Fue un 20
de diciembre de 1973, cuando Carrero Blanco moría en un atentado
perpetrado por ETA. Y es que Madrid ha sido escenario de un número
considerable de atentados contra gobernantes. Voy a recordar algunos
acontecimientos que marcaron época por la trascendencia política y por
la sangre vertida en sus calles, «donde se cruzan los caminos, donde
el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo…»,
sucedió en Madrid.
Han sido
muchos acontecimientos trágicos y no serán los últimos en la historia
de los magnicidios en Madrid. Los reyes Alfonso XII y su hijo;
Canalejas en la Puerta del Sol, seguía la estela de Prim, acribillado
en la calle del Turco. A estos, se sumarían los asesinatos del
presidente Eduardo Dato y el de Carrero Blanco. ETA, el GRAPO y otros
tantos grupos terroristas, hasta que aparecieron los yihadistas, con
España como objetivo de Al-Qaeda. Desde el 12 de abril de 1985 en el
restaurante El Descanso, al 11M de 2004 en Atocha.
El joven rey Alfonso XII, cabalgaba al frente de
sus generales por la calle Mayor. Era el 25 de octubre de 1878. Venía
de inspeccionar las provincias del Norte, donde había ido a combatir a
los carlistas.
Fue el primer rey que marchaba a la guerra desde Felipe V.
A la altura del número 93, un joven disparó contra Alfonso. Ninguno de
los tres tiros de Juan Oliva alcanzó al Rey ni a nadie de la comitiva;
Oliva era un tonelero anarquista. El obrero catalán, fue juzgado por
un delito frustrado de lesa majestad, con agravantes de alevosía y
premeditación. Fue condenado a la pena de muerte, que se cumplió por
garrote vil, el 4 de enero de 1879, en el Campo de Guardias de
Chamberí (actual Canal de Isabel II). El anarquismo había actuado por
primera vez en España.
A unos 150 metros, años después, su hijo Alfonso
XIII también salió ileso. Madrid a principios del siglo XX, dejaba de
ser aquel pueblo castellano polvoriento y la monarquía española
estrenaba reina.
El 31 de mayo de 1906, el anarquista Mateo Morral atentó contra la
carroza real y la comitiva que regresaba de
la Iglesia de San Jerónimo. El rey Alfonso se había casado con la
princesa Victoria Eugenia de Battemberg y Madrid engalanada era una
fiesta. Desde un balcón del tercer piso del número 88 de la calle
Mayor, fue lanzada la bomba contra la carroza y la multitud que se
agolpaban a su paso. Los reyes salieron ilesos, pero hubo 28 personas
muertas y multitud de heridos.
Al pasar por la Puerta del Sol recuerdo el lugar
en el que José Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros, fue
asesinado en 1912. «Han
matado a Canalejas, ¡qué horror!». Todo
ocurrió en la mañana del 12 de noviembre, en una época en la que los
presidentes se desplazaban andando por las calles sin levantar
demasiado revuelo. A las 11.25, se detuvo frente a la desaparecida
librería San Martín, momento en el que un hombre de aspecto joven, se
acercó al presidente y le disparo con una pistola Browning. El
criminal hizo un segundo disparo con Canalejas en el suelo. Nunca se
aclararon las razones del asesinato. Todas las hipótesis apuntaban a
una conjura anarquista. El asesino fue reducido a golpes por un
policía de escolta y cuando se percató de que no tenía escapatoria, se
suicidó pegándose un tiro en la cabeza.
Eduardo Dato fue asesinado por revolucionarios
de alquiler y pistoleros profesionales en la Puerta de Alcalá. Era un
9 de mayo de 1921, cuando el presidente del Consejo de Ministros, fue
asesinado con una Mauser C96 Pistole.
El asesinato se desarrolló de una forma insólita e inaudita, por tres
jóvenes: Matéu, Nicoláu y Casanellas, a
bordo de una moto Indian con sidecar. En el tiroteo se produjeron
veinte disparos, de los que dieciocho impactaron en el coche, tres de
ellos en el cuerpo del presidente, mortales de necesidad. Dato había
tenido presentimientos de que su fin estaba próximo. Sostuvo una
conversación con su entrañable amigo el conde Bugallal a quien
participó sus temores. Tan preocupado llegó a estar que redactó en una
cuartilla las disposiciones para su entierro. Los asesinos actuaron
con total impunidad gozando de armas de lujo, dinero en abundancia y
fuga garantizada. Todo parece que habían matado a Eduardo Dato por
tolerar la «ley de fugas» que se aplicaba con ahínco en Barcelona.
Antes, en 1870, había sido asesinado el general
Juan Prim y Prats, presidente del Consejo de Ministros y ministro de
la Guerra.
