En
España, en este pasado mes de Octubre, se ha producido una
auténtica revolución. El PSOE ha entregado el poder, sin
concesiones, a Rajoy y al PP. Un partido implicado en múltiples
causas de corrupción, que ha ejecutado una política auténticamente
regresiva y restrictiva en derechos y libertades. Tampoco me
refiero a la «Revolución de Octubre», la que eliminó el imperio de
los Romanov y propicio el ascenso al poder soviético hasta 1991.
Hoy me refiero a la «revolución de Asturies» y la represión
política y social que a continuación se produjo.
La
actual revolución de Octubre ha dado como resultado un Gobierno,
presidido por Mariano Rajoy, como consecuencia de la abstención
del PSOE, que ha sido una autentica revolución, al permitir
gobernar a su enemigo natural. La Comisión Gestora, elegida por el
Comité Federal, con plenos poderes otorgados de madrugada y a
escondidas, critica el nombramiento del nuevo Gobierno y dice que
viene a defender los intereses del PP y no los de la ciudadanía. O
nos toman el pelo al decirlo o son unos inconscientes
irresponsables por haber permitido que Rajoy vuelva a gobernar,
haciendo de su capa un sayo.
Nombrar
a María Dolores de Cospedal como ministra de Defensa, es un
auténtico despropósito, que pretenderá reconquistar Gibraltar,
pero en diferido. Con este Gobierno van a continuar los recortes,
la precariedad y el sufrimiento social. La continuidad de Guindos,
Montoro y Fátima Báñez auguran que no habrá marcha atrás en las
reformas y con recortes. Es un insulto a la inteligencia que desde
el PSOE sigan diciendo que no se ha negociado con el Gobierno,
sino que se ha desbloqueado la situación evitando terceras
elecciones. El electorado del PSOE hasta ahora, nunca le perdonará
que haya apoyado al PP y al nuevo gobierno de Rajoy.
La
revolución rusa fue uno de los acontecimientos clave de la
historia del siglo XX. La primera guerra mundial sometió a
tensiones brutales a la sociedad rusa y provocó la revolución que
acabó con la autocracia zarista. Los cambios emprendidos por la
revolución transformaron radicalmente la economía y la sociedad.
La economía fue centralizada por el Estado y el poder político
quedó en manos del Politburó. El terror estalinista configuró uno
de los grandes regímenes totalitarios del siglo XX. A finales de
la década de 1980, el último líder soviético Mijaíl Gorbachov,
trató de reformar el Estado con la perestroika y glásnost, pero la
URSS se derrumbó y fue disuelta en diciembre de 1991. Concluía
aquella Revolución de Octubre, de la que hablaremos.
En
España se han emprendido diferentes revoluciones, en los años 1917
y 1934. Pero los acontecimientos que se vivieron en Asturias en
1934, merecen un capítulo aparte: por la trascendencia de la
«huelga revolucionaria» para la toma del poder y cambiar las
condiciones de vida que padecían los trabajadores; como por las
consecuencias que tuvo la represión contra la clase obrera
asturiana.
En
Asturias la belleza del paisaje es indescriptible. Junto al mar,
altos acantilados que dejan ver en su hondura espuma y arena
clara. Continuos bosques poblados por hayas, nogales y castañaleos
oscuros. Olores permanentes que aturden el olfato y el sonar de
los cencerros. Jabalíes, corzos y el oso pardo que busca su
alimento cerca de las brañas. Monte salvaje, profundos valles,
verdes prados y la negrura de los tajos, los castilletes de las
bocaminas y las naves industriales. Y sus mineros.
Pero
estábamos en Octubre de 1934, cuando se convocó la «huelga general
revolucionaria», como instrumento para la insurrección. En
Asturias, antes de que amaneciera el día 5 de Octubre, fueron
atacados los cuartelillos de la guardia civil en las cuencas
mineras. Daba comienzo el movimiento huelguístico insurreccional
decretado por el «Comité Revolucionario», presidido por Largo
Caballero. En la zona minera de León y Palencia, el poder obrero
duró cuatro días. En Asturias hasta el día 18. El gobierno
proclamó el «estado de guerra» y al ejército establecer el orden.
La
insurrección de Octubre no consiguió su objetivo final, al carecer
de organización, medios, armas, y planificación política y
militar. Faltó la unión decidida de las fuerzas proletarias; pero
en Asturias la unión fue determinante. También contó con la
simpatía de los partidos republicanos pequeño-burgueses. Pese a
todo no pudo ser.
