Julio ha
sido un
mes
revolucionario
y de
declaraciones
de
independencia,
como en
Argentina,
Colombia,
Perú o
Venezuela.
Un mes de
revoluciones
sonadas,
como en
Estados
Unidos el
4 de
julio, en
Francia la
toma de la
Bastilla,
la
Revolución
Sandinista
o un 26 de
julio en
Cuba. Sin
ánimo de
sentar
cátedra,
que ni se
ni puedo,
me voy a
referir,
en unos
cortos
apuntes, a
algunos de
estos
acontecimientos.
La
Bastilla
era una
fortaleza
símbolo de
la
autoridad
arbitraria
de la
monarquía
absoluta y
que
Richelieu
convirtió
en prisión
del
Estado.
Albergó a
presos
ilustres
como el
escritor
Voltaire,
el marqués
de Sade o
Diderot.
El 14 de
julio de
1789,
miles de
trabajadores
parisinos
armados,
tomaron el
lúgubre
edificio.
Fue el
primer
paso hacia
la
Revolución
francesa,
que ya no
se
detendría
hasta
acabar con
la
monarquía
francesa y
llevar a
Luis XVI y
a su
familia a
la
guillotina.
Según
Edward
Regby,
esta
Revolución
sea «la
más
notable
que se
haya
llevado a
cabo en la
sociedad
humana».
El pueblo,
grande y
sabio,
condujo la
lucha por
los
derechos y
la liberad
de la
humanidad.
Una
revolución
no termina
en el
momento
que se
produce.
Tanto
antes como
después,
el salto
revolucionario
se apoya y
se
encuadra
en un
proceso
histórico-material-social.
En una
concepción
marxista,
la
revolución
es
entendida
como
proceso
histórico
dentro de
un proceso
histórico
general
que la
prepara,
que se
lleva a
cabo con
la vista
puesta en
los
valores
que deben
primar,
que deben
recoger
los que la
humanidad
ha ido
alumbrado
en su
historia.
En el
pensamiento
marxista
de la
revolución
no hay
cortes ni
comienzos
radicales
sin
intervención,
consciente
y
voluntaria,
del sujeto
social,
que tiene
que asumir
la
problemática
del cambio
social y
llevar a
cabo las
acciones
concretas.
Esto
ocurrió en
la mayoría
de los
procesos
revolucionarios,
que
llevaron a
la
independencia
en
Latinoamérica.
Karl Marx
tenía una
visión
idealizada
de las
revoluciones.
Las llamó
«parteras
de la
historia»,
por
considerarlas
eventos en
que
fuerzas
nuevas
rompían
los moldes
obsoletos
que las
aprisionaban,
alumbrando
sistemas
políticos
nuevos y
superiores.
La
revolución
americana,
que dio
lugar al
Día de la
Independencia
del 4 de
julio de
1776, fue
profunda,
impactante
y
duradera.
La
revolución
americana,
vino a
romper con
el
autoritarismo
de la
monarquía
inglesa.
Estados
Unidos, al
lograr la
independencia,
se
convirtió
en la
primera
república
democrática
representativa
de la
historia
de la
humanidad.
La
Declaración
de
independencia
se
entiende
como un
antecedente
de la
Declaración
de
Derechos
del Hombre
y del
Ciudadano,
lograda
tras la
revolución
francesa
de 1789,
que
recogía
las
pretensiones
democráticas
anheladas
durante
siglos por
los
sectores
más
progresistas.
La
república
democrática
representativa
se
sustentaba
en los dos
pilares
básicos de
toda
democracia:
el
sufragio
universal
y secreto
y la
libertad
de prensa.
Abraham
Lincoln
bautizó al
nuevo
sistema
como «El
poder del
pueblo,
para el
pueblo, y
por el
pueblo».
En
Colombia,
nadie
sabía
exactamente
qué iba a
pasar
aquel 20
de julio
de 1810,
pero en el
ambiente
algo se
respiraba.
Fue un
viernes,
día de
mercado y
el pueblo
en las
calles de
Santa Fe.
Indios,
blancos,
patricios,
plebeyos,
ricos y
pobres
empezaron
a apedrear
vidrieras
y a forzar
las
puertas
del
palacio.
El Virrey,
las
autoridades
militares
y los
españoles,
contemplaron
perplejos
el súbito
y violento
despertar
del
pueblo.
Acevedo
Gómez, uno
de los
jefes de
la
oligarquía
criolla,
reunió al
Cabildo y
constituyó
una Junta
de
Gobierno
que
sustituiría
al
virreinato.
Se firmó
el Acta de
Independencia,
que daba
la
soberanía
al pueblo,
arrebatándosela
al
«augusto y
desgraciado
Monarca
Don
Fernando
VII»
El 20 de
julio, el
movimiento
bogotano,
local,
definía lo
que iba a
ser el
territorio
de la
Nueva
Granada.
(Germán
Mejía).
La
declaración
de la
Independencia
del Perú,
representa
uno de los
hechos
importantes
en la
historia
de América
por la
liberación
del yugo
español.
Lima vivía
una gran
escasez de
alimentos
y la
población
reclamaba
la
presencia
del
libertador
argentino
José de
San
Martín,
que ya
había
conseguido
la
independencia
de
Argentina
y Chile.
Aquel 28
de julio
de 1821,
amaneció
lluvioso y
templado.