El 27 de diciembre de 1870, acude al Congreso para votar la aprobación
del presupuesto de la Casa Real. El nuevo
monarca, Amadeo I de Saboya desembarcaría en Cartagena tres días
después. Eran alrededor de las 19:30 y caía una espesa nevada. El
general, instalado en su berlina verde tirada por dos caballos siguió
su ruta habitual, cuando a su paso por la calle del Turco (actual
Marqués de Cubas), sufrió el atentado. Hoy se sigue especulando sobre
la autoría del crimen. Su muerte está repleta de versiones, conjeturas
y dudas. Un magnicidio sin nombre ni rostro de los conspiradores. Un
asesinato con múltiples preguntas que aún siguen sin respuesta. «Mi
general, a cada cerdo le llega su San Martín» le espetó un diputado en
los pasillos del Congreso aquella tarde; frase lapidaria teniendo en
cuenta lo que sucedería después. Todavía suena cancioncilla de la
época: «En la calle del turco mataron a Prim, sentadito en su coche
con la Guardia Civil».
Era un 20
de diciembre de 1973, cuando ETA, por si sola o con ayuda de otros,
atentó contra el almirante Luis Carrero Blanco, recién nombrado
presidente del gobierno. En la explosión murieron el chofer y el
escolta. El asesinato provocó un hondo impacto en la sociedad
española. Suponía el mayor ataque contra el régimen franquista desde
la Guerra Civil. En su libro La agonía del franquismo, Juan Luis
Cebrián apunta: «Obsesionado lo mismo por el marxismo que por el
judaísmo y la masonería, enemigo del liberalismo y de la democracia».
A principios de aquella década, la sociedad comenzaba a mostrar una
cierta voluntad de salir de las ataduras de la guerra civil. Carrero
resultaba ser el principal enemigo de cualquier posible reforma
democrática y el mayor valedor del franquismo después de Franco.
A las once
de la noche del mismo día 20, Radio París, informaba que ETA asumía la
autoría del atentado. Lo calificaba de «justa respuesta
revolucionaria» a las muertes de nueve miembros de la organización a
manos de la Guardia Civil y constituía «un avance en la lucha contra
la opresión nacional, por el socialismo en Euskadi y por la libertad
de todos los explotados y oprimidos dentro del Estado español». Si ETA
reivindicó el atentado, Estados Unidos se encontraba cerca; su
embajada estaba ubicada a unos metros del lugar en donde los
terroristas habían cavado un túnel durante días.
Henry Kissinger, el día anterior había estado en
Madrid y se había entrevistado con Carrero. La documentación de la
embajada de EEUU en España desclasificada en 2008
señala la colaboración de los servicios secretos norteamericanos en el
magnicidio y explican que el mejor resultado
que puede surgir sería que «Carrero desaparezca de la escena». Estos
datos sumados al análisis de los explosivos empleados, apuntan a que
la base de Rota fue punto de paso y manipulación de los mismos. A
partir de aquel momento las fuerzas de seguridad tomaron conciencia
del grave problema que empezaba a suponer el terrorismo de la ETA para
el régimen. Pese a todo, contra pronóstico y sentido político, Arias
Navarro, ministro de la gobernación y responsable directo de la
seguridad de Carrero Blanco, le sucedió como Presidente del Gobierno.
Madrid siempre ha estado en el punto de mira de
ETA.
En 33 años, se produjeron 52 atentados, que se llevaron por delante la
vida de 126 personas. Las dos últimas
victimas fueron Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, en el
atentado de la T-4 en el aeropuerto de Barajas en 2006. No puede dejar
de recordar, que un 3 de noviembre de 1998, en una rueda de prensa,
junto con Yasir Arafat de visita en España, José María Aznar,
preguntado sobre la información que corría de una posible negociación,
respondió: «El Gobierno y yo personalmente he autorizado contactos con
el entorno del Movimiento Vasco de Liberación». Desde entonces
esta frase es de las que el PP quiere borrar de los libros de historia.
ETA había atentado contra Aznar en 1995.
Merece que trate en capítulo aparte, y lo haré,
los
atentados del 11 de marzo de 2004. Cuatro
ataques terroristas en cuatro trenes de cercanías de Madrid, cometidos
por una célula terrorista yihadista, que causaron la muerte de 193
personas y más de dos mil resultaron heridos. Con el terrible ataque,
que conmocionó a la población europea, se empezó a estudiar y analizar
la influencia real del movimiento yihadista en Europa y de sus
tentáculos en el mundo.
Acontecimientos que marcaron época por la trascendencia política y por
la sangre vertida, por complots políticos y por la intransigencia de
algunas ideas. Poco se ha conseguido con tanto dolor causado.
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