En estos
días se
está
conmemorando
la
celebración
de las
primeras
elecciones
generales
tras la
muerte de
Franco, el
dictador,
dando
comienzo a
la
Transición.
Podemos
pensar que
el
franquismo
sigue
vivo, si
nos
atenemos a
las
actitudes
de algunos
miembros
del
Partido
Popular y
sus
políticas
de
Gobierno,
así como
algún tic
de la
oposición.
Pese a
todo, nada
es como
dicen que
fue ni
como nos
hubiera
gustado
que fuera.
Las
elecciones
generales
fueron
«democráticas»
en cuanto
que se
desarrollaron
en un
nuevo
clima,
tras el
referéndum
del 15 de
diciembre
de 1976,
en el que
se
preguntaba:
«¿Aprueba
el
Proyecto
de Ley
para la
Reforma
Política?».
El 94,17%
de los
votantes
(del 77,8%
de los
votos
contabilizados)
dijo si.
El censo
estaba
constituido
por
22.644.290
electores.
(Votantes:
17.599.562.
A favor:
16.573.180.
En contra
450.102.
En blanco:
523.457.
Nulos:
52.823).
El
resultado
constituyó
una «voladura
controlada
del
régimen»
según el
profesor
Pérez
Royo. El
referéndum,
significó
la
aceptación
y el
comienzo
de la
Transición
a la
democracia,
en un
proceso
lleno de
ilusión y
esperanza.
También la
sinrazón y
el miedo
se
hicieron
notar;
tanto por
el vacío
que el
dictador
dejaba
tras su
muerte,
como por
el terror
a una
nueva
contienda
bélica. La
mayoría de
la gente
no
teníamos
desarrolladas
ni la
cultura ni
el
criterio
político,
ni en
cuestiones
generales
ni
respecto a
los hechos
que se
sucedían
vertiginosamente.
Salíamos
de una
dictadura
en la que
había que
obedecer
las
consignas
del
dictador y
sus
seguidores.
Este año
en el 15-J
nada se va
a
celebrar.
El Partido
Popular no
tiene el
cuerpo
para
celebraciones,
al
coincidir
la fecha
con la
moción de
censura de
Unidos
Podemos a
Rajoy (el
13 de
junio),
que
contará
con la
abstención
del
«nuevo»
PSOE. Hay
razones
suficientes
para la
moción,
entre
otras
porque el
PP amenaza
a la
democracia.
La
Transición,
cerró en
falso el
conflicto
de
las «dos
Españas»,
que se
visibilizarán
en el
debate de
la moción
de censura.
Por un
lado están
«los
corruptos
sin
escrúpulos
que creen
que se
pueden
reír de
España
desde la
tribuna
del
Congreso»;
por otro,
hay «una
España que
quiere
construir
un
futuro».
Una España
que quiere
construir
un nuevo
país.
La
principal
razón de
la moción
de censura
es la
corrupción
en torno
al PP y el
saqueo
público
llevado a
cabo. No
son casos
aislados,
es una
avalancha
de casos:
Gürtel,
Púnica,
Palma
Arena,
Imelsa,
Taula,
Emarsa,
Brugal,
Leza,
Auditorio,
Soria,
Rato,
Bárcenas,
González o
Granados.
La
corrupción
afecta a
la
democracia
y a las
condiciones
de vida de
las
personas y
actúa
directamente
en contra
de los
derechos
fundamentales.
La
corrupción
del PP
también
afecta a
la
separación
de
poderes.
Hemos
visto la
connivencia
entre la
fiscalía
general
del Estado
y la
fiscalía
anticorrupción
(Moix,
el fiscal
jefe,
dueño del
25% de una
empresa en
Panamá),
con el
ministro
de
Justicia.
Como
afirma
Alberto
Garzón, el
PP ha
parasitado
las
Instituciones.
Este año
el 15-J no
se va a
celebrar.
La fecha
coinciden
con el
anunció
solemne,
por Carles
Puigdemont
y Oriol
Junqueras,
de la
convocatoria
de un
referéndum
para el
próximo 1
de
Octubre,
en el que
se
preguntará:
¿Quiere
que
Catalunya
sea un
Estado
independiente
en forma
de
República?.
Algunos ya
han
calificado
el acto de
golpe de
Estado,
olvidando
el
verdadero
golpe en
España del
18 de
julio de
1936, que
parece
tanto
añoran. «Se
acaba el
protagonismo
de la
política y
llega el
de la
ciudadanía»,
dice el
president
del Govern.
La
convocatoria
a las
urnas
nunca es
un golpe
de Estado;
preguntar
a la
ciudadanía
es la
esencia
misma de
la
democracia.
«La
gestión de
la
cuestión
catalana
por parte
del
Gobierno
Español es
irresponsable,
irrespetuosa».
Más
consultas
y menos
corrupción,
reclama
Beatriz
Talegón
Un deseo
del
republicanismo,
es que el
Proceso
Constituyente
catalán y
la
proclamación
de la
República
de
Catalunya
pueda ser
palanca
para la
proclamación
de la
Tercera
República
española.
«Este será
nuestro
mensaje en
el debate
de la
moción de
censura en
el que
apoyaremos
a los
compañeros
de
Podemos,
en Comú
Podem i en
Marea»,
declara
Joan Tardà,
líder de
Esquerra
Republicana de
Catalunya.
Ya es
conocida
la
aprensión
que tienen
algunos
contra las
consultas.
Adolfo
Suárez,
no convocó
un
referéndum
sobre
Monarquía
o
República
por miedo
a que
perdiera
la
monarquía,
como
vaticinaban
los
sondeos
confidenciales
realizados
por el
Gobierno.
