Benito Pérez Galdós, nació en las Palmas de Gran Canaria, el 10 de mayo de 1843. y murió en Madrid, el 4 de enero de 1920). Fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español.

Galdós pintado a sus 51 años de edad por Joaquín Sorolla.

Se le considera uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX no solo en España y un narrador capital en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por diversos especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes.

Galdós transformó el panorama novelesco español de la época, apartándose de la corriente romanticista en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con "su intuición serena, profunda y total de la realidad", se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, "artísticamente transformado". De ahí que "desde Lope ningún escritor fue tan popular, ninguno tan universal desde Cervantes".

Pérez Galdós fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar nominado al Premio Nobel en19 12. Aunque, salvo en su juventud, no mostró especial afición por la política, aceptó su designación como diputado en varias ocasiones y por distintas circunscripciones.

 

 

Galdós fue el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. Siendo aún niño su padre le aficionó a los relatos históricos contándole pasajes y anécdotas vividos en la Guerra de la Independencia, en la que, como militar, había participado. En 1852 ingresó en el Colegio de San Agustín, en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria (isla de Gran Canaria), con una pedagogía avanzada para la época, en los años en que empezaban a divulgarse por España las polémicas teorías darwinistas, polémicas que algunos críticos han rastreado en obras como Doña Perfecta.

Galdós, que ya había empezado a colaborar en la prensa local con poesías satíricas, ensayos y algunos cuentos, obtuvo el título de bachiller en Artes en 1862, en el Instituto de La Laguna (Tenerife), donde había destacado por su facilidad para el dibujo y su buena memoria. La llegada de una prima suya, "Sisita", al entorno familiar isleño, trastornó emocionalmente al joven Galdós, circunstancia que se ha considerado posible origen de la decisión final de "Mamá Dolores" de enviarle a Madrid a estudiar Derecho.

Llegó a Madrid en septiembre de 1862, se matriculó en la universidad y tuvo por profesores a Fernando de Castro, Francisco de Paula Canalejas, Adolfo Camús, Valeriano Fernández y Francisco Chacón Oviedo. En la universidad conoció al fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, que le alentó a escribir y le hizo sentir curiosidad por el krausismo, filosofía que se deja sentir en sus primeras obras. Frecuentó los teatros y con otros escritores paisanos suyos (Nicolás Estévanez, José Plácido Sansón, etcétera) la «Tertulia Canaria» en Madrid. También acudía a leer al Ateneo a los principales narradores europeos en inglés y francés. Fue en esa institución donde conoció a Leopoldo Alas Clarín, durante una conferencia del crítico y novelista asturiano, en lo que sería el comienzo de una larga amistad. Al parecer fue alumno disperso y perezoso, faltando a clase a menudo:

Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en "flanear" por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos.

 B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.

En 1865 asistió a la terrible Noche de San Daniel, cuyos sucesos le impresionaron vivamente:

Presencié, confundido con la turba estudiantil, el escandaloso motín de la noche de San Daniel —10 de abril del 65—, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente, el 22 de junio, memorable por  la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Los cañonazos atronaban el aire... Madrid era un infierno.

 B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.

Asiduo de los teatros, le impresionó en especial la obra Venganza catalana, de Antonio García Gutiérrez. Los cronistas y biógrafos recogen que ese mismo año empezó a escribir como redactor meritorio en los periódicos La Nación y El Debate, así como en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa. Al año siguiente y en calidad de periodista, asistió al pronunciamiento de los sargentos del cuartel de San Gil.

En 1867 hizo su primer viaje al extranjero, como corresponsal en París, para dar cuenta de la Exposición Universal. Volvió con las obras de Balzac y de Dickens y tradujo de éste, a partir de una versión francesa, su obra más cervantina, Los papeles póstumos del Club Pickwick, que se publicó por entregas en La Nación. Toda esta actividad supone su inasistencia a las clases de Derecho y le borran definitivamente de la matrícula en 1868. En ese mismo año se produce la llamada revolución de 1868, en que cae la reina Isabel II, precisamente cuando regresaba de su segundo viaje a París y volvía de Francia a Canarias en barco vía Barcelona; en la escala que el navío hizo en Alicante se bajó del vapor en la capital alicantina y llegó así a tiempo a Madrid para ver la entrada de los generales Francisco Serrano y Prim. El año siguiente se dedicó a hacer crónicas periodísticas sobre la elaboración de la nueva Constitución.


