¿Regeneración democrática?

7 de julio de 2014

 
¿Qué es esto de la regeneración democracia de la que tanto hablan? Regeneración pública es el restablecimiento y profundización de la democracia que se ha degenerado; que los «degenerados», que lo han provocado, abandonen el poder, marchándose con viento fresco, dejando las instituciones del Estado limpias de corruptos, que han saqueado las arcas públicas y prostituido la democracia. 
 

Anunciar y establecer medidas de regeneración, lleva implícito el reconocimiento de que ha existido degeneración en la vida pública, política e institucional. Los que han provocado esa degeneración, los degenerados, son los que necesitan regenerarse, «aunque me temo que esa regeneración que pregonan preferirá la cosmética a la ética, el maquillaje y el camuflaje, cambiar de piel hasta que escampe y puedan rebrotar con sus privilegios y sus subterfugios», dice Moncho Alpuente en Público y yo con él.

En otros momentos de la historia de España, se habló de «regeneración» y lo hizo gente decente, intelectuales comprometidos con la regeneración ética y social, en momentos en los que el siglo cambiaba de dígito. De otra parte el movimiento obrero que comenzaba a organizarse, precisamente por la degeneración de la vida pública, la injusticia social y la miseria de la época. La decadencia de entonces vuelve a sentirse hoy. Terminaba una época y finalizaba un régimen; el Estado se difuminaba. Ahora parece que pretenden que el Estado desaparezca, con privatizaciones de servicios públicos y venta de su patrimonio. Pretenden que el Estado se mantenga para mantener prebendas a quienes ejerzan el poder y represión a sus ciudadanos.

El fin del siglo XIX coincide con el fin del Imperio español. La guerra con los Estados Unidos de América del norte, termina con el Tratado de París (1898), por el que España abandona sus demandas sobre Cuba, que declararía después la independencia y entrega Puerto Rico y Filipinas, por 20 millones de dólares. Un auténtico desastre histórico nacional. El predominio internacional se iba al traste y comenzaba el fin del caciquismo castizo. Con la decadencia, surgía la necesidad de regeneración.

Con la crítica y compromiso de la generación del 98, que propugnaba la regeneración ética y social, se terminó con la España del XIX. Todo estaba preparado para 1923 y el golpe de estado y dictadura del general Primo de Rivera, a disposición y en nombre del rey Alfonso XIII. Preludio del treinta y uno y la Segunda República, derrocada por militares, monárquicos, capitalistas y católicos antidemocráticos, con programas que llevaban a España al XVIII o más atrás. Ahora ¿cómo, cuándo y a dónde quieren llevarnos? Recuerden lo que dijo mi amigo PericoPan: cuando después del cómo, cuándo, dónde o por qué, quepa «cojones», siempre con tilde. Pues eso.

La marca España, que el gobierno del Partido Popular y Mariano Rajoy a su cabeza representan, no pretende regeneración, sino retornar al pasado. Representan más de lo mismo. Todo lo que hacen es establecer nuevas normas y derogar otras, mediante «decretazos» y sin debate, que nos llevan a lo más profundo y negro de nuestra historia, sin derechos y limitadas las libertades.

No es regeneración democrática, lo que María Dolores de Cospedal ha impuesto en su Comunidad, al reducir la representación democrática en las Cortes de Castilla-La Mancha. Tampoco es lo que Rajoy anuncia sobre el modo de elección de los alcaldes de los municipios. Suena más a pucherazo. Si Rajoy y los suyos dicen que algo es bueno, estoy absolutamente convencido de que es malo para mí, los míos y de la democracia.

Dicen que corre como la pólvora, por pasillos y despachos de medios informativos, gobiernos y oposición, los verdaderos motivos de la abdicación del rey Juan Carlos y la proclamación de Felipe. Dicen que fue por un «gran pacto» entre los poderes del Estado, para establecer una nueva época y regenerar la vida pública. Dicen que sería como una operación de limpieza de sangre corrupta, una «amnistía» más o menos generalizada a conveniencia, para los delitos de corrupción, que tanto daño están haciendo a la democracia española. Ni me lo creo ni me lo dejo de creer, pero buscando, buscando, leyendo y relacionando, todo pudiera ser. Si no es, mejor; si está siendo, lo denuncio para que conste, porque no sería una regeneración, sino un borrón y cuenta nueva, para salvar a los de siempre.

El Estado no puede dejar de perseguir a la delincuencia organizada; y ese mismo Estado —gobernado por los mismos presuntos delincuentes—, no puede acabar con la corrupción, diciendo que ya no hay caso. Lo que la regeneración precisa es tolerancia cero contra la corrupción en todas sus formas. Las élites públicas, empresariales, políticas y administrativas, deben actuar con estricta austeridad en el manejo de los fondos y en el gasto público. Para la regeneración democrática, los partidos políticos deben dar ejemplo, estableciendo una verdadera democracia interna, mediante mecanismos que rompan con dictaduras organizativas, estableciendo elecciones primarias, promoviendo un militante un voto y ofreciendo una absoluta transparencia en su financiación. Hay que cambiar la ley general electoral, que asegure una mejor representación y una mayor conexión entre el pueblo soberano y sus representantes.

No es admisible una ley que pusiera fin a las investigaciones judiciales, acusaciones y condenas, de los imputados y encausados en los más de 1.600 casos abiertos el año pasado, según el Consejo General del Poder Judicial, que han ocasionado más de 40.000 millones de euros de coste social (informe de la Universidad de Las Palmas). No sería admisible tampoco que esa supuesta medida, como contrapartida, cerrase los sumarios abiertos contra los detenidos por el 22-M, los participantes en piquetes informativos de huelgas y desahucios y contra algunos de los justos jueces. Ya se hizo en 1977, amnistiando a los asesinos y represores del franquismo —verdadero objetivo— y de paso los «delitos» a los defensores de la democracia y de las libertades.

En el ámbito del Partido Socialista Obrero Español, está abierto el proceso de elección del nuevo secretario general. Están regenerando la organización, buscando una nueva generación de dirigentes. Que sepan mis antiguos y fraternales compañer@s, que regenerarán, si aplican los principios y valores que dieron origen y nacimiento al Partido, que siguen siendo «universales» hoy; ajusten conceptos y actualícenlos a los nuevos tiempo. La justicia social, la igualdad y la solidaridad, como fundamento; la lucha, de trabajadores y movimiento ciudadano por sus derechos, como instrumento. Todo por el bienestar de la ciudadanía en democracia, como objetivo; desde una posición de auténtica izquierda política e ideológica.

Mucho se lee, mucho se comenta a «tontas y locas» (discúlpenme es una frase hecha), a tontos, locos y despistados, pero la regeneración democrática, pasa por que la decencia sea un valor presente en un Proceso Constituyente, con la máxima participación ciudadana, voz pública, transparente y abierta, que establezca un nuevo modelo de convivencia democrático para el futuro. La juventud tiene mucho que decir sobre esto.

 
 

 

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