En España
también tuvimos nuestras revoluciones. Fue en 1917 cuando los
conflictos sociales, económicos y militares convulsionaron España; y
en Octubre de 1934 con el objetivo de subvertir el orden, por las
contrarreformas antisociales del gobierno de turno y la amenaza del
fascismo internacional. La revolución en España tuvo nombre propio:
Asturies; donde los obreros de la industria y los mineros
fueron protagonistas.
En 1933,
los socialistas perdieron las elecciones generales. El gobierno de
la derecha radical salido de las urnas, con el apoyo parlamentario
de la ultraderechista y católica Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA), inició una política de contrarreformas, sobre lo
reformado por los anteriores gobiernos republicano-socialistas. Esta
política produjo un giro radical en la estrategia del PSOE y de la
UGT, que abandonan la vía parlamentaria para alcanzar el socialismo.
La
izquierda había perdido el poder parlamentario, pero la fuerza
social seguía intacta en la lucha por mejorar sus condiciones de
vida. Largo Caballero llevaba tiempo criticando la política de
colaboración de clases, la democracia burguesa y el sistema
capitalista. En enero de 1934, defendiendo la vía insurreccional,
asume la presidencia del PSOE y la secretaría general de UGT. El
programa del movimiento revolucionario, manifestaba: "Con el poder
político en las manos anularemos los privilegios capitalistas y
antes que ninguno el derecho que les da explotar a los
trabajadores".
Alejandro
Lerroux formó un gobierno, incorporando a tres ministros de la CEDA.
Ese mismo día, 4 de octubre de 1934, el comité revolucionario
socialista reunido en Madrid, tras contar con el apoyo de los
comunistas y de las Alianzas Obreras, convoca la huelga general
revolucionaria, que se iniciaría a las cero horas del día siguiente.
La revolución de Octubre había comenzado.
No fue
solo en 1917 y 1934, cuando los mineros y obreros de la industria
asturiana se levantaron contra la opresión y la injusticia. En 1962
se produjo una huelga silenciosa y pacífica, que puso en jaque al
gobierno de Franco. Comenzó en La Nicolasa y se extendió a La
Camocha, Altos Hornos de Vizcaya, Cataluña, El Ferrol, Sagunto y
Jerez.
La
belleza del paisaje es indescriptible en Aturias. Junto al mar,
altos acantilados que dejan ver en su hondura espuma y arena clara.
Continuos bosques poblados por hayas, nogales y castañaleos
oscuros. Olores permanentes que aturden el olfato y el sonar de los
cencerros. Jabalíes, corzos y el oso pardo que busca su alimento
cerca de las brañas. Monte salvaje, profundos valles, verdes prados
y la negrura de los tajos, los castilletes de las bocaminas y las
naves industriales. Y sus mineros y su gente.
Estamos
en Octubre de 1934, cuando se convocó la huelga general
revolucionaria, como instrumento para la insurrección. En Asturias,
antes de que amaneciera el día 5 de Octubre, fueron atacados los
cuartelillos de la guardia civil en las cuencas mineras. Daba
comienzo el movimiento huelguístico insurreccional decretado por el
Comité Revolucionario presidido por Largo Caballero. En la zona
minera de León y Palencia, el poder obrero duró cuatro días. En
Asturias hasta el día 18. El gobierno proclamó el estado de guerra y
envió al ejército para establecer el orden.
La
insurrección de Octubre no consiguió su objetivo final, al carecer
de organización, medios, armas, y planificación política y militar.
Faltó la unión decidida de las fuerzas proletarias; en Asturias la
unión fue determinante. También contó con la simpatía de los
partidos republicanos pequeño-burgueses. El hecho de que la CNT y la
FAI no secundaran el llamamiento revolucionario (salvo en Asturias),
fue una razón de su fracaso. En Madrid, el día 8 fueron detenidos
casi todos los miembros del comité revolucionario. El martes 9 Azaña
y Companys se entrega en Barcelona el día 14.
En
Oviedo, mil integrantes de las columnas obreras se apoderaron de la
zona sur de la ciudad, tomando el Ayuntamiento frente a las fuerzas
del ejército, guardia de asalto, miembros de la guardia civil y del
cuerpo de carabineros integrado por más de dos mil efectivos. Se
unieron a la revolución Trubia, Gijón, Mieres, Sama y La Felguera,
organizándose abastecimientos, hospitales de campaña y servicio de
ferrocarriles.