Las primeras obras

En 1869 vivía en el barrio de Salamanca, en la calle Serrano número ocho, con su familia, y leía con pasión a Balzac mientras formaba parte de la redacción de Las Cortes. Al año siguiente (1870), gracias a la ayuda económica de su cuñada, publicó su primera novela, La Fontana de Oro, escrita entre 1867 y 1868 y que, aún con los defectos de toda obra primeriza, sirve de umbral al magno trabajo que como cronista de España desarrolló luego en los Episodios Nacionales.

La Sombra, publicada en 1871, había ido apareciendo por entregas a partir de noviembre de 1870, en La Revista de España, dirigida por José Luis Albareda y más tarde por el propio Galdós entre febrero de 1872 y noviembre de 1873; en ese mismo año (1871), también de la mano de Albareda, entrará en la redacción de El Debate y durante su veraneo en Santander conoció al novelista José María de Pereda. En 1873 se alía con el ingeniero tinerfeño Miguel Honorio de la Cámara y Cruz (1840-1830), propietario entonces de La Guirnalda, en la que colabora desde enero con una serie de “Biografías de damas célebres españolas” entre otros artículos.


 

Los Episodios nacionales

 

Portada de la edición de Hernando en 1935
del primero de los Episodios Nacionales: Trafalgar.

En 1873 Galdós comenzó a publicar los Episodios nacionales (título que le sugirió su amigo José Luis Albareda), una magna crónica del siglo XIX que recogía la memoria histórica de los españoles a través de su vida íntima y cotidiana, y de su contacto con los hechos de la historia nacional que marcaron el destino colectivo del país. Una obra compuesta por 46 episodios en cinco series de diez novelas cada una (con la salvedad de la última serie, que quedó inconclusa), que arranca con la batalla de Trafalgar y llega hasta la Restauración borbónica en España.

La primera serie (1873-1875) trata de la Guerra de la Independencia (1808-1814) y tiene por protagonista a Gabriel Araceli, "que se dio a conocer como pillete de playa y terminó su existencia histórica como caballeroso y valiente oficial del ejército español".

La segunda serie (1875-1879) recoge las luchas entre absolutistas y liberales hasta la muerte de Fernando VII en 1833. Su protagonista es el liberal Salvador Monsalud, que encarna, en gran parte, las ideas de Galdós y en quien "prevalece sobre lo heroico lo político, signo característico de aquellos turbados tiempos".

Después de un paréntesis de veinte años, y tras recuperar los derechos sobre sus obras que detentaba su editor, con quien mantuvo un pleito interminable, Galdós continuó con la tercera serie, dedicada a la Primera Guerra Carlista (1898-1900).

La cuarta serie (1902-1907) se desarrolla entre la Revolución de 1848 y la caída de Isabel II en 1868. La quinta (1907-1912), incompleta, acaba con la Restauración de Alfonso XII.

Este conjunto novelístico constituye una de las obras más importantes de la literatura española de todos los tiempos y marcó una cota casi inalcanzable en la evolución de la novela histórica española. El punto de vista adoptado es vario y multiforme (se inicia desde la perspectiva de un joven que mientras lucha por su amada se ve envuelto en los hechos más importantes de su época); la perspectiva del propio autor varía desde el aliento épico de la primera serie hasta el amargo escepticismo final, pasando por la postura radical de tendencia socialista-anarquista de las series tercera y cuarta.

Para conocer bien España, el escritor se dedicó a recorrerla en coches de ferrocarril de tercera clase, conviviendo con el pueblo miserable y hospedándose en posadas y hostales "de mala muerte".


 

Oficio de escritor

Benito Pérez Galdós solía llevar una vida cómoda, viviendo primero con dos de sus hermanas y luego en casa de su sobrino, José Hurtado de Mendoza.

En la ciudad, se levantaba con el sol y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque la pluma le hacía perder el tiempo. Después salía a pasear por Madrid a espiar conversaciones ajenas (de ahí la enorme frescura y variedad de sus diálogos) y a observar detalles para sus novelas. No bebía, pero fumaba sin cesar cigarros de hoja. A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo. En su madurez empezó a frecuentar a León Tolstói. Después volvía a sus paseos, salvo que hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo crítica musical. Se acostaba temprano y casi nunca iba al teatro. Cada trimestre acuñaba un volumen de trescientas páginas.

