El 26 de
junio se
cumple un
año desde
la
celebración
de las
últimas
elecciones
generales.
Digo
celebración,
pero
debería
decir
primer
aniversario,
porque
pocas
cosas
hemos
podido
celebrar
desde
entonces,
como
consecuencia
de los
resultados,
la
política
llevada a
cabo por
el partido
en el
Gobierno y
el papel
de la
oposición,
siendo la
abstención
una figura
en alza
para los
socialistas.
Durante
aquella
campaña
electoral
nada
estaba
claro,
incluso
que
pudieran
celebrarse
unas
terceras,
por los
vetos y
líneas
rojas que
se
imponían
en la
contienda.
Hubo
demasiados
insultos y
descalificaciones,
Desde el
PSOE se
decía que
bajo
ningún
concepto
pactarían
con el PP
y no
permitirían
una
investidura
de Mariano
Rajoy,
descartando,
a su vez,
unas
terceras
elecciones,
sin decir
la
estrategia
que
seguirían.
Sobre
Pablo
Iglesias,
el de
Podemos,
manifestaron
que jamás
sería
presidente.
Pronto
vimos que,
de
garantizar
que no
permitiría
una
investidura
de Rajoy,
la
permitieron.
Todas las
encuestas
fallaron,
subestimaron
al PP e
inflaron a
Unidos
Podemos.
Rajoy
siempre
insistió
en que lo
mejor era
un pacto
con el
PSOE, con
un
programa
de
mínimos,
para la
estabilidad
económica
y evitar
que
Podemos
gobierne,
como
enemigo
común
generalizado.
Ahora
parece que
le sirve
la actual
situación,
aun
soportando
una
molesta
oposición,
para sacar
adelante
los temas
de máxima
importancia,
con el
apoyo de
Ciudadanos,
el PNV y
algunos
que otro
diputado
canario o
el PSOE
absteniéndose.
En aquella
campaña
electoral,
Unidos
Podemos
mantenía
la defensa
del
derecho a
decidir.
Pablo
Iglesias
exigía al
PSOE que
dijera con
quién
pactaría
en el
mejor de
los casos
y el PSOE,
sin
decirlo,
sabía bien
quien era
su socio
por
responsabilidad
nacional.
A Pablo
Iglesias
sólo le
interesaba
el pacto
con el
PSOE de
Pedro, no
con el de
Susana y
ahora,
tras el
ascenso de
Sánchez,
parece que
lo tiene a
su merced.
En el
26-J, sólo
habían
transcurrido
seis meses
desde las
últimas
elecciones
y los
principales
partidos
poco
habían
movido sus
posiciones.
Se oía
decir: que
gobierne
el más
votado
para
evitar
nuevos
comicios;
que
gobierne
quién sea
capaz de
formar
mayorías
en el
Congreso.
Todos
contra
Podemos
que seguía
su ascenso
imparable.
Todos los
partidos
con las
esperanzas
puestas en
los
electores
y su
participación.
En el 20-D
del año
anterior,
la
participación
fue del
73,2%,
cuando el
PP ganó
perdiendo,
el PSOE
perdió
ganando y
Podemos
ganó por
menos de
lo
esperado.
Pero
todo fue
contrario
a lo
esperado.
El PSOE
jugó en la
campaña a
ganar a
las
encuestas
y no
perdió. El
PP que
quería
ganar,
pero se
conformaba
con
mantenerse,
ganó.
Unidos
Podemos,
diciendo
que quería
superar al
PP,
mejorando
los
resultados
del 20-D,
se ha
quedó
corto y se
mantiene
en el
tercer
puesto. El
PSOE
pierde el
feudo
andaluz
subrayando
que es
quien «ha
salvado a
la
izquierda»
de
Podemos; y
Ciudadanos
los
grandes
perdedores,
con una
participación
del 66,48%
que ha
influido
en los
resultados.
Se abría
un tiempo
de nuevas
cábalas,
en un
escenario
inédito.
El PP
obtuvo
7.906.185
votos y
137
escaños
(14
diputados
más).
Había
conseguido
el
objetivo
–lejos de
aquellos
186
diputados
del año
2011–, y
lejos de
la mayoría
absoluta.
