Nos han
convocado a elecciones generales para el próximo 10 de noviembre,
cuya precampaña está siendo bronca y no lo será menos la campaña,
con España en el punto de mira con fondo en Catalunya. El Gobierno
confía en que la gestión que haga sobre la crisis catalana, será
determinante para los resultados. De otra parte, la pugna electoral
entre el PP y Cs, elimina, de momento, cualquier colaboración con
Pedro Sánchez.
En
España, el poder solo respeta la ley cuando se aplica a la clase
menos favorecida, y solo respeta la institucionalidad cuando la
gente vota a las opciones del poder; por eso se repiten las
elecciones. Para el poder, la ciudadanía votó mal el 28 de Abril. En
cuatro años hemos celebrado elecciones generales en diciembre de
2015, junio de 2016, abril de 2019 y ahora, la cuarta vez, siete
meses después. Esta situación pone al Sistema al borde de
convertirse en fallido. El régimen político vigente, oligarquía de
partidos, cumple pocos requisitos para que sea considerado un
sistema plenamente democrático. Para cumplir con los requisitos
mínimos, es necesario abrir un proceso constituyente por una nueva
Constitución, que sustituya a la actual por su procedencia histórica
y por la monarquía franquista que representa.
El presidente del Gobierno en funciones, con
un discurso en clave preelectoral,
culpó a PP, Cs y Unidas Podemos del
estancamiento y bloqueo. Sánchez, sin asumir ningún tipo de
responsabilidad, carga duramente contra UP acusándoles de no haber
posibilitado un gobierno progresista, mientras que Iglesias ha
calificado de "error histórico" rechazar el gobierno en coalición
con su partido y asumir la repetición de comicios.
Gobierno y partidos convierten los disturbios
en Catalunya, tras la sentencia del procès, en munición electoral.
Entre las luces cortas y la mirada larga, el Gobierno eligió las
primeras; Catalunya como tentación
estratégica, para que el electorado corone a Pedro Sánchez adalid de
la estabilidad en medio de las reivindicaciones soberanistas. De los
partidos autodenominados constitucionalistas españolistas, cuatro
han elegido España, como lema para sus mensajes. El partido del
presidente del Gobierno en funciones, elige "Ahora, España", slogan
que suena más a 1492 que a la España actual, pretendiendo disputar
el voto a la derecha, pese a que los sondeos publicados muestran una
tendencia de estancamiento a la baja.
Por el contrario, los populares de Casado, con
un tono de voz moderado, pero con mensajes incendiarios, exigiendo
mano dura en Catalunya, están en posición de alza, en votos y
escaños, lo que demuestra que en la competición de españolismo y
anti independentismo gana la derecha, ahora con su lema "¿Izquierda
o Derecha? España;
por todo lo que nos une", que suena a lo
más rancio del nacionalsindicalismo.
Ciudadanos, según las últimas encuestas, se
hunde con un Albert Rivera al borde un ataque de nervios, una
Arrimadas difuminada y una Lorena que tiene el libro de los insultos
de cabecera. La formación naranja perdería treinta escaños y
quedaría en quinto lugar. El lema españolista de Cs es: "España en
Marcha", que suena a la interjección que emplea el ejercito −¡ar! −,
como orden de cumplimiento inmediato.
La pérdida del número de votantes sería histórico,
por su continuo cambio de orientación, táctica y estrategia, con una
durísima oposición a Pedro Sánchez, al que acusa de formar una banda
con los independentistas para traicionar a España.
Del partido de Abascal y Smiht, poco quiero ni
hablar, por su discurso de enfrentamiento y guerra civil. Su slogan
españolista "España siempre" suena al más rancio franquismo,
pidiendo al Gobierno en funciones que declare el estado de alarma,
excepción y sitio en Catalunya. Las
encuestas prevén un nuevo reforzamiento de la ultraderecha española,
que se colocaría como cuarta fuerza en el Congreso.
