Mi memoria histórica

En Publicoscopia, el 18 de julio de 2013

He tenido la oportunidad de publicar hace unos años en mi blog esta historia que hoy cuento. La quiero recuperar de nuevo. Contar la triste historia de algunos de los míos, que es la mía. Quiero compartirlo. Es un homenaje que quiero hacerles, en estos días que se recuerda el infausto 18 de julio, hace ya 77 años.

Franco fusiló a mis abuelos en Toledo, después de la liberación del Alcázar, el 27 de septiembre de 1936. Franco, su ejército, los fascistas, católicos y reaccionarios golpistas, fusilaron a mis abuelos. Hoy, recupero su memoria y quiero compartir la experiencia, honrando a mis abuelos paternos muertos.

No conozco las razones que arguyeron los asesinos para matarlos, si es que puede haber razones para matar, ni si se celebró juicio y si hubo sentencia de muerte o simplemente les dieron el paseo criminal.

No tengo noticias de que mis abuelos fueran unos peligrosos rojos, ni siquiera si eran de izquierdas o republicanos. Mi padre, que sería quien hubiera podido contarme la historia, murió cuando yo tenía ocho años y mi madre, ya fallecida, en raras ocasiones habló del tema. Parece que mi abuela Antonia Arrogante tenía un carácter fuerte y poco dado a componendas. Mujer de mediana estatura, fuerte, guapetona, con moño bajo, saya larga y pañoleta negra sobre los hombros.

Vivían en Toledo, en el Callejón de los Niños Hermosos, callejón sin salida de la judería toledana, del que los sacaron para nunca volver. Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los culatazos de los fusiles sobre sus espaldas. Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia, embarazada, y las caras descompuestas por el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a una pared, paredón a la vera del Tajo, donde les quitaron la vida sin saber la razón de los sin razón.

Me contaron que mi padre, al enterarse del asesinato de mis abuelos, intentó suicidarse. Me dijeron que mi padre, soldado del Ejercito Republicano, acompañando al general Miajas, en una visita a Toledo, estuvieron en el Callejón de los Niños Hermosos visitando a sus padres. Desconozco las razones de la visita, pero sin duda, una delación, bastó para la sangrienta represalia.

Hoy tengo una herida abierta en mi memoria sin dolor. No hay dolor, pero sí un desprecio frío y razonado. Desprecio por quienes cometieron el crimen, por quienes lo ejecutaron y por quienes lo ordenaron: también por quienes lo jalearon y ampararon. Desprecio por todos aquellos que hoy, todavía, justifican el asesinato de las decenas de miles de hombres y mujeres que murieron y sufrieron persecución victimas de la barbarie y que hoy, todavía, no han reconocido el genocidio franquista.

 

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Víctor Arrogante
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