Desde la óptica de un Ramón Pérez de Ayala Galdós era descuidado en el vestir, usando tonos sombríos para pasar desapercibido. En invierno era habitual verle llevando enrollada al cuello una bufanda de lana blanca, con un cabo colgando del pecho y otro a la espalda, un puro a medio fumar en la mano y, ya sentado, completaba la estampa tópica su perro alsaciano junto a él. Tenía por costumbre llevar el pelo cortado "al rape" y, al parecer, padecía fuertes migrañas.


 

Madurez

Del Ateneo a Santander

Desde su llegada a Madrid, una de las mayores aficiones de Galdós eran las visitas al viejo Ateneo de la calle de la Montera, donde tuvo oportunidad de hacer amistad con intelectuales y políticos de todas las tendencias, incluidos personajes tan ajenos a su ideología y sensibilidad como Marcelino Menéndez Pelayo, Antonio Cánovas del Castillo o Francisco Silvela. También frecuentaba las tertulias del Café de la Iberia, la Cervecería Inglesa y del viejo Café de Levante. A partir de 1872, Galdós se aficionó a pasar los tórridos veranos madrileños en Santander (Cantabria), entorno con el que llegaría a identificarse hasta el punto de comprar una casa en El Sardinero, la animada "finca de San Quintín".

Galdós diputado

La carrera parlamentaria de Galdós comienza, de un modo un tanto rocambolesco, cuando en 1886 y habiéndose aproximado el escritor al Partido Liberal, su amistad con Sagasta le llevó a ingresar en el Congreso como diputado por Guayama (Puerto Rico). El escritor nunca llegaría a visitar su circunscripción antillana, pero su obligada asistencia a las Cortes —donde, tímido por naturaleza, apenas despegaría los labios— le sirvió de nuevo e insólito observatorio desde el que analizar lo que luego titularía como «la sociedad española como materia novelable».

Más tarde en las elecciones generales de España de 1910 se presentaría como líder de Conjunción Republicano-Socialista, formada por partidos republicanos y el PSOE, en que dicha coalición obtendría un 10,3% de votos.

La aventura teatral

Galdós pintado a sus 51 años de edad por Joaquín Sorolla.

El 15 de marzo de 1892 se estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid, la primera obra madura de la producción teatral de Galdós: Realidad. El autor recordaría luego esa noche en sus Memorias como «solemne, inolvidable para mí». El éxito de la obra, y la buena disposición de la Guerrero, les llevaría a estrenar en los primeros días de 1893 la versión teatral de La loca de la casa (que como libro había pasado casi inadvertido). Pero su confirmación como autor de éxito y crítica se la dio La de San Quintín, estrenada el 27 de enero de 1894; su cuarta obra llevada a las tablas, tras el fracaso de la adaptación del episodio Gerona.

Pero el estreno más recordado de Galdós fue quizá el de su Electra, el 30 de enero de 1901, por lo que supuso de oportuno "alegato c ntra los poderes de la Iglesia y contra las órdenes religiosas que la servían" en un momento histórico en el que en España, tras los avances liberales del periodo 1868-1873, crecía de nuevo la influencia de los intereses políticos del Vaticano. Aquella bofetada, que para asombro del propio Galdós fue mucho más sonora de lo que él había esperado, encendería la mecha de una conspiración ultramontana, que al cabo de los años se llevaría una desproporcionada, triste y muy poco cristiana revancha: impedir que el genio literario de Galdós fuera reconocido con el Premio Nobel de Literatura.

Académico

Por fin, en 1897, y pese a las oposiciones de los sectores conservadores del país —y en especial de los neos (neocatólicos)—, Galdós fue elegido miembro de la Real Academia Española.

Podría decirse que la sociedad llega a un punto de su camino en que se ve rodeada de ingentes rocas que le cierran el paso. Diversas grietas se abren en la dura y pavorosa peña, indicándonos senderos o salidas que tal vez nos conduzcan a regiones despejadas (...). Contábamos, sin duda, los incansables viajeros con que una voz sobrenatural nos dijera desde lo alto: por aquí se va, y nada más que por aquí. Pero la voz sobrenatural no hiere aún nuestros oídos y los más sabios de entre nosotros se enredan en interminables controversias sobre cuál pueda o deba ser la hendidura o pasadizo por el cual podremos salir de este hoyo pantanoso en que nos revolvemos y asfixiamos. Algunos, que intrépidos se lanzan por tal o cual angostura, vuelven con las manos en la cabeza, diciendo que no han visto más que tinieblas y enmarañadas zarzas que estorban el paso; otros quieren abrirlo a pico, con paciente labor, o quebrantar la piedra con la acción física de substancias destructoras; y todos, en fin, nos lamentamos, con discorde vocerío, de haber venido a parar a este recodo, del cual no vemos manera de salir, aunque la habrá seguramente, porque allí hemos de quedarnos hasta el fin de los siglos