Podemos mantiene desde 2015 que la receta
contra la crisis catalana es el diálogo y un referéndum pactado, una
propuesta que lo diferencia del resto de partidos de ámbito estatal
y que les puede pasar factura el 10N si el electorado se instala en
lo pasional. "En
esta campaña solamente se va a hablar de dos cosas: de Cataluña y de
la momia", decía Pablo Iglesias, asumiendo
que, junto a la exhumación de Franco, estas elecciones van a estar
marcadas por la sentencia del "procès", la respuesta independentista
y los disturbios en Barcelona. Según proyección realizada a partir
de las últimas encuestas, Unidas Podemos sería la tercera fuerza con
un 12,7% de los votos, más de punto y medio por debajo del 28A, que
se irían a la formación traidora, Más País (como Más España, pero
sin decirlo), que obtendría el 4,8% de los votos.
Permítanme que me pare en Unidas Podemos, que
es la única formación que habla de otras cuestiones, más allá de
¡España!, y sí de los españoles y españolas. La dirección de Unidas
Podemos, en la presentación de su
Programa Electoral, exigen el cumplimiento
de los artículos sociales de la Constitución frente a "quienes solo
conocen el 155". Iglesias ha defendido el "artículo 128 que dice que
la riqueza del país estará subordinada al interés general". De otra
parte, puesto que los indicadores económicos prevén una nueva
posible crisis, y dado que tanto PSOE como PP quieren responder a
esa situación "gobernando juntos", la garantía para que la
preferencia de "los poderes oligárquicos" no se dé, es que Unidas
Podemos esté fuerte en las elecciones.
Las
razones que llevaron al 15M a la calle y al nacimiento de Podemos
siguen intactas. Hoy en día, en España hay muchos derechos de las
personas que no se respetan: el derecho a un trabajo digno y
estable, el derecho a una pensión suficiente, el derecho a una
vivienda asequible o el derecho a una sanidad pública de calidad.
Hay, al mismo tiempo, retos de país, que son también grandes
oportunidades de futuro, que siguen pendientes: una verdadera
transición ecológica, una revolución en la economía de los cuidados,
acabar con el machismo estructural y sus violencias o revertir la
despoblación en la España vaciada; Unidas Podemos apuesta por dar
respuesta a estas situaciones.
El
programa presentado por Unidas Podemos es, de hecho, todo lo
contrario a lo que hicieron PSOE y PP después de 2008. Es un paquete
de medidas que concreta lo que cada vez es un consenso más amplio
entre los economistas. Para afrontar las crisis, hace falta mejorar
los salarios y los derechos sociales (por decencia, pero también
para mantener fuerte el consumo interno); y el Estado tiene que
empujar con inversión pública en sectores estratégicos: la
innovación y la creación de empleo. Esto solo se puede hacer
recortando los privilegios fiscales de la banca, de las grandes
corporaciones y de las grandes fortunas, a la vez que se reduce la
presión impositiva sobre trabajadores y trabajadoras, autónomos y
pymes, para así aumentar los ingresos del Estado.
En las
elecciones del 10 de noviembre, hay que elegir adónde vamos y el
camino se bifurca en dos futuros muy distintos. En uno, está el
antiguo bipartidismo que se fortalece, donde los derechos de las
personas se siguen violando y los retos de país siguen pendientes.
Al final de ese camino, cuando llega la nueva crisis, el Gobierno
hará lo mismo que hicieron PSOE y PP en la última: austeridad,
recortes y apretarse el cinturón para los de abajo. Lo llamaron
crisis y la mayoría de la sociedad sufrió retrocesos, aumentando el
número de millonarios y los beneficios de las grandes corporaciones
crecieron.
En el
otro camino, no se cumplirán los planes de los poderosos y de los
partidos que trabajan para ellos. Al final del segundo camino, los
españoles habremos recuperado parte de nuestros derechos, y la vida
de las personas será un poco más segura y estable. Los retos y las
oportunidades del futuro será lo que jóvenes, mujeres, pensionistas
y habitantes de la España despoblada han puesto encima de la mesa en
las calles.
Por
cierto, la diferencia entre los dos caminos es muy sencilla: en el
segundo está Unidas Podemos en el Gobierno; en el primero, no.