La
corrupción
no hizo
mella en
el PP que
subió en
Catalunya,
Valencia,
imponiéndose
en todas
las
comunidades
gobernadas
por el
PSOE.
El
objetivo
de los
socialistas,
que era
superar el
22% del
20-D –el
peor
resultado
de su
historia–
y
mantenerse
en segunda
posición,
también lo
consiguió:
5.424.709
votos y 85
escaños (5
escaños
menos).
Los
barones
autonómicos
se lo
terminaron
cobrando a
Pedro
Sánchez.
Ahora,
como en un
mercado
Persa,
entre
camelleros,
el canto
de los
mendigos,
las
princesas
y
malabaristas,
vuelve a
aparecer
el
encantador
de
serpientes,
con todo
su poder,
pero fuera
de donde
reside la
soberanía
popular.
Unidos
Podemos y
sus
confluencias,
se
mantuvieron
en los 71
escaños,
con
5.049.734
votos,
dejándose
en el
camino más
de un
millón
cien mil.
No superó
al PSOE
que era su
objetivo;
no hubo
sorpasso.
Pablo
Iglesias
reconoió
el fiasco
del 26-J,
apelando
al futuro
de la
fuerza
«que
representa
a los más
jóvenes».
Ciudadanos
en su
deriva,
perdió 8
escaños,
obtuvo
3.123.769
de votos.
Representó
la
indefinición
durante la
campaña y
pagó la
firma del
pacto con
el PSOE.
Los
resultados
del
26 de
Junio,
confirmaron
el avance
de los
sectores
populares.
No fue
suficiente
para
derrotar a
la
derecha,
pero el
«bipartidismo»
perdió su
hegemonía,
dando paso
a una
mayor
diversidad
representativa.
Con los
resultados,
se
empezaron
a oír
voces de
presión,
desde
dentro y
fuera del
PSOE,
pidiendo
sin
ambages
que se
dejara
gobernar a
Rajoy,
como
luego
ocurrió.
Rajoy,
presidente
del
Gobierno
en
funciones,
fracasó al
no
conseguir
los apoyos
necesarios
en la
investidura.
La mayoría
absoluta
del
Congreso
votó en su
contra,
algo
parecido a
una moción
de
censura.
Desde que
se aprobó
la
Constitución
en 1978,
se han
presentado
tres
mociones
de
censura,
con
diferentes
resultados
y
conclusiones.
Fue en
mayo de
1980,
cuando el
PSOE
presentó
la primera
moción al
presidente
Suárez. La
iniciativa
originó un
desgaste
tremendo
para el
gobierno y
fue el
principio
del fin,
que llegó
en 1982.
La moción
fue
rechazada
por los
únicos 166
votos del
grupo del
CDS. La
segunda
«moción de
censura»
la
presentó
Alianza
Popular
contra
Felipe
González
en 1987.
También
fue
rechazada
por 195
votos en
contra
(PSOE,
Izquierda
Unida,
PNV, EE).
AP quiso
repetir la
jugada de
los
socialistas
contra el
CDS, pero
no les
salió bien
y
consiguió
que el
PSOE
volviera a
ganar las
elecciones
y estuvo
en el
poder
hasta
1996.
La tercera
moción de
censura de
la
historia
reciente,
se ha
presentado
hace unos
días por
Unidos
Podemos
contra
Rajoy. La
principal
razón ha
sido la
corrupción
generalizada
en torno
al PP y el
saqueo
público
que han
llevado a
cabo;
porque la
corrupción
afecta a
la
democracia,
a las
condiciones
de vida de
las
personas y
actúa
directamente
en contra
de los
derechos
fundamentales.
No salió
adelante
por la
falta de
apoyo
parlamentario
como era
sabido,
aunque ha
servido de
termómetro
de la
situación
política
tras ocho
meses de
Gobierno
del PP.
Fue
rechazada
por 170
votos, 82
a favor y
97
abstenciones
(179).
Irene
Montero
enumeró
todos los
escándalos
de
corrupción
que rodean
al PP
y
denunciado
el uso
partidista
de las
instituciones.
