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Gaza


20 de noviembre de 2014

 

Muchos años han pasado desde que Naciones Unidas aprobase su Plan para la partición de Palestina en 1947. Yo no había nacido. Con supuesta buena fe, se pretendía dar respuesta al conflicto entre árabes y judíos en Palestina. La presión de la comunidad judía internacional y la mala conciencia de los actores, han hecho que aquel plan fuera un fracaso, como todos los acuerdos, pactos y hojas de ruta, que desde entonces se han venido produciendo. La historia se está encargando de demostrarlo. 

La partición de la zona en dos estados, no contentó a ninguna de las partes. La Liga Árabe aprobó otra resolución que rechazaba frontalmente la de la ONU y en la que advertía que, para evitar la ejecución del plan de partición, emplearía todos los medios a su alcance, incluyendo la intervención armada. Reino Unido abandonó Palestina el 15 de mayo de 1948, un día después de que David Ben Gurión declarase la independencia de Israel. Todo fue un desastre. Desde entonces guerras, ocupaciones y sufrimiento. Una historia sin fin, que ha dejado a su paso demasiadas muertes.

Por aquel entonces, los judíos celebraron la independencia y la creación de un estado judío, pero criticaron el plan que dividía en tres zonas separadas el territorio asignado, resultando poco viable y de difícil defensa. Los líderes árabes se opusieron al plan argumentando que violaba los derechos de la población árabe, la cual representaba el 67% de la población total en la zona, criticando que el 45% de la superficie de todo el país se adjudicaba al Estado judío, que representaba tan solo el 33% de la población. Agravio sobre agravio.

Y por qué me remonto a aquellos tiempos; pues porque conviene recordar la historia y las agresiones entre israelitas y palestinos hoy, no se entiende sin conocer las bases del conflicto. Desde 1948 se han producido diferentes crisis, incidentes armados y guerras abiertas. La primera guerra se produce cuando los cinco estados árabes vecinos (Líbano, Siria, Transjordania, Irak y Egipto), no conformes con el  Plan de la ONU, le declararon la guerra al naciente Estado de Israel e intentan invadirlo. La siguiente fue la Guerra de Suez en 1956, en la que intervinieron Israel, Reino Unido y Francia, atacan a Egipto, como consecuencia, entre otras causas, de la nacionalización del Canal de Suez.

En la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel conquistó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, la península del Sinaí y los Altos del Golán en Siria. El siguiente conflicto fue la llamada guerra de “Yom Kipur” en 1973. Egipto y Siria iniciaron el conflicto para recuperar los territorios que Israel ocupaba desde la Guerra de los Seis Días y no lo consiguieron. Tras perder la guerra, embargaron el petróleo de los países que ayudaron a Israel, provocaron la subida de los precios, a la vez que una desestabilización de la economía internacional.

Conflicto tras conflicto, “intifadas”, numerosas operaciones militares y ataques indiscriminados, han dado lugar a innumerables resoluciones de la ONU, conferencias internacionales, acuerdos y pactos, muchos pactos incumplidos o con la amenaza permanente de incumplimiento. Después de todo, las principales cuestiones siguen pendientes: la soberanía de la Franja de Gaza y Cisjordania; la formación un estado palestino; el estatus de la parte oriental de Jerusalén, Altos del Golán y Granjas de Shebaa; el destino de los asentamientos israelíes y de los refugiados palestinos. Difíciles cuestiones que se anteponen al reconocimiento de Israel y Palestina y su derecho a existir y convivir en paz.

Ahora estamos en la “Operación Pilar Defensivo” contra Gaza, que comenzó el pasado día 14, tras el asesinato selectivo israelí de Ahmed Yabari, jefe militar de Hamás en Gaza. Las milicias palestinas no se hicieron esperar y una lluvia de cohetes cayó sobre Tel Aviv y Jerusalén. El Ejército israelí, con su fuerza conocida, ha bombardeado durante ocho días y noches el estrecho pedazo de territorio palestino. Esta operación ha costado 1.300 heridos y, al menos, la muerte de 165 palestinos y cinco israelíes.

Esta guerra de violencia desmedida se produce en un contexto político muy concreto: Palestina aspira a convertirse en Estado observador no miembro en Naciones Unidas (será votado el 29 de noviembre) y la celebración de elecciones en Israel para el 21 de enero (hace cuatro años, en otras elecciones lanzaron la “Ofensiva Plomo Fundido”, que se saldó con la muerte de 1.400 palestinos). Parece que las campañas electorales israelíes se hacen ha costa de operaciones militares. También parece que este acto de ahora, podría ayudar a los palestinos en su aspiración ante la ONU; y Hamás ve reforzada su posición de resistencia, pese al castigo sufrido.

La muerte a tiros de un palestino en la zona de exclusión impuesta por Israel, amenaza el alto el fuego acordado por mediación de Estados Unidos y Egipto. Israel exige seguridad, que vuelva la calma y que no entre armamento a Gaza, a través de la frontera con Egipto. Hamás exige el fin de los asesinatos selectivos y del bloqueo que impide la entrada y salida de personas y mercancías de Gaza desde hace más de cinco años. Es necesario que se mantenga el alto el fuego permanente y se encauce definitivamente el conflicto hacia la paz, con dialogo y diplomacia; también haciendo justicia al pueblo palestino que es la víctima más débil. Israel tiene derecho a proteger a su población civil, pero “al hacerlo debe actuar con proporcionalidad y garantizar la protección de civiles”, decía un portavoz de la UE. Veremos.

Gaza está asediada. 1.500.000 personas encerrados en un territorio de 365 Km2. Están confinados entre muros, convertidos en la mayor prisión del mundo. Los ataques por tierra, mar y aire, no discriminan los objetivos militares de los civiles. Todos los palestinos son considerados combatientes; los niños también. Los bombardeos se han cebado con ellos. Son los “daños colaterales”. El 40% de los muertos en la franja son niños y mujeres. ¿Son crímenes de guerra?.

 

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Víctor Arrogante
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