mi opinión


El capitalismo contra el
Estado social y Democrático


Las diferentes teorías están avaladas por ideologías y las ideologías las gestionan los partidos. La aplicación de una u otra viene a beneficiar a la clase capitalista o a la clase madia y trabajadora, dependiendo del gobierno de turno. El modelo económico que hoy impera, pone en riesgo el Estado social y Democrático...

29 de octubre de 2016



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En política económica los errores se pagan. No es lo mismo hacer una cosa que la contraria. La economía no es sólo cosa de economistas. Las diferentes teorías están avaladas por ideologías y las ideologías las gestionan los partidos. La aplicación de una u otra viene a beneficiar a la clase capitalista o a la clase madia y trabajadora, dependiendo del gobierno de turno. Dicen que todos los gobiernos son iguales y hacen lo mismo y no es exacto, porque si hacen lo mismo, será que tienen igual ideología.

Las teorías y las relaciones en la economía mundial mucho han cambiado, pero que en el fondo todo está inventado. Los pensadores filósofos economistas que hoy siguen marcando tendencia son: Adam Smith (S. XVIII), Karl Marx (S. XIX) y John Maynard Keynes (comienzos del S. XX). Sus teorías siguen vivas, las opiniones enfrentadas y su aplicación motivo de discrepancia. Vivimos el ataque del «capitalismo de casino», contra quienes solo tenemos nuestra fuerza de trabajo.

La principal obra de Adam Smith fue «La riqueza de las naciones» (1776), donde analizaba el feudalismo y defendía la necesidad de un crecimiento económico, en los albores de la revolución industrial burguesa. Según su teoría de laissez faire —defendida hoy por el neoliberalismo fundamentalista—, la clave del bienestar social está en el «crecimiento», que se potencia a través de la «división del trabajo» y la «libre competencia»; siendo «la mano invisible» la que corrige las contradicciones del «mercado». Para Smith la «división del trabajo» es la principal fuente de crecimiento y desarrollo de un país. Defendía, que gracias al egoísmo de los particulares (conseguir el máximo beneficio), se logra el bienestar general.

Después del hundimiento de los países llamados comunistas y de su «economía planificada», hay que seguir teniendo en cuenta los análisis y teorías de Karl Marx. La escuela económica marxista abarca una teoría económica, otra sociológica, un método filosófico y una visión revolucionaria de cambio social. Marx dice que en el «sistema capitalista», la riqueza es la que determina la posición social y el poder (contrario a como ocurría en el feudalismo). Esto supone que la acumulación de capital de unos, responde a la explotación de otros y a su pauperización o empobrecimiento. La estructura social económica, se convierte en el corazón del entramado social. El Estado es el garante de la propiedad privada de los medios de producción y ésta motor del crecimiento, provocando necesariamente desigualdades sociales.

Para Marx, el capitalismo se sustenta en la existencia de dos clases cuyos intereses son contradictorios: una es dueña de los medios de producción, los burgueses; y la otra únicamente de su fuerza de trabajo, los proletarios. Burguesía y proletariado enfrentados en una «lucha de clases». En la teoría del «valor-trabajo», el valor de una mercancía es el tiempo de trabajo empleado en ella; y el proletariado —individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción— quien realiza esta función, al servicio de la burguesía, que poseen los medios de producción. Los patronos no pagan a los trabajadores el valor total de las mercancías que producen, acaparan la diferencia y consiguen la «plusvalía de explotación o beneficio». Así ocurre hoy.

Un enorme desempleo azotó a los años treinta del pasado siglo. La economía clásica planteaba que, tratándose de una cuestión puntual, se ajustaría automáticamente, bajando los salarios. Y aparece John Maynard Keynes, discrepando de los clásicos: «el equilibrio de la economía, no puede ser a costa de un alto nivel de desempleo». La teoría «keynesiana», fue la respuesta dada a la «Gran Depresión» de 1929. Su obra «Teoría general del empleo, el interés y el dinero» (1936) dice que en momentos de crisis, con el paro creciendo e incertidumbres sobre el futuro, con menos ingresos, los particulares ahorran por temor y precaución; y al no correr el dinero, se agudiza el ciclo bajista. Por esta razón, en momentos de depresión económica, hace falta que el Estado intervenga con la «Política Fiscal» para «desatascar» la economía.

El capitalismo se sustenta del beneficio que generan diferentes fuentes. Con la especulación financiera —huyendo de las empresas productivas y con la deslocalización—, pagan los trabajadores explotados y con menos derechos. Con los rescates y las quitas —preferentes, corralitos y otras figuras—, pagan los clientes bancarios. Exigiendo a los gobiernos recortes en gastos sociales y servicios públicos, paga la ciudadanía en general. Trabajadores, clientes y ciudadanía, que somos los mismos, tríplemente explotados.

Tres visiones —algunas se complementan—, en tres épocas distintas, ayudan a entender los problemas de funcionamiento del modelo económico que hoy impera y que pone en riesgo el Estado social y Democrático.



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Víctor Arrogante
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