Se cumplen 80 años del inicio de la Guerra Civil. Un acontecimiento que,
a pesar del tiempo transcurrido, tiene gran trascendencia en la vida
política y social española. No es por nostalgia, porque yo no había
nacido. Es por hacer un ejercicio de memoria histórica. Todos los
miembros de la familia que vivieron aquellos acontecimientos han
fallecido de muerte natural;
salvo mis abuelos paternos, que fueron pasados por las armas de Franco,
ante un paredón en Toledo.
Oigo las botas contra el
empedrado, los gritos y empujones, los culatazos de los fusiles sobre
sus espaldas. Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia
Arrogante, embarazada, y las caras descompuestas por el odio de los
sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac,
taac de los tiros de gracia junto a un paredón en la vega del Tajo.
Las elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al
Frente Popular, con 257 diputados. Estaba formado por los principales
partidos republicanos y de izquierda. El primer gobierno de la República
en 1931, pretendió modernizar el país y promover la justicia social,
objetivos que el gobierno del Frente Popular retomó.
Antes de constituirse las Cortes, Portela Valladares, reconociendo la
victoria del Frente Popular y entregó el poder a los vencedores
legítimos, dando paso a un Gobierno presidido por Manuel Azaña. La
situación en España cada vez era más tensa y se reflejaba en las
discusiones de las Cortes, centradas sobre todo en el orden público. El
12 de julio fue
asesinado el teniente Castillo por grupos
armados de la derecha y al día siguiente, el
diputado ultraderechista Calvo Sotelo, fue
asesinado en una camioneta de la Guardia de Asalto. Todo estaba
preparado desde hace tiempo y finalmente, los días 17 y 18 de julio,
estalló la sublevación militar en Marruecos.
Como cada año,
quiero hacer memoria sobre lo que significó el golpe de Estado
del 18 de julio, que al fracasar, dio lugar a la Guerra Civil, que se
prolongó hasta marzo de 1939 y con la victoria de los llamados
«nacionales», una dictadura que duró más de cuarenta. La conspiración
militar se puso en marcha nada más formarse el gobierno de Azaña, tras
la victoria del Frente Popular. En la calle estaba cantado, en los
despachos era conocido y los cuarteles eran hervidero de conspiradores.
El
golpe de estado se dio contra la legitimidad de la República.
Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional;
socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical;
ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente
absolutista; y moralmente inhumano. El plan comprendía una acción de
fuerza militar, desde diferentes puntos de España y África; una
colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego a
la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de acción
violenta, como así ocurrió.
El
brazo ejecutor fueron militares desleales a su juramento en defensa de
la República y uno civiles que tenían un papel fundamental para que
triunfase. Estaban implicados, militares desleales, falangistas,
monárquicos, la derecha conservadora más reaccionaria y la iglesia
católica, que habían oprimido al pueblo durante siglos. No fue «un golpe
doméstico», sino que contó con la Italia fascista y la Alemania nazi,
quienes jugaron un papel determinante para el triunfo del golpe, con el
suministro de armas.
El comandante general de Canarias Francisco Franco, en Santa Cruz de
Tenerife, a las cinco y cuarto horas del día 18 de julio, leía su
Manifiesto de Las Palmas: «¡Españoles!: A
cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del
Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la
Patria, a cuantos jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la
vida, la Nación os llama a su defensa».
Franco, se dirigió a los generales del ejército reclamando su apoyo
y sólo se sublevó un general de los ocho capitanes generales que
mandaban las ocho regiones militares. Del total de veintiún oficiales
generales de mayor graduación, diecisiete permanecieron fieles al
Gobierno de la República y tan sólo cuatro se sumaron al alzamiento. Los
seis generales de la Guardia Civil se mantuvieron fieles al Gobierno,
como así el comandante en jefe de la aviación. Del total de 59 generales
de brigada, 42 se mantuvieron fíeles a la República y 17 se sublevaron
contra ella. Franco tenía en su contra a la mitad del Ejército. Hizo
fusilar a los dieciséis generales que no pudieron abandonar a tiempo el
territorio. Nunca jamás se había vertido tanta sangre de jefes militares
de alta graduación. Franco dejó ver su perfil asesino, como sus
intenciones genocidas contra la población civil.
