Han
pasado cien años desde la Huelga en La Canadiense, conocida
mundialmente por constituir uno de los mayores éxitos sindicales. La
empresa eléctrica La Canadiense, despidió a 8 trabajadores
oficinistas. En solidaridad, 117 trabajadores de facturación
pidieron su readmisión. Así comenzó todo; se consiguió la readmisión
de los despedidos y el establecimiento general de una jornada de
ocho horas.
El 9 de
marzo de 1919, el Gobierno publicó el bando del capitán general
Milans del Bosch, movilizando a todos los obreros de las empresas en
huelga. Este bando dictaba una pena de cuatro años de cárcel para
aquellos que no se presentasen en las zonas de reclutamiento. La
mayor parte de los trabajadores no se presentaron y fueron
encarcelados en el castillo de Montjuich. Milans del Bosch se sentía
apoyado por las clases altas de la sociedad catalana, y hasta que no
llegaron órdenes directas del rey Alfonso XIII, empujado por las
Cortes, no dimitió.
La protesta inicial, que comenzó el 5 de
febrero, se fue propagando a más secciones de la empresa y, por
efecto contagio, a otros sectores: textil, ferroviario, servicio de
aguas y gas, o artes gráficas.
Lo que comenzó como un conflicto de empresa, se convirtió en huelga
general. La vida en la ciudad quedó
suspendida. Durante 44 días un 70% de la industria quedó paralizada
en Barcelona. Más de 3.000 trabajadores presos e infinidad de
manifestaciones. Cuando se vio que el movimiento iba a extenderse a
otros territorios se forzó la dimisión del Gobierno de Madrid, que
lo hizo tras firmar el decreto de las ocho horas.
Aunque las ocho horas ya habían sido
introducidas en algunos países, sólo se aplicaba a casos concretos,
como a los niños de entre 9 y 13 años. Lo que se consiguió en España
con el acuerdo firmado en el conflicto de La Canadiense, fue
extenderlo a todos los trabajadores de manera universal y
obligatoria. Todo fue gracias a la cohesión del movimiento obrero,
en concreto al sindicato anarquista Confederación Nacional del
Trabajo (CNT), surgido en Barcelona en 1910 y que pasó de 30.000
afiliados
a los casi 750.000 en el año de la huelga.
Barcelona Traction, Light and Power Company
Limited, fue fundada en 1911 por el ingeniero canadiense Fred Stark
Pearson, en Toronto. En diciembre
creó Riegos y Fuerzas del Ebro en Barcelona, que pasó a ser conocida
como La Canadenca (La Canadiense). Se
dedicaba a la producción eléctrica y su distribución en el área
metropolitana, para proveer electricidad al alumbrado público,
suministro doméstico y a los tranvías y ferrocarriles. Los
trabajadores que protagonizaron la gran huelga se habían enfrentado
a un gigante.
El
conflicto surge en un contexto de resistencia y ajustes de las
patronales. El ámbito internacional estaba marcado por la Revolución
rusa, alemana y húngara. La creación de la Tercera Internacional, se
dejó sentir en el Estado español, con grandes revueltas campesinas
en Andalucía o la Huelga General Revolucionaria de 1917, que acabó
con más de 70 muertos y 2.000 detenidos, que llevaron a la caída del
Gobierno.
Se militarizó Barcelona, se decretó el toque
de queda pasadas las 23 horas y se puso a patrullar las calles a
casi 10.000 hombres armados −el somatén−. Fue la huelga más
multitudinaria de la historia de la ciudad. Afectó a tranviarios,
cargadores del muelle, pasando por operarios de fábricas,
enterradores, comerciantes y mozos de hotel. Duró más que la Semana
Trágica y la huelga de de 1917. "Se
sentaron las bases de la reacción que acabaría desembocando en el
golpe de Estado de Primo de Rivera". El
Ejército, de tradición anticatalanista y capitaneado por Joaquín
Milans del Bosch, de acuerdo con la burguesía, reprimió a los
huelguistas.
