El 15 de
junio se van a cumplir cuarenta y dos años desde la celebración de
las primeras elecciones generales tras la muerte de Franco. Se
desarrollaron en un clima de expectación y esperanza sin límite.
Eran las primeras elecciones "democráticas", desde las elecciones a
Cortes en febrero de 1936 que dieron el triunfo al Frente Popular.
Fueron democráticas en cuanto que se desarrollaron en un nuevo
clima, tras el referéndum celebrado el año anterior.
Fui
testigo, y de alguna forma protagonista de la Transición que
comenzaba. No puedo arrepentirme de lo que hice convencido, pero
visto en perspectiva histórica y con lo aprendido hago autocrítica.
Fue un pacto desde el franquismo hacia la monarquía. La oposición al
régimen no pidió que se dirimieran responsabilidades por los
crímenes cometidos, por los derechos pisoteados durante la
dictadura, ni por el origen del régimen que terminaba. Los
responsables y autores, asesinos, siguieron y siguen en la calle
formando parte del tejido social. Sobre esos rescoldos se fundó la
democracia. Es cierto que la hostilidad en el ejército y en las
alturas se dejaba notar. Esta situación hizo que el Gobierno y la
oposición fueran prudentes en el proceso.
El 15 de
diciembre de 1976, se había celebró un referéndum, en el que se
preguntó "¿Aprueba el Proyecto de Ley para la Reforma Política?". El
94,17% de los votantes (del 77,8% de los votos contabilizados)
dijimos SI. El censo estaba constituido por 22.644.290 electores. La
participación fue del 77,8%. Salíamos de una dictadura en la que no
se permitía pensar y poco soñar; solo obedecer consignas, sometidos
al régimen.
Lo que no habían previsto los diseñadores del
proceso, lo corrigió la
ley D'hondt. Se presentaron más de ochenta
partidos o agrupaciones electorales y consiguieron escaño doce
candidaturas. Ganó Adolfo Suárez, como heredero del régimen.
Hubo una participación del 78,83%. La
Unión de Centro Democrático obtuvo 6.310.391 votos y consiguió 165
escaños. El segundo partido fue el PSOE con Felipe González a la
cabeza, con 5.371.866 de votos y 118 diputados. El PCE, con Santiago
Carrillo, fue la tercera fuerza política, con 20 escaños y 1.709.890
votos; Alianza Popular, liderado por Manuel Fraga, representando
al franquismo sociológico consiguió 1.504.771 votos y 16 diputados.
El Partido Socialista Popular de Tierno Galván, obtuvo 816.582 votos
y 6 diputados. Sin anunciarlo, se conformaron unas Cortes
constituyentes.
En el
15-J, la gente, tradicionalmente desinformada, votó, como vota casi
siempre a los que más salen en televisión, en la prensa, a la voz
del poder, o a quienes provocan menos miedo. Los partidos, hasta
entonces en la clandestinidad, fueron llamados a participar en la
Transición y terminaron aceptando lo que nunca habían defendido: la
monarquía, la bandera que había ondeado el dictador y las
condiciones que impusieron los vencedores de la guerra. No se
pidieron responsabilidades ni investigación por los muertos del
franquismo ni por los presos ni marginados ni represaliados, ni por
los condenados a trabajos forzados y por las decenas de miles
desaparecidos.
El 15-J
de 1977, la izquierda votó con el precedente de Pinochet en la
cabeza, que aplastó un gobierno de izquierdas surgido de las urnas
en 1973; y la derecha, con el de Portugal (1974), que puso fin a una
larga dictadura anticomunista y emprendió un proceso revolucionario.
En el recuerdo estuvo la guerra civil, que mostraba los riesgos de
una nueva confrontación. Los mandatarios del régimen, sabían que
tenía que buscar una salida desde arriba para evitar un eventual
proceso revolucionario. La oposición era consciente de que hacía
falta contención para evitar que el Ejército interviniera.
Las
elecciones se caracterizaron por una cierta ceremonia de la
confusión. El PCE moderó el discurso y el PSOE lo radicalizó. Los
comunistas tenían una imagen pésima acuñada por el franquismo
durante 40 años, por lo que tras su legalización en abril de 1977,
mostró su máxima moderación para ganar respetabilidad, bajo el lema
«Socialismo en libertad». Por el contrario PSOE, con el lema
«Socialismo es libertad» y declarado marxista, no era percibido como
una amenaza.
