La
financiación
de la
Iglesia
Católica a
través de
la
declaración
de la
renta es
injusta.
Quienes
marcan la
casilla no
pagan un
0,7% más,
sino que
se detrae
del
conjunto
de lo
recaudado
anualmente,
es decir
que «todos
pagamos»
aun sin
tener
voluntad
para ello.
El culto y
el clero
de
cualquier
organización
religiosa
y de las
organizaciones
a su
servicio,
debe estar
financiado
por sus
fieles.
Las
necesidades
sociales,
no deben
ser
voluntad
del
contribuyente
o
establecidas
por las
organizaciones
sociales,
sino que
han de
formar
parte de
las
políticas
del
Estado, en
función
del
interés
general.
En su día,
cuanto se
implantó
el
sistema,
fui
defensor
de incluir
la casilla
de «otros
fines
sociales».
Pasados
cerca de
treinta
años se
dan otras
circunstancias
que me
llevan a
ser
contrario
a ello.
Las
creencias
se las han
de pagar
quien las
tenga y la
Iglesia
buscar los
fondos
entre sus
fieles. Es
necesario
que se
elimine la
asignación
tributaria
a través
del IRPF,
privilegio
que se
mantiene
por el
Concordato
y los
Acuerdos
de 1979.
Izquierda
Unida
reclama al
Gobierno
que
derogue
los
acuerdos
con el
Vaticano,
por
«vulneran
el
principio
de
independencia
entre la
Iglesia y
el Estado»
que viene
a amparar
«la
financiación
de la
Iglesia
Católica
con fondos
públicos y
el
adoctrinamiento
religioso
en todos
los
niveles
del
sistema
educativo».
La Iglesia
disfruta
de un
verdadero
paraíso
fiscal,
según
afirma
Europa
Laica en
su informe
Opacidad y
Financiación
de la
Iglesia
Católica.
Mientras
aumenta la
pobreza y
se
privatizan
los
servicios
públicos,
el Estado
aporta a
la Iglesia
Católica,
a través
de
subvenciones
directas y
exención
de
tributos,
una cifra
que supera
los once
mil
millones
de euros
anuales,
lo que
supone más
del 1% del
Producto
Interior
Bruto,
para el
sustento
del culto
y el
clero,
mantener
diócesis,
seminarios,
realizar
manifestaciones
políticas
partidarias,
lanzar
campañas
de
discriminación
y
segregación
en razón
del
género, en
contra de
la
libertad
de la
mujer para
decidir
sobre su
maternidad,
o sobre la
libre
elección
de la
orientación
sexual,
los
avances
científicos,
la
eutanasia
o la
muerte
digna;
incluso
para
financiar
cadenas de
televisión
privadas,
como 13TV.
Sólo por
la vía del
IRPF, la
Conferencia
Episcopal
recibió en
el último
ejercicio
251
millones
de euros,
pero no es
todo el
dinero que
recibe
anualmente
de los
fondos
públicos.
Como se ha
señalado
esa
cantidad
se eleva
hasta los
11.000
millones
de euros
en
distintos
conceptos,
que van
desde los
conciertos
a los
colegios
católicos,
financiación
de centros
sanitarios,
sociales o
militares
gestionados
por la
Iglesia.
Exenciones
fiscales
en el IBI,
valoradas
en 3.000
millones
al año,
4.600
millones
para pagar
a los
16.000
profesores
de
religión y
los
conciertos
con los
centros
religiosos,
3.200
millones
para
dispensarios,
hospitales
y centros
de salud
dirigidos
por
órdenes
religiosas,
y otros
500
millones
para la
conservación
del
patrimonio
artístico
propiedad
de la
Iglesia.
El
Congreso
exigirá al
Tribunal
de Cuentas
la
fiscalización
del dinero
que la
Iglesia,
después de
que el
tribunal
haya
rechazado
hacerlo
con los
votos del
PP.
En 1988 se
articuló
una
asignación
tributaria,
consistente
en el
0,5239%
del IRPF.
Esta
asignación
nunca
cubrió las
necesidades
de la
Iglesia,
por lo que
se tuvo
que
instrumentar
un
complemento.
A partir
de la
declaración
de la
renta de
2007, este
porcentaje
se
incrementó
has el
0,7% y
desapareció
el
complemento
estatal,
más allá
del resto
de
ingresos
que hemos
mencionado
El «Instrumento
de
ratificación
del
Acuerdo
entre el
Estado
Español y
la Santa
Sede sobre
asuntos
económicos»
se firmó
en Ciudad
del
Vaticano
el 3 de
enero de
1979, unos
días
después de
la entrada
en vigor
de la
actual
Constitución.
Los
acuerdos
venían a
reformar
el
Concordato
de 1953,
firmado
entre Pío
XII y
Franco,
bajo los
principios
del
nacional-catolicismo
imperante.