El somatén fue
una institución catalana de carácter parapolicial. En sus
inicios era un cuerpo armado de protección civil separado del
ejército, para defensa propia y la de la tierra. La Dictadura de
Primo de Rivera lo extendió a toda España, convirtiéndolo en uno de
los pilares del régimen. Fue disuelto en 1931 por la Segunda
República Española, salvo el Somatén rural catalán, y restablecido
bajo la dictadura franquista. La abolición definitiva se produjo en
1978 tras el restablecimiento de la democracia.
El apoyo
popular a la Huelga de La Canadiense fue creciendo cada vez más, lo
que obligó a la empresa a buscar un acuerdo con el sindicato, que
sería difícil, ya que las posturas se encontraban muy alejadas. Pese
a todo, la presión que suponía el corte de la electricidad por parte
de una de las empresas más importantes en el suministro, hacía
necesaria una rápida solución del conflicto. El número de
huelguistas ascendió hasta más de 100.000, lo que suponía un duro
golpe a la economía catalana y nacional.
Ambas
partes protagonizaron episodios de violencia y el clima de
enfrentamiento social fue en aumento. El 14 de marzo, se firmó el
convenio, que para poner fin a la situación se aceptaron las
condiciones exigidas por los huelguistas. Pero quedaba un asunto
complicado: la liberación de los obreros detenidos durante la
huelga, por lo que la huelga se retomó, retrasando el fin de las
hostilidades. Fue el 12 de abril, cuando se dio por concluida la
huelga de manera definitiva.
El 19 de marzo de 1919, entre 20.000 y 35.000
trabajadores, se reunieron en la plaza de toros de las Arenas de
Barcelona
para ver si los huelguistas aprobaban la negociación entre la
patronal y el comité obrero. Fue el
secretario general de la CNT de Cataluña, Salvador Seguí, quien
logró que se aceptasen los acuerdos, con un memorable discurso que
fue seguido en un silencio sepulcral. Se dio un margen de tres días
a las autoridades para liberar a los presos bajo jurisdicción
militar, con la amenaza de otra huelga general.
El conde de Romanones, Presidente del
Gobierno, ya había anunciado su dimisión una vez se resolviera el
conflicto. La solución pasaba por militarizar las fábricas para
restablecer el suministro.
Cuando se dio la orden, ni uno de los obreros y empleados
militarizados dio el paso para cumplirla.
Entre ochocientos y cinco mil fueron detenidos e ingresando en el
castillo de Montjuic, de lúgubre fama tras los fusilamientos en 1893
del tipógrafo Paulí Pallàs y los acusados por la bomba del Corpus en
1896.
Desde
1890, con la instauración de la jornada del primero de mayo, la
clase trabajadora había reclamado los tres ochos: ocho horas de
trabajo, ocho horas de ocio, ocho horas de sueño. Al margen del lado
más cruento y oscuro de este episodio de la historia del movimiento
obrero, se pueden extraer los grandes logros conseguidos: mejoras
salariales para los trabajadores, readmisión de los despidos, la
puesta en libertad de los detenidos y la implantación de la jornada
de ocho horas de trabajo, siendo España el primer país europeo en
satisfacer esta importante reivindicación. En pleno conflicto
liderado por una CNT en auge, la patronal catalana reaccionó
aliándose con el Ejército para reprimir al sindicalismo con una
organización paramilitar: el somatén.
Cien años
después de estos logros, la lucha obrera continúa por un trabajo
digno y unas condiciones económicas justas. No podemos comparar la
situación actual con aquellas del siglo pasado, pero ahora estamos
en retroceso. Los trabajadores de La Canadiense, se levantaron bajo
el lema "a trabajo igual salario igual", reivindicación de máxima
actualidad contra la brecha salarial y las discriminaciones.