El 20 de
diciembre de 1973, el almirante Luis Carrero Blanco, jefe del Gobierno
y mano derecha de Franco, fue asesinado por ETA. Los Estados Unidos de
América no se encontraba muy lejos. Esa mañana, en el Tribunal de
Orden Público comenzaba el juicio del Proceso 1001 contra la cúpula
del sindicato ilegal Comisiones Obreras.
A la una de
la tarde Radio Nacional de España emitió el primer comunicado del
Gobierno, en el que no se menciona que se trata de un atentado
terrorista: «Esta mañana se ha producido una importante explosión,
cuyas causas aún se desconocen. [...] El almirante Carrero Blanco, que
pasaba en su coche por el lugar de la explosión en el momento de
ocurrir el hecho, ha sufrido graves heridas a consecuencia de las
cuales falleció poco después. [...] Ha asumido automáticamente la
presidencia don Torcuato Fernández Miranda». Fernández Miranda logró
convencer a Franco de que se informase a los españoles de que Carrero
había sido víctima de un atentado. Horas después, la Dirección General
de Prensa reconoció que «se ha tratado de un criminal atentado».
La
conmoción fue total entre las filas del régimen; también entre la
oposición. El atentado condicionó los últimos años del franquismo y a
la misma Transición a la democracia. Carrero blanco fue reemplazado
por Carlos Arias Navarro, ministro de Gobernación y encargado,
precisamente, de su seguridad. La oposición democrática había
demostrado que su capacidad de movilización era limitada y el
franquismo, aunque en crisis, seguía estable en el poder.
El primer presidente del Gobierno en quien el
dictador se atrevió a delegar las funciones ejecutivas, sale de un
céntrico cine de Madrid, acompañado por su escasa escolta.
Habían visto Chacal, de Fred Zinnemann.
En la trama, un mercenario contratado por la Organisation de l´Armée
Sècrete (OAS), intenta acabar con la vida del presidente Charles de
Gaulle, en venganza por conceder la independencia de Argelia. El
comentario de Carrero a sus guardaespaldas fue: "eso sólo ocurre en
las películas".
El 20 de
diciembre, como cada mañana, el presidente del Gobierno, sale de su
casa en la calle de los Hermanos Bécquer y se dirige a la iglesia de
los jesuitas de la calle Serrano, frente a la Embajada norteamericana.
A las 10.30 tiene previsto reunirse con su Gobierno en Castellana 3,
para preparar el Consejo de Ministros de los viernes en El Pardo.
Tiene la costumbre de ir a misa de 9.30. Al terminar, se sube al coche
Dodge Dart negro sin blindar, al que sigue otro coche de vigilancia.
Toma la calle Maldonado, y gira en Claudio Coello, rodea la iglesia y
el convento, y a la altura del número 104, se produce una gran
explosión debajo del coche del presidente.
La
confusión es total. Uno de los escoltas del coche de vigilancia, tras
reponerse del golpe, transmite por radio un mensaje desesperado: "No
veo el coche del presidente". Poco después la radio de la propia
Policía Armada transmite: "Se ha encontrado un coche en la azotea del
convento de los jesuitas y parece ser que es el presidente del
Gobierno, y parece ser que está muerto". Las autoridades,
desconcertadas, se agarran a la hipótesis de una explosión de gas.
Este es el retrato que Antonio Elorza, hacía del
almirante en su artículo
La muerte del valido de Franco:
"Lo propio de Carrero es la contrarrevolución, el anticomunismo a
ultranza, la satanización de la masonería, de acuerdo con una visión
conspirativa de la historia en que las fuerzas infernales tratan de
imponerse hasta la aparición de una cruzada salvadora como la
encabezada por Franco: El diablo inspiró al hombre las torres de Babel
del liberalismo y del socialismo, con sus secuelas marxismo y
comunismo, y la masonería a modo de instrumento para su penetración.
España quiere implantar el bien, y las fuerzas del mal, desatadas por
el mundo, tratan de impedírselo".
Hacia el
mediodía ya se había confirmado la muerte de los tres ocupantes del
vehículo, aunque seguía sin saberse oficialmente la causa. Pero, a las
23 horas, ETA reivindicó la autoría en medio del estupor general.
Declaró que lo había hecho en venganza por los militantes vascos
asesinados y en nombre de la liberación nacional del pueblo vasco.
Mientras tanto, a lo largo de ese día se había descubierto el túnel y
las autoridades confirmaron que, efectivamente, se trataba de un
atentado. "Un accidente por fuga de gas"; así calificaba la CIA la
muerte de Luis Carrero Blanco. La agencia de espionaje remitió un
cable al presidente de Estados Unidos: "no hay evidencias de
sabotaje".
