Hoy, en
esta primera colaboración en NuevaRevoluciÓn, quiero retomar una
reflexión sobre mi primer artículo publicado en 2012. También algo
quedó incluido en mis Reflexiones Republicanas (2013). Creo que sigue
teniendo plena actualidad.
Corren
malos tiempos para la justicia. No es necesario acudir a las páginas
de sucesos o tribunales, para conocer los diferentes casos cuya
protagonista es la justicia. En temas políticos, económicos,
administrativos, de sociedad, existen un rosario de casos conocidos de
corrupción, malversaciones, estafas y conflictos de intereses de todo
tipo. Pocas instancias públicas, personalidades o instituciones se
salvan de verse ante la justicia. Desde la persona del rey y miembros
de su familia, a determinados jueces; presidentes y consejeros de
comunidades autónomas, alcaldes y concejales, políticos en particular,
directivos de bancos en quiebra. En fin que les voy a decir que no
sepan.
¿Y cómo se
ejerce la justicia? Pues lamentablemente ni se ejerce ni se utiliza la
misma vara de medir para unos que para otros. Ni las leyes son iguales
para todos ni la justicia se aplica a todos por igual. El poder es el
poder y tiene sus privilegios. El poder hace la ley y quién hace la
ley, ya se sabe, hace la trampa. Unos salen de la cárcel, tras pagar
millonarias fianzas y otros entran por manifestarse defendiendo sus
derechos. Algunos populares y poderosos ni entran ni se les investiga
y otros pobres pasan años en prisión por delitos considerados menores.
Desde
tiempos remotos, la sociedad, ha ido elaborando diferentes conceptos
sobre la idea de justicia, en función de la cultura, costumbres,
formas de vida, maneras de ser en cada etapa histórica y sin duda en
función de lo que el poder quisiera otorgar en cada momento; hasta
llegar a la imagen actual de la mujer con ojos vendados, que porta en
su mano izquierda una balanza y en la diestra una espada: ceguera,
equilibrio y venganza. De la justicia divina a la justicia social. De
la justicia para unos, a la justicia para todos. De la justicia para
todos a la justicia según la capacidad de poder.
El jurista
romano Ulpiano la definió de esta forma: Iustitia est constans et
perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi (La justicia es la
constante y perpetua voluntad de conceder a cada uno su derecho),
entendiendo el término derecho como lo suyo, lo que es suyo, o lo que
es de su propia responsabilidad.
Desde la
filosofía también se ha razonado sobre la idea de justicia. Platón
identifica justicia con armonía social. Aristóteles como igualdad
proporcional o dar a cada uno lo que es suyo, o lo que le corresponde.
Santo Tomás, lo enfocaba como Ley Natural; los derechos naturales que
han sido otorgados por dios. Para los utilitaristas, que buscan "el
máximo bienestar para el máximo número", es justo lo que beneficia al
mayor número de personas a la vez.
La máxima
dice que se hace justicia, cuando te dan la razón teniéndola, después
de haber demostrado que la tienes: tener razón, demostrar que la
tienes y que te la den; difícil proceso. Visto lo visto, hoy podríamos
definir la justicia como: lo que dice que es justicia la mayoría de
los miembros de un tribunal.