Si el próximo gobierno,
no se toma en serio
mantener el Estado de
bienestar e implementar
políticas que vengan a
incorporar los derechos
sociales perdidos en los
últimos años, debería
haber movilizaciones
sociales en defensa de
lo que es justo y
necesario. El bienestar
está en peligro; alguien
está haciendo
desaparecer lo poco que
de él teníamos. Los más
perjudicados, los que
menos tenemos.
Las políticas liberales
reducen los gastos
sociales y con ello el
propio Estado social,
patrimonio de todos.
Debemos demandar y
proteger unos servicios
públicos de calidad para
todos, que respondan con
eficacia a las
necesidades de la gente.
Y como el sistema
político actual parece
que lo impide, habrá que
cambiar el sistema.
Que es el bienestar:
todo aquello que permita
que vivamos mejor, con
la menor angustia
posible ante las
incertidumbres y más
tranquilos de cara al
futuro, que nos permita
sobrellevar la
existencia sufriendo las
menores calamidades
posibles. La vida, por
si misma, es dura, más,
para los que solo
tenemos como patrimonio
la fuerza de nuestro
trabajo y los parados de
larga duración y los
pensionistas ya ni eso.
La felicidad absoluta es
difícil de conseguir,
pero no tanto ponernos
en camino para
conseguirla. Mientras
llega el desenlace
definitivo, que algunos
tenemos más cerca,
sobrevivir, con
dignidad, con la mejor
calidad de vida posible,
tiene que ser un
objetivo irrenunciable.
Una sociedad justa y
solidaria debe
propiciarlo.
La
crisis económica cambió
el modelo social y
difícil será que vuelva
a ser todo como antes:
están destruyendo lo
público. Destrucción de
empleos, sin crear
nuevos. Abandono a su
suerte a jóvenes y
mujeres, sin atender
debidamente a niños,
enfermos, ancianos o
inmigrantes. La reforma
laboral de Mariano Rajoy
consiguió lo que
pretendía: seis millones
de desempleados llegamos
a tener, que se dice
pronto. Es tanta la
destrucción y tanto el
daño que hicieron, que
será difícil que todo
vuelva a ser ya como
antes. El secretario
general de CCOO ha
avisado: "Si
con el nuevo Ejecutivo
no hay cambios en la
legislación laboral,
iremos a un escenario de
movilización".
Hay reformas
estratégicas que
necesita el país, que no
pueden estar esperando a
un gobierno en plenas
funciones. Esto no va de
investidura, va de una
legislatura medianamente
estable para poner los
raíles a la
modernización que
necesita este país.
Pues bien, el Partido
(que parece haber
perdido la S y la O) en
el gobierno en
funciones,
ha decidido aplazar la
subida de las pensiones
y el salario mínimo
interprofesional hasta
que se constituya un
nuevo Gobierno.
Esperará a que se
celebre
una investidura para
dejar la decisión al
próximo Gabinete:
"Confiamos en que esto
no vaya más allá de
enero". Los planes,
siguen siendo subir las
pensiones un 0,9%,
revalorizar el sueldo de
los funcionarios un 2% y
revisar a la alza el
SMI. Ha dejado claro,
que la opción de sacar
adelante la investidura
con la abstención de los
13 diputados de ERC es
la única posible para
impedir ir a unas
terceras elecciones, por
lo que
el Gobierno no tiene un
plan B si esta
negociación fracasa.
Habrá que esperar a la
investidura o a unas
terceras elecciones. La
subida de las pensiones
puede esperar sine
die, pero los
pensionistas tenemos los
días contados.
Los gobiernos que
representan a la derecha
ideológica, están
derribando la estructura
y la infraestructura del
Estado, construyendo
otro modelo, adaptado a
sus particulares
intereses, que
representa a la minoría
que ostenta el poder
económico, en detrimento
de la mayoría
trabajadora.
Casado presume de la
subida de pensiones con
Rajoy, pese a que fue el
presidente que menos las
aumentó en democracia.
Los gobiernos
progresistas, deberían
declarar, que van a
derogarán todas y cada
una de las normas
injustas aprobadas y que
inciden negativamente en
el Bienestar general.
UGT ha denunciado que,
pese al incremento de
salarios,
el mercado laboral
mantiene importantes
desigualdades como el
aumento de la brecha
salarial entre hombres y
mujeres,
que ha pasado del 20,2%
al 21%, o las elevadas
diferencias salariales
por tipo de contrato y
jornada. Según datos
relativos a 2018 de la
Encuesta de Población
Activa, señalan que los
temporales ganaron un
35,1% menos que los
indefinidos, y que el
sueldo de quienes tienen
jornada parcial fue un
65,7% inferior de
quienes trabajan a
jornada completa. La
remuneración media del
10% de las personas
asalariadas con mayores
retribuciones es diez
veces superior al
obtenido por el 10% con
peores salarios.
Persisten y aumentan las
desigualdades salariales
a consecuencia de la
precariedad.
Cada día más gente en
España vive en la
pobreza, pese a tener un
trabajo y un sueldo. La
crisis ha propiciado que
en España aumente el
índice de la llamada
"pobreza laboral",
aquella en el que el
sueldo no impide al
empleado dejar de estar
bajo el umbral de la
pobreza.
España es uno de los
países europeos con
mayor desigualdad
económica y el peor de
la Eurozona,
según datos de Eurostat.
La concentración de
riqueza genera
desigualdad
interregional e
intrarregional.
Entre 2015-2017, la
pobreza en Madrid subió
una décima, hasta 20,6%,
y 4,6 puntos desde 2007.
Más pobreza y menos
bienestar, nos llevan a
mayor infelicidad y
menos calidad de vida.
