Con la Cumbre de los Pueblos

Alguna de sus reivindicaciones las conocemos por aquí.
Lo que demuestra que la lucha por la igualdad y la justicia social,
no es local ni regional, sino universal.



18 de abril de 2015

 

Hace unos días se ha celebrado en Panamá la Cumbre de las Américas. Poco ha trascendido de su desarrollo y conclusiones, salvo la apertura de relaciones entre los Estados Unidos de América del Norte y Cuba, que no es poco. Reunión entre Barack Obama y Raúl Castro. Tantos años en su particular guerra fría, para que ahora EEUU reconozca que Cuba no es país terrorista; que no lo era. Oculta tras este parasol, se ha celebrado otra cumbre paralela, la de los Pueblos de la que poco o nada sabemos.

Hace unos días escribía que el Premio Nobel de la paz era guerrero, porque si Obama recibió en herencia las guerras de Irak, Afganistán y contra el terrorismo internacional, tiene en su haber los conflictos en Pakistán, Siria, Libia, Ucrania, Yemen y las amenazas a Irán y Venezuela. Ahora tengo que decir, que el presidente Obama, quiere pasar a la historia por ser quien reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba y esto le honra. Peter L. Bergen, director del programa de seguridad nacional de la New America Foundation, en su repaso a los principales hitos de Barack Obama, resalta que colaboró en el derrocamiento de Gadafi; ha intensificado los ataques con aviones no tripulados; ha librado guerras encubiertas en Yemen y Somalia; ha triplicado el número de tropas en Afganistán; ordenó la operación que acabó con Bin Laden; y los conflictos sigue siendo los mismos y ampliados. Como no quiero ser cicatero con el presidente norteamericano, reconozco positivamente su política de apertura hacia Cuba. Pero algunas otras cosas tienen que cambiar para otorgarle mi propio galardón.

La Cumbre de las Américas ha tenido una valoración muy positiva, especialmente en la labor mediadora de Panamá y la apertura en la participación de amplios sectores sociales de la izquierda política. En estos eventos internacionales y diplomáticos, algunos de los temas medulares no logran el consenso necesario, como en este caso, la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Tampoco los relacionados con los graves retrocesos en seguridad y democracia en México, Honduras y Guatemala. Países que han avanzado en «sus democracias», progresando socialmente, sufren ahora agresiones en su crecimiento económico. En Chile, Perú, Bolivia y Brasil ya se perciben movimientos desestabilizadores. El modelo «Prosperidad con Equidad», para no retroceder en lo avanzado, requiere el apoyo incondicional de los acuerdos Sur Sur de cooperación al desarrollo, para la gestión del conocimiento e intercambio de tecnologías, con la financiación suficiente.

EEUU ha concretado un «acto simbólico» hacia Cuba, al sacar a este pequeño país y gran pueblo caribeño, de la lista de los que promueven el terrorismo, en el que nunca debió estar. Esto supone que hay un frente menos de tensión. Tras esta Cumbre, como en los tiempos del Grupo de Contadora, los países latinoamericanos, con espíritu libertario, democráticos e independientes, deben propiciar y generar puentes de diálogo para bajar la tensión que la Casa Blanca mantiene con Venezuela, Argentina y Ecuador, que propicien un espacio de negociación comercial y de relaciones diplomáticas. El Grupo de Contadora, fue creado en 1983, para hacer frente a la situación explosiva que reinaba en la región y responder de manera ejemplar a una triple preocupación: poner fin a los terribles sufrimientos que padecían los pueblos de América Central a causa de los conflictos militares de sus países, defender el derecho de cada uno de ellos a la independencia y contribuir a la solución de una crisis cuyas repercusiones implicaban graves riesgos para la paz en el mundo. Mucho se ha avanzado, pero no lo suficiente.

España, su gobierno y la oposición mayoritaria, están en las antípodas de estos planteamientos y con el ánimo de crear tensión, que nadie «abiertamente» se lo ha pedido, han aprobado en el Congreso de los Diputados una iniciativa, por la que se pide «la liberación inmediata» de los opositores venezolanos «arbitrariamente encarcelados» en aquel país. Han salvado la dignidad de la nación, Izquierda Plural, Amaiur, ERC y BNG, contribuyendo al sosiego necesario en la región, al pactar una enmienda, reclamando al gobierno, que no contribuya a «alentar las acciones golpistas» en la República Bolivariana de Venezuela.

En Panamá se ha podido ver la talla del presidente Raúl Castro, quien, aún abocado a restablecer relaciones diplomáticas con EEUU, hizo un recuento de los crímenes infligidos a la isla y a la región por el imperialismo norteamericano, destacando los vínculos de solidaridad que unen a Cuba con la Revolución Bolivariana, apoyando la independencia de Puerto Rico y la lucha argentina por las Malvinas. También mostró la «hidalguía» que le es característica, al afirmar que el presidente Obama es un hombre honesto, aunque les separan profundas diferencias.

