Por las
calles de Timisoara retumban los gritos de la multitud: ¡Abajo
Ceausescu! Todo se tornó un caos entre el 16 y 22 de diciembre. Fuego
en las calles, violencia entre Ejército y la ciudadanía, y muertos.
Había dado comienzo la revolución de 1989 que derrocaría al régimen
comunista y que se saldó con un millar de muertos y Nicolae y Elena
Ceausescu ejecutados ante las cámaras de televisión tras un juicio
sumarísimo. Rumania fue el único país del bloque del Este donde la
transición desde el socialismo al capitalismo implicó la ejecución de
sus líderes.
Tras la
muerte de Leonid Brézhnev en 1982, se debatió sobre quien sería el
sucesor en la dirección del PCUS. Entre los posibles sucesores se
encontraba Yuri Vladímirovich Andrópov, que era entonces el jefe del
KGB. Ceausescu cometió un error imperdonable. Apareció en televisión
afirmando que Andrópov no era el candidato mas adecuado para suceder a
Brézhnev en la dirección del partido. Finalmente Andrópov fue elegido
Secretario General del PCUS y un año más tarde Presidente del
Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética hasta su muerte
quince meses más tarde. Desde entonces, la suerte de Ceausescu quedó
marcada.
El 21 de
diciembre llegaron a Timisoara varios trenes cargados de obreros
procedentes de Oltenia. La intención del gobierno rumano era
emplearlos para reprimir las protestas, aunque finalmente los obreros
oltenos terminaron por unirse a los manifestantes: «Ayer, el jefe de
nuestra fábrica y del Partido nos reunió, nos armaron con garrotes y
dijeron que magiares y hooligans estaban destruyendo Timisoara, y que
debíamos venir para ayudar a controlar los disturbios. Pero hoy, sé
que no era cierto»
Sam Marcy, del Workers World Party,
escribió después del golpe de estado en diciembre,
que en aquellos momentos ya estaban claros los objetivos de la
transición radical hacia el capitalismo impuesto por Washington y
Moscú y convertir a Rumania en una colonia dependiente de los
intereses de las grandes multinacionales occidentales. En su artículo,
hace historia sobre los protagonistas del golpe de estado: generales
que procedían del ejército fascista rumano en la Segunda Guerra
Mundial, porque nunca se había hecho limpieza ideológica entre el
colectivo. También que, en ningún momento, los trabajadores
participaron en la ejecución del plan.
El número
total de muertos que produjo la Revolución rumana fue de 1104, de los
que 162 ocurrieron durante las protestas que pusieron punto final al
régimen y el resto, 942, en los disturbios ocurridos antes de la toma
del poder por parte de una nueva estructura política del Frente de
Salvación Nacional (FSN). Los actos violentos, motivaron el abandono
del poder por parte del dictador y su huida de Bucarest en compañía de
su esposa. Tras ser capturados, fueron enjuiciados por un tribunal
militar creado ex profeso para procesarlos. El día de navidad
de 1989, Nicolae y Elena fueron juzgados y condenados a muerte. La
sentencia fue dictada por el tribunal bajo los cargos de genocidio
−más de sesenta mil víctimas−, daño a la economía nacional,
enriquecimiento ilícito y abuso del poder contra el pueblo rumano.
Durante el juicio Ceausescu no reconoció la
autoridad del tribunal, y solo declararía ante la Gran Asamblea
Nacional, que había sido ya abolida por el gobierno de Iliescu y el
FSN. Ese mismo día fueron fusilados. Las primeras imágenes de los
cadáveres fueron difundidas por la televisión rumana días después del
ajusticiamiento. El 26 de diciembre no había ninguna duda: la
ejecución de Nicolae Ceausescu y de su esposa,
fue un asesinato sin disimulo. Formó parte
de un golpe de estado llevado a cabo por las fuerzas más reaccionarias
de la cúpula del ejército, en colaboración con los restos de la vieja
clase burguesa dirigente de Rumania y otros apoyos exteriores.
Según el coronel Paulian Păsărin, jefe del
Servicio de Contraespionaje rumano desde 1974 hasta diciembre de 1989,
en diciembre de 1989, no hubo ninguna revolución, sino que los
acontecimientos que llevaron al derrocamiento de Nicolae Ceausescu y a
su fusilamiento, fue planificado mucho tiempo antes por la Unión
Soviética y Estados Unidos. Păsărin murió en el año 2007, dos años
después de realizar estas declaraciones. Sus ultimas palabras parece
que fueron: «A
mi también me lo hicieron pagar».
