Hemos
pasado la semana santa. Pese a la crisis del coronavirus, algunas
instituciones públicas, organizaciones y fieles cristianos no han
dejado de difundir sus ideas; de procesiones dinámicas a
exhibiciones estáticas; del señor lo puede todo a no es capaz de
evitar el sufrimiento por la pandemia; que si existiera algo tendría
que ver con tanto dolor y miseria que está causando esta tragedia a
la humanidad.
España, toda es una fiesta religiosa. Más allá
de la geografía y de la época del año,
el mapa de España muestra un amplio número de fiestas populares de
carácter religioso que van más allá de la semana santa.
Según datos de la Conferencia Episcopal, hay 92 fiestas católicas
que gozan del reconocimiento de interés turístico nacional y otras
42 que disponen de la categoría de interés internacional; que se
dice pronto. El alto número de fiestas religiosas, demuestra que se
identifica al Estado español con la religión católica. Para Karina
Mouriño, de Galicia Laica, la Iglesia tiene muchas estrategias para
hacer ver que la población pertenece a su grupo; confundiendo la
cultura con los ritos religiosos, no se comprende la separación
Iglesia-Estado.
Soy ateo,
no creo en ningún ser sobrehumano, ni sobrenatural, que controle los
destinos de los seres vivos y muertos aquí en la Tierra, ni fuera de
ella; que imparta castigo y justicia divina, ni nada por el estilo.
En otras palabras, no creo en dios, ni en sus actos, ni en sus obras
ni en su historia ni en su hijo, ni en su madre ni en todos los
santos, ni en lo que creen los que creen, ni en ninguna paloma
santa; dicho con todos los respetos. Si creo en las miserias humanas
y en los poderes públicos que quieren todo controlar.
No es que
diga que no lo se, que puede que sea, o admita la probabilidad de la
existencia de una fuerza o energía, espíritu vital o luz
omnipotente, no. Fui creyente en otros momentos de mi vida, allá por
mi adolescencia juvenil, hasta que pensé; y entonces entendí que no
era posible y además no podía ser. También es cierto, que hoy, tras
muchos años desde entonces, he dejado de creer en algunas
humanidades. Y de la iglesia católica no creo nada: por lo que
representa, por lo que dicen, por lo que hacen, por cómo lo hacen,
por lo que dicen que hacen, por lo que no dicen y hacen. Ni en el
padre ni en la madre ni en el hijo puede nadie creer en su sano
juicio.
"La
mayor fábrica de ateos son las religiones",
dice Eugenia Biurrun, de Iniciativa Atea; y en España las personas
no creyentes −ateos, agnósticos e indiferentes a la religión−, han
experimentado un espectacular crecimiento en los últimos años,
situándose en más del 25% de la población. España deja de ser
católica: ya hay más ateos y no creyentes que católicos
practicantes. El nivel económico y educativo, son factores
determinantes. La población con menos ingresos económicos, es más
religiosa que la que tiene más; y los que se consideran de derecha,
junto con los menos instruidos, son los que más creen.
Una gran
parte de los representantes de la Iglesia, muestran en sus caras el
reflejo de lo que esconden. La satanífica de Rouco y la de Cañizares
beática, que parece dejar ver su deleite por la belleza de los
querubines. La del obispo Juan Antonio Reig Pla, de reaccionario,
sectario y de odio, que equiparó el "tren de la libertad", con el
"tren de la muerte" de Auschwitz. Llegó a decir: "los partidos
mayoritarios se han constituido en verdaderas estructuras de
pecado", calificando la situación en España de dictadura que aplasta
a los más débiles", los todavía no nacidos. No dice nada sobre la
dictadura que la iglesia defendió, avalando la represión franquista
bajo palio. Mientras que la "representación de dios en la Tierra" la
ostente gente como Cañizares, los ateos tenernos ganada la batalla:
por decencia.
Los trenes de la muerte fueron parte de la
"Solución Final". Estos trenes formados por vagones de ganado,
partían desde todos los países ocupados por la Alemania nazi, con
destino a los campos de exterminio. Después de varios días de viaje
en condiciones infrahumanas, los presos eran seleccionados: a un
lado los aptos para ser esclavizados, el resto a las cámaras de gas.
Fernando Vallejo, en su libro La Puta de Babilonia
menciona la visita del papa Ratzinger a Auschwitz para "increpar a
dios" por el holocausto judío y los crímenes del nazismo: "¿Por qué
permitiste esto, Señor?" Mejor le hubiera preguntado a la momia
putrefacta de Pacelli o Pío Doce o Impío Doce, por qué no levantó su
voz cuando podía contra Hitler. Recuerdo esto para destacar el
pensamiento del "canalla de Alcalá", que defiende lo inexistente,
cuando no defendieron ni la vida ni la dignidad de los asesinados
por la dictadura.
El
ateismo es un valor de referencia en la organización de mi vida
personal, familiar, social y política. Para encontrar la armonía con
el pensamiento, es vital la consecución de un Estado verdaderamente
laico, en la defensa de los derechos civiles y las libertades
ciudadanas, con una idea, una ética, una moral, unos valores
sociales y unas normas de conducta ateas, democráticas y tolerantes.