Así lo
reconoció
el propio
Suárez en
un off
the record
a la
periodista
Victoria
Prego, en
una
entrevista
para
Antena3 en
1995.
«Hacía
encuestas
y
perdíamos».
Suárez
reconoce
las
presiones
internacionales
que
recibió
para
realizar
un
referéndum
sobre la
Corona. La
solución
torticera
que dio
Suárez,
fue colar
la palabra
«Rey» en
la
Ley para
la Reforma
Política
«y así
dije que
había sido
sometido a
referéndum
ya». El
miedo que
provoca la
voz del
pueblo es
directamente
proporcional
a lo
antidemocrático
de los
partidos
políticos
que la
niegan.
Los
referéndums
los puede
cargar el
diablo.
El
resultado
de
aquellas
elecciones
del 15-J
fue
ilustrativo
de lo que
sucedía.
Se
presentaron
más de
ochenta
partidos o
agrupaciones
electorales.
Hubo un
21,17% de
abstención
y
consiguieron
escaño
doce
candidaturas.
Ganó
Adolfo
Suárez,
como
heredero
del
«régimen»
con su UCD
(6.310.711
votos, 165
escaños),
seguido
por el
PSOE de
Felipe
González
(5.371.825
/ 118). El
PCE, con
Santiago
Carrillo a
la cabeza,
consiguió
ser la
tercera
fuerza
política
(1.709.867
/ 20),
seguido de
cerca por
AP,
liderado
por Manuel
Fraga
(1.525.624
/ 16).
Daba
comienzo
la etapa
democrática
y sin
anunciarlo
unas
Cortes
constituyentes.
Fui
testigo
–y
de alguna
forma
protagonista–
de la
Transición
que
comenzaba.
No puedo
arrepentirme
de lo que
hice
convencido,
pero visto
en
perspectiva
histórica
y con lo
aprendido,
soy
crítico
con todo
aquello.
Fue un
pacto
desde el
franquismo
hacia la
democracia
controlada,
aunque no
todos los
que
participaron
fueran
demócratas.
La
oposición
al
«régimen»
no pidió
que se
dirimieran
responsabilidades
por los
crímenes
cometidos,
por los
derechos
pisoteados
durante la
dictadura,
ni por el
origen
golpista
del
régimen
que
terminaba.
Los
responsables
y autores,
asesinos,
siguieron
y siguen
en la
calle
formando
parte del
tejido
social,
mientras
el
Gobierno
se niega a
perseguir
los
crímenes
del
franquismo.
Sobre esos
rescoldos
se fundó
la
democracia.
La
Transición
fue una
ley de
punto
final. La
Transición
puso como
jefe de
Estado a
un rey,
que
durante
veinte
años apoyó
voluntariamente
a Franco
que lo
nombró
como
sucesor;
que nunca
renegó del
juramento
a los
«principios
generales
del
movimiento»,
ni
denunciado
las penas
de muerte
que su
protector
firmó
hasta el
final de
sus días.
Fue una
reforma
sin
ruptura,
construida
sobre el
poder
franquista
intacto.
Hubo un
gran
debate en
las
alturas
sobre
«ruptura o
reforma»,
pero al
final,
quienes
defendían
la ruptura
reformaron
y los
reformistas
retornaron
al lugar
de donde
venían.
En aquel
15-J, la
gente,
tradicionalmente
desinformada,
votó, como
vota casi
siempre, a
los que
más salen
en
televisión,
a la voz
del poder,
o a
quienes
provocan
menos
miedo. Los
partidos
políticos
en la
clandestinidad,
fueron
llamados a
participar
en la
Transición
y
terminaron
aceptando
lo que
nunca
habían
defendido:
la
monarquía
y la
bandera
ondeada
por el
dictador y
las
condiciones
que
impusieron
los
vencedores
de la
guerra.
Clandestinos
y legales,
comunistas
y
socialistas,
militares,
franquistas
y
falangistas,
fueron
amnistiados
por los
delitos
cometidos
durante
los
cuarenta
años de
Franco.
Algunos
fueron más
beneficiados
que otros.
Ningún
programa
electoral
prometió
derribar
lo que el
franquismo
había
construido.
Ningún
partido en
el
gobierno
desde
entonces,
ha
extirpado
el veneno
que nos
inoculó la
dictadura.
En el
proceso
hacia la
democracia
la Agencia
Central de
Inteligencia
estuvo
cerca. La
Transición
se diseñó
en un
despacho
desde
Langley
(Alfredo
Grimaldos
en Claves
de la
Transición
1973-1986,
para
adultos).
«El
franquismo
no es una
dictadura
que, sino
una
estructura
de poder
que
integra a
la nueva
monarquía».
Para
Grimaldos,
la
Transición
fue la
«metáfora
de un
interrogatorio
policial»
donde son
los
propios
franquistas
que
diseñan el
cambio se
reparten
los
papeles en
la obra
que ellos
mismos
dirigen.
La imagen
oficial de
este
periodo se
ha
construido
«sobre el
silencio,
la
ocultación,
el olvido
y la
falsificación
del
pasado».
El sucesor
de Franco,
Juan
Carlos, se
hizo
confidente
de la Casa
Blanca
y se
convirtió
en su gran
apuesta
para
controlar
España.
Mucho ha
cambiado
la
sociedad
desde
aquel
15-J. Ni
todo ha
estado mal
hecho ni
todo ha
sido una
maravilla.
El «nuevo
régimen»
se
construyó
sobre las
ruinas del
franquismo.
Algunos
claman por
el olvido;
pero para
los
canallas,
sus actos
y sus
cómplices
ni olvido
ni perdón.
Hay que
echarlos,
porque hoy
«nuestro
país está
en una
situación
de
emergencia».