Fragmento del discurso leído por Pérez Galdós
ante la Real Academia Española

Problemas editoriales

Un laudo arbitral de 1897 independizó a Galdós de su primer editor, Miguel Honorio de la Cámara, y se dividió todo en dos partes, de lo que resultó que Galdós, en veinte años de gestión conjunta, había recibido unas 80.000 pesetas más de lo que le correspondía. Después se averiguó que De la Cámara no había sido del todo legal respecto al número y fecha de las ediciones de sus obras; lo cierto es que a Galdós le dejó un déficit de 100.000 pesetas. Sin embargo, quedó en su propiedad el cincuenta por ciento del fondo de sus libros que quedaba en espera de venta, 60.000 ejemplares en total. Para librarse de ellos abrió el escritor una casa editorial con el nombre de "Obras de Pérez Galdós" en la calle de Hortaleza (número 132 bajo). Los dos primeros títulos que puso en el mercado fueron Doña Perfecta y El abuelo. Continuó esta actividad editorial hasta 1904, año en que, cansado, firmó un contrato con la Editorial Hernando.


 

Vida sentimental

La vida sentimental de Galdós, que el escritor conservó celosamente en secreto, tardó en ser estudiada con cierto método. Hubo que esperar a que en 1948, el hispanista lituano establecido en Estados Unidos, Chonon Berkowitz, publicase su estudio biográfico titulado Pérez Galdós. Spanish Liberal Crusader (1843-1920).

Todos los críticos coinciden en la esterilidad biográfica de sus Memorias de un desmemoriado (Galdós poseía una memoria portentosa), escrita en forma de diario de viajes, y no se sabe si para desalentar empeños biográficos ulteriores.

Galdós permaneció soltero hasta su muerte. Algunos amigos y contemporáneos dejaron noticia de su debilidad por las relaciones con profesionales, aunque no se ha podido demostrar cuánto haya de mito y exageración en ello. Se le conoce una hija natural, María Galdós Cobián, nacida en 1891 de Lorenza Cobián. La lista de pasiones amorosas más o menos carnales se puede complementar con los nombres de la actriz meritoria Concha (Ruth) Morell y con la novelista Emilia Pardo Bazán. Una dilatada colección de estudios intentando desentrañar las relaciones claras de los rumores, permiten añadir a estas tres mujeres mencionadas una variopinta lista en la que figuran los nombres de la actriz Carmen Cobeña; la poetisa y narradora Sofía Casanova que estrenó en el teatro Español su comedia La Madeja (con dirección artística del propio Galdós); la actriz Anna Judic; la cantante Marcella Sembrich; la artista Elisa Cobun; la actriz Concha Catalá, que trabajó en la compañía de Rosario Pino; y la viuda Teodosia Gandarias Landete, su último y algo más que platónico amor.

Al hilo de estos temas, la escritora y pintora Margarita Nelken, en su artículo titulado El aniversario de Galdós/ intimidades y recuerdos, y publicado en el diario El Sol del 4 de enero de 1923, comentaba la afición de Galdós por rodearse de "mujeres jóvenes que pusieran risas y se ponía más achacoso para que le mimásemos más".


 

Últimos años

Benito Pérez Galdós, fotografiado por Christian Franzen.

En el último periodo de su vida, Galdós repartió su tiempo entre los compromisos políticos y la actividad como dramaturgo. Sus últimos años estuvieron marcados de modo progresivo por la perdida de la visión y las consecuencias de sus descuidos económicos y tendencia a endeudarse de forma continua, aspectos íntimos que el entonces joven periodista Ramón Pérez de Ayala, aprovechándose de su interesada amistad con el viejo escritor, recogió más tarde en sus Divagaciones literarias:

