Se dice
que la historia no es lo que se vivió, sino lo que se recuerda y
analiza; y es cierto. La historia que no viví, es el recuerdo que
viene de las historias de mi madre de sus vivencias que la escuché
contar y que hoy recuerdo con emoción desbordada. Desde una farola
en la calle Mayor, recuerdo la imagen del balcón de Gobernación,
donde se proclamó la República, aquel 14 de Abril.
Todo comenzó −bueno, había comenzado antes,
con la dictadura de Primo de Rivera y el malestar creado en torno a
Alfonso XIII− el 12 de abril con
los resultados de las elecciones miunicipales,
que dieron el triunfo a las candidaturas republicano-socialistas en
41 de las 50 capitales de provincia. La ciudadanía madrileña, cuando
comenzaron a conocerse los resultados, se echó a la calle para
proclamar la República. "Con
las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los
almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano",
declamaba Antonio Machado por la llegada de la deseada República.
En 36 horas el reinado de Alfonso de Borbón,
llegaba a su fin. Fue un proceso rápido, limpio, incruento e
imprevisto. La monarquía se había vuelto incompatible con los que
creían en un régimen democrático; y la República empezó a postularse
como la única opción de futuro, incluso entre los monárquicos que
abandonaron al rey. Grandes esperanzas había despertado su
proclamación. Alfonso de Borbón abandonó precipitadamente España,
suspendiendo deliberadamente el ejercicio del poder real,
tras conocer los resultados de las elecciones.
Abril es un símbolo.
El triunfo de un pueblo sobre la oligarquía, una mañana en la que
las amplias avenidas se llenaron de ilusión y esperanza en el futuro.
Con la proclamación de la República se abrían inmensas perspectivas
de cambios políticos, económicos y sociales, pospuestos durante
decenios. Se iniciaron las reformas políticas necesarias, mediante
un cambio profundo de las estructuras sociales, económicas y
culturales, para poner a España en la senda de la modernidad. Poco
tiempo duró todo. El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la
guerra que provocó, rompieron la esperanza. Hoy pretendo resaltar el
fundamento, el sentido de la idea misma republicana, que como ayer
sigue estando vigente.
El
sistema político republicano moderno, se identifica con un sistema
de valores, como expresión de la voluntad libre y soberana de la
ciudadanía: el pueblo se gobierna a través de representantes
elegidos democráticamente y la igualdad de oportunidades como
esencia de sus principios. En este sistema, la jefatura del estado
también es elegida, y no hay rey o líder que guíe, arbitre o
gobierne; no hay persona o figura que esté por encima de la ley, ni
irresponsable ante ella. Se fundamenta en el derecho y el imperio de
la ley, y todos iguales ante ella; la igualdad de oportunidades como
esencia democrática; la participación ciudadana, como marco de
referencia; los derechos civiles y la transparencia, como oposición
a la corrupción política. Una república en si misma, no es garantía
de bienestar o de democracia; son sus valores los que dan carácter
al modelo y la ejemplaridad de los servidores públicos.
Una
monarquía (parlamentaria o constitucional) puede ser democrática en
su ejercicio, si el pueblo así lo ha decidido, pero la monarquía,
que es un símbolo que transmite su poder por la herencia de la
sangre, está muy alejada de los principios de igualdad ante la ley y
de igualdad de oportunidades. La monarquía es antidemocrática por
naturaleza, opaca por convicción, alejada de las necesidades de la
gente y de los intereses de la ciudadanía. El acceso a la jefatura
del estado, como a cualquier otro órgano de representación, no puede
tener carácter hereditario, sino sometido a la libre y democrática
elección ciudadana.
En el
republicanismo se conjugan las ideas de honestidad, integridad,
lealtad y justicia en el gobierno de la cosa pública. Esta idea está
entroncada en la filosofía de la república griega y romana, pasando
por Maquiavelo; está presente en la Revolución Francesa, en los
pensadores antimonárquicos ingleses del siglo XVII y la Ilustración
radical. Los padres de la constitución americana la llevaron a los
altares del liberalismo. El mejor gobierno es el de la ciudadanía
para si misma.
Podría parecer que la Constitución de 1978
está inspirada en estos principios y hechos históricos, pero no es
cierto. El modelo español, sigue el hilo de la evolución de la
monarquía absoluta: el rey es el que va cediendo su soberanía
procedente de dios; no es el pueblo soberano quien otorga el mandato
del poder. La Constitución española declara que la soberanía
nacional reside en el pueblo y que de él emanan los poderes del
Estado, pero lo cierto es que no es así. Es una monarquía instaurada
por Franco, mediante las
leyes fundamentales del reino, que no ha
sido votada en referéndum por el pueblo soberano, sino que se votó
la Constitución y en un tótum revolútum, se coló la monarquía
juancarlista. Ya conocemos por Adolfo Suárez, por qué no hubo
referéndum sobre monarquía o república: "Hacíamos
encuestas y perdíamos" y metimos
al "rey" en la Ley para la Reforma Política de 1976 y así quedó.
