La Guerra
Fría se prolongó hasta 1991 con la disolución de la Unión Soviética.
Kennedy fue asesinado en 1963; Jrushchov murió en 1971. Ninguno de los
dos líderes, protagonistas de la crisis de los misiles, presenció el
fin del conflicto que casi condujo al mundo al desastre. El peligro de
una guerra atómica entre las dos mayores potencias parecía inminente.
Hoy volvemos, no solo a recordar, sino a sentir el riesgo nuclear,
ante las amenazas de Rusia, por utilizar armas nucleares en su guerra
con Ucrania.
La crisis
de octubre de 1962, conocida como Crisis de los misiles en Cuba, fue
el momento álgido de la Guerra Fría. Jamás tantos millones de personas
estuvimos tan cerca de una aniquilación masiva e instantánea por las
rivalidades entre Washington y Moscú; entre el capitalismo y el
comunismo.
Cuba había sido un país estrechamente ligado a
los intereses norteamericanos desde su independencia de España en
1898. La revolución de Fidel Castro en 1959, que en un principio no se
definía como comunista pero que tenía una clara orientación
nacionalista, comenzó a tomar medidas que lesionaban los intereses
estadounidenses.
La reacción de Washington fue inmediata:
ruptura de relaciones en 1961, imposición de un bloqueo económico,
excluyó a Cuba de la Organización de Estados Americanos y organizó una
fallida invasión anticastristas en Bahía de Cochinos en 1961. En ese
contexto, el régimen de Fidel Castro viró hacia el alineamiento con el
bloque soviético y el establecimiento de una dictadura comunista en la
isla.
Sobre la historia que se cuenta, me remito a un
reportaje de la BBC, que resume de la
situación de aquellos días. Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU y la
URSS, quienes fueron aliados victoriosos contra la Alemania Nazi, se
sumieron en una competencia por la dominanción global. La rivalidad
también conllevó una carrera armamentística atómica en la que EEUU
llevaba ventaja. En 1962 EEUU había instalado una serie de misiles
balísticos con ojivas nucleares en Turquía con capacidad para impactar
territorio soviético en pocos minutos en caso de confrontación. Varios
países quedaron involucrados en la pugna entre Washington y Moscú;
Cuba fue uno de ellos.
Tras el
triunfo de la revolución de Fidel Castro en 1959, la isla fue
acercándose cada vez más a la URSS y comenzó a ser percibida por
Estados Unidos como una amenaza ideológica. Las relaciones entre La
Habana y Washington se deterioraron, cuando a comienzos de los 60, el
gobierno castrista llevó a cabo una ola de nacionalizaciones de
industrias que perjudicó a importantes empresas estadounidenses.
El
presidente Dwight Eisenhower, respondió con acciones para derrocar al
régimen socialista, especialmente con un fuerte embargo económico y la
financiación de grupos armados contrarrevolucionarios. En 1961, el
fracaso de la invasión en Bahía de Cochinos en Cuba, por un ejército
de cubanos exiliados entrenados por la CIA hizo redoblar los esfuerzos
de EEUU contra la revolución cubana.
En la noche
del 22 de octubre de 1962, el presidente John F. Kennedy aparece en
televisión. Millones de personas esperan expectantes la alocución. Una
música con ritmo de marcha militar presagia la gravedad del anuncio.
Hace unos días sus consejeros le comunicaron que en Cuba, a 90 millas
de sus costas, soviéticos y cubanos construyen componentes balísticos
de misiles nucleares. "Cualquier misil lanzado desde Cuba contra
cualquier nación en el hemisferio occidental será considerado como un
ataque de la Unión Soviética contra Estados Unidos, requiriendo una
respuesta completa contra la Unión Soviética", advirtió Kennedy.
Estadounidenses, cubanos y soviéticos se prepararon para un choque que
por varios días se creyó inevitable.
Proteger a
Cuba se había convertido en asunto de seguridad nacional para la URSS,
por lo que durante el verano de 1962, Moscú y La Habana comenzaron a
instalar en secreto decenas de plataformas de lanzamiento de misiles
traídos desde el imperio ruso.
El secreto
duró hasta el 14 de octubre. Ese día, un avión de reconocimiento
estadounidense sobrevolando Cuba notó un paisaje distinto al habitual.
Entre las palmeras se ensamblaban plataformas de lanzamiento de
misiles capaces de impactar Washington y otras ciudades
estadounidenses y causar muerte y destrucción similares o peores a las
de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
El
presidente estadounidense decide negociar una solución con Jrushchov y
un acercamiento clandestino con Castro. De haber elegido atacar Cuba
se habría desencadenado el conflicto nuclear. Kennedy se sentó frente
a las cámaras el 22 de octubre; Habla con determinación, entereza y
cautela. Una palabra mal escogida podía ser malinterpretada, conducir
a un accidente y originar la catástrofe. Anuncia que interceptará
cualquier envío adicional de armas a Cuba desde la URSS, anunciando
una estricta cuarentena, en vez de un bloqueo.