"En una ocasión don Gabino Pérez, su editor, le quiso comprar en firme sus derechos literarios de las dos primeras series de los Episodios nacionales por quinientas mil pesetas, una fortuna entonces. Don Benito replicó: «Don Gabino, ¿vendería usted un hijo?». Y, sin embargo, don Benito no sólo no disponía jamás de un cuarto, sino que había contraído deudas enormes. Las flaquezas con el pecado del amor son pesadas gabelas. Pero éste no era el único agujero por donde el diablo le llevaba los caudales, sino, además, su dadivosidad irrefrenable, de que luego hablaré. En sus apuros perennes acudía, como tantas otras víctimas, al usurero. Era cliente y vaca lechera de todos los usureros y usureras matritenses, a quienes, como se supone, había estudiado y cabalmente conocía en la propia salsa y medio típico, con todas sus tretas y sórdida voracidad. ¡Qué admirable cáncer social para un novelista! (Léase su Fortunata y Jacinta y la serie de los Torquemadas). Cuando uno de los untuosos y quejumbrosos prestamistas le presentaba a la firma uno de los recibos diabólicos en que una entrega en mano de cinco mil pesetas se convierte, por arte de encantamiento, con carácter de documento ejecutivo o pagaré al plazo de un año, en una deuda imaginaria de cincuenta mil pesetas, don Benito tapaba con la mano izquierda el texto, sin querer leerlo, y firmaba resignadamente. Los intereses de la deuda ficticia así contraídos le llevaban casi todo lo que don Benito debía recibir por liquidaciones mensuales de la venta de sus libros. Muy pocos años antes de la muerte de don Benito, un periodista averiguó por esto su precaria situación económica y la hizo pública, lo que suscitó un movimiento general de vergüenza, simpatía y piedad (...) A principios de mes acudían a casa de don Benito, o bien le acechaban en las acostumbradas calles, atajándole al paso, copiosa y pintoresca colección de pobres gentes, dejadas de la mano de Dios; pertenecían a ambos sexos y las más diversas edades, muchos de ellos de semblante y guisa asaz sospechosos; todos, de vida calamitosa, ya en lo físico, ya en lo moral, personajes cuyas cuitas no dejaba de escuchar evangélicamente (...) Don Benito se llevaba sin cesar la mano izquierda al bolsillo interno de la chaqueta, sacaba esos papelitos mágicos denominados billetes de banco, que para él no tenían valor ninguno sino para ese único fin, y los iba aventando."

Ramón Pérez de Ayala (1958)

Como parte de las fuerzas políticas republicanas, Madrid eligió a Galdós representante en las Cortes de 1907. En 1909 presidió, junto a Pablo Iglesias, la coalición republicano-socialista, si bien Galdós, que «no se sentía político», se apartó pronto de las luchas «por el acta y la farsa» dirigiendo sus ya menguadas energías a la novela y al teatro.

Paralelamente, el habilidoso instinto político del Conde de Romanones, urdía encuentros del joven rey Alfonso XIII con el popular escritor que le situaban en un contexto ambiguo. Con todo, en 1914 Galdós, enfermo y ciego, presentó y ganó su candidatura como diputado republicano por Las Palmas de Gran Canaria. Coincidía ello con la promoción, en marzo de 1914, de una Junta Nacional de Homenaje a Galdós, formada por personalidades de la talla y catadura de: Eduardo Dato (jefe del Gobierno), el capitán general Miguel Primo de Rivera, el banquero Gustavo Baüer (representante de Rothschild en España), Melquiades Álvarez, jefe de los reformistas, o el duque de Alba, además de escritores consagrados como Jacinto Benavente, Mariano de Cavia y José de Echegaray. No figuraban en dicha junta políticos como Antonio Maura o Lerroux, y por razones antagónicas: la Iglesia y los socialistas.

En el aspecto literario, puede anotarse que su admiración por la obra de León Tolstói se trasluce en cierto espiritualismo en sus últimos escritos y, en esa misma línea rusa, no pudo disimular cierto pesimismo por el destino de España, como se percibe en las páginas de uno de sus últimos Episodios nacionales, Cánovas (1912), al que pertenece este párrafo:

"Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder, son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que de fijo ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos..."

Benito Pérez Galdós, Cánovas, Madrid, 1912

 

Monumento a Galdós en el Retiro,
obra de Victorio Macho en 1919.

El 20 de enero de 1919 se descubrió en el Parque del Retiro de Madrid una escultura erigida por suscripción pública. Por razón de su ceguera, Galdós pidió ser alzado para palpar la obra y lloró emocionado al comprobar la fidelidad de la obra que un joven y casi novel Victorio Macho había esculpido sin cobrar su trabajo. Un año más tarde, Benito Pérez Galdós, cronista de España por designación del pueblo soberano, murió en su casa de la calle Hilarión Eslava de Madrid, en la madrugada del 4 de enero de 1920. El día de su entierro, unos 30.000 ciudadanos acompañaron su ataúd hasta el cementerio de la Almudena (zona antigua, cuartel 2B, manzana 3, letra A).