Aquella
cita con las urnas definió muchas de las tendencias políticas y
conflictos que han llegado hasta hoy. Nos legó la Constitución de
1978; el sistema electoral vigente; el conflicto territorial del
País Vasco, marcado por la violencia de ETA; y Catalunya, donde el
15-J triunfaron los socialistas (28.5%), seguidos de los comunistas
(18.3%). Para evitar que se constituyera una Generalitat de
izquierdas, Suárez facilitó el regreso del presidente de la
Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, nombrándole presidente
provisional, a pesar de que nadie lo había votado y su legitimidad
era republicana.
El surgir de Podemos, la aparición de
Ciudadanos y la reivindicación catalana del derecho a decidir, han
roto las costuras del modelo dibujado hace cuarenta y dos años. La
flamante Presidenta de las Cortes, Meritxell Batet llegó a decir:
que la reforma de la Constitución es «urgente, viable y deseable»,
así como renovar el pacto territorial de España. Las elecciones
vinieron a fortalecer a la joven democracia y perfiló un sistema de
partidos homologable a cualquier país europeo. Hoy, revisar la
historia reciente y reformar las instituciones obsoletas, es tan
legítimo como necesario
La
Transición fue una ley de punto final. No solo impidió juzgar y
castigar a los culpables, autores y defensores de la dictadura y su
represión, sino que hoy se sigue poniendo trabas para investigar los
casos de los miles de desaparecidos y enterrados en las cunetas de
caminos y carreteras. La Transición puso como jefe de Estado a un
rey, que durante veinte años apoyó voluntariamente a Franco que lo
nombró como sucesor; que nunca renegó del juramento a los
principios generales del movimiento, ni denunciado las penas de
muerte que su protector firmó hasta el final de sus días. Fue una
reforma sin ruptura, construida sobre el poder franquista intacto.
Hubo un gran debate en las alturas sobre ruptura o reforma, pero al
final, quienes defendían la ruptura reformaron y los reformistas
retornaron al lugar de donde venían.
Ningún
partido en el gobierno, ha extirpado el veneno que nos inoculó la
dictadura. Si no se hizo en su momento, habrá que hacerlo ahora.
Ningún partido ha revisado la ley de amnistía, que permite seguir en
el poder a los delincuentes políticos y económicos, que se
enriquecieron a costa de los represaliados y desaparecidos, quedando
impunes los crímenes del régimen franquista. Poco se ha hecho para
conseguir la separación de la iglesia y el Estado, condición
indispensable para que la democracia lo sea realmente. Nada se ha
hecho para garantizar y blindar constitucionalmente la escuela
pública y laica, ni la sanidad pública, ni los derechos sociales.
Para Alfredo Grimaldos en su libro Claves de
la Transición 1973-1986, para adultos: "El franquismo no es una
dictadura que finaliza con el dictador, sino una estructura de poder
específica que integra a la nueva monarquía". La imagen oficial de
este periodo se ha construido "sobre el silencio, la ocultación, el
olvido y la falsificación del pasado". Hoy se conoce, como el
entonces sucesor de Franco,
Juan Carlos, se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en
su gran apuesta para controlar España
Mucho ha
cambiado la sociedad española desde el 15-J. Ni todo ha estado mal
hecho ni todo ha sido una maravilla. El Sistema actual, respetó las
ruinas del franquismo, y se construyó sobre la dictadura y sus
miserias. Algunos dicen que lo sucedido pertenece a un capítulo de
la historia, que no hay que recordar. Para ellos es mejor el olvido:
"el futuro, miremos el futuro, hacia el futuro". Demasiados errores
hemos cometido pensando en el futuro. Ahora toca hacerlo bien
pensado en el presente; y para no caer en los mismos errores, hay
que abrir un Proceso Constituyente que rompa ataduras con ese pasado
que algunos recordamos, otros quieren ocultar y muchos conocer.
El 15-J
tuvo sus propios valores, que supusieron la conquista pacífica de
una democracia imperfecta, y significó un gran paso hacia la
modernidad. Fueron unas elecciones en libertad y sin ira. La
Transición, cerró en falso el conflicto de las "dos Españas", que
sigue visualizándose tras las generales del 28A y las municipales,
autonómicas y europeas del 26 de Mayo.
Adolfo Suárez confesó en un descuido, en una
entrevista con Victoria Prego, por qué no hubo referéndum monarquía
o república. Metieron al rey en la Ley para la Reforma Política
porque "Hacíamos
encuestas y perdíamos"; un referéndum se
habría perdido. Transcurridos cuarenta y dos años es preciso abrir
un nuevo proceso constituyente por una República Federal.