En la
Plaza de
Armas,
dieciséis
mil
personas
escuchaban
la
proclama
de San
Martín,
que
mostrando
la bandera
de Perú,
proclamó: «Desde
este
momento,
el Perú es
libre e
independiente
por la
voluntad
general de
los
pueblos y
por la
justicia
de su
causa».
¡Viva la
Patria!,
¡Viva la
libertad!,
¡Viva la
independencia!.
Quedaba
declarada
una nueva
nación,
emancipada
y libre.
El Frente
Sandinista
de
Liberación
Nacional,
(por César
Augusto
Sandino,
héroe de
la
resistencia
nicaragüense
contra la
ocupación
norteamericana
entre
1927-1933),
desde un
principio
se
manifestó
contra la
dictadura
de la
familia
Somoza,
contra la
influencia
norteamericana
y a favor
de
establecer
un régimen
socialista.
Sus
tácticas
guerrilleras
desencadenaron
brutales y
sangrientas
represalias
por parte
de la
Guardia
Nacional.
Bajo el
liderazgo
de Daniel
y Humberto
Ortega,
que
encabezan
la
revolución,
derrocaron
a la
dictadura
el 19
julio de
1979.
La
Revolución
Sandinista,
provocó
cambios
profundos
y
duraderos
en
Nicaragua.
En un
principio
se
confiscaron
las
enormes
posesiones
de los
Somoza y
se
nacionalizaron
las
principales
industrias,
aunque no
se aplicó
una
política
de
economía
centralizada
de estilo
soviético.
Los nuevos
gobernantes
trataron
de
introducir
cambios
políticos,
sociales y
económicos.
El nivel
de
analfabetismo
se redujo
significativamente
y los
grupos
marginados,
mujeres,
jóvenes y
población
rural
comenzaron
a
participa
más
activamente.
El
principal
problema
con el que
se toparon
fue la
Contra,
ejército
guerrillero
armado y
subvencionado
por la
administración
de Ronald
Reagan. En
1990, los
sandinistas
perdieron
el poder
en unas
elecciones
libres.
El 26 de
julio de
1953,
fuerzas
del
Ejército
Rebelde,
encabezadas
por Fidel
Castro
Ruz,
asaltaron
los
cuarteles
de
Moncada,
en
Santiago,
y Carlos
Manuel de
Céspedes,
en Bayamo.
El ataque
marcó el
inicio de
la
liberación
que se
hizo
realidad
el primero
de enero
de 1959.
Un
centenar
de
jóvenes,
irrumpió
en el
cuartel
para
levantar
el
espíritu
de
rebeldía
nacional y
encendía
la
antorcha
revolucionaria.
La
revolución
puso fin a
la
dictadura
de
Fulgencio
Batista,
que había
llegado al
poder en
1952 por
un golpe
de Estado,
con el
apoyo del
Ejército,
el
imperialismo
y la
burguesía.
Cuba vivía
en la
degradación
social
producto
de la
dominación
imperialista
y la
Habana era
un gran
burdel
donde se
divertían
los
norteamericanos
y hacía
grandes
negocios
la mafia.
Entre los
principales
logros de
la
revolución
cubana,
destacan
los
beneficios
en áreas
como
salud,
deporte,
cultura y
educación.
Es el
único país
latinoamericano
sin
desnutrición
infantil,
con la
esperanza
de vida
más alta
de América
Latina,
con una
escolarización
del cien
por
ciento,
ningún
niño
viviendo
en la
calle y
con acceso
universal
al sistema
de salud.
Todo, pese
al bloqueo
que sufre
la isla
por EEUU.
Poner fin
al bloqueo
es poner
fin a la
crueldad,
porque es
injusto y
viola los
derechos
humanos.
El bloqueo
contraviene
el
principio
de
igualdad
soberana,
principio
de no
intervención
y
principio
de
independencia.
Además es
inmoral
porque lo
sufre el
pueblo
cubano.
Solo los
cubanos
que viven
en la
isla,
deben ser
los
llamados a
reclamar
cambios
radicales
o
modestos.
Obama
intentó la
apertura y
Trump
vuelve
frustrar.
El 5 de
julio de
1811,
el
Congreso
de
Venezuela
declaró su
separación
de España,
mediante
el Acta de
la
Declaración
de la
Independencia,
que
establecía
la
igualdad
de sus
habitantes,
la
abolición
de la
censura y
la
libertad
de
expresión.
Se
consagraba
el
principio
constitucional
y se opuso
a
prácticas
políticas,
sociales y
culturales
impuestas
por el
Imperio
español
durante
300 años.
Hubo
guerras
por la
independencia.
En la
Batalla de
Carabobo,
el
Ejército
Republicano,
al mando
de Simón
Bolívar,
logró
vencer al
Ejército
español.
Con estos
acontecimientos,
creció el
espíritu
de
independencia
en América
del Sur,
bajo el
liderazgo
militar y
político
de Simón
Bolívar.
Hoy, otra
suerte de
revolución
sufre el
pueblo
venezolano;
veremos
como
termina.
Con las
revoluciones
pasa como
con la
lluvia,
que no
llueve a
gusto de
todos.
En España
también
tuvimos la
nuestra
rebelión,
con el
golpe de
Estado
fascista,
que
provocó
una guerra
de tres
años y
estableció
una
dictadura
de
cuarenta;
que
asesinó y
enterró en
fosas
comunes,
cunetas,
caminos o
en las
tapias de
los
cementerios;
rompió la
convivencia,
usurpó
derechos,
eliminó
libertades
y reprimió
los
derechos
humanos.