Pablo
Iglesias
esbozó las
principales
líneas de
su
alternativa
política
para
regenerar
la vida
pública.
Rajoy dio
réplica
desacreditando
la
propuesta
y apelando
a la
estabilidad
política.
El PSOE se
abstuvo.
En mi
recuerdo,
aquel día
en el que
el
PSOE dio
el
gobierno a
la derecha.
El Comité
Federal,
decidió
que la
derecha
reaccionaria
que
representa
el PP,
gobernara
con la
abstención,
que es
como
consentir
y
entregarse.
Votar «no»
en la
primera
votación
de la
investidura
a Rajoy y
abstenerse
en la
segunda
para
«desbloquear
la
excepcional
situación
institucional»;
descargar
la mala
conciencia,
para luego
volver a
cargarla.
Ahora de
nuevo
confusión
tras el
viraje en
contra del
Tratado
Comercial
entre la
UE y
Canadá. El
nuevo PSOE
ha
cambiado
de postura
al
considerar
que el
CETA no
protege
los
derechos
medioambientales
y
laborales.
El
secretario
general ha
confirmado
al
comisario
europeo de
Asuntos
Económicos
que su
partido no
ratificará
el
tratado.
El grupo
socialista
había dado
luz verde,
junto al
PP y
Ciudadanos,
al
dictamen
del
Tratado en
la
Comisión
de
Exteriores
del
Congreso,
rechazando
presentar
un recurso
de
inconstitucionalidad
como
proponía
Unidos
Podemos.
El PSOE
defendió
el CETA y
el TTIP en
la primera
etapa de
Pedro
Sánchez
como líder
del
partido.
Los
cambios de
postura
han
pillado
con el pie
cambiado a
sus
eurodiputados,
que en
Bruselas
han
defendido
con
firmeza el
acuerdo.
Narbona se
justifica
haciendo
un «sánchez»:
Dije que
no lo
apoyaríamos
y eso
incluye
abstención.
Del ¡No es
no!, al
¡No es
abstención!
El PSOE
debe
abandonar
el
postureo
de la
abstención
y votar no
al CETA,
si
realmente
quiere
optar por
defender
los
derechos
de la
ciudadanía
frente a
los
intereses
de las
grandes
multinacionales.
Si se
abstiene,
permitirá
que España
apoye un
tratado de
corte
neoliberal,
que será
enormemente
perjudicial
para los
consumidores
y las
pymes
españolas.
Según
FACUA, el
CETA
pretende
una rebaja
sin
precedentes
en las
exigencias
legales
para los
productos
comercializados,
además de
una
disminución
de la
capacidad
de los
órganos
legislativos
de los
países
(locales,
regionales
y
nacionales)
para
proteger
los
intereses
de los
consumidores.
En
definitiva,
este tipo
de
acuerdos
son un
caballo de
Troya en
nuestros
Estados
(Beatriz
Talegón),
un ataque
directo al
sistema
que
garantiza
unos
estándares
en lo que
a la
protección
social,
sanitaria,
medioambiental
se
refiere,
un golpe
sutil a
nuestra
democracia.
«Es una
manera de
seguir
doblegando
a los
ciudadanos
frente al
capitalismo
que
siempre
quiso
campar a
sus
anchas».
Si el
nuevo PSOE
dice ser
«la
izquierda»
no caben
medias
tintas.
La
abstención
no deja de
ser una
estación
intermedia
(José A.
Pérez
Tapias),
que
dejaría al
socialismo
español en
un lugar
inhabitable.
En la
historia
reciente
hemos oído
decir que
hay que
ser
socialista
antes que
marxista y
además sin
República
y con
monarquía
parlamentaria;
entregados
a los
designios
del
capital y
apoyando a
la derecha
para que
gobierne
sin
trabas. La
política
nos deja
una trama,
una red de
conflictos,
intereses
y
componendas
difícil de
entender.
Es tan
bochornosa
la
situación,
que ni el
bochorno
del calor
de estos
días lo
supera.
Mientras,
el PP
sigue
gobernando
por la
abstención
del PSOE.
Y la
credibilidad
por los
suelos.