El 25
de noviembre es un día de reflexión, denuncia y movilización
contra las diferentes formas de violencia que sufren las mujeres.
La idea de celebrarlo nació en el Primer Encuentro Feminista de
Latinoamérica y del Caribe celebrado en Colombia en julio de 1981
y fue en 1993 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas
aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra
la Mujer.
La violencia contra la mujer es una
violación de los derechos humanos, como consecuencia de la
discriminación que sufre por las leyes y en la vida cotidiana por
razón de género. Afecta e impide el avance en muchas áreas,
incluidas la erradicación de la pobreza, la lucha contra el
VIH/SIDA, la paz y la seguridad. La violencia contra la mujer
sigue siendo una pandemia global, que afecta hasta un 70% de las
mujeres. Una de las principales dificultades para prevenir y poner
fin a la violencia contra las mujeres en el mundo, es la
insuficiencia de recursos.
Una de cada tres europeas ha sufrido algún tipo de violencia
machista, según la Comisión Europea. En
España también.
El año pasado, 101 fueron asesinadas en
España víctimas de violencia de género. Una «cifra de la
vergüenza» para la organización
Feminicidio.net en su informe anual,
cuyos datos distan de las cifras oficiales. Entre los años 2010 y
2015 el número de asesinatos de mujeres fue de 681 (586
feminicidios) según la organización y 354 según cifras oficiales.
Este año, 39 mujeres han sido víctimas mortales según el
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, frente a los
92 feminicidios y otros asesinatos de mujeres cometidos por
hombres según la plataforma feminista,
que clasifica a las víctimas en función de las «razones» de género
que motivan los crímenes.
Según mis propios datos,
desde el año 1999, 1.273 mujeres han sido asesinadas, víctimas del
«terrorismo machista». Si cualquier otra
causa –accidente o catástrofe–, hubiera ocasionado este número tan
elevado de víctimas mortales en el mismo tiempo –y no digo nada si
hubiera sido por actos terroristas–, la situación político-social
sería insostenible y las bases del Estado temblarían. Pero todo
parece que es inevitable y no podemos consentirlo. Ni una mujer
muerta más, por mano de un hombre canalla.
La violencia contra la mujer, es «todo acto
de violencia basado en el género, que tiene como resultado posible
o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las
amenazas, la coerción o la limitación arbitraria de la libertad,
ya sea que ocurra en la vida pública, como en la privada». El 17
de diciembre de 1999, a través de la
resolución 54/134, la Asamblea General
declaró el 25 de noviembre como Día Internacional de la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El 20 de diciembre de
1993, la Asamblea General aprobó
la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la
mujer.
La Campaña de este año, alienta a la
ciudadanía a tomar una postura activa en la lucha contra este
problema social de primera magnitud, que no sólo afecta a las
mujeres que la sufren y sus familias, sino al conjunto de la
sociedad. El objetivo de toda sociedad democrática, debe ser
garantizar los derechos fundamentales de todas las personas y
entre ellos el derecho a la igualdad. Según el
artículo 14 de la Constitución, no puede
«prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza,
sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o
circunstancia personal o social». Mientras no erradiquemos la
violencia contra las mujeres, este derecho fundamental no queda
protegido.
Es
importante la implicación ciudadana, porque el silencio y la
pasividad contribuyen a incrementar el sufrimiento y deterioro de
las mujeres que sufren la violencia. También porque la violencia
incide en la propia construcción de la sociedad en libertad, en la
que los valores humanos deben ocupar todo el espacio. Hay que
rechazar, denunciar, actuar y educar en la responsabilidad contra
la injusticia y por la dignidad.
La
política y la cultura patriarcal son responsables de que las
mujeres sigan soportando una violencia que no cesa. Desde la
decencia, la ciudadanía tiene que reivindicar que la protección a
las mujeres maltratadas sea una prioridad política y no una nota
en los discursos de unos y otros. La violencia es una agresión a
la vida de las mujeres en todos los espacios, en todas las
situaciones sociales, territoriales, culturales, incluso
económicas. La violencia recorre nuestras vidas.
«La violencia de género no es un problema
que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el
símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra
sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las
mujeres por el hecho mismo de serlo, por carecer de los derechos
mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión», según los
agresores, dice el Preámbulo de la
Ley Orgánica de Medidas de Protección contra la Violencia de
género, de diciembre del 2004. La
violencia de género es cosa pública y desde esta perspectiva se
tiene que tratar.
Las instituciones, los partidos y los
gobiernos, tienen que darse por enterados: no basta con
Declaraciones Institucionales, tienen que hacer políticas reales y
efectivas por la igualdad y contra la violencia de género.
Tienen que destinar esfuerzos y recursos suficientes para que
social e institucionalmente, se consiga
Tolerancia Cero contra la desigualdad y la violencia contra las
mujeres.
La
violencia de género, el maltrato, el terrorismo machista, no solo
son aptitudes sociales y culturales aprendidas, son una
manifestación más de la delincuencia de las mentes asesinas que
matan a los más débiles, y como tales actos han de ser tratados.
Un maltratador es un hombre desalmado, que aprovechando las
circunstancias de relación y de su propia fuerza, ya sea
intelectual o física, utiliza a la mujer, considerándola de su
propiedad, la somete, perdiéndole el respeto como ser humano,
despreciando y atacando sus más preciados dones: la dignidad y la
vida misma.
Las
muertes son la cara visible de la violencia de género. El 80% no
denuncia por miedo, dependencia económica, dependencia emocional o
por los hijos; incluso hay quien no se considera maltratada.
Cuando un problema se invisibiliza, aumentan los riesgos de
que se produzca. Hay que insistir en la prevención de actos
criminales; y sobre todo proteger a la mujer víctima y al entorno
familiar sometido.
Lamentablemente la tragedia y el sufrimiento no cesan. Conocemos
que en la localidad de Fuenlabrada, una mujer de 26 años, ha sido
degollada por su novio, que ya ha sido detenido por la policía.
Más que nunca volvamos a las calles movilizándonos en
concentraciones, manifestaciones y denuncias, exigiendo, un cambio
en las políticas y un compromiso de toda la sociedad para acabar
con todas las violencias machistas. «Visibilizar y denunciar» son
los objetivos.