Los servicios de seguridad se mostraban
incrédulos ante la capacidad operativa que ETA había demostrado.
Esta incredulidad también se trasladó a diferentes sectores de la
sociedad, incluyendo a la oposición, lo que dio pábulo a una posible
conspiración de la CIA relacionada con la reciente visita de Kissinger.
Según los defensores de esta teoría, alentada por la agencia soviética
Tass, el motivo sería que Carrero no aceptaba la integración de España
en la OTAN.
ETA, en un
principio, urdió el secuestro del almirante, para pedir un canje por
presos, pero el refuerzo de la escolta, al ser nombrado jefe de
Gobierno, hizo que el plan se modificase. Un grupo de tres etarras
alquiló un bajo en la madrileña calle de Claudio Coello, por la que
pasaba cada día Carrero. A principios de diciembre, se excavó un túnel
que finalizaba en medio de la calle. Para justificar el ruido, se dijo
a los vecinos que el inquilino era un escultor. Cuando finalizaron la
excavación, se acumularon 75 kilos de explosivos, que colocaron en
forma de T y que debían estallar cuando el coche pasase justo por
encima, como así ocurrió.
En junio de
1973, Franco, de 82 años y enfermo, nombró al almirante su primer
presidente del Gobierno. Sólo le impuso un ministro, el de
Gobernación, el exfiscal Carlos Arias Navarro, ex director general de
Seguridad y exalcalde de Madrid, conocido como carnicerito de Málaga
por su actuación vengativa como fiscal en la capital de la Costa del
Sol durante la posguerra. Con el nombramiento, Franco había
desbaratado una operación que llevaba fraguando meses el "movimiento
vasco de liberación".
Con la
muerte del almirante se abrió en España una época convulsa que
preocuparía mucho a EEUU y más cuando se debía renovar el acuerdo
militar, que permitía el mantenimiento de sus bases militares en suelo
español. La extrema derecha del régimen −el búnker−, se reforzó y
pidió sangre. Como consecuencia de todo aumentó la represión y se
produjeron las ejecuciones de 1974 y 1975. El entonces príncipe Juan
Carlos y el sector moderado perdieron el apoyo que les garantizaba una
sucesión tranquila tras la muerte de Franco. En cuanto al sorprendente
nombramiento de Arias Navarro como nuevo jefe de Gobierno, cabe
atribuirlo a la influencia que la esposa de Franco, Carmen Polo y su
camarilla, tenían sobre el debilitado dictador.
La proximidad de la embajada de EEUU, a escasos
cien metros del lugar del atentado, donde el vicepresidente
norteamericano había estado hasta la víspera, hacía muy difícil la
preparación del ataque sin levantar sospechas de los servicios
secretos españoles y norteamericanos.
En el comunicado hecho público por ETA señalaba
explícitamente que no había existido ninguna colaboración de la CIA
y explicaba que "Carrero había sido asesinado porque era una pieza
fundamental e insustituible del Régimen y representaba el franquismo
puro". La documentación de la embajada de EEUU en España,
desclasificada en 2008, señalaba la colaboración de los servicios
secretos norteamericanos en el magnicidio y explicaba que "el mejor
resultado que puede surgir sería que Carrero desaparezca de la
escena". Estos datos sumados al análisis de los explosivos empleados,
tanto en la ejecución material del crimen, como en la segunda bomba
colocada en un vehículo que no llegó a explosionar, apuntan a que la
base de Rota, fue punto de paso y manipulación de los explosivos.
El consenso
de los historiadores es que la muerte del presidente del Gobierno no
cambió el curso de la historia que acabaría en la Transición. El
cambio de Régimen no dependía de una persona, pero la muerte del
almirante facilitó el paso a la democracia, y quizá aceleró la
decrepitud de Franco, y evidenció que no todo estaba tan "atado y bien
atado". El llanto en público de un Franco tembloroso, dando el pésame
a la viuda del almirante fue la imagen más poderosa del declive del
Régimen. Carrero fue un duro pero incorruptible representante de un
Régimen que hizo de la corrupción su esencia.
A pesar de
que las autoridades iniciaron una investigación para aclarar los
hechos, el caso quedó archivado al comienzo de la Transición y nunca
se esclarecieron todas las circunstancias. Los autores del atentado
que formaban el comando Txikia −Aragala, Kiskur y Atxulo−, tampoco
llegaron a ser juzgados por estos hechos, al beneficiarse de la Ley de
Amnistía de 1977.
Cuando
Carrero Blanco voló a los cielos de Madrid, comenzó una nueva historia
en España