Vaya por delante mi rechazo a la guerra; mi oposición a la solución de
conflictos mediante acciones armadas. Igualmente, expreso mi repulsa a
cualquier tipo de dictaduras que opriman a los pueblos, sea
monárquicas, militares o de credo. No se defiende a las víctimas, sean
niños, mujeres y hombres, matando hombres, mujeres y niños. Difícil
situación, cuando hay víctimas por medio y tantos intereses en juego.
La guerra es la guerra y siempre es cruel. No es menos cruel matar con
armas convencionales, fusiles, bombas o drones, destruyendo casas,
hospitales y objetivos militares, que hacerlo con armas químicas o
biológicas. Los muertos no van a saber diferenciar la forma con que se
les ha quitado la vida. La crueldad está en la guerra misma y en la
violencia que utilizamos los humanos para atacar la convivencia.
Las armas químicas ya las ha utilizado Israel contra el pueblo
palestino en Gaza. También las utilizó el Iraq de Sadam Husein, con el
conocimiento de EEUU, en la guerra contra Irán. Ahora con Siria,
después de años en guerra, rasgándose las vestiduras, los países
occidentales, alegando una acción humanitaria, quieren limpiar su
conciencia. Hay quien se lamenta, porque EEUU y sus aliados no haya
reaccionado antes. «No ha sido desinterés, sino una apuesta
estratégica calculada», dice la analista Olga Rodríguez. Washington y
Bruselas apostaron por una guerra de desgaste.
Lo que EEUU prepara, nada tiene que ver con una acción de carácter
humanitario. En este conflicto, en Siria ha habido 100.000 muertos,
seis millones de refugiados y desplazados y ahora, «hablar de acción
humanitaria sería, cuando menos, un abuso de lenguaje», dice Javier
Solana. El primer ministro británico, Cameron, ha dicho que el ataque
con armas químicas en Siria es algo «aborrecible e inadmisible»;
aunque Londres no tomará parte en una intervención militar contra
Siria, después de que el Parlamento británico haya votado en contra de
dicha opción. El presidente Hollande ha anunciado que «Francia
castigará a los que han gaseado a inocentes» y el secretario de estado
John Kerry, afirma que el uso de armas químicas es una «obscenidad
moral». Parece que no eran obscenidad, las muertes producidas hasta
ahora.
Se desconoce la postura del gobierno de España ante el conflicto, pero
la tomará cuando la tenga que tomar, a la espera de lo que diga la
ONU. «Yo tengo la impresión de que nosotros con quien tenemos que
estar es con nuestros aliados, creo que estaremos en el lugar
correcto», ha zanjado, con su habitual elocuencia, Carlos Floriano,
vicesecretario general de organización del PP y Rajoy tomará una
decisión sobre su postura en la guerra de Siria «conociendo
perfectamente hasta el último detalle», explicó.
Por su parte el PSOE hace suya las tesis francesa e insisten en que se
debe «condenar» el uso de armas químicas, «castigar al régimen de
al-Asad» y hacerlo con «un gran consenso internacional», dejando la
puerta abierta a respaldar un ataque contra Siria, incluso sin el aval
del Consejo de Seguridad de la ONU —único organismo internacional
capaz de autorizar una intervención militar por razones humanitarias—,
a la vez que piden la comparecencia del Ministro Margallo.
Personalmente no termino de entender la postura socialista.
Izquierda Unida califica «la probable acción militar planteada por
EEUU y sus países aliados miembros de la OTAN como Turquía, de ilícita
e ilegal, y por lo tanto criminal». Y es así, porque el ataque
estadounidense, sin autorización del Consejo de Seguridad, crearía una
situación de emergencia como la que se produjo en la guerra de
Yugoslavia, Iraq o Afganistán. «El uso de la fuerza al margen de la
Carta de la ONU solo conlleva más violencia e inestabilidad», ha
resaltado Willy Meyer.
Lo que fue un levantamiento popular —la Revolución Siria en 2011—
reclamando democracia, libertad de expresión, mejores condiciones
económicas y respeto a los Derechos Humanos, se ha convertido en una
guerra civil, en una lucha armada por el poder entre el régimen
dictador, el sectarismo étnico y la intransigencia religiosa.
La dictadura hereditaria de Bashar al-Asad, se ha convertido en
autoritaria y represora. El presidente sirio sucedió a su padre, Hafez
—militar que llegó al poder tras un golpe de estado en 1966 y la purga
de 1970—, a través de un «referéndum», sin ningún otro candidato,
ganado con el 97% de los votos. Mucho antes de que se desencadenara la
actual guerra civil, organizaciones internacionales humanitarias, ya
denunciaron los terribles abusos de al-Asad. Ha está haciendo una
matanza. Ha usado bombas de racimo contra la población, ha bombardeado
hospitales y ha sido acusado de torturas y ejecuciones
extrajudiciales. Un dictador canalla declarado, con el apoyo
interesado, pero firme, de Rusia, Irán y Hezbolá.
La oposición armada al régimen —«los rebeldes»—, con el apoyo decidido
de los países del Golfo, Turquía, especialmente Catar y países
occidentales, está formada por grupos dispares, con objetivos bien
distintos, bajo la hegemonía del radicalismo suní. A la cabeza Al
Qaeda, yihadistas que pretenden establecer un estado islámico; grupos
salafistas independientes y la milicia kurda. También han cometido
ejecuciones sumarias de soldados, atentados suicidas, asesinato de
periodistas, robos y secuestros. Ambos bandos del conflicto han sido
acusados desde diversas organizaciones y gobiernos de cometer crímenes
de guerra y violación de los Derechos Humanos.
Edward Luttwak, del Center for Strategic and International Studies, en
el TNYT y que menciona Olga Rodríguez en su artículo Siria y la
obscenidad moral, dice: «Un resultado decisivo para cualquier bando
sería inaceptable para Estados Unidos. Una restauración del régimen de
Assad respaldado por Irán aumentaría el poder y el estatus de Irán en
todo Oriente Medio, mientras que una victoria de los rebeldes,
dominados por las facciones extremistas, inauguraría otra oleada de
terrorismo de Al Qaeda. Solo hay un resultado que puede favorecer
posiblemente a EEEUU: el escenario indefinido. Manteniendo al Ejército
de Assad y a sus aliados, Irán y Hezbolá, en una guerra contra
luchadores extremistas alineados a Al Qaeda, cuatro enemigos de
Washington envueltos en una guerra entre sí mismos».
Los intereses geoestratégicos en la zona, bien podrían provocar actos
ocultos no declarados, utilizando la acción humanitaria como excusa.
EEUU nos tiene acostumbrados a estos lances: mintió para invadir Iraq,
con las famosas armas de destrucción masiva y desde entonces —incluida
la ocupación en Afganistán— ha creado centros de tortura en todo el
mundo, utiliza drones para cometer asesinatos extrajudiciales y vende
armas a dictadores y gobiernos represores. No son de fiar.
Veremos que ocurre. Espero que cuando vea la luz este artículo, EEUU
haya dejado en manos de la ONU la resolución del conflicto por vías
pacíficas, que evite más bombardeos y ataques y más guerra de
desgaste. Porque las bombas occidentales no van a ayudar a la
población siria; porque va haber más víctimas civiles; porque no hay
garantía de que no vuelvan a utilizarse armas químicas; y porque,
probablemente, el presidente Bashar al-Asad va a seguir en el poder.
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