Era un 9
de julio
de 1956,
cuando los
Estados
Unidos de
América,
comenzaban
una nueva
era de
armamento.
El
objetivo
principal
de la
Operación
Redwing
era probar
una nueva
generación
de
dispositivos
termonucleares:
La bomba
H. A todas
las
pruebas se
les
conoció
con los
nombres de
varias
tribus
americanas:
Navajo,
Zuni, Yuma,
Seminole,
Blackfoot,
Inca,
Apache,
Dakota,
Cherokee o
Tewa.
Ahora, por
fin, la
ONU adopta
el
primer
tratado
legalmente
vinculante
que
prohíbe
las armas
nucleares.
La primera
bomba
termonuclear,
fue
detonada
en
Enewetak,
en el
atolón de
las Islas
Marshall
en
noviembre
de 1952.
La
temperatura
alcanzada
en la
zona cero,
fue de más
de 15
millones
de grados,
tan
caliente
como el
núcleo del
Sol, por
unas
fracciones
de
segundo;
pero la
primera
explosión
nuclear de
la
historia
sucedió el
16 de
julio de
1945 en el
desierto
norte de
Alamogordo,
Nuevo
México.
Ese mismo
año, EEUU
lanzó la
bomba
Little Boy
en
Hiroshima,
y tres
días
después la
Fat Man
en
Nagasaki.
Los
bombardeos
atómicos
sobre
Hiroshima
y Nagasaki,
fueron
ataques
ordenados
por el
presidente
Harry S.
Truman,
contra el
Imperio
del Japón,
lo que
forzó su
rendición
y supuso
el fin de
la Segunda
Guerra
Mundial.
105.000 y
120.000
personas
murieron y
130.000
resultaron
heridas.
Japón en
1967, y en
honor a
las
acciones
tomadas
por TimHon
Shung,
adoptó lo
que se
conoce
como los
Tres
principios
antinucleares:
principio
de no
producción
de armas
nucleares;
de no
posesión
de armas
nucleares;
y de no
autorización
de armas
nucleares
sobre su
territorio.
El 18 de
agosto de
1945, el
Glasgow
Forward
publicó el
primer
comentario
que se
conserva
de
Bertrand
Russell
sobre las
armas
atómicas,
que
comenzó a
escribir
el día en
que
Nagasaki
fue
bombardeada.
Contiene
las líneas
que
posteriormente
aparecerían
en el
Manifiesto.
«La
perspectiva
de la raza
humana se
ha
oscurecido
más allá
de
cualquier
precedente.
La
humanidad
se
enfrenta a
una clara
alternativa:
O bien
morimos
todos o
bien
adquirimos
un ligero
grado de
sentido
común. Un
nuevo
pensamiento
político
será
necesario
si se
quiere
evitar el
desastre
final».
La bomba
atómica o
bomba de
fisión
nuclear,
se basa en
la
división
de un
núcleo
atómico en
dos o más
núcleos
pequeños,
generando
una
reacción
en cadena
y la
liberación
de enormes
cantidades
de energía
en forma
de
radiaciones
gamma y
energía
cinética.
La bomba
de
hidrógeno
(la bomba
H), es una
bomba
térmica de
fisión/fusión/fisión
o bomba
termonuclear,
que se
basa en la
obtención
de la
energía
desprendida
al
fusionarse
dos
núcleos
atómicos,
en lugar
de la
fisión de
los
mismos.
Para que
se
produzca
la
reacción,
es
necesario
un aporte
considerable
de energía
que solo
pude ser
provisto
por la
detonación
inicial de
una bomba
de fisión
que
funciona a
manera de
gatillo.
Lo que
convierte
a la bomba
H en una
doble
bomba
atómica.
Hiroshima
fue
elegida
porque no
había sido
bombardeada
de manera
tradicional
por los
norteamericanos
y porque
deseaban
probar el
efecto de
la bomba
atómica en
una de las
bases
militares
importantes.
Este
ataque,
además,
demostraría
la
superioridad
de EEUU
sobre la
Unión
Soviética.