 

Mito de la muerte de un mito

Es habitual leer, en la abundante bibliografía y otros documentos que sobre la figura de Galdós se han producido, leer que el escritor murió pobre y olvidado. El origen de la leyenda del olvido oficial, institucional y político, hay que imputárselo a José Ortega y Gasset, autor anónimo, pues no la firmó, de una encendida necrológica publicada en el diario El Sol el 5 de enero de 1920 (III, 30-31), y que comenzaba así: "La España oficial, fría, seca y protocolaria, ha estado ausente en la unánime demostración de pena provocada por la muerte de Galdós. La visita del ministro de Instrucción Pública no basta... Son otros los que han faltado... El pueblo sabe que se le ha muerto el más alto y peregrino de sus príncipes". Se discute esa afirmación de Ortega sobre la ausencia de «la España oficial» en la demostración de duelo. Unamuno en idéntica fecha escribía que, leyendo su obra, "nos daremos cuenta del bochorno que pesa sobre la España en que él ha muerto".

En todo caso, según la prensa del momento, uno de los primeros en presentarse en la casa mortuoria fue, efectivamente, Natalio Rivas, ministro de Instrucción Pública, además de políticos como Alejandro Lerroux (siempre atento a la simbología de lo público) o aristócratas como Emilia Pardo Bazán, condesa y amiga del finado. Poco después llegó el torero Machaquito y una interminable procesión de amigos, conocidos y personalidades varias. El desfile aumentaría en forma progresiva cuando desde las once de la noche del mismo día de su muerte quedó instalada la capilla ardiente en el Patio de Cristales del Ayuntamiento de Madrid. Allí acudieron el jefe del Gobierno y cinco de sus miembros junto con "cientos de miles de ciudadanos". También ese mismo día 4, el ministro Rivas puso a la firma del rey un Decreto "estableciendo honores y distinciones", entre las que se incluían que el entierro fuese costeado por el Estado y la asistencia de las Reales Academias, Universidades, Ateneo y Centros de Enseñanza y Cultura, además de otros funcionarios ministeriales. El Senado, por su parte, celebró una sesión para acordar el pésame de la institución y su asistencia oficial al sepelio. Se publicó una esquela mortuoria dándoles el pésame a los familiares (la hija de Galdós y su marido, su hermana Manuela, ausente en Las Palmas de Gran Canaria, el albacea Alcaín...).

En señal de duelo, esa noche del 4 de enero se cerraron todos los teatros de Madrid con el cartel de No hay función. En la prensa madrileña y nacional, algunos diarios como el conservador La Época publicaron números extraordinarios glosando la imagen del escritor canario fallecido.

Entierro frío y multitudinario

El lunes 5 de enero de 1920, rodeando el féretro la Guardia Municipal, de gala, y cubierto por coronas de flores, partió el entierro de Benito Pérez Galdós. Los periódicos hablaron luego de que 30.000 personas habían pasado por la capilla ardiente y de que unas 20.000 formaron cortejo extraoficial hasta el cementerio. Aunque en esa época no era costumbre que las mujeres acudieran a los entierros, en aquella ocasión abrió la excepción la actriz Catalina Bárcena, y en cuanto el duelo oficial se retiró, a la altura de la Puerta de Alcalá, progresivamente fueron acudiendo las otras mujeres de Madrid: las menestralas, las obreras, las madres de familia de las clases populares. El abuelo que contaba historias que ellas podían entender y sentir, el hermano escritor que las había inmortalizado con muy diversos nombres y sentimientos, emprendía aquella fría tarde su último viaje.


 

Novelas más representativas

De la vasta obra literaria, histórica y dramática acometida por Benito Pérez Galdós, la crítica del mundo occidental ha coincidido en destacar libros de resonancia universal como:

·                    Fortunata y Jacinta, novela realista con un complicado triángulo amoroso entre dos mujeres de diferentes clases sociales y un mismo hombre, el burguesito Juan Santa Cruz. Novela universal, es también una de las obras de Galdós que mejor definen el concepto de "Madrid galdosiano". Así lo han referido hispanistas y galdosistas, desde Leopoldo Alas (Clarín) a Pedro Ortiz-Armengol. El retrato que el escritor canario hace de la ciudad y sus gentes es comparable al que un siglo antes hiciera Francisco de Goya.

