Naciones Unidas declaró que los días 8 y 9 de mayo son una ocasión
propicia para el recuerdo y la reconciliación y rendir homenaje a
todas las víctimas de la Guerra Mundial, exhortando a los Estados
Miembros a que hagan todo lo posible para resolver las controversias
por medios pacíficos, de conformidad con la Carta de las Naciones
Unidas y sin poner en peligro la paz y la seguridad mundial. En
ocasiones parece que todo fue en vano, cuando los conflictos siguen
resolviéndose por medios violentos.
En los Juicios de Núremberg se determinaron y sancionaron las
responsabilidades de dirigentes, funcionarios y colaboradores del
régimen nacionalsocialista, en los crímenes y abusos contra la
Humanidad cometidos en nombre del III Reich. Se establecieron
directrices y principios del derecho internacional en la Carta de los
Juicios de Núremberg, que posteriormente sirvieron para el desarrollo
de jurisprudencia específica internacional en materia de guerra de
agresión, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, así como
para la constitución del Tribunal Penal Internacional permanente.
En la Carta de los Juicios de Núremberg se determina que «Cualquier
persona que cometa actos que constituyan un crimen bajo las leyes
internacionales será responsable y por consiguiente sujeto a castigo»,
así como ser cómplice. Con el establecimiento de estos principios,
desapareció la obediencia debida como eximente: «El hecho de que una
persona actúe bajo las órdenes de su gobierno o de un superior no le
exime de la responsabilidad bajo las leyes internacionales».
Igualmente quedaron tipificados como delitos los «Crímenes de Guerra»
y la «Guerra de agresión». Por último la Carta, trata de los «Crímenes
contra la humanidad» como el asesinato, exterminio, esclavitud,
deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil,
o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos. De hecho
se criminalizaba a la ideología nazi-fascista por haberse cometido
tantos crímenes en el mundo.
Quién lo iba a decir que en la Francia de la Liberté, Égalité,
Fraternité, el Frente Nacional de Le Pen, podría convertirse en la
primera fuerza política, con un programa opuesto a la propia Unión
Europea y contra la apertura total de las fronteras. «Lo cierto es que
desde hace varios años y en particular desde que se agudizaron la
crisis de la democracia participativa, el desastre social y la
desconfianza hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de
la UE se traducen en una irresistible subida de las extremas derechas»
(Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique). El 25 de mayo se corre el
peligro de que se produzca una alta abstención y que los partidos de
extrema-derecha doblen su representación en el Parlamento Europeo
(ahora tiene 47 eurodiputados).
La derrota del nazismo y fascismos en Europa al finalizar la guerra
mundial, llevó a pensar que estos fantasmas no volverían a cruzar su
geografía, pero la realidad es otra. La ideología fascista es odio,
irracionalismo y racismo extremo y su práctica política fuerza de
choque contra la razón y la democracia. El fascismo ahora es más
europeísta que nacionalista, pero sigue manteniendo la política de los
puños de siempre. Lo vemos estos días en los gravísimos sucesos en
Odesa y otras ciudades de Ucrania. Y lo más grave de todo es que el
fascismo hoy, no tiene en frente una fuerza política y un movimiento
obrero organizado, como en los años 30 del siglo pasado, como
ideología de contención, capaces de ser una verdadera alternativa a la
sociedad actual.
En momentos de crisis el fascismo enseña su cara amable. Participa en
la democracia parlamentaria, intentando dividir a las clases populares
más desfavorecidas, con planteamientos racistas y xenófobos, culpando
a las personas inmigrantes de los males sociales. El fascismo vuelve a
presentarse como alternativa de una burguesía asustada ante la crisis
económica y sus consecuencias políticas. Critican la austeridad y la
corrupción política y la existencia de partidos políticos. Discurso de
fácil acogida por quienes culpan de sus males a la democracia, que en
definitiva es lo que pretenden eliminar. Sigue siendo válida la cita
de Lenin «Un fascista es un liberal asustado».
En España, la presencia del nazismo-fascista, nos llama menos la
atención, sabemos de eso. En Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y
demás naciones europeas, el nazismo-fascista perdió la guerra y
desapareció del escenario, pero aquí la ganaron y han estado
gobernando desde entonces. Durante los primeros tiempos de la
Transición, muchos dirigentes franquistas, se convirtieron en
demócratas de toda la vida a través de Alianza Popular (1976-1989) y
después con el Partido Popular. Hoy son los mismos, que desde las
alcaldías, parlamentos y desde el propio gobierno, hacen apología del
franquismo, impidiendo debates, reduciendo el número de
parlamentarios, en perjuicio de la calidad y cantidad de la
democracia. La derecha que representa el PP es la de siempre:
autoritaria y conservadora, oscura, caciquil y antidemocrática,
vengativa, ramplona, católica y antisocial que mantiene en su seno a
sectores de la extrema derecha.
Las ideologías fascistas, nazis y totalitarias, como fue el
franquismo, han sido la causa de enormes sufrimientos, recorte de
libertades y derechos y millones de muertos. No se precisan nuevos
partidos de extrema-derecha que lo representen. El PP se sobra y se
basta para ello. Los posicionamientos del PP son cada vez más
radicales y pueden ir a más, recurriendo al patrioterismo, el odio a
Cataluña, al Gibraltar español, políticas contra la inmigración,
discursos retrógrados y antisociales, buscando la fidelidad de su
electorado y evitar descalabros electorales.
Con una UE en crisis, con 25 millones de personas sin trabajo y 80
millones de pobres, la xenofobia y el racismo seguirán en aumento. Hay
que construir de manera efectiva la Europa de la ciudadanía «basada en
la armonización hacia arriba y no hacia abajo, como la única manera de
oponerse a las reacciones xenófobas y al nacionalismo que amenazan a
Europa» (Sami Naïr). El Parlamento Europeo tiene por delante la tarea
de controlar al gobierno de Europa, combatiendo la crisis económica
con medidas sociales. El gran reto es encontrar un modelo que permita
solventar los problemas económicos, presupuestarios y fiscales,
abandonando las políticas de austeridad, devolviendo la confianza a
los ciudadanos. Contra los fantasmas del pasado, hay que retornar a la
Europa social, la de la libertad y de la democracia, la de los
derechos y el bienestar. |