La VII Cumbre de las Américas, ha carecido de una declaración conjunta, lo que no sabemos si es mejor o peor. En todo caso, lo que muestra es que no existe la disposición suficiente, para avanzar en la solución de los conflictos a costa de débiles consensos, como ha ocurrido en otras ocasiones. La Sociedad Interamericana de la Prensa, envió una carta pública a los mandatarios participantes, donde se hizo ver que esta Cumbre había perdido una oportunidad para avanzar en una defensa más efectiva de la democracia y las libertades en la región.

Canadá, Chile, Costa Rica, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana, se pusieron de acuerdo en una declaración sobre la importancia de la facilitación del comercio, para aumentar la prosperidad y equidad en las Américas: «Nosotros, concedemos gran importancia al Acuerdo Sobre la Facilitación del Comercio de la OMC y consideramos su entrada en vigor esencial para mejorar la competitividad de las Américas en el mercado mundial»; todo ello para alcanzar el lema de la Cumbre: «Prosperidad con Equidad».

De otra parte, paralelamente, de forma alternativa, en el marco del debate «unitario, fraterno y solidario», se ha celebrado la Cumbre de los Pueblos, Sindical y de los Movimientos Sociales reunidos en la Universidad de Panamá. Los participantes sí acordaron su propia declaración. Más de 3.500 delegados y delegadas de organizaciones obreras, sindicales, campesinas, pueblos originarios, estudiantiles, de mujeres, sociales y del movimiento popular, expresaron su firme respaldo a la Proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz y libre de colonialismo, como fue acordado por unanimidad por todos los gobiernos en enero del 2014, en la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

La Cumbre de los Pueblos, en su declaración final, rechaza el acoso militar, agresiones y amenazas de toda índole que despliega EEUU y sus aliados estratégicos contra la región a través de bases militares, sitios de operaciones e instalaciones similares. En los últimos cuatro años han pasado de 21 a 76, doce de ellas en Panamá. Exigen la derogación del pacto de neutralidad, Torrijos-Carter, que permite que «EEUU no sólo puede decidir por su cuenta intervenir en Panamá después del año 2000, sino que en los próximos 23 años será una decisión exclusiva norteamericana determinar cuantos soldados deben permanecer en la zona del canal para defenderlo».

Irak, Afganistán, Somalia, Palestina, Mali, República Centroafricana, Siria, Ucrania, Nigeria, Pakistán, Congo, Mauritania, Libia y Yemen, son solo algunas de las más recientes intervenciones militares y no parece que los pueblos americanos quieran que eso pueda ocurrir en sus países; por lo que apoyan las declaraciones de la Secretaría General de Unasur, que solicita la exclusión de todas las bases militares «en nuestra región de Paz» y la afirmación de que ningún país tiene derecho a juzgar la conducta de otro, y mucho meno imponer sanciones o castigos por su propia cuenta.

Los Pueblos de América, reunidos en la Cumbre, ofrecieron su respaldo al pueblo cubano y su «Revolución», exigiendo el levantamiento inmediato sin condiciones del «bloqueo genocida» contra la República de Cuba por EEUU, así como el cierre inmediato de la base militar de Guantánamo, como ya pidió Naciones Unidas. Igualmente expresaron el apoyo incondicional e «irrestricto» a la Revolución Bolivariana y al gobierno legítimo de Nicolás Maduro. Los delegados y delegadas de la Cumbre de los Pueblos, rechazaron unánimemente la injusta Orden Ejecutiva del Gobierno de los EEUU, señalando a la República Bolivariana de Venezuela «como una amenaza a su seguridad nacional». De otra parte los Pueblos de América, reiteran su apoyo solidario, con la esperanza de que pueda ser posible la paz en Colombia.

Todo fue un clamor, ante la necesidad imperiosa de construir una sociedad nueva, con justicia social e igualdad de género, con la participación activa de los jóvenes y de los diferentes actores sociales. Consideran la solidaridad como un principio fundamental para el desarrollo integral y soberano de los pueblos, en el ejercicio de una construcción libre, «sin lacayos del imperialismo que lo que pretende es construir e imponer el modelo neoliberal capitalista», como solución a los problemas y necesidades de los pueblos, modelo que ha demostrado ser el más eficaz instrumento para profundizar la pobreza, la miseria, la desigualdad, la exclusión y la más injusta distribución de la riqueza que se conoce.

Para la defensa de los derechos sociales, es preciso seguir en la lucha, y así lo manifiestan en la Cumbre de los Pueblos. Hay que luchar y defender también los recursos naturales, la biodiversidad, la soberanía alimentaria, los bienes comunes y la defensa de los «derechos ancestrales de los pueblos originarios» y las conquistas y derechos sociales. La lucha por el empleo, el trabajo y salario digno, la seguridad social, las pensiones, la negociación colectiva, la sindicalización, el derecho de huelga, la libertad sindical, salud ocupacional, los derechos económicos y sociales, el respeto a los «migrantes y afrodescendientes», la erradicación del trabajo infantil y esclavo, justicia con equidad de género.

Alguna de estas reivindicaciones bien las conocemos por aquí. Lo que demuestra que la lucha por la igualdad y la justicia social, no es local ni regional, sino universal.

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Editado por
Víctor Arrogante
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