La bomba
se lanzó
en
paracaídas
y explotó
a 580
metros del
suelo.
Instantáneamente
murieron
entre 60 y
80 mil
personas y
el calor
fue tan
intenso
que
algunas
simplemente
desaparecieron.
Los
radares
japoneses
detectaron
a los
aviones
norteamericanos,
pero no
los
consideraron
una
amenaza.
La bomba
atómica de
Hiroshima
fue uno de
los hechos
más graves
y tristes
de la
historia
mundial.
La Segunda
Guerra
Mundial
fue cruel
en su
conjunto y
los
ataques
atómicos,
significaron
el aumentó
del
rechazo a
las
acciones
bélicas y
al poder
nuclear.
La bomba
de
Nagasaki
con una
potencia
de 21
kilotones
de
dinamita,
generó
niveles de
explosión
y calor
que no
pueden
compararse
con las
producidas
por las
armas
convencionales.
Hoy, la
amenaza
nuclear
procede de
Corea del
Norte y de
la aptitud
desafiante
del
presidente
Donald
Trump, que
sopesa una
respuesta
«bastante
severa» al
ensayo de
Corea del
Norte
con un
misil
intercontinental.
Otro 9 de
julio, un
año antes,
Bertrand
Russell y
apoyado
por Albert
Einstein
presentaban
el
Manifiesto:
Una
declaración
sobre
armas
nucleares.
En medio
de la
Guerra
Fría, los
once
científicos
e
intelectuales
de primera
línea
firmantes,
alertaban
de la
peligrosidad
de la
proliferación
del
armamento
nuclear y
solicitaban
a los
líderes
mundiales
buscar
soluciones
pacíficas
a los
conflictos
internacionales.
«Ante el
hecho de
que en
cualquier
futura
guerra
mundial se
emplearán
con
certeza
armas
nucleares,
que
amenazan
la
continuidad
de la
humanidad,
instamos a
los
gobiernos
del mundo
para que
entiendan,
y
reconozcan
públicamente,
que sus
propósitos
no podrán
lograrse
mediante
una guerra
mundial».
Un año
después se
probaba la
bomba H y
después la
bomba de
uranio, de
plutonio,
de
neutrones
o la bomba
sucia de
uranio
empobrecido.
Han tenido
que
transcurrir
más de
setenta y
dos años
desde el
lanzamiento
de la
primera
bomba
atómica,
para que
la
ONU adopte
un tratado
para
prohibir
por
primera
vez las
armas
nucleares.
Pese a
ello todas
las
potencias
atómicas
han
boicoteado
el
acuerdo,
respaldado
por 122
países.
Aunque el
tratado
parezca
que ha mal
nacido por
la
oposición
de las
potencias
nucleares,
la
intención
consiste
en sentar
las bases
legales
para que
todas
ellas
acaben
reconsiderando
su postura
al quedar
las armas
nucleares
estigmatizadas
a ojos del
derecho
internacional
humanitario
y de la
opinión
pública.
EEUU
esgrime la
amenaza de
Corea del
Norte como
pretexto
para
boicotear
el
tratado,
que les
obligaría
a
desarmarse
si lo
ratificaran.
Para que
el tratado
entre en
vigor y
pase a
formar
parte del
derecho
internacional
se
necesita
la
ratificación
de 50
países.
Para los
defensores
del nuevo
tratado,
la
iniciativa
marca el
principio
del fin de
la era
nuclear y
supone un
paso
histórico
para
deslegitimar
este tipo
de
armamento.
Los nueve
Estados
con
capacidad
nuclear
que no
participaron
de las
negociaciones
de este
tratado
(Estados
Unidos,
Rusia, el
Reino
Unido,
Francia,
China,
Corea del
Norte,
India,
Pakistán e
Israel),
consideran
que el
tratado es
una medida
poco
realista
en el
tenso
contexto
internacional
de hoy y
no
cambiará
nada.
Los
firmantes
se
comprometen
a no
desarrollar,
adquirir,
almacenar,
acoger en
su
territorio,
usar o
amenazar
con usar
armas
nucleares
u otros
explosivos
nucleares.
