Hay muchas
razones para protestar y no quiero dejar de hacerlo por ninguna.
Discúlpenme que me repita en la teoría, pero la democracia no consiste
solamente en participar en un periodo de tiempo determinado, votando
en elecciones generales, autonómicas o municipales. La democracia es
participación, y cuanta más participación mayor calidad adquiere el
Sistema. Hoy protesto por las pensiones, contra la injusticia en la
Justicia, la sanidad y por la indecencia de la corrupción.
Estos días hay razones para protestar. La
decisión de la Audiencia de Navarra de poner en libertad a los cinco
violadores condenados, miembros de la autodenomina manada, es para
protestar. Algunos quieren hacernos creer que los ponen en libertad
por ser inocentes, pero son culpables de violación según los hechos
probados, aunque la sentencia condena por «abuso sexual continuado».
No pararé hasta que la Justicia reaccione, el Gobierno actúe y tengan
en cuenta la voluntad del pueblo. Justifican la libertad, porque la
«alarma social no es un criterio válido a los efectos de apreciar la
necesidad de la prisión provisional». El
presidente del TSJA aboga por revisar el Código Penal pero
«sin hacer una justicia a golpe de manifestaciones».
Pero no es eso. El pueblo es soberano del que surgen los poderes del
Estado. ¿Suena a demagogia?, pero no lo es; «Cuando la injusticia se
convierte en ley, la rebelión se convierte en deber» (Thomas Jefferson).
Yo protesto por la situación en la que se
encuentra las pensiones y su futuro.
Hay que promover una reforma de la Constitución
que incluya la prohibición expresa que impida a los gobiernos tocar,
recortar o privatizar, total o parcialmente el sistema público de
pensiones. Un artículo que recoja como obligación constitucional el
mantenimiento del poder adquisitivo real de las pensiones, y por tanto
la imposibilidad de que ningún tipo de medida, ya sean recortes,
subidas de impuestos, copagos, aumento de las tarifas de los servicios
básicos o cualquier otra pueda afectar a las pensiones, excepto
aquellas que sean favorables. Protesto y exijo que se blinden las
pensiones en la Constitución. Tocar las pensiones es cruzar una línea
roja que no debemos permitir.
Hay que protestar por el deterioro que sufre la
sanidad pública.
Desde 2009 se vive un continuo proceso de recortes, deterioro y
privatizaciones que ponen en peligro el sistema a medio plazo.
Los recortes, que superan los 10.000 millones de euros ha significado
la disminución del personal sanitario, el cierre de camas, quirófanos,
consultas, aumento de las listas de espera y empeoramiento de la
calidad de la asistencia.
UGT ha denunciado la cronificación de las listas de espera en la
sanidad pública. Más de medio millón de
pacientes esperaban para ser operados en diciembre de 2017 y más de 2
millones esperaban para primera consulta y especialidades básicas. Las
privatizaciones que han aumentado, encarecen los costes del sistema
sanitario y empeoran la calidad de las prestaciones. Con todo, la
exclusión sanitaria, que ha dejado fuera de la cobertura a inmigrantes
en situación irregular y con los copagos, a los menos favorecidos
económicamente.
El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo
General del Poder Judicial, Carlos Lesmes,
advierte de que más del 60% de los juzgados está «claramente
sobrecargado» y que «mientras no se lleve a
cabo una gran reforma organizativa» de la Justicia, difícilmente se
podrá superar la situación. Ha recordado que el número de causas
judiciales en España sigue siendo elevada frente a países de nuestro
entorno y es una situación difícilmente sostenible. Yo protesto por la
situación que perjudica gravemente a derechos y libertades, y porque
Lesmes lo diga ahora, en vez de haberlo dicho y exixgido de forma
contundentemente al Gobierno del PP en lugar de templar gaitas.
Y protesto contra la corrupción generalizada que
estamos soportando y me sumo a todas las iniciativas que se promuevan
para finalizar con esta lacra. Por eso me he sumado a la
reivindicación de los denunciantes de casos de corrupción, que
demandan, para dar jaque a la corrupción,
aprobar la ley para proteger a los alertadores, que lleva más de seis
meses atascada en el Congreso por la
inacción del PP. La Ley Integral de Lucha contra la Corrupción y
Protección de los Denunciantes no saldrá adelante este curso político
que tanto la ONU como la OCDE, la consideran básica para la lucha
contra la corrupción. Fue bandera electoral de PSOE, Podemos y Cs en
las pasadas elecciones pero ha quedado atrapada en un cajón. España es
el único país de los 37 de la OCDE que no tiene prevista ninguna
protección específica para los denunciantes de corrupción ni mediante
una ley propia ni en el articulado de otras normas.
Dice la
Constitución que los poderes públicos
promoverán las condiciones favorables para el progreso social y
económico y de manera especial realizarán una política orientada al
pleno empleo. También establece que los poderes públicos mantendrán un
régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que
garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante
situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo; o que se
reconoce el derecho a la protección de la salud y que compete a los
poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de
medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios.
Si, ya se
que los derechos anteriores no tienen la consideración de derechos
fundamentales y que por tanto no están protegidos constitucionalmente;
ya se que sólo son mandatos orientadores, principios rectores, que los
poderes públicos regularán o no siguiendo su voluntad, incluso
eliminar, como así ha ocurriendo, a favor de otros intereses
particulares, que no generales.
Cuando un gobierno se desentiende de proteger y
regular derechos que la Constitución promueve,
la ciudadanía desprotegida adquiere la legitimidad para reivindicar
sus derechos y anhelos para una vida digna.
La manifestación de la protesta pacífica nunca puede ser penalizada
como lo está siendo.
La
ciudadanía que se sienta afectada por las decisiones de los poderes
públicos, tiene derecho a manifestar públicamente sus disgusto o
malestar, a través de asociaciones, sindicatos o partidos políticos;
pero también a ejercer ese derecho por si misma, sin intermediarios
que la represente, en manifestaciones y reuniones.
Se ha
deteriorado el pacto social; se ha resquebrajado el consenso
constitucional y la legitimación democrática se está utilizando en
contra de la mayoría. Si esto es así, es que el sistema ha abandonado
a la ciudadanía y el Estado ha fallado en la garantía de servicios
básicos. Contra el Estado fallido, yo protesto.