Paulian
Păsărin no utiliza el término revolución, porque según él no sucedió
nada parecido. Mucho tiempo antes se conocía en los servicios de
información lo que podría ocurrir, desde el suceso de Ceausescu sobre
Andrópov. La red de información estaba formada por los servicios de
inteligencia soviéticos y norteamericanos, y con la colaboración de
israelíes y serbios. El primer partido comunista que rompió relaciones
con Rumanía fue el de los yugoslavos, al frente del cual estaba
Milosevici. De otra parte, la principal puerta de entrada de tropas en
Rumania, que hicieron estallar los acontecimientos en Timisoara, fue
la frontera serbia.
En aquel
entonces, Gorbachov quería la sustitución de Ceausescu y que Rumania
aceptara su Perestroika. Es decir, cambiar al presidente e iniciar la
apertura, que llevara a un mayor grado de libertad, pero dentro del
Socialismo en un solo país. Gorbachov era el ahijado político de
Andrópov y fue jefe de la Dirección de Propaganda del KGB, por lo que
sabía como había que hacer las cosas. En la última reunión de los
jefes de Estado de los países del Tratado de Varsovia en Moscú,
Gorbachov se vio con Ceausescu, para advertirle de que tenía que hacer
cambios y retirarse −como ya lo habían hecho Honecker, Brejnev o
Jivcov−, tras el próximo XIV Congreso del Partido Comunista Rumano. La
respuesta de Ceausescu fue categórica: eso era un asunto de su partido
y de su pueblo y no admitía amenazas. Su suerte seguía el camino
marcado.
Para el historiador Francisco Veiga, la
revolución rumana fue
«un suceso bastante oscuro». Él lo divide en
tres fases. La primera entre los días 16 y 19 en Timisoara, donde
reinó una «enorme confusión» y aunque se sospechó, no se llegó a
confirmar nunca que intervenía el espionaje húngaro. La segunda fase
del levantamiento se desarrolló los días 20 y 21 en Bucarest. El
dictador Ceaucescu, en un ejercicio de afirmación de poder, organizó
una manifestación popular. Desde el balcón de la sede del Comité
Central dio el que sería su último discurso. Durante el mitin, alguien
tiró un petardo que sembró gran desconcierto; hubo un apagón
informativo durante tres minutos y la ciudadanía salió a la calle. La
policía ya no pudo controlar nada. Poco después, el Ejército se pasó
al bando revolucionario. El día 22, Nicolae y Elena Ceaucescu huyen en
un helicóptero a Targoviste, pero en una emboscada son atrapados,
juzgados, condenados a muerte y ejecutados. «Os amaba a todos como una
madre»: fueron las últimas palabras de Elena Ceaucescu antes de su
muerte.
El 24 de
diciembre, Bucarest fue nuevamente escenario de enfrentamientos entre
la disidencia y los grupos leales a Ceausescu. La ciudad continuaba
bajo vigilancia de la policía y el ejército. Las llamadas actividades
terroristas continuaron hasta el 27 de diciembre, cuando concluyeron
abruptamente. Con la ejecución de los Ceaucescu, el Frente de
Salvación Nacional liderado por Ion Iliescu, miembro del PC al que
Ceaucescu había relegado, tomó el poder. «Iliescu representó la
continuación del régimen aunque con rostro humano».
Si entonces
la mayoría de la gente creíamos las argumentaciones sobre la caída
natural y espontánea del socialismo en la URSS y en los países
socialistas del este europeo, ahora parece que todo fue un cuento de
navidad y Gorbachov un oportunista del eurocomunismo. Tiempos después
volvió a suceder lo mismo con las falsas revoluciones árabes en Túnez,
Egipto, Libia o Siria.
La
revolución es un cambio violento y radical (también puede ser
pacífico) en las instituciones políticas de una sociedad, para
conseguir la justicia social, el derecho al bienestar y contra las
dictaduras. Visto lo visto solo algunas revoluciones vienen por la
voluntad y manifestación espontánea del pueblo. La mayoría son
provocadas por los que lo organizan todo, para disimular la
intervención externa y ocultar sus intereses espurios. La de Rumanía
fue televisada en directo y yo la presencié.