El 17 de julio,
la insurrección militar se inició en Melilla y
se extendió al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19, el
golpe se extendió por la península y los archipiélagos. El gobierno de
Casares Quiroga reaccionó con lentitud ante los acontecimientos. El
golpe triunfó en Galicia, Castilla y León, Navarra, con el general Mola
en Pamplona; Andalucía Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla,
Baleares, excepto Menorca, con el general Goded que después se desplazó
a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección. En Canarias,
Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se
desplazó a Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de
África. Con todo, el golpe fracasó.
Fracasó
en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró con
la República. Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha, Murcia y la
zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en
Madrid, donde el presidente Giral entregó armas a las milicias obreras.
También en Barcelona, donde la colaboración de los obreros de la CNT con
la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección. En
general, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las
fuerzas militares insurrectas. La capacidad de movilización obrera y el
papel de la Guardia Civil fueron claves para el resultado final del
golpe en cada zona del país.
La
fecha de inicio del golpe de Estado, nada tuvo que ver con el asesinato
de Calvo Sotelo como se ha dicho. Todo estaba previsto con antelación,
ligado a los contratos de compra de armas y al apoyo italiano prometido.
El golpe tampoco «pretendía acabar con ninguna insurrección armada en
marcha», porque no la había; sino eliminar las reformas abordadas
durante el primer bienio republicano (agraria, laboral, militar y de la
enseñanza) y defender la unidad de España. Ninguna organización
republicana u obrera «tenía el propósito de subvertir el orden
constitucional» en la primavera de 1936. Tampoco había en marcha ninguna
intervención de la URSS en España. Antes del golpe, no había un estado
de «violencia revolucionaria o de terror rojo», no había ninguna
dinámica de exterminio ni de «liquidación de los enemigos de clase» y no
se asesinaba a las «gentes de orden». El fracaso parcial del golpe llevó
a la división del territorio en dos zonas al inicio de la guerra. La
guerra fue el pistoletazo de salida de la más grande hecatombe padecida
por la humanidad: la Segunda Guerra mundial. (Los mitos del 18 de julio,
coordinado por Francisco Sánchez Pérez).
La
República no fue un fracaso que «conducía inexorablemente a una guerra»,
sino que fue destruida por un golpe militar, con la connivencia de
países extranjeros y que, al no triunfar en buena parte del territorio,
se encaminó de forma irremediable a una guerra civil. La pretensión de
cada grupo social y estamento rebelde era la defensa de sus propios
intereses. La aristocracia pretendía la conservación del rango y los
privilegios; los capitalistas, la libertad de explotación de los
trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la iglesia, la
anulación de las disposiciones que habían mermado sus fueros; los
terratenientes e industriales, impedir la reforma agraria y la
intervención obrera en las empresas; la prensa de derechas, el derecho a
crear opinión y defender el negocio; los militares, profesionales,
burócratas y burgueses, la restauración de un orden rígido y autoritario
que respetase el escalafón, la jerarquía, la antigüedad y las prebendas.
Los vencedores establecieron una dictadura para perpetuar sus intereses
y la mantuvieron mediante la represión y la violación de los derechos
humanos.
Los militares sublevados ganaron la guerra porque tenían las tropas
mejor entrenadas, al poder económico a su favor, estaban más unidos que
el bando republicano y los vientos internacionales del nazismo soplaban
a su favor. En la larga y cruel dictadura de Franco reside,
la gran excepcionalidad de la historia de España del siglo XX.
Fue la única dictadura, junto con la de Salazar en Portugal, creada en
la Europa de entreguerras que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial.
Muertos Hitler y Mussolini, Franco siguió treinta años más. El lado más
oscuro de esa guerra civil europea, de ese tiempo de odios, que acabó en
1945, tuvo todavía larga vida en España.
(Golpe de Estado, guerra
civil y política de exterminio. Julián Casanova).
En este 80 aniversario del golpe militar franquista,
la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica invita a los
plenos municipales a llevar a cabo
declaraciones institucionales de rechazo al golpe de Estado, al
establecimiento de la dictadura y a cualquier forma del ejercicio de la
política que trate de imponer por la fuerza ideas y creencias.
En España hay contabilizadas 2.413 fosas del franquismo.
La Ley de Memoria Histórica, encargó al Ministerio de Justicia
centralizar su archivo y actualizar los datos. Cuando el Partido Popular
llegó al poder en 2011, se olvidó del archivo y dejó de estar
actualizado, lo que da cuenta del drama que hay detrás de las fosas
franquistas.
A día
de hoy, 114.226 personas permanecen desaparecidas en fosas comunes. En
su memoria. Nunca más.
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