El próximo día 6 de
Diciembre, se cumplen
cuarenta y un años,
desde que se aprobó la
actual Constitución. Se
abrió un proceso
constituyente, después
de celebrarse el 15 de
Junio de 1977 las
primeras elecciones a
Cortes Generales después
de Franco. Ha
transcurrido demasiado
tiempo y la sociedad ha
cambiado, por lo que es
preciso abrirse a las
nuevas expectativas de
futuro. Nos encontramos
en una situación en la
que este Régimen del 78
no ofrece la estabilidad
política ni social que
necesitamos.
Cada vez más sectores de
la población comparten
la necesidad de luchar
por un referéndum para
decidir
democráticamente, si
queremos o no una
monarquía nacida del
franquismo y vinculada
con intereses
empresariales y
financieros nacionales e
internacionales. Una
familia real blindada
bajo la condición de
inviolable, con vínculos
de amistad con
monarquías
reaccionarias, enemigas
de la libertad de
expresión y de los
derechos humanos y
democráticos como la de
Arabia Saudí.
La
dictadura agonizaba
desde hacía un tiempo y
el nuevo modelo no llegó
hasta la aprobación de
la Constitución en 1978.
Comenzaba la Transición
desde la dictadura a la
democracia, controlada
desde dentro del
Régimen. Ahora conocemos
como se nos engañó.
Adolfo Suárez, no
sometió a referéndum la
monarquía, porque las
encuestas le dijeron que
perdería.
Franco había dejado todo
atado y bien atado en la
figura de Juan Carlos de
Borbón. El régimen del
78 legitimó al régimen
franquista
modernizándolo, en la
figura de Juan Carlos.
Desde entonces la
monarquía ha jugado un
papel fundamental como
institución
conservadora, destinada
a mantener el statu quo
social y político,
defensora de la
legalidad y la
Constitución, en defensa
de los intereses
empresariales y las
élites sociales. Sobran
los motivos para cambiar
de modelo de Estado.
Desde 1812 varias han
sido las constituciones
que han regido los
destinos del pueblo
español, y dispares sus
procesos constituyentes.
Unos procesos se
iniciaron por el
hostigamiento del
pueblo; otros por la
voluntad de sus
representantes; y en
otras ocasiones los
reyes y gobiernos de
turno para afianzarse en
el poder. En todo caso
para reformar una
constitución, se ha de
abrir un proceso en el
que el pueblo soberano
participe activamente y
finalmente ratifique o
niegue su validación en
referéndum.
Los procesos que
concibieron las
constituciones de 1869 y
1931, fueron distintos
al que se siguió para la
de 1978, pero en todos
los casos se produjeron
ante situaciones
políticas,
institucionales,
económicas o sociales
insostenibles, que
significó el fin de un
régimen. En 1868
coincidió el reinado de
Isabel II con las
"catástrofes" coloniales
en América y Norte de
África. Los liberales,
demócratas y
republicanos, opositores
a la monarquía,
consiguen su objetivo
expulsando del trono a
Isabel II y promoviendo
la elaboración de una
nueva constitución que
superara a la de 1845.
La nueva Constitución
de 1869, fue de las más
avanzadas de su época y
representó un cambio de
tendencia en la política
española.
El preludio al proceso
constituyente de la
Constitución de 1931, es
la dictadura de Primo de
Rivera, apoyada e
instigada por el propio
rey Alfonso XIII. La
unión de las fuerzas
republicanas y
socialistas, junto con
los sindicatos de clase,
posibilitaron que las
elecciones municipales
de abril de 1931 se
conviertan en
plebiscitarias. Las
elecciones posteriores a
la proclamación de la
República fueron
constituyentes, y su
Constitución la de la
Segunda República. La
ruptura con el pasado
fue total: se profundizó
en la democracia, se
cambian los símbolos y
el modelo político del
Estado, se introdujeron
derechos y se cambian
estructuras políticas y
modos de funcionamiento.
Todo desapareció con el
golpe de Estado del
general Franco, la
guerra y la dictadura.
Tras la muerte del
dictador en 1975, se
abrió en España una
nueva era, cuyo proceso
constitucional se inicia
con la llamada
Transición a la
Democracia y la Ley para
la Reforma Política, que
insta al gobierno a
abrir un proceso
electoral. El proceso
constituyente fue largo.
Salíamos de una oscura y
cruenta dictadura y
existían continuos
peligros de involución.
