombardeos
contra la población civil y abrir corredores humanitarios en
las zonas. Todas las guerras van en contra de la dignidad
humana. ¡Vomito ante tanto despropósito!