Contábamos la semana pasada,
como se había gestado la
revolución de Octubre de
1934 y el anterior intento
en 1917. Los acontecimientos
de la revolución de Asturies,
tuvieron unas consecuencias
gravísimas para la clase
trabajadora y para el
conjunto de la ciudadanía.
No pudieron cumplirse los
objetivos previstos; no se
tomó el poder ni se
cambiaron las condiciones de
vida que padecían los
trabajadores; por el
contrario, la represión
ejercida sobre los
huelguistas fue en si misma
una tragedia; miles de
trabajadores despedidos,
millares de detenidos y
presos, condenas a nuerte
conmutadas por cadenas
perpetuas y dos ejecuciones.
Los procesos duraron hasta
1936.
"La naturaleza no se
conmueve con los dolores de
los hombres. Solo se altera
cuando el pico solivianta
los suelos", dice Jorge M.
Reverte en su libro La furia
y el silencio. Asturias,
primavera de 1962. Porque no
fue solo en 1917 y 1934,
cuando los mineros y obreros
de la industria asturiana se
levantaron contra la
opresión y la injusticia. En
1962 se produjo una huelga
silenciosa y pacífica, que
puso en jaque al gobierno de
Franco. Comenzó en La
Nicolasa y se extendió a La
Camocha, Altos Hornos de
Vizcaya, Cataluña, El
Ferrol, Sagunto y Jerez.
Hoy, los mineros y sus
mujeres, siguen revueltos
por la desaparición de la
industria del carbón, que
afecta a sus puestos de
trabajo y la economía
asturiana.
Estamos en Octubre de 1934,
cuando se convocó la Huelga
general revolucionaria, como
instrumento para la
insurrección. En Asturias,
antes de que amaneciera el
día 5 de Octubre, fueron
atacados los cuartelillos de
la guardia civil en las
cuencas mineras. Daba
comienzo el movimiento
huelguístico insurreccional
decretado por el Comité
Revolucionario, presidido
por Largo Caballero. En la
zona minera de León y
Palencia, el poder obrero
duró cuatro días. En
Asturias hasta el día 18. El
gobierno proclamó el estado
de guerra y ordenó al
ejército establecer el orden
al mando de Francisco
Franco.
La insurrección de Octubre
no consiguió su objetivo
final, al carecer de
organización, medios, armas,
y planificación política y
militar. Faltó la unión
decidida de las fuerzas
proletarias; pero en
Asturias la unión fue
determinante. También contó
con la simpatía de los
partidos republicanos
pequeño-burgueses. Pese a
todo y por todo no pudo
ser.
En Oviedo, mil integrantes
de las columnas obreras se
apoderaron de la zona sur de
la ciudad, tomando el
Ayuntamiento, frente a las
fuerzas del ejército,
guardia de asalto, miembros
de la guardia civil y del
cuerpo de carabineros
integrado por más de dos mil
efectivos. Se unieron a la
revolución Trubia, Gijón,
Mieres, Sama y La Felguera,
organizándose
abastecimientos, hospitales
de campaña y servicio de
ferrocarriles.
El día 8, los obreros
organizados, toman la
fábrica de armas y dominan
Oviedo. Las tropas de López
Ochoa, fueron rechazadas
cerca de Trubia (parroquia a
12 kilómetros del concejo de
Oviedo). Los obreros hechos
prisioneros vienen en cabeza
de la columna custodiados
por la guardia civil. En la
madrugada del 10, el crucero
Cervantes desembarca en
Gijón a millares de
Regulares de África, al
mando del teniente coronel
Juan Yagüe que arrasa Gijón.
En la tarde del jueves 11,
López Ochoa, conocido desde
entones por carnicero de
Asturias, entra en Oviedo.
Ese mismo día, los
socialistas Peña, Dutor y
Antuña, contra la postura de
comunistas y anarquistas,
proponen una retirada
organizada. Se forma el
Segundo Comité constituido
por jóvenes comunistas que
la organizan militarmente.
Se cuenta que el día 13 de
octubre, dos mujeres
jóvenes, Aída Lafuente y
Jesusa Penaos, militantes
del comunismo libertario,
armadas con una
ametralladora, intentan
cerrar el avance de los
legionarios en la cota de
San Pedro de los Arcos, pero
no lo consiguieron. Las
tropas mandadas por el
teniente ruso-blanco Iván
Ivanov las remataron a punta
de bayonetas.