La crisis económica y el
incremento del
terrorismo dificultaron
el proceso. Gobierno y
oposición entendieron
que era necesario
redactar una
constitución que fuese
aceptada por la mayoría
de las fuerzas
políticas. El rey,
heredero de Franco y el
gobierno tenían el
poder; la oposición la
legitimidad democrática.
El consenso permitió
resolver los temas más
conflictivos de aquel
momento: la forma de
Estado y de gobierno, el
modo de elección, la
cuestión religiosa, el
modelo económico y la
descentralización
territorial. Hoy es bien
distinta la situación,
pero los temas
conflictivos vuelven a
cobrar vigencia. El
debate está abierto. Hay
propuestas para
establecer un modelo
Federal del Estado, que
sustituya al actual de
las Autonomías. Otras
hablan de abrir un
proceso constituyente
amplio, con una nueva
lectura de la
Constitución y diseño de
un proyecto avanzado,
que de respuestas a los
retos actuales, cambiar
el sistema electoral,
profundizar en la
democracia y promover la
igualdad y la justicia
social, garantizando los
derechos en la
constitución. Otra más:
cambiar el modelo
político de monarquía
parlamentaria por una
República.
Corren vientos de
consultas populares,
corren vientos de
consultas monarquía o
república. Es la esencia
de la democracia: el
pueblo opinando,
eligiendo, participando
y decidiendo. El Centro
de Investigaciones
Sociológicas incluía
hasta el 2015 una
pregunta acerca del
grado de aceptación que
la población tenía sobre
la monarquía. Desde
entonces, silencio
absoluto; hay silencios
muy elocuentes. En los
últimos meses se han
celebrado en
universidades, ciudades,
pueblos y barrios,
consultas populares
sobre monarquía o
república. No se trata
de consultas con la que
se pretenda validez
legal, son vías de
expresión y
participación ciudadana
sobre una cuestión de
máxima importancia en
cualquier democracia: la
forma de Estado. Así las
cosas, con la
participación de
numerosas
organizaciones,
colectivos y espacios
unitarios,
se constituyó en Madrid
la Plataforma Consulta
Popular Estatal
Monarquía o República,
con el objetivo de
organizar la
convocatoria de una
consulta democrática no
vinculante para que el
conjunto de la
ciudadanía se pueda
pronunciar y decidir
sobre la forma de
Estado. La Consulta se
celebrará el 9 de mayo
de 2020.
Bien se que reformar la
Constitución en
cualquiera de sus
aspectos, no va a
resolver ni la crisis
económica y financiera,
ni va a quitar la
angustia a la ciudadanía
que la sufre. Hoy no se
existe la voluntad de
acuerdo y de consenso
que existió en 1978.
Pero si hay un clamor
sobre la necesidad de
una nueva Constitución,
al cual me apunto, que
impulse democráticamente
las decisiones políticas
e incorpore las nuevas
voluntades sociales.
Ante esta situación no
podemos seguir
manteniendo una
monarquía y un régimen
impuesto,
debemos cuestionar todo
y luchar por la apertura
de un Proceso, en el que
se exprese la voluntad
soberana de la
ciudadanía.
El
Proceso Constituyente de
1977, estuvo cargado de
dificultades y
obstáculos.
La Constitución se
aprobó en referéndum el
6 de diciembre de 1978.
Votó el 67,11% de un
censo de 26.632.180, y
los votos favorables
representaron el 88,54%,
15.709.078 de los
votantes. Después de
cuarenta y un años, sin
ser la misma situación,
vuelven a cobrar
actualidad los temas
conflictivos de siempre
y los añadidos. "Vuelve
el run run" de la
involución
social-política-fascista.
Han aparecido partidos
que pretenden retroceder
a situación pasadas. Ha
llegado la hora de
renovar el pacto de
Estado, con una nueva
Constitución, que de
respuestas a los retos
actuales: cambiar el
sistema electoral,
profundizar en la
democracia, promover la
igualdad y la justicia
social, permitiendo al
pueblo que decida el
modelo político de
gobierno: si monarquía o
república.
Con sus defectos y
errores, con los miedos
y anhelos de entonces,
la actual Constitución
superó el transito al
nuevo sistema. Hay que
recordar que los menores
de 60 años de hoy, no
participaron en el
proceso iniciado en
1977. Todo ha cambiado.
Los jóvenes de hoy,
tienen derecho a
organizar su vida, de
acuerdo con sus
necesidades y anhelos y
construir un modelo
nuevo para su propio
futuro.