«Todavía rodaba hacia Cartagena el coche en
el que Alfonso XIII se dirigía al destierro, cuando, sustrayéndose
al clamor popular que se elevaba por calles y plazas, campos y
ciudades, los hombres más impacientes, que veían escapárseles el
poder político de las manos, pensaban ya en la necesidad de una
contrarrevolución que se opusiera a las decisiones expresadas por
el sufragio universal», escribe Manuel Tuñón de Lara (Historia
16, Extra III de junio de 1977).
El cardenal Segura llegó a insinuar la conveniencia de derrocar al
gobierno mediante la lucha armada.
La tarde del 14 de abril, representantes de
las «grandes familias» se reunieron en casa de Guadalhorce,
ex-ministro de la Dictadura y directivo de Unión Monárquica (Calvo
Sotelo, Ramiro de Maeztu y José Antonio Primo de Rivera entre
otros), porque «algo hay que hacer», para impedir que la República
tenga una vida en paz y derrocarla. Luca de Tena, el conde de
Gamazo, Urquijo, Gabriel Maura y el duque de Hornachuelos,
obtienen la autorización de constituir un Circulo Monárquico (quienes
provocaron los acontecimientos del 10 mayo de 1931)
y alquilar un piso en la calle de Alcalá. Junto a la aristocracia,
financieros, militares, políticos del antiguo régimen y
representantes de los grupos fascistas, cuyas acciones violentas
ya se dejaban notar por Madrid.
La
jerarquía eclesiástica, que no había visto con simpatía el cambio
de régimen, no podía faltar a esta fiesta. El primado Cardenal
Segura, se lanzó a elogiar a la monarquía y al rey, amenazando a
la República. No se trataba de monarquía o república y aceptar o
no la nueva legalidad, sino de crear Acción Nacional (AN), para la
propaganda y actuación política, bajo el lema de «Religión,
Familia, Orden, Trabajo y Propiedad». El Vaticano ordenó que los
católicos apoyaran a la coalición decididamente. En AN coexistían
quienes, como Gil Robles, optaban por la vía legal, la
contrarrevolución desde dentro y quienes, como Goicoechea y el
conde de Vallellano, preferían la vía violenta y la asociación
para conquistar el poder.
En Valladolid, de la mano de Onésimo
Redondo, surgieron las «Juntas Castellanas de Acción Hispánica»,
que se fusionarían después con el grupo de Ledesma en Madrid,
creando las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista).
Falange Española, de ideología fascista y nacionalsindicalista, se
fundó el 29 de octubre de 1933, por José Antonio, primogénito del
dictador
Miguel Primo de Rivera, quien ya había
actuado contra la Primera República.
Como capitán general de Madrid, disolvió el Gobierno en 1874, tras
el golpe de Estado de Martínez Campos en Sagunto.
El 9 de
diciembre de 1931 se aprobó la Constitución y como jefe del Estado
se eligió a Alcalá Zamora. El Gobierno, con base parlamentaria
republicana de izquierda, con colaboración socialista, estuvo
presidido por Manuel Azaña. Desde un principio se vio la necesidad
de aprobar una ley para la reforma agraria, que contó con la
drástica oposición de la derecha, dándose una aparente
contradicción. La «Unión Económica», declaraba en sus bases: «El
fundamento básico de la riqueza nacional lo constituyen sus
producciones agrícola, forestal y ganadera». La Falange hablaban
siempre del agro y no de la industria y Onésimo quería salvar a
España desde la rural Castilla. En defensa de sus privilegios
ancestrales se opusieron a toda reforma novedosa.
La derecha sentía la nostalgia de la
«dialéctica de los sables» y
la de los puños y de las pistolas
(discurso de José Antonio Primo de Rivera, en el acto de fundación
de Falange Española. Teatro de la Comedia de Madrid). Prefería la
violencia a los debates en el Parlamento. Había quienes estimaban
que un buen golpe de Estado valía más que millones de votos. Los
partidarios de la acción violenta se reagrupaban y España se
encontró ante una serie de conspiraciones militares.
El 8 de
agosto de 1932, un número determinado de militares se reunieron
para organizar la «Sanjurgada». Sanjurjo se encarga de Sevilla,
Vareta de Cádiz, Ponte de Valladolid y Sainz de Lerin de Navarra.
