Desde hace unos días, Caracas y otras ciudades de Venezuela, viven un
ambiente de tensión. La jornada de movilización convocada por
estudiantes y un grupo opositor contra el gobierno, ha degenerado en
fuertes enfrentamientos, tres muertos y decenas de heridos. Nicolás
Maduro denunció un «rebrote nacifascista», mientras sus adversarios le
acusan de suspender las garantías constitucionales. La violencia,
azuzada por la situación económica y la polarización ideológica sacude
el país.
La situación recuerda el golpe de estado que sufrió Hugo Chávez en
2002. Ahora, miles de estudiantes, junto con parte de la oposición más
conservadora, han regresado a la lucha en la calle, bajo el lema
«salida», para desestabilizar al gobierno. La mayor protesta contra
Maduro desde que subió al poder, derivó en graves incidentes y está
desestabilizando el país. Maduro fue elegido en abril de 2013 por
escasa diferencia, frente a Henrique Capriles, que no acepta el
resultado. El apoyo popular a Nicolás Maduro y su política, fue
confirmado en las municipales de diciembre, cuando los candidatos
oficiales obtuvieron el 55% de votos.
Maduro repudia la violencia y afirma que las acciones tienen autores
materiales e intelectuales. «Ha rebrotado una corriente nazifascista
que quiere llevar al país por el camino de la violencia y el caos,
pero la juventud revolucionaria en la calle ha dicho que no lo
permitirá. La revolución bolivariana va a triunfar», sentenció Maduro,
quien además ordenó reforzar la seguridad ante los «planes golpistas
en desarrollo», señalando que «tengan la seguridad que no habrá golpe
de estado en Venezuela, que lo sepa el mundo». Se reafirmó en el
proceso democrático y la revolución. Aseguró que es respetuoso de los
derechos civiles y las libertades, pero «no va a haber impunidad» para
los responsables de los desmanes y quema de vehículos.
Aparentemente no hay unidad en la acción de la derecha. Capriles —que
ha mostrado su desacuerdo con los actos de violencia—, en principio,
había impuesto su táctica frente a la crisis: «dejar solo al Gobierno
en la gestión de los problemas económicos para evidenciar su
responsabilidad en ellos ante el electorado popular que vota al
chavismo». Por el contrario los opositores Leopoldo López, María
Corina Machado (con inmunidad parlamentaria) y el alcalde
Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, acusando a Maduro de
limitar las libertades públicas, llaman a la movilización popular,
lanzando un reto a Maduro: «A ver quién aguanta más, si el Gobierno o
los estudiantes en la calle».
El mensaje es: «Frente a una tiranía, la respuesta es la calle y la
movilización», con la intención de formar «una fuerza popular que
pueda ser una contraparte al peso y al abuso de poder por parte del
gobierno». Se ha dado la orden de arrestar a Leopoldo López —de
Voluntad Popular, amigo de Aznar y de la FAES y vinculado con Álvaro
Uribe y los paramilitares—, después de que Maduro calificara como
«golpe de estado» los incidentes. López pretende ocupar las calles con
protestas, para presionar en la crisis y provocar el hundimiento del
«régimen». La extrema derecha no quiere esperar a unas nuevas
elecciones. El poder lo quieren, caliente y en la mano.
Desde el momento de su investidura como presidente, Maduro ha sido
objeto de una crítica feroz, por parte de la oposición dentro y fuera
de Venezuela. Desde el 12 de febrero se inició la parte violenta de la
ofensiva de la derecha. Hasta ahora, dominaba la presión económica,
desabastecimiento, usura en los precios y manipulación de la crisis,
con tintes de guerra económica. Lo cierto es que la escasez de
productos básicos afecta a los barrios pobres de Caracas que apoyan al
gobierno, mientras que los supermercados de los barrios ricos se
encuentran bien abastecidos, precisamente desde donde surgen las
movilizaciones. El problema se complica cuando seguidores de la
revolución bolivariana, ven errores en la política económica y social,
que deberían corregirse. No se como andarán las lealtades militares,
pero sin dejar de fiarse, Maduro debería cubrirse la espalda ante
posibles intentonas de golpes y cuartelazos.
Nicolás Maduro, gobierna con el mismo plan con el que Hugo
Chávez resultó elegido presidente. El «Programa de la Patria
2013-2019», tiene como objetivos: defender, expandir y consolidar la
independencia nacional; continuar construyendo el socialismo
Bolivariano del siglo XXI, como alternativa al modelo salvaje del
capitalismo y asegurar la mayor suma de seguridad social, estabilidad
política y de felicidad; convertir a Venezuela en potencia en lo
social, lo económico y lo político dentro de la gran potencia naciente
de América Latina y el Caribe; contribuir al desarrollo de una nueva
geopolítica internacional en la cual tome cuerpo un mundo
multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del
universo y garantizar la paz planetaria; y contribuir con la
preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie
humana.
Parece que Capriles maneja un documento en el que se le recomienda
desmarcarse de Leopoldo López y el plan «salida», porque el respaldo
popular al chavismo sigue siendo importante y mayoritario; el respaldo
de las fuerzas armadas a la revolución es «irrestricto»; el plan
«salida» no tiene ni tendrá respaldo popular y cualquier acción
violenta contra el gobierno unificaría a las fuerzas chavistas. El
plan de López, dice el documento, además de querer desplazar el
liderazgo de Capriles, muestra que sus intereses no se corresponden
con asuntos de política nacional.
El gobierno del presidente Maduro, no puede cometer el error de creer
que hay una derecha violenta y otra pacífica con la que se puede
negociar. Ambas tácticas pretenden presionar al gobierno para que se
apliquen medidas antipopulares, profundice su desgaste frente al
pueblo bolivariano y quede expuesto a una salida ya sea violenta o
blanda. Ambos sectores convergen en un objetivo común, derrotar al
Proceso Bolivariano. Maduro debe llevar a cabo medidas que fortalezcan
ese Proceso a favor de las clases populares, con la máxima
participación democrática y transparencia política.
Con las limitaciones de mirar desde afuera y con información sesgada,
censurada o manipulada, desde diversos ámbitos, la percepción es que
la sociedad venezolana está irremediablemente dividida en dos bandos
irreconciliables: la derecha elitista, empresarial y caciquil de
siempre, junto con quienes han vivido a su sombra y aspiran a entrar
en su círculo; y enfrente, los sectores sociales pobres e
históricamente excluidos, que han asimilado el ideario de la
revolución Bolivariana y quieren salir de los guetos. En el documento
mencionado que maneja Capriles, se indica que, por las medidas
anunciadas, el pueblo entiende que el gobierno está actuando, al haber
logrado posicionar la responsabilidad de la escasez y especulación en
el sector privado.
«Si un día ustedes recibieran la noticia de que la oligarquía logró
caotizar Venezuela y el Gobierno cayó, escenario negado, quizás sería
el inicio del fin de esta oligarquía y esta revolución pacifica,
democrática, quizás tomaría otro carácter, quizás tomaría un carácter
armado», dijo Maduro. Atentos tendrían que estar desde la Organización
de los Estados Americanos (OEA) para mediar en este peligroso
enfrentamiento, como en otros momentos ocurrió en la región
Latinoamericana. Un ejemplo fue «El Grupo de Contadora», donde la
diplomacia internacional se puso al servicio de los pueblos. Hay que
evitar, a toda costa, que se repita lo de Guatemala, El Salvador o
Nicaragua.
En la lucha por el poder la razón, frente al capitalismo salvaje las
políticas por la justicia social, la igualdad y el bienestar. Frente a
la censura la transparencia, frente al totalitarismo la democracia y
el pueblo. |