·                    En Doña Perfecta, y en el escenario de una ciudad imaginaria, Orbajosa, anclada en el tradicionalismo más radical, se desarrolla "la tragedia de España", donde confluyen y se enfrentan "los dos conceptos del mundo, el medieval (Doña Perfecta) y el moderno (Pepe Rey)", que tratan de conquistar a la España que vivió Galdós, encarnada en el personaje de la hija de aquella y novia de éste: Rosario..."la España actual, en manos de la Intransigencia y el Fanatismo: Doña Perfecta". Ricardo Gullón insiste en ese mismo conflicto colocando Doña Perfecta a la cabeza de las que él agrupa como "novelas de la intolerancia", como "novela del fanatismo y la hipocresía", y cuya protagonista, Perfecta, y el "grupo de pueblerinos que la rodea personifican la voluntad intransigente de una actitud que pretende suplantar la caridad por la violencia". Gullón también coincide con otros galdosistas en la posibilidad de que Galdós "evocara el recuerdo de su propia madre, cuyo autoritarismo marcó la pauta durante los veinte primeros años de su vida".

·                    Misericordia fue la última novela del periodo que marcaría el zénit de la profesionalidad y honradez como escritor del Galdós inmerso en el planteamiento "espiritualista" del acto creador. Casalduero, en su ejemplar estudio de Misericordia, descubre las consecuencias del esfuerzo de Galdós, "...su amargo pesimismo al contemplar la realidad española, se deshace en ironía, optimismo y bondad al soñar en un futuro mejor".


 

Universo femenino

Numerosos estudios críticos han destacado la brillantez de Galdós en su construcción de personajes femeninos; en este sentido y además de los títulos citados, cabría añadir las mujeres protagonistas de La de Bringas (Rosalía Pipaón), Tormento (Amparo), La desheredada, La familia de León Roch (María Egipcíaca), Marianela, o la "Benina" de Misericordia.


 

Estilo

Benito Pérez Galdós, poseedor de una memoria privilegiada y una formación autodidacta sustentada por su curiosidad incansable, su capacidad de observación y su pasión por la lectura, acuñó un estilo narrativo personal con las siguientes características:

1.    Estilo directo que logra ocultar su academicismo en los pasajes meramente narrativos o sus comentarios a la acción, pero siempre natural, sobre todo en los diálogos, siguiendo los postulados estéticos realistas.

2.    Uso literario del lenguaje, tanto culto como callejero, siguiendo el modelo cervantino.

3.    Dominio del diálogo de inspiración clásica.

4.    Construcción del relato en una línea abierta al humor y la ironía.

5.    Habilidad para desnudar sus reflexiones y su apabullante cultura de todo academicismo.

6.    Tratamiento coloquial del texto, recuperando recursos de la narrativa oral o el discurso familiar. Este ejercicio, que varios autores consideran voluntario y meditado, y que le granjeó a Galdós un puesto privilegiado entre las clases populares, fue considerado por algunos críticos y colegas contemporáneos o de generaciones más jóvenes como ridículo, infantil y populachero, aunque Pío Baroja llegó a reconocer que Galdós " “sabía hacer hablar al pueblo” como nadie.


 

Galdós fue casi tan fecundo periodista como narrador y desde mucho antes, ya en su etapa canaria.

Fundó en 1862 el periódico La Antorcha; colaboró en El Ómnibus(1862), La Nación (1865-1868), Revista del Movimiento Intelectual de Europa (1865-1867), Las Cortes (1869), La Ilustración de Madrid (1871), El Debate (1871), Revista de España (1870-1873 y 1876) y La Guirnalda (1873-1876) y La Prensa de Buenos Aires (1885) y, con artículos sueltos, en Vida Nueva (1898), Electra (1901), Heraldo de Madrid (1901), Alma Española (1903), La República de las Letras (1905), España Nueva (1909), Revista Mensual Tyflofila (1916), Ideas y Figuras (1918) y La Humanidad (1919).

Según Carmen Bravo Villasante, están menos investigadas sus colaboraciones en El Día, La Esfera, La Diana, El Imparcial, El Motín, El País, El Progreso Agrícola Pecuario, El Sol, La Tertulia de Santander y El Tribuno de Las Palmas de Gran Canaria


 

La aportación más importante al conocimiento de la obra inédita de Galdós la hizo el argentino Alberto Ghiraldo, con la publicación en 1923 de los nueve volúmenes de las Obras inéditas, en la editorial Renacimiento de Madrid. A partir de este texto (volúmenes VI y VII), Rafael Reig prologó la edición en 2003 de El crimen de la calle Fuencarral. El crimen del cura Galeote, un turbio asunto muy popular en el verano de 1888, que inició una oleada de amarillismo en la prensa que alcanzaría su auge hacia 1898, coincidiendo con la Guerra de Cuba. En opinión de Reig, estos relatos, extraídos de crónicas enviadas al diario argentino La Prensa, son comparables al estilo de Dashiell Hammett y dan noticia de un Galdós pionero en el género policíaco apenas frecuentado hasta entonces en la literatura española.