Desde
entonces
seguimos
pagando a
la Iglesia
y ellos
siguen
adoctrinando.
En 1979 no
es que se
firmara a
contracorriente,
sino a
traición,
con el
silencio
de muchos,
el
desconcierto
de algunos
y el
desconocimiento
de la
mayoría.
Desde
entonces y
siempre,
siguen
perpetuando
sus
privilegios.
Algunas de
las
razones
que
Europa
Laica
argumenta
para no
marcar las
casillas
del IRPF
ni para la
Iglesia,
ni fines
sociales,
se
relacionan
con la
discriminación
que supone
para los
contribuyentes;
porque
quienes
marcan
estas
casillas
reducen su
aportación
a los
gastos
públicos
en un
0,7%,
conculcando
el
artículo
31 de la
Constitución:
«Todos
contribuirán
al
sostenimiento
de los
gastos
públicos
de acuerdo
con su
capacidad
económica
mediante
un sistema
tributario
justo…».
La propia
existencia
de esta
casilla
refleja el
apoyo del
Estado a
la
religión
Católica,
discriminando
otras
creencias
distintas,
por lo que
se
conculca
así el
principio
de no
discriminación
por razón
de
creencias
regulado
en el
artículo
14 CE,
que
reconoce
que «Los
españoles
son
iguales
ante la
ley, sin
que pueda
prevalecer
discriminación
alguna por
razón de
nacimiento,
raza,
sexo,
religión,
opinión…
». El
Estado no
se debe
convertirse
en
recaudador
de
organizaciones
privadas,
además de
que la
asignación
que se
lleva la
Iglesia,
se detrae
de las
políticas
públicas
para
escuelas,
hospitales,
servicios
sociales,
infraestructuras,
medio
ambiente o
promoción
del
empleo.
Por otro
lado la
casilla
para
«otros
fines de
interés
social»,
también
debe
desaparecer.
Los
motivos
podrían
ser más
difíciles
de
explicar y
entender,
pero es
necesaria
su
eliminación,
porque el
origen de
su
existencia
está
basado en
un engaño;
una gran
coartada
para
introducir
y
perpetuar
la casilla
de la
Iglesia
Católica
en el IRPF;
además una
parte
considerable
de la
asignación
a fines de
interés
social va
a
entidades
de la
propia
Iglesia,
por lo que
recibe
fondos por
las dos
vías. El
espíritu
solidario
que se
presupone
a quien
marca esta
casilla,
no puede
llevarse a
cabo con
el dinero
de todos.
El que
quiera ser
solidario
que lo
haga de su
propio
bolsillo
pero no a
costa de
la hucha
común. En
todo caso,
los «fines
de interés
social»,
no deben
depender
de la
voluntad
de los
contribuyentes,
ni
establecido
por las
organizaciones
sociales,
sino que
deben
formar
parte de
las
políticas
sociales
del
Estado, de
las
Comunidades
Autónomas
y
Ayuntamientos
en función
del
interés
general.
El
artículo
16.3 de la
Constitución
establece
que
«Ninguna
confesión
tendrá
carácter
estatal.
Los
poderes
públicos
tendrán en
cuenta las
creencias
religiosas
de la
sociedad
española y
mantendrán
las
consiguientes
relaciones
de
cooperación
con la
Iglesia
Católica y
las demás
confesiones».
De otra
parte, el
Acuerdo
sobre
Asuntos
Económicos
entre la
Santa Sede
y el
Estado
Español,
de enero
de 1979,
en su
Artículo
II.1,
establece
que «el
Estado se
compromete
a
colaborar
con la
Iglesia
Católica
en la
consecución
de su
adecuado
sostenimiento
económico,
con
respeto
absoluto
del
principio
de
libertad
religiosa».
Pero
cooperación
y
colaboración
no es
financiación
directa ni
subvención
permanente.
Quién
quiera
Iglesias
que se las
pague,
como
cuando uno
quiere
peces se
tiene que
mojar.
Para
establecer
un Estado
auténticamente
laico, la
Constitución
tendría
que estar
redactada
de otra
forma,
pero se
hizo como
se hizo y
como en
otras
tantas
materias,
dice lo
uno, lo
otro y lo
contrario.
El Estado
ha de
romper con
la Iglesia
que oprime
conciencias,
controla
gobiernos
y vive a
costa del
erario
público.
El debate
de la Ley
de
Presupuestos
Generales
del Estado
para 2017,
brinda una
oportunidad
idónea
para
suprimir
las
casillas
del
Impuesto
de la
Renta. La
existencia
de la
casilla
«otros
fines
sociales»,
es la
cortada
para
mantener
la de la
Iglesia
Católica,
pareciendo
que es una
opción
voluntaria,
cuando no
lo es y no
debemos
consentirlo.