Nikita
Jrushchov dirigió un mensaje a Kennedy el 24 de octubre señalando que
"la URSS ve el bloqueo como una agresión y no instruirá a los barcos
que se desvíen» pero en las primeras horas de la mañana, los buques
soviéticos disminuyeron la velocidad en sus desplazamientos hacia
Cuba, con el fin de evitar algún conflicto mayor, mientras se abrían
las posibilidades de una negociación entre las partes.
La crisis
parecía estancada cuando se produjo una vuelta de tuerca. El
corresponsal de la cadena estadounidense ABC, informó a la Casa Blanca
que un agente soviético le había deslizado la posibilidad de que los
soviéticos retiraran los misiles de la isla caribeña si Estados Unidos
prometía no invadir Cuba. Jrushchov envió una emotiva carta a Kennedy.
Le hablaba sobre la tragedia que supondría el holocausto nuclear.
Cuando todo
parecía encauzarse, se produjo el temido error de cálculo. Un avión
U-2 de reconocimiento estadounidense es derribado por misiles
soviéticos en Cuba. Su piloto muere en el acto; fue la única víctima
mortal de la crisis de los misiles. Los generales americanos
recomendaron atacar de inmediato. Todos estaban desesperados y Kennedy
y su consejo creyeron no tener más salida que la confrontación
militar.
El
exembajador en la URSS Llewellyn Thompson, considera que el líder
soviético está en una encrucijada y que hay que ofrecerle una forma de
escapar, por lo que recomienda acercarse a Jrushchov y prometerle no
invadir Cuba a cambio de la retirada de los misiles. También habría
que comunicarle que se retirarían los misiles de Turquía en secreto y
sin hacerlo público como parte de la negociación.
El fiscal
general Robert Kennedy se reunió en secreto con el embajador soviético
en Estados Unidos, Anatoly Dobrynin, e indicó que EEUU planeaba
retirar los misiles Júpiter de Turquía de todos modos, y que lo haría
pronto, pero que esto no podía ser parte de cualquier resolución
pública de la crisis de los misiles. A la mañana siguiente, el 28 de
octubre, Jrushchov declaró públicamente que los misiles soviéticos
serían desmantelados y retirados en las próximas semanas.
Si el 14 de
octubre no había ningún misil listo, en los próximos 12 días se
produjo una rápida habilitación. Para el 28 de octubre había 12
misiles operativos, con planes para instalar unos 30 de medio alcance
y otros 30 de alcance intermedio. En esos días, Castro advirtió al
pueblo de Cuba sobre el riesgo de invasión y se movilizaron alrededor
de 300.000 hombres armados. El 26 de octubre, Kennedy dijo a sus
consejeros que parecía que solo un ataque de Estados Unidos contra
Cuba podría desmantelar los misiles, pero insistió en darle más tiempo
a la vía diplomática.
Mientras
Kennedy y Jrushchov vendieron la resolución de la crisis como un
triunfo diplomático, en el gobierno cubano se instaló la decepción.
Cuba quedó excluida de las negociaciones y sus exigencias fueron
desatendidas. El gobierno cubano consideró que si bien el acuerdo
alejaba el peligro de una guerra nuclear, no ofrecía las necesarias
garantías para la seguridad de Cuba y la paz en el Caribe; y las
relaciones entre Cuba y la URSS quedaron afectadas. La Conferencia de
Helsinki de 1973-1975 fue muy importante para la posterior distensión
entre la Unión Soviética y los EEUU.
En un
artículo escrito en esos días y no publicado hasta después de su
muerte, Ernesto Che Guevara opinó alabando la actitud del régimen
cubano y cuestionando a los gobernantes soviéticos: "Es el ejemplo
escalofriante de un pueblo que está dispuesto a inmolarse atómicamente
para que sus cenizas sirvan de cimiento a sociedades nuevas y que
cuando se hace, sin consultarlo, un pacto por el cual se retiran los
cohetes atómicos, no suspira de alivio, no da gracias por la tregua;
salta a la palestra para dar su voz propia y única, su posición
combatiente, su decisión de lucha aunque fuera solo".
La rápida
solución de la crisis muestra la eficacia de la estrategia de la
disuasión (la amenaza del holocausto nuclear frena el aventurerismo de
las potencias) y la importancia del diálogo ente las dos
superpotencias.
La URSS
desmonta y repatría su material bélico ofensivo y EEUU levanta el
bloqueo. La diplomacia entre La Habana y Washington sigue condicionada
en parte por los turbulentos eventos de los 60. El embargo económico
sigue vigente al igual que el gobierno socialista y, a pesar de los
esfuerzos durante la administración de Barack Obama, las relaciones
bilaterales parecen lejos de normalizarse.
Tras la
crisis de octubre, Washington y Moscú establecieron una línea
telefónica directa, conocida como teléfono rojo, para prevenir que se
repitieran tensiones como la de los misiles. Ahora con Putín, el
teléfono parece que comunica y desconocemos el nivel y grado de las
negociaciones que seguro que se están produciendo. La amenaza nuclear,
vuelve a estar encima de nuestras vidas