Los mineros en su retirada
constituyen el Tercer Comité
Provincial, formado por
socialistas y comunistas,
con participación de la CNT,
presidido por Belarmino
Tomás, deciden instalarse en
Sama. Los mineros de Oviedo
resisten 48 horas más. El
día 18, todo perdido, se
negocia la capitulación: el
Comité depondrá las armas y
las fuerzas coloniales
mercenarias no entrarán en
la ciudad a la cabeza. Los
mercenarios africanos
entraron en cabeza y de que
manera. El último
llamamiento del Comité
Provincial de Asturias,
firmado en Sama el mismo día
18 terminaba así: "Nosotros,
camaradas, os recordamos
esta frase histórica: Al
proletario se le puede
derrotar, pero jamás
vencer".
Murieron mil quinientos
revolucionarios durante los
combates que siguieron al
levantamiento armado y más
de doscientos durante la
represión. Los heridos
fueron más de dos mil.
También entre las fuerzas
represoras hubo otros
trescientos muertos (según
Julián Casanova y Hugh
Thomas, que coinciden en los
datos). En toda España
fueron encarceladas entre
treinta y cuarenta mil
personas, y miles de obreros
perdieron sus puestos de
trabajo. La ciudad de Oviedo
quedó asolada por los
incendios, los bombardeos
atacantes y la dinamita de
los defensores.
El gobierno suspendió las
garantías constitucionales;
numerosas corporaciones
municipales disueltas,
locales de sindicatos y
partidos cerrados y
periódicos clausurados. Los
jurados mixtos (recién
instaurados durante el
bienio reformista)
suspendidos. La
contrarreforma se hizo más
contundente. De las 23 penas
de muerte sentenciadas, dos
fueron ejecutados: el
sargento Vázquez (que había
volado un camión con treinta
y dos guardias civiles) y
Jesús Argüelles Fernández "Pichalatu".
Las represalias duraron en
el tiempo. La Ley de
Responsabilidades Políticas
promulgada por Franco en
1939, tipificaba como
punibles los actos y
omisiones de quienes
hubieran colaborado con la
República Española y
participado en la revolución
de Asturias. Se legitimaron
las multas, los embargos de
bienes, los destierros y la
purga generalizada en el
mundo laboral en la
posguerra. Esta ley estuvo
vigente hasta 1969, fecha en
la que prescribieron los
delitos cometidos antes del
1de abril de 1939.
El historiador Paul Preston,
en su libro El holocausto
español. Odio y exterminio
en la Guerra civil y
después, considera que las
intenciones de los
socialistas eran limitadas y
defensivas. Su objetivo era
defender el concepto de
República desarrollado entre
1931 y 1933, frente a lo que
percibían como ambiciones
corporativistas de la CEDA.
La entrada de la CEDA en el
gobierno fue seguida de una
proclamación de la República
independiente en Cataluña
que duró diez horas, de una
desganada huelga general en
Madrid y del establecimiento
de una comuna obrera en
Asturias.
Con la excepción de la
revuelta asturiana, que
resistió por espacio de dos
semanas los violentos
combates con las Fuerzas
Armadas gracias al terreno
montañoso y a la pericia de
los mineros, la tónica
dominante del Octubre
español fue su falta de
entusiasmo. "Ninguno de los
hechos ocurridos a lo largo
de ese mes, ni siquiera los
de Asturias, indicaba que la
izquierda estuviera
preparando una sublevación a
conciencia". Lo cierto es
que, en tanto se lograba
resolver la crisis, los
líderes socialistas se
esforzaron por contener el
ardor revolucionario de sus
seguidores.
Con la finalización de la
Revolución, daba comienzo la
feroz represión; pero la
lucha contra el Capital no
había terminado. Organizar
la paz con los enemigos no
quería decir que se renegara
de la lucha de clases. Decía
Belarmino Tomás: "No; lo que
hoy hacemos es, un alto en
el camino, en el cual
subsanaremos nuestros
errores para no volver a
caer en los mismos".
De momento, los partidos y
sindicatos de clase, se
mantienen en un alto en el
camino; pactos, acuerdos y
muchas cesiones. Con el
actual Gobierno de
Coalición, todo está por
descubrir. Veremos quienes
pagan las consecuencias de
la crisis de la pandemia.