Llaman
crisis humanitaria a la situación de los refugiados que llegan a las
fronteras de Europa, huyendo de las guerras y de la miseria. Pero la
crisis es de la propia humanidad que está en crisis de valores y ha
perdido la dignidad, al dejar morir en el mar y no ayudar en la tierra a
la gente que lo necesita. Es una tragedia humana, que no está teniendo la
respuesta necesaria por parte de Unión Europea, de los estados miembros y
otros de los llamados países ricos. La situación, no es que no tenga
nombre, que lo tiene, es de vergüenza, permitir lo que sucede.
Según
datos facilitados por ACNUR, más de 55 millones de refugiados y
desplazados, dependen de su ayuda directa en el mundo. Todo agravado por
la dimensión de la emergencia humanitaria en Siria, la mayor desde la
Segunda Guerra Mundial. El total de refugiados en los países vecinos
supera ya los 4 millones de personas y los desplazados dentro del propio
país los 8 millones. A esto se le suma la tragedia que sufrimos en el
Mediterráneo, donde han llegado miles de personas en busca de una
oportunidad de futuro. Y no solo proceden de Siria, también de Sudán del
Sur, Burundi, Yemen y República Centroafricana.
Se dice
pronto: ocho millones de desplazados internos en Siria, que tras cinco
años de guerra, viven en condiciones extremas, soportando bombardeos y
asedios, ciudades asoladas y sufrimiento de hombres, mujeres y niños, que
apenas tienen alimentos que comer ni agua para beber y cocinar. El acceso
de las organizaciones humanitarias a las zonas bajo asedio se hace
difícil, cuando no imposible. Cientos de miles de refugiados han llegado a
Europa por vía marítima, pese a las malas condiciones, las inclemencias
del invierno y las numerosas dificultades que padecen tras su llegada a
Europa. La humanidad ha perdido la decencia.
En España
no es que estemos para lanzar cohetes, pero es vergonzoso conocer que sólo
se haya acogido a 18 refugiados. La UE tan sólo 160 de los 160.000
comprometidos. CEAR denuncia la confiscación de bienes puesta en marcha
por Dinamarca, Suiza y varios estados de Alemania, así como la
reintroducción temporal de controles fronterizos en varios países del
espacio Schengen, con el único objetivo de dificultar el tránsito de los
refugiados. La crisis de la humanidad está llegando a situaciones
extremas. Pero no son solo los Estados los que no dan respuesta
humanitaria a la situación, sino que buena parte de la ciudadanía también
muestra su falta de solidaria hacia los refugiados.
Hemos
conocido como vecinos de Bautzen, pueblo alemán de Sajonia, celebraron de
forma vergonzante un incendio, parece que provocado, de un viejo hotel,
habilitado como centro de refugiados, dificultando la labor de los
bomberos por atajar el fuego. Pero no es este el único caso. Según la
Policía Federal Criminal, en 2015, más de 500 albergues fueron atacados en
todo el país y 126 edificios parcialmente destruidos. En Bautzen, se da el
caso de que el responsable del centro de acogida, es un activo militante
del partido euroescéptico y xenófobo Alternativa para Alemania. Tenían al
zorro cuidando el gallinero y favoreció los actos repugnantes, abominables
y criminales.
La Unión
Europea es responsable de muchos de los males y calamidades que sufren los
refugiados. Ante la reubicación, todos son excusas y parches, en vez de
afrontar decididamente la crisis. En la última cumbre, los Veintiocho se
han comprometido a tratar de acelerar las medidas ya aprobadas. Queda para
marzo una evaluación sobre el futuro de la zona de libre circulación y
también una primera discusión sobre un nuevo sistema de asilo europeo. No
se avanza en la crisis migratoria, lo que hace pensar que no hay voluntad
ni interés para resolver la gravedad de la situación y los líderes
europeos trasladan las decisiones a posteriores reuniones, como en este
caso, a la cumbre con Turquía para el mes de marzo, con el objetivo de
frenar los flujos de migrantes.
Mientras
se consigue la colaboración de Turquía, que se tendrá si se ponen millones
de euros sobre el tablero, pero con pocas garantías de que se respeten los
derechos humanos, los Estados discuten la polémica decisión de Austria
—ilegal según la Comisión Europea—, de aplicar un límite diario a los
tránsitos de migrantes por su territorio y a las demandas de asilo.