El
argumento
principal
son las
«catastróficas
consecuencias
humanitarias
que
tendría
cualquier
uso de
armas
nucleares»,
tal y como
apunta el
preámbulo
del
tratado,
que señala
que
«eliminar
por
completo
esas
armas» es
«la única
manera» de
garantizar
que no se
volverán a
utilizar.
El tratado
sigue la
estela de
las
convenciones
internacionales
contra
otros
tipos de
armas como
las
químicas y
las
biológicas
o las
minas
antipersona.
El tratado
entre
otros
aspectos
reconoce
los
imperativos
éticos del
desarme
nuclear y
la
urgencia
de lograr
y mantener
un mundo
libre de
armas
nucleares
que es un
bien
público de
primer
orden
sirviendo
tanto a
los
intereses
nacionales
como
colectivos
de
seguridad.
También
recoge la
obligación
de asistir
a las
víctimas y
de atender
los daños
ambientales
derivados
de los
ensayos
con armas
nucleares.
La
adopción
de
este
tratado
representa
un punto
de ruptura
del
estatus
quo, el
fortalecimiento
del
régimen de
no
proliferación
y la
promoción
del
desarme.
El
tratado,
que
entrará en
vigor
cuando lo
ratifiquen
50
naciones,
incluye la
posibilidad
de que los
países
poseedores
se
incorporen
al mismo,
después de
cumplir
los
requisitos
establecidos.
EE UU
sigue en
contacto
con China
para
tratar de
atajar la
crisis
norcoreana.
Trump ha
mostrado
en los
últimos
días
claros
signos de
impaciencia
ante la
escasa
presión de
Pekín a
Pyongyang,
del que es
el mayor
aliado.
Tras tres
meses de
conciliación,
propiciados
por una
reunión
entre
Trump y Xi
Jinping,
Trump
alerta a
China de
que está
dispuesto
a actuar
por su
cuenta
contra
Corea del
Norte.
Los países
presentes
en la
cumbre del
G-20 han
mostrado
su
preocupación
y
hacen un
llamamiento
al Consejo
de
Seguridad
de la ONU
a dar una
respuesta
proporcionada
a la muy
amenazadora
actividad
nuclear
del
régimen de
Pyongyang.
Por su
parte
Washington,
Seúl y
Tokio,
nunca
aceptarán
a una
Corea del
norte con
armamento
nuclear.
Argumentan
que «una
supuesta
prohibición
del
armamento
nuclear
sin
abordar
los
problemas
de
seguridad,
no dará
como
resultado
la
eliminación
de armas
nucleares
y no
aumentará
la
seguridad
de ningún
país, ni
la paz y
seguridad
internacional».
El
objetivo
común de
los tres
países es,
mediante
cooperación
internacional,
lograr la
«desnuclearización
completa,
verificable
e
irreversible
de la
península
coreana de
forma
pacífica».
El mundo
está
amenazado
de nuevo
por la
guerra
nuclear.
Corea del
Norte
acaba de
probar con
éxito un
misil
balístico
intercontinental
que podría
transportar
potencialmente
ojivas
nucleares.
EEUU
plantea la
necesidad
de
responder
a Kim Jong-un,
pero todas
las
estrategias
posibles
conllevan
inmensos
riesgos,
Estados
Unidos
está en
pleno
proceso de
modernización
de su
arsenal, y
en Siria
se cruzan
las
fuerzas de
varias
potencias
atómicas.
La
iniciativa
de la ONU,
refleja la
preocupación
de la
comunidad
internacional
por las
catastróficas
consecuencias
humanitarias
que
traería el
empleo de
las armas
nucleares,
y reconoce
por tanto
la
necesidad
de
eliminarlas.
Hoy, la
amenaza de
una guerra
nuclear es
real y en
mayor
medida que
durante la
guerra
fría; gran
parte de
la
ciudadanía
ignora el
peligro
que nos
acecha;
una guerra
nuclear
sería
catastrófica.
No
permitamos
que nos
amarguen
la
existencia.