El bando militar del general decía: «Queda declarado el estado de
guerra en toda la región andaluza, con las consecuencias que dicho
estado lleva consigo. Como Capitán General de Andalucía, asumo el
mando concentrado en mi autoridad de todos los poderes. Así como
Dios me permitió llevar al Ejército español a la Victoria en los
campos africanos, ahorrando el derramamiento de sangre moza,
confío en que también hoy me será permitido, con mi actitud,
llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes, y la paz a todos
los Espíritus. ¡Viva España Única e inmortal!»
En Madrid, el general Fernández Pérez sacó a
la calle las fuerzas de la remonta y los regimientos acantonados
en Alcalá. En el plan de los conspiradores se preveía que las
columnas del sur y del norte caerían sobre Madrid. Con el pueblo
al margen, ocurrió lo que tenía que ocurrir: un fracasó
estrepitoso al fallar los conspiradores. Sanjurjo y sus
correligionarios fueron detenidos a las seis de la mañana en la
barrida Isla Chica de Huelva, por una pareja de guardias civiles,
que reconoció al general, que huía vestido de paisano.
Precisamente ahora, el Gobierno del PP,
ha enterrado al general golpista en Melilla,
con honores militares y en secreto.
En las
elecciones de noviembre de 1933, pacíficos y violentos de la
derecha se unieron en un solo frente para obtener mayor número de
diputados. La izquierda se presentó fragmentada, dando comienzo
una nueva etapa que, momentáneamente, separaría más a las dos
corrientes de derecha. La CEDA y sus amigos declararan su
«acatamiento leal al Poder público» y se abrió un período de apoyo
condicionado a los gobiernos de centro-derecha de Lerroux y Samper.
La extrema derecha, mientras tanto, continuó preparándose para
tomar el poder mediante un golpe de fuerza.
Mussolini recibió al general Barrera, a Goicoechea y a los
carlistas Olazábal y Lizarza. Firmaron un acuerdo según el cual
Italia ayudaría a monárquicos y tradicionalistas a derribar el
régimen republicano y sustituirlo por una regencia que prepararía
la instauración de la monarquía corporativa y orgánica. El acuerdo
preveía la entrega a la ultraderecha española de 20.000 fusiles,
20.000 granadas, 200 ametralladoras y un millón y medio de
pesetas. Desde entonces, jóvenes tradicionalistas fueron enviados
a Italia para instruirse en el manejo de las armas.
Calvo
Sotelo abrigaba la idea de reunir a la extrema derecha en un
bloque nacional en defensa de la patria. Primo de Rivera va a
Alemania y celebra una «larga entrevista con Hitler» y vuelve
entusiasmado. En aquel invierno se había constituido la Unión
Militar Española, que, aunque sin militares de máxima graduación,
mantiene contacto con los generales Goded y Mola. La UME mantenía
posiciones de extrema derecha.
El
talante agresivo de las escuadras de Falange se generaliza.
Asaltan la Casa del Pueblo de Cuatro Caminos, el Fomento de las
Artes de Madrid y una exposición en el Ateneo. Es asesinada la
joven socialista Juanita Rico y el joven comunista Joaquín de
Grado, cuyo entierro constituyó una demostración impresionante de
obreros y de jóvenes. Se decía que los socialistas preparaban la
revolución, cuando lo que preparaban era la defensa de la
legitimidad republicana, frente al asalto fascista, como había
ocurrido en Italia y Alemania. El «búnker» mientras tanto se
preparaba para la guerra.
Febrero
de 1936 significó para la derecha el fracaso de la «vía legal»,
con fuertes críticas a Gil Robles. La extrema derecha preconizó
desde un principio el empleo de la violencia y la utilizó en
cuanto le fue posible sin apoyarse en un movimiento de masas. Se
trataba de organizaciones totalitarias, con programas
totalitarios, en constante relación con el extranjero, del que
recibían ayuda financiera. Se sirvieron de la religión como
doctrina, y predicaban el derecho a la sublevación, que llegó el
18 de julio.
El 16 de febrero de 1936,
el Frente Popular ganó las elecciones,
que serían las últimas que se celebrarían durante la Segunda
República. El Frente Popular constituía una nueva fórmula de
alianza de las fuerzas de la izquierda, tras las derrotas sufridas
en Europa y la llegada de Hitler al poder.
La
derecha reaccionaria, financiera y terrateniente, parte del
ejército, el fascismo y la iglesia Católica se pusieron en contra
del pueblo y en contra de la República, que pretendía dignificar
la historia. La sin razón no tenía otro argumento y fuerza que la
negación de la democracia.