En el artículo 56.3 se dice que "La
persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad".
El rey se sitúa por encima de la ley, no está sujeto a su mandato, y
por tanto encima de todos los españoles. Sin hablar de los
comportamientos –incluso los criminales–, que no quedan sujetos a
las leyes que a todos nos afectan. Por encima queda, cuando se dice
que "La
Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan
Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica"
–hoy encarnada en Felipe VI y su descendencia–, es decir: es
heredera de la monarquía absoluta de Fernando VII y sus antecesores
imperiales, la irresponsabilidad de Isabel II, la caciquil de la
Restauración y la dictadura diseñada en las leyes franquistas.
La idea
sobre la libertad en el republicanismo, no es la que se entiende
desde el liberalismo; sino que presenta una visión del ser humano,
como una manifestación de la vida social. En este espacio, la
política es una actividad en la que los ciudadanos desarrollan sus
potencialidades individuales; frente a la concepción del
liberalismo, que entiende que la única actitud posible por parte de
la ciudadanía es la resistencia pasiva frente a un Estado. El Estado
tiene que ser garante del bienestar general y en particular de los
más desfavorecidos socialmente.
El individuo nunca existe al margen de la
realidad social, ya que se forma a partir de un conjunto de
relaciones sociales, pero la sociedad tampoco se puede concebir al
margen del reconocimiento de las voluntades individuales, capaces de
autogobernarse. No hay más soberanía que la del individuo, que no
cede sus derechos a un Leviatán con vida propia, sino que intenta
ejercerlos, por representación a través de la cooperación con otros
ciudadanos, aumentando así su poder. El Estado republicano, no es
algo ajeno a la ciudadanía, sino algo de lo que la ciudadanía forma
parte y así lo siente. Es necesaria la igualdad porque todos los
seres humanos somos iguales, y es necesaria la libertad porque todos
somos diferentes. Cada persona es responsable de encontrar su propio
camino hacia la felicidad, pero la sociedad, a través del Estado, es
responsable de reducir la improbabilidad de conseguirlo; y que el
bienestar de unos no se haga a costa de la pobreza de otros. (Documento
Político de Izquierda Republicana).
La defensa de la República no debe implicar
solo una mirada al pasado, sino una apuesta por un futuro en una
sociedad democrática; y no hay democracia sin república federal y
laica: sin soberanía, plurinacionalidad, igualdad entre mujeres y
hombres, educación pública, sanidad pública, tribunales
independientes, política exterior de paz, progreso,
re-industrialización, desarrollo sostenible, defensa del mundo
rural, derechos sociales y laborales. Soy republicano, por
una cuestión de racionalidad y de comunión con los ideales
republicanos de Libertad (de expresión, de
culto, de sindicación y de todo aquello que no perjudique a los
otros), de Igualdad (ante la ley, de voto, por sexo y de
oportunidades) de Fraternidad (solidaridad, ayuda mutua y familiar)
y la Laicidad.
La encuesta de 40dB impulsada por 16 medios
independientes apunta hacia una importante división sobre la forma
de Estado.
Un 47,8% está a favor de la celebración de un referéndum y un 36,1%,
en contra. La mayoría de los encuestados
suspenden a la institución monárquica, aunque creen que proporciona
orden y estabilidad política.
La división acerca de las preferencias sobre
la forma de Estado es total, y la tendencia apunta a que la
república le sacaría ventaja a la monarquía como sistema político
más aceptado en España. Un 40,9% votaría a
favor de una república, frente a un 34,9% que preferiría una
monarquía.
Reclamamos la República como el modelo de
Estado más democrático, ya
que la Monarquía, por mucho que sus defensores afirmen que fue
legitimada en el Referéndum de 1978, no fue votada por los españoles,
fue un trágala, revestido de legalización de derechos civiles y
ciudadanos constitucionales. Los españoles votamos el texto
constitucional, no el modelo de Estado. O monarquía o no había
Constitución. Se aceptó la voluntad de Franco en la Jefatura del
Estado y no se puso en cuestión su testamento.
Soy
republicano por convicción y principios, coincidentes con todo lo
dicho hasta ahora. Estoy convencido de que no se terminaran los
males de España por instaurar una República; pero sería un
principio. El modelo republicano debe ser políticamente abierto,
participativo y por tanto democrático; un modelo en el que la
ciudadanía sea crítica y responsable; un modelo sustentado por
principios y valores de libertad, igualdad y justicia social; y que
éstos sean blindados por la Constitución, para evitar que los
gobiernos de turno, ataquen los fundamentos del propio Estado
republicano.
El actual
régimen es ilegítimo de origen y la república un proyecto de
convivencia irrenunciable.