El día
8 de octubre, los obreros organizados, toman la fábrica de armas y
dominan Oviedo. Las tropas de López Ochoa, fueron rechazadas cerca
de Trubia (parroquia a 12 Km. del concejo de Oviedo) desde Avilés
protegidos por veintiún aviones. Los obreros hechos prisioneros
vienen en cabeza de la columna. En la madrugada del 10, el crucero
«Cervantes» desembarca en Gijón a millares de Regulares de África,
al mando del teniente coronel Juan Yagüe que arrasa Gijón. En la
tarde del jueves 11, López Ochoa —conocido desde entones por
«carnicero de Asturias»— entra en Oviedo.
Ese
mismo día, los socialistas Peña, Dutor y Antuña, contra la postura
de comunistas y anarquistas, proponen una retirada organizada. Se
forma el Segundo Comité constituido por jóvenes comunistas, que la
organizan militarmente. Se cuenta que el día 13 de octubre, dos
muchachas, Aída Lafuente y Jesusa Penaos —militantes del comunismo
libertario—, armadas con una ametralladora, intentan cerrar el
avance de los legionarios en la cota de San Pedro de los Arcos,
pero no lo consiguieron. Las tropas mandados por el teniente
ruso-blanco Iván Ivanov, las remataron con la punta de sus
bayonetas. Los mineros en su retirada constituyen el Tercer Comité
Provincial, formado por socialistas y comunistas, con
participación de la CNT, presidido por Belarmino Tomás, deciden
instalarse en Sama.
Los
mineros de Oviedo resisten 48 horas más. El día 18, todo perdido,
se negocia la capitulación: el Comité depondrá las armas y las
fuerzas coloniales mercenarias no entrarán en la ciudad a la
cabeza. Los mercenarios africanos entraron en cabeza y de que
manera. El último llamamiento del Comité Provincial de Asturias,
firmado en Sama el mismo día 18 terminaba así: «Nosotros,
camaradas, os recordamos esta frase histórica: Al proletario se le
puede derrotar, pero jamás vencer».
Murieron mil quinientos revolucionarios durante los combates que
siguieron al levantamiento armado y más de doscientos durante la
represión. Los heridos fueron más de dos mil. También entre las
fuerzas represoras hubo otros trescientos muertos (según Julián
Casanova y Hugh Thomas, que coinciden en los datos). En toda
España fueron encarceladas entre treinta y cuarenta mil personas,
y miles de obreros perdieron sus puestos de trabajo. La ciudad de
Oviedo quedó asolada por los incendios, los bombardeos atacantes y
la dinamita de los defensores.
El
gobierno suspendió las garantías constitucionales; numerosas
corporaciones municipales disueltas, locales de sindicatos y
partidos cerrados y periódicos clausurados. Los jurados mixtos
(recién instaurados durante el «bienio reformista») suspendidos.
La «contrarreforma» se hizo más contundente. De las 23 penas de
muerte sentenciadas, dos fueron ejecutados: el sargento Vázquez
(que había volado un camión con treinta y dos guardias civiles) y
Jesús Argüelles Fernández «Pichalatu».
Las
represalias duraron en el tiempo. La «Ley de Responsabilidades
Políticas» promulgada una de sus aberraciones judiciales. En 1939,
Franco tipificaba como punibles los actos y omisiones de quienes
hubieran colaborado con la República Española y participado en la
«revolución de Asturias». Se legitimaban las multas, los embargos
de bienes, los destierros y la purga generalizada en el mundo
laboral en la posguerra. Esta ley estuvo vigente hasta 1969, fecha
en la que prescribieron los delitos cometidos antes del 1 de abril
de 1939. Con la finalización de la «Revolución», daba comienzo la
feroz represión; pero la lucha contra «el capital» no había
terminado.
No me
resisto terminar sin hacer referencia a la situación creada en el
PSOE. No hay justificación para que otorgase el gobierno a su
enemigo histórico natural, que le van a acarrear pérdida de apoyos
electorales hasta el infinito. El PSOE en la historia reciente ha
pasado, de despertar ilusiones y esperanzas, ha entregar el poder
a la derecha y muchos siente el hecho como una traición a su
historia. No es admisible que desde la Gestora, se pongan dignos y
critiquen a Rajoy por no hacer un Gobierno «para el diálogo»,
cuando son culpables de la situación, al no escuchar ni siquiera
el clamor de su militancia pidiendo que se convoquen primarias y
un Congreso de forma inmediata.
Quizás
estos acontecimientos no puedan ser etiquetados como de
revolución, sino como de contrarevolución de octubre.