El
ateismo es la representación de la defensa de la libertad de
pensamiento y expresión, la pluralidad y el derecho a la difusión de
todas las ideas y creencias (siempre que éstas sean respetuosas con
las personas y sus derechos). La neutralidad religiosa del Estado en
todos los ámbitos −en la enseñanza sobre todo−, pasa por la
abolición de los privilegios concedidos a cualquier iglesia o
confesión religiosa y supresión de toda discriminación por motivos
religiosos; y promover el progreso, la justicia social y la
solidaridad entre todos los ciudadanos.
Soy ateo
porque es la base para un humanismo alejado de dogmas y opresiones.
Entre la fe en un dios imposible, escojo a la humanidad imperfecta,
libre de historias sagradas, de religiones y sectas dominadoras. Lo
que nos caracteriza a los ateos, no es tanto la difusión de la idea
−algo que queda en el ámbito de lo íntimo y personal−, sino la
defensa del laicismo: una sociedad sin ataduras de índole religioso,
en libertad y en igualdad de condiciones y oportunidades. La
conciencia social y la política unidas para el bienestar general.
Soy ateo
como expresión del reconocimiento a la razón y a la libertad de
conciencia. La religión no puede convertirse en creencia probada y
verdad inamovible, a través del poder institucional, como pretenden
algunos. La fe religiosa, es a fin de cuentas, el acto de dejar de
razonar. Soy ateo porque la razón es el máximo atributo del ser
humano
El
ateismo es un valor de referencia en la organización de mi vida
personal, familiar, social y política. Para encontrar la armonía con
el pensamiento, es vital la consecución de un Estado verdaderamente
laico, en la defensa de los derechos civiles y las libertades
ciudadanas, con una idea, una ética, una moral, unos valores
sociales y unas normas de conductas laicas, democráticas y
tolerantes.
El
ateismo es la representación de la defensa de la libertad de
pensamiento y expresión, la pluralidad y el derecho a la difusión de
todas las ideas y creencias (siempre que éstas sean respetuosas con
las personas y sus derechos). La neutralidad religiosa del Estado en
todos los ámbitos −en la enseñanza sobre todo−, pasa por la
abolición de los privilegios concedidos a cualquier iglesia o
confesión religiosa y supresión de toda discriminación por motivos
religiosos; así como promover el progreso, la justicia social y la
solidaridad entre la ciudadanía en su conjunto.
Otro
caballo de batalla del papado, ha sido el ataque a la eutanasia y a
la muerte digna, como "falsa solución al sufrimiento impropia del
ser humano", dice. Cuando era cardenal, afirmó: "Eutanasia es matar
a un hombre y ser matado no es una muerte digna". Para él solo la
muerte natural es muerte digna. A su espalda la historia de la
iglesia y sus actos poco humanitarios, que hoy muchos serían
considerados criminales. Hoy la eutanasia es ley, voluntad de la
mayoría, pero ellos ni aceptan ni reconocen.
No, no
soy creyente. No creo en dios, no lo he visto en ningún lado cuando
he oído suplicarle, llamarle con muchos nombres y con toda el alma
miles de veces. He visto o conocido tantos horrores que si aceptara
la existencia de dios, sería un dios atroz, un dios del mal. Lo
cierto es que cada vez creo menos en el hombre. Y no confundo dios e
iglesia; uno no existe y la otra se ha aprovechado durante siglos de
la ignorancia y el poder para su riqueza.
El dios de los cristianos, es solo una buena
idea, una esperanza de justicia, pervertida por los curas. No hay
más vida que esta y ya estamos todos condenados al nacer. No nos han
dejado vivir sin dios. (Mongo
blanco de Carlos Bardem) ¡Somos tierra de
inquisidores, obispos codiciosos y curas gordos y entrometidos! No
nos permiten dejar de creer en su dios, porque entonces podríamos
dejar de creer en lo demás. Se empieza dudando de dios y se acaba
guillotinando reyes.
Lo que
nos caracteriza a los ateos, no es tanto la difusión de la idea
−algo que queda en el ámbito de lo íntimo y personal−, sino la
defensa del laicismo: una sociedad sin ataduras de índole religioso,
en libertad y en igualdad de condiciones y oportunidades. La
religión no puede convertirse en creencia probada y verdad
inamovible, a través del poder institucional.
La Constitución española en su artículo 16.3
dice "Ninguna
confesión tendrá carácter estatal". La
laicidad del Estado y de sus instituciones es ante todo un principio
de concordia de todos los seres humanos fundado sobre lo que los
une, y no sobre lo que los separa. Este principio se realiza a
través de los dispositivos jurídicos de la separación del Estado y
las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la
neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de
conciencia particulares.
La laicidad descansa en tres pilares: la
libertad de conciencia, la igualdad de derechos, y la universalidad
de la acción pública, esto es, sin discriminación de ningún tipo.
Ateo como
expresión del reconocimiento a la razón y a la libertad de
conciencia. Ateo porque es la base para un humanismo alejado de
dogmas y opresiones. Entre la fe en un dios imposible, escojo a la
humanidad imperfecta, libre de historias sagradas, de religiones y
sectas dominadoras, para encontrar la armonía con el pensamiento. La
fe religiosa, es a fin de cuentas, el acto de dejar de razonar.