España camina hacia una
sociedad crecientemente
desigual y absolutamente
segregada. Los ricos
viven en sus
urbanizaciones de
espaldas a esta
realidad, y con el miedo
de caerse del carro de
la Fortuna y del
contacto con los
fracasados. Los pobres
padecen su exclusión
social en la soledad del
que, además de sentirse
responsable, lo vive
como algo inevitable por
vivir en el que llaman
el único mundo posible.
Riqueza creciente y
pobreza galopante en
unos porcentajes
inasumibles para
cualquier sociedad que
pretenda articularse
bajo unos mínimos de
justicia social.
Ese es el drama social
de un país en el que el
13.1% de las personas
que trabajan viven por
debajo del umbral de la
pobreza, y el 24.6% de
los menores de 65 años
sobrevive por debajo de
éste.
Juegan con nuestro
hartazgo y nuestros
temores. Ni la economía
en general, ni el
mercado laboral en
particular, muestran
signos de mejora.
Quienes provocaron la
crisis −los poderosos−,
y quienes la gestionan
−sus sicarios en los
gobierno−, junto con los
empresarios, argumentan
que para salir de la
crisis, se requiere
reducir salarios,
reducir prestaciones
sociales, más recortes
en el gasto social y una
minoración de los
sistemas fiscales. Los
empresarios tienen
claras cuáles son sus
exigencias y
reclamaciones para el
próximo gabinete:
reducir la deuda
pública, rebajar los
costes laborales que
afrontan las compañías y
perseguir con más ahínco
el fraude fiscal.
Por ese orden. Además,
siete de cada diez
considera que la
economía española está
estancada o
desacelerándose de forma
suave a moderada.
Pretenden la menor
presencia de la
actuación de los poderes
públicos: reducir el
Estado en la vida
económica y social. Lo
quieren todo y para
ellos.
La crisis vino a
incrementar las
desigualdades sociales y
no se recuperado. En
España se produce una
desigual distribución de
la renta, con un sistema
tributario injusto y
regresivo. La crisis
económica no afectó a
todos por igual, ni
todas las rentas
contribuyen con la misma
intensidad al
sostenimiento del gasto
público.
Lo
cierto es que
las empresas pagan menos
impuestos pese a ganar
más dinero.
Las estadísticas de la
Agencia Tributaria
revelan que tanto la
presión fiscal sobre las
sociedades como la
recaudación por su
actividad va
reduciéndose aunque los
beneficios de estas
siguen creciendo y ya
superan a los de antes
de la crisis. La cuota
líquida positiva, que es
el dinero que sale a
pagar tras aplicar
deducciones y
desgravaciones,
lleva dos años
reduciéndose hasta haber
caído al 22,67%, más de
diez puntos por debajo
del 33,06% de hace dos
años y menos de la mitad
del 54,43% de 2013; todo
ello provoca las mayores
cotas de desigualdad
nunca registradas en
España.
La universalización de
las prestaciones
sociales, pensiones,
sanidad y educación, son
principios y derechos
que caracterizan al
Estado social. Mientras
cambiamos la
Constitución, hay que
cumplir con el mandato
que hace a los poderes
públicos, para que
desarrollen políticas
redistributivas activas,
que garanticen, de forma
real y efectiva, los
principios de igualdad,
justicia y
participación. Para la
derecha, la crisis es
una buena excusa para
eliminar los derechos de
todos, y proteger los
intereses de algunos.
Parece que disfrutan con
hacer daño a los que
sufren miseria. Es su
particular "vendetta"
contra los humildes.
Habrá que dar la vuelta
a la tortilla.
A
determinadas fuerzas
políticas se les llena
la boca al declarar ser
constitucionalistas y no
lo son.
La Constitución reconoce
el Estado social;
su consagración implica
que los poderes públicos
no solo permiten la
igualdad y la libertad,
sino que han de
intervenir activamente
para promover dichos
valores y remover los
obstáculos que impidan o
dificulten su plenitud.
El Estado social reclama
que los poderes públicos
desarrollen una
actividad tendente a
conseguir una igualdad
material. De esta
manera, la Constitución
recoge una serie de
preceptos donde se busca
una redistribución de la
renta más justa y
equitativa. Junto a esa
redistribución
económica, la
Constitución plantea un
estado intervencionista
en la protección de
determinados bienes como
la vivienda, la salud,
el trabajo o el acceso a
la cultura. En el
artículo 40.2 menciona
la intervención para
obtener unas condiciones
laborales adecuadas,
mientras que el artículo
41 habla de la Seguridad
Social y el artículo 43
del acceso universal a
la sanidad pública.
Se dice que dicen los
poderosos y sus lacayos:
arreglároslas como
podáis; no vamos a pagar
más impuestos para que
jubilados, enfermos y
parados vivan del
cuento. Sin recursos
suficientes, no puede
haber una adecuada
política social. Lo
saben y por eso
destruyen estructuras y
privatizan servicios. Lo
estamos viendo en Madrid
y Andalucía.
Como los gobiernos no
hacen lo suficiente,
cuando no hacen lo
contrario, para dar
respuesta a las
necesidades sociales,
tenemos que ser los
afectados, la ciudadanía
organizada y en libertad
−jóvenes y mayores,
mujeres y hombres,
trabajadores por cuenta
ajena y autónomos−,
quienes actuemos contra
las injusticias
sociales.
Mis mejores deseos para
que el próximo año y
siempre haya para tod@s:
más igualdad, más
justicia social, más
empleo digno, más
educación de calidad,
más sanidad universal,
más vivienda asequible,
más solidaridad y mayor
nivel de bienestar.