El día 8,
los obreros organizados, toman la fábrica de armas y dominan Oviedo.
Las tropas de López Ochoa, fueron rechazadas cerca de Trubia
(parroquia a 12 Km. del concejo de Oviedo) desde Avilés protegidos
por veintiún aviones. En la madrugada del 10, el crucero Cervantes
desembarca en Gijón a millares de Regulares de África, al mando del
teniente coronel Juan Yagüe que arrasa Gijón. En la tarde del jueves
11, López Ochoa −conocido desde entones por carnicero de Asturias−
entra en Oviedo.
Ese mismo
día, los socialistas Peña, Dutor y Antuña, contra la postura de
comunistas y anarquistas, proponen una retirada organizada. Se forma
el Segundo Comité constituido por jóvenes comunistas, que la
organizan militarmente. Se cuenta, que el día 13 de octubre, dos
muchachas, Aída Lafuente y Jesusa Penaos −militantes del comunismo
libertario−, armadas con una ametralladora, intentan cerrar el
avance de los legionarios en la cota de San Pedro de los Arcos, pero
no lo consiguieron. Las tropas mandados por el teniente ruso-blanco
Iván Ivanov, las remataron con la punta de sus bayonetas.
Los
mineros, en su retirada, constituyen el Tercer Comité Provincial,
formado por socialistas y comunistas, con participación de la CNT,
presidido por Belarmino Tomás, deciden instalarse en Sama. Los
mineros de Oviedo resisten 48 horas más. El día 18, todo perdido, se
negocia la capitulación: el Comité depondrá las. Los mercenarios
africanos entraron en cabeza y de que manera. El último llamamiento
del Comité Provincial de Asturias, firmado en Sama día 18 terminaba:
"Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica: Al
proletario se le puede derrotar, pero jamás vencer".
El
gobierno entregó el mando represivo a Franco, entonces gobernador
militar de Baleares, quien moviliza al Tercio de Regulares. La
represión se saldó con más de mil muertos y torturas de los
detenidos en manos de la guardia civil; miles de despidos por su
participación en la huelga y más de treinta mil presos; la mayoría
de los dirigentes implicados apresados y veinte penas de muerte, dos
de ellas ejecutadas. Los procesos duraron hasta los primeros meses
de 1936. La minoría socialista en las Cortes suspendió su actividad
parlamentaria. Las presiones de la opinión pública liberal española
y europea forzaron el levantamiento del estado de guerra. Con el
tiempo, la respuesta política y social, fue el triunfo del Frente
Popular en 1936.
El
gobierno suspendió las garantías constitucionales; numerosas
corporaciones municipales disueltas, locales de sindicatos y
partidos cerrados y periódicos clausurados. Los jurados mixtos,
recién instaurados durante el bienio reformista, suspendidos. La
contrarreforma se hizo más contundente. De las 23 penas de muerte
sentenciadas, dos fueron ejecutados: el sargento Vázquez (que había
volado un camión con treinta y dos guardias civiles) y Jesús
Argüelles Fernández, Pichalatu.
Las
represalias duraron en el tiempo. La Ley de Responsabilidades
Políticas promulgada por Franco en 1939, tipificaba como punibles
los actos y omisiones de quienes hubieran colaborado con la
República Española y participado en la revolución de Asturias. Se
legitimaban las multas, los embargos de bienes, los destierros y la
purga generalizada en el mundo laboral en la posguerra. Esta ley
estuvo vigente hasta 1969, fecha en la que prescribieron los delitos
cometidos antes del 1de abril de 1939.
Finalizada la Revolución, daba comienzo la feroz represión; pero la
lucha contra el capital no había terminado. Organizar la paz con los
enemigos no quería decir que se renegara de la lucha de clases.
Decía Belarmino Tomás: "lo que hoy hacemos es un alto en el camino,
en el cual subsanaremos nuestros errores para no volver a caer en
los mismos". Desde entonces, los partidos y sindicatos de clase,
siguen en aquel alto.
Después
de tanto padecer y sufrimiento, déjenme recordar la indecencia del
presidente en funciones y secretario general del PSOE, Pedro
Sánchez, cuando dice que los valores de la Segunda República, están
representados en la actual monarquía parlamentaria; cuando es
heredera del franquismo y de su represión. Vergonzoso.