Italia, que sería de los estados más perjudicados por la decisión
austriaca, defiende, junto con Alemania, la necesidad de mantener las
fronteras abiertas, con control. En España se ha puesto de moda el término
postureo y es exactamente lo que ocurre entre los jefes de Estado y
de Gobierno europeos. Falta voluntad a la hora de aplicar los acuerdos
comunitarios, sobre los mecanismos de reubicación de asilados, del que
muchos líderes no quieren ni oír hablar.
ACNUR
espera que los Estados miembros de la UE agilicen la aplicación de todas
las medidas acordadas en 2015, entre ellas el plan de reubicación de las
160.000 personas que se encuentran ya en Grecia e Italia, así como el Plan
de Acción Conjunto UE-Turquía. La Agencia apuesta por establecer
mecanismos de apoyo rápidos y globales de integración de las personas en
los países de mayor recepción de refugiados, para ayudar a disipar el
miedo y la xenofobia, así como reinstaurar los principios europeos comunes
de dignidad, solidaridad y derechos humanos sobre los que se cimienta la
UE.
Los
refugiados sufren graves y lamentables situaciones en el desplazamiento
hasta llegar al continente y el número de muertes, según las
organizaciones humanitarias, sigue aumentando, por lo que se precisa
mejorar la seguridad de aquellos que huyen de los conflictos y la
desesperación. El estrecho del mar Egeo entre Turquía y Grecia es una de
las rutas más siniestras en el mundo para los refugiados y migrantes,
hacinados en vetustos botes sin ninguna medida de seguridad. «Es necesario
centrar más esfuerzos para combatir el contrabando de emigrantes. Hay que
organizar trayectos legales y seguros mediante programas de reasentamiento
y reunificación familiar». Se necesitan más recursos económicos, voluntad
e interés para dar respuesta a la crisis; mucho sentido de responsabilidad
y de la solidaridad humanitaria.
Sin una
solución al conflicto a la vista y sin posibilidades de que la población
refugiada pueda volver a sus casas de forma segura, las organizaciones
humanitarias y de voluntarios, demandan un nuevo acuerdo, que establezca
más inversiones, para los países vecinos a Siria, que acogen a más de 4
millones de refugiados, así como poner fin a las restricciones que les
impide trabajar o vivir de forma legal en los países de acogida. Al mismo
tiempo, el acuerdo debe proteger y reforzar el derecho a buscar asilo. Los
países ricos deben facilitar el reasentamiento seguro de la población
refugiada más vulnerable.
Las
restricciones condenan a los refugiados a vivir en un limbo legal, con
miedo a ser arrestados, detenidos o deportados. Se ha de ayudar a los
países de acogida y dar a los refugiados la oportunidad de vivir con
dignidad, cuyas condiciones de vida se han deteriorando de forma
dramática, obligando a muchas personas a tomar medidas extremas para salir
adelante, incluso, a regresar a las zonas de conflicto de las que huyeron.
No hay tiempo para la espera ni excusas para no poner remedio.
A las
muertes de quienes intentaron llegar por mar a las costas europeas, hay
que sumar las personas que desaparecen bajo las aguas sin dejar rastro de
su existencia y las voces silenciadas de los más de 10.000 niños y niñas
de los que Europa parece haber perdido el rastro y se desconoce su
paradero. En este trance, los estados decentes y democráticos, además de
facilitar la vida en dignidad de los refugiados, tienen que hacer lo
imposible por terminar con las guerras de intereses, que provocan todos
los males y poner esos recursos a disposición de la lucha contra la
miseria y la desigualdad.
No todo
está perdido. Aún hay signos de humanidad. El 27 de febrero se han
convocado movilizaciones bajo el lema «Pasaje Seguro Ya», exigiendo a los
gobiernos de Europa que se establezcan rutas seguras y la defensa de los
derechos humanos para las personas desplazadas de manera forzosa a causa
de guerras y conflictos. Los organizadores reclaman rutas seguras en
Grecia, en la frontera española y en el resto de Europa; visados
humanitarios, procesos de reasentamiento y acceso diplomático al asilo en
terceros países, así como la suspensión de los acuerdos de retorno y
readmisión con países que no respetan los DDHH. También piden que se
agilice urgentemente la reubicación de las personas refugiadas en Grecia e
Italia; un papel activo de los gobiernos europeos en la resolución del
conflicto y el control del comercio de armas.
Es
necesario dar una respuesta humanitaria contundente y sin paliativos, que
permita una vida digna a estos seres humanos, con el reconocimiento de sus
derechos de forma plena. Por humanidad