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26 de junio de 2015 |
Llevaba tiempo esperando un gesto del secretario general del Partido Socialista Obrero Español, ahora proclamado candidato a la presidencia del gobierno, aunque más parece que autoproclamado, por la forma en la que se ha llevado el proceso. El gesto esperado llegó, pero no es esto, no es esto lo que esperaba, aunque lo barruntaba. Apareció, con cambio de escenografía, más propia de otras siglas, cobijado en una gran bandera nacional, excesivamente grande diría yo. El PSOE había recuperado la 'E' de español. El PSOE recuperaba la idea de un partido nacional Español. Y se alejaba de Socialista. De Obrero ya hacía tiempo que había perdido su sentido. Me trastocó el día. De inmediato pensé que Sánchez había ofendido a la historia del partido y a la memoria de cuantos militantes del partido y militantes socialistas han muerto, han sido presos y han luchado por la República y el Socialismo. Han pasado unas horas desde entonces y ahora con sosiego, mi sentimiento sigue siendo el mismo confirmado. Dejé de militar hace unos años en el partido después de más de treinta, pero no he dejado de ser socialista y republicano. Una idea legítima que no he podido ver plasmada en la realidad y una institución que la desbancaron con la fuerza de las armas. Los asesores «presidenciales» del partido de Ferraz, han querido copiar escenarios de películas que por aquí no echan. No es solamente por el escenario, sino por los mensajes políticos que se lanzan y a quienes van dirigidos. Lo ocurrido es más propio de los presidentes y candidatos de los Estados Unidos de América del Norte. Pedro Sánchez ha demostrado que le gustan más los gestos, que los contenidos y estos pocos. Ha dejado la imagen de secretario general de un partido histórico a los pies del marketing, sin avanzar en el pensamiento socialista. Él, con su segundo de abordo y nuevos asesores, pretenden buscar la «centralidad» del partido, cuando sus votos se fugan hacia la izquierda y otras formaciones que emergen con fuerza por su decencia. Respeto la bandera republicana y entiendo que en un acto público, un partido de gobierno, se manifieste con la legalidad y utilice la bandera constitucional, pero con la mesura debida. Quiero recordar que en muchísimas de las agrupaciones socialistas de los pueblos de España, las banderas que presiden los actos son la roja con el yunque, la pluma y el libro y la republicana. Que sea por muchos años. La puesta en escena fue todo lo contrario de lo que se espera de un candidato socialista. El domingo, la historia del socialismo español fue humillada y no era necesario tanto escarnio. Un amplio escenario, con sus pantallas y pupitres electrónicos modernos, presidido por las banderas del PSOE y la constitucional, hubieran tenido la dignidad del momento, en el que el candidato iba a ser aclamado, salvo que lo que se pretendiera fuera lo que ha ocurrido: que el partido socialista, con 136 años de historia, sin encomendarse a sus militantes y en momento procesal inoportuno, cambiaba su ruta, compromisos y electorado, con la pretensión de presentarse como una institución doblegada por la derecha, que lleva desde el domingo brindando por el cambio. No se entiende tamaño disparate. La exhibición de «españolidad» que dio el PSOE, no lo recuerdan ni sus peores enemigos ni la entienden los más humildes y comprometidos militantes históricos y los honestos y dignos jóvenes. Si la ciudadanía quiere españolidad y políticas de derecha, las tienen con el Partido Popular y con su marca blanca, Ciudadanos, más modernos. ¡Qué necesidad tenían de mostrarse tanto! Se entiende en cuanto que pretenden alejarse de la imagen de radicalidad que les asigna machaconamente Rajoy y los púlpitos del PP. Pero las estrategias de la derecha, con el afán y la pretensión de insultar, llamándoles «rojos», se desmontan con mayor cercanía con la ciudadanía y con políticas nítidamente de izquierdas, que avancen en la igualdad real y efectiva, la justicia social y la solidaridad y con la honestidad y transparencia que deben caracterizar a los socialistas. En la prospección de votos que sobre las futuras elecciones generales, realiza JM&A para Público, el PP, aún siguiendo siendo el partido más votado, pierde 4 millones de votos, que se van a la abstención y 3,2 millones hacia Ciudadanos (pierde hasta 68 escaños). Y el PSOE, que no se estrella, pierde 1,2 millones de votos, que se dirigen a la formación de Podemos, con la consiguiente pérdida de 15 escaños. En resumen, el estudio muestra, que se produce un vuelco hacia la izquierda y que PSOE, Podemos e IU sumarán en las próximas generales unos 555.000 votos más que PP y Ciudadanos juntos. Cuando los muestreos dan que la izquierda puede avanzar, el PSOE se escora a la derecha con su nueva imagen patriota, que no gusta a los votantes de la izquierda y que los de derechas, tienen muy claro a quien votar. Un desastre, vamos. Con Pedro Sánchez y los nuevos estrategas, el partido pierde sensibilidad y calor y gana la frialdad que les va a llevar al fracaso. A quien se le ocurrió, acabó con el candil. En el magno escenario, presidido por la «roja y gualda», que se veía más que al propio candidato, de traje y corbata (eso si roja), en solitario, no se encontraba, en ningún espacio, una imagen, signo o bandera del partido. Se habían desechado, para mostrarse ante los españoles como el ejemplo de la moderación y del cambio tranquilo. No se cuantas bajas de afiliación se habrán producido en estos días en las Agrupaciones socialistas, dejando a los socialdemócratas solos en esta su penúltima traición a los principios de un partido, que durante más de un siglo, Franco le definió como un partido de clase obrera, socialista y marxista. ¡Si levantara la cabeza! Pedro Sánchez, su segundo y nuevos asesores, se han impuesto como lema «Por España, todo por España», cuando el lema no puede ser otro que por la ciudadanía, sus derechos y sus libertades. En la historia ha habido ocasiones en las que fue necesario utilizar una estrategia parecida a la utilizada ahora. Santiago Carrillo, en 1977, sorprendió, incluidos los militantes del PCE, junto con la bandera de España. Pero no son iguales las circunstancias. Pedro Sánchez y sus asesores, se olvidaron del significado de los símbolos. La bandera bicolor en España es un símbolo que se ha apropiado la derecha española, lo mismo que la exaltación de la misma. Defender la moderación y la centralidad utilizando la patria y la bandera, es no entender la situación en la que se encuentra el PSOE, que pierde votos por la izquierda y no los recupera por la derecha, ni siquiera por el centro izquierda. Recuerdo que un compañero, siempre que tenía ocasión decía: «vamos de victoria en victoria, hacia el fracaso final». Desligar la acción política, de la seña de identidad ideología histórica, lleva al vacío y a la incoherencia. En el acto de confirmación como candidato, Pedro Sánchez no defendió la patria. Fue un acto patriotero, contra una idea, una historia y una gente.
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