Muchos años han
pasado desde que Naciones Unidas aprobase su Plan para la partición de
Palestina en 1947. Yo no había nacido. Con supuesta buena fe, se pretendía
dar respuesta al conflicto entre árabes y judíos en Palestina. La presión
de la comunidad judía internacional y la mala conciencia de los actores,
han hecho que aquel plan fuera un fracaso, como todos los acuerdos, pactos
y hojas de ruta, que desde entonces se han venido produciendo. La historia
se está encargando de demostrarlo.
La partición de la
zona en dos estados, no contentó a ninguna de las partes. La Liga
Árabe aprobó otra resolución que rechazaba frontalmente la de la ONU y en
la que advertía que, para evitar la ejecución del plan de partición,
emplearía todos los medios a su alcance, incluyendo la intervención
armada. Reino Unido abandonó Palestina el 15 de mayo de 1948, un día
después de que David Ben Gurión declarase la independencia de Israel. Todo
fue un desastre. Desde entonces guerras, ocupaciones y sufrimiento. Una
historia sin fin, que ha dejado a su paso demasiadas muertes.
Por aquel
entonces, los judíos celebraron la independencia y la creación de un
estado judío, pero criticaron el plan que dividía en tres zonas separadas
el territorio asignado, resultando poco viable y de difícil defensa. Los
líderes árabes se opusieron al plan argumentando que violaba los derechos
de la población árabe, la cual representaba el 67% de la población total
en la zona, criticando que el 45% de la superficie de todo el país se
adjudicaba al Estado judío, que representaba tan solo el 33% de la
población. Agravio sobre agravio.
Y por qué me
remonto a aquellos tiempos; pues porque conviene recordar la historia y
las agresiones entre israelitas y palestinos hoy, no se entiende sin
conocer las bases del conflicto. Desde 1948 se han producido diferentes
crisis, incidentes armados y guerras abiertas. La primera guerra se
produce cuando los cinco estados árabes vecinos (Líbano, Siria,
Transjordania, Irak y Egipto), no conformes con el Plan de la ONU, le
declararon la guerra al naciente Estado de Israel e intentan invadirlo. La
siguiente fue la Guerra de Suez en 1956, en la que intervinieron Israel,
Reino Unido y Francia, atacan a Egipto, como consecuencia, entre otras
causas, de la nacionalización del Canal de Suez.
En la Guerra de
los Seis Días en 1967, Israel conquistó la Franja de Gaza, Cisjordania,
Jerusalén Este, la península del Sinaí y los Altos del Golán en Siria. El
siguiente conflicto fue la llamada guerra de “Yom Kipur” en 1973. Egipto y
Siria iniciaron el conflicto para recuperar los territorios que Israel
ocupaba desde la Guerra de los Seis Días y no lo consiguieron. Tras perder
la guerra, embargaron el petróleo de los países que ayudaron a Israel,
provocaron la subida de los precios, a la vez que una desestabilización de
la economía internacional.
Conflicto tras
conflicto, “intifadas”, numerosas operaciones militares y ataques
indiscriminados, han dado lugar a innumerables resoluciones de la ONU,
conferencias internacionales, acuerdos y pactos, muchos pactos incumplidos
o con la amenaza permanente de incumplimiento. Después de todo, las
principales cuestiones siguen pendientes: la soberanía de la Franja de
Gaza y Cisjordania; la formación un estado palestino; el estatus de la
parte oriental de Jerusalén, Altos del Golán y Granjas de Shebaa; el
destino de los asentamientos israelíes y de los refugiados palestinos.
Difíciles cuestiones que se anteponen al reconocimiento de Israel y
Palestina y su derecho a existir y convivir en paz.
Ahora estamos en
la “Operación Pilar Defensivo” contra Gaza, que comenzó el pasado día
14, tras el asesinato selectivo israelí de Ahmed Yabari, jefe militar de
Hamás en Gaza. Las milicias palestinas no se hicieron esperar y una lluvia
de cohetes cayó sobre Tel Aviv y Jerusalén. El Ejército israelí, con su
fuerza conocida, ha bombardeado durante ocho días y noches el estrecho
pedazo de territorio palestino. Esta operación ha costado 1.300 heridos y,
al menos, la muerte de 165 palestinos y cinco israelíes.
Esta guerra de
violencia desmedida se produce en un contexto político muy concreto:
Palestina aspira a convertirse en Estado observador no miembro en Naciones
Unidas (será votado el 29 de noviembre) y la celebración de elecciones en
Israel para el 21 de enero (hace cuatro años, en otras elecciones lanzaron
la “Ofensiva Plomo Fundido”, que se saldó con la muerte de 1.400
palestinos). Parece que las campañas electorales israelíes se hacen ha
costa de operaciones militares. También parece que este acto de ahora,
podría ayudar a los palestinos en su aspiración ante la ONU; y Hamás ve
reforzada su posición de resistencia, pese al castigo sufrido.
La muerte a tiros
de un palestino en la zona de exclusión impuesta por Israel, amenaza el
alto el fuego acordado por mediación de Estados Unidos y Egipto. Israel
exige seguridad, que vuelva la calma y que no entre armamento a Gaza, a
través de la frontera con Egipto. Hamás exige el fin de los asesinatos
selectivos y del bloqueo que impide la entrada y salida de personas y
mercancías de Gaza desde hace más de cinco años. Es necesario que se
mantenga el alto el fuego permanente y se encauce definitivamente el
conflicto hacia la paz, con dialogo y diplomacia; también haciendo
justicia al pueblo palestino que es la víctima más débil. Israel tiene
derecho a proteger a su población civil, pero “al hacerlo debe actuar con
proporcionalidad y garantizar la protección de civiles”, decía un portavoz
de la UE. Veremos.
Gaza está
asediada. 1.500.000 personas encerrados en un territorio de 365 Km2. Están
confinados entre muros, convertidos en la mayor prisión del mundo. Los
ataques por tierra, mar y aire, no discriminan los objetivos militares de
los civiles. Todos los palestinos son considerados combatientes; los niños
también. Los bombardeos se han cebado con ellos. Son los “daños
colaterales”. El 40% de los muertos en la franja son niños y mujeres. ¿Son
crímenes de guerra?.