En 1979, el hispanista Alan E. Smith localizó entre manuscritos guardados en la Biblioteca Nacional de Madrid un fragmento extenso de novela que, reconstruida en gran parte, se publicó en 1983 con el título de Rosalía. Por el estilo parece una novela fallida del "ciclo espiritualista" del segundo periodo de la novelística galdosiana.


 

Importancia de la obra de Galdós

... Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción... 

Benito Pérez Galdós (1897): La sociedad presente como materia novelable. Discurso de entrada en la Real Academia Española.

 

Galdós es considerado por muchos especialistas como uno de los mejores novelistas en castellano después de Cervantes. Así parece avalarlo su obra, con cerca de 100 novelas, casi 30 obras de teatro, y una colección importante de cuentos, artículos y ensayos. También se le considera maestro indiscutible del Realismo en España y del naturalismo del siglo XIX. Su influencia ha sido mencionada por algunos críticos en autores como Carlos Fuentes y Rómulo Gallegos en Hispanoamérica o Arturo Pérez-Reverte en España.


 

Anticlericalismo y Premio Nobel

Como le ocurriría —en menor grado— a su contemporáneo Leopoldo Alas Clarín, Galdós fue asediado y boicoteado por los sectores más conservadores de la sociedad española, ajenos a su valor intelectual y literario. Diversos estudiosos de la obra galdosiana y su proyección social coinciden en que ese sabotaje colectivo, aunque con una cabeza bien definida, se debió a sus ideas anticlericales y sus convicciones políticas, posturas avanzadas y honestas que provocaron que el catolicismo tradicionalista, muy poderoso en España desde los Reyes Católicos, le tuviese en el punto de mira hasta su muerte, y aún después de ella.

Cuando en 1912, Galdós fue propuesto para el Nobel de literatura, "el elemento oficial y reaccionario" (incluyendo la propia Real Academia Española de la Lengua y la prensa tradicionalista católica), vio la oportunidad de vengar por fin las ofensas que, desde su sensibilidad y obcecación, suponía —por "su serenidad y sinceridad"— la persona de Galdós y su obra. La conjura, en forma de campaña nacional e internacional, impidió que le dieran el premio no sólo en esa ocasión de 1912, sino también en 1913 y en una tercera convocatoria en 1915 (cuya propuesta en esa ocasión había partido de una mayoría de miembros de la propia Academia sueca), consiguiendo desvirtuar una suscripción pública en favor de Galdós.

En 1922, siete años más tarde, la Academia Sueca decidió darle el Nobel (uno entero, no medio como el que le dieron a Echegaray) al dramaturgo español Jacinto Benavente. Es probable que tal gesto intentara ser una compensación política, pero como también ocurrió con otros grandes maestros de la literatura como Tolstoi, Ibsen, Emile Zola o Strindberg, vetados por el sesgo conservador en el seno de la propia Academia en Estocolmo, la obra de Galdós, "una de las tres o cuatro figuras máximas de la literatura española", fue apartada del Premio Nobel "por la ciega hostilidad de adversarios políticos a quienes la saña transformó en enemigos suyos y de la gloria de su país".


 

Varias son las interpretaciones en piedra que diferentes escultores en distintas épocas han hecho de la personalidad e imagen del escritor canario. De todas ellas quizá sea la más emotiva la que se conserva en el Parque del Retiro de Madrid, en el Paseo de Fernán Núñez, esculpida por un joven Victorio Macho e inaugurada en 1919 en presencia del propio Galdós. Otros homenajes en piedra –sin seguir un orden cronológico– son:

Una escultura, la segunda del escritor esculpida por Victorio Macho, hecha en piedra caliza 1922, originalmente frente al océano y conservada luego en la Casa-Museo Pérez Galdós en Las Palmas, en un prudente acto de traición al escultor castellano cuyo deseo, en sus propias palabras, fue: "...yo sueño que 'mi Galdós' llegue a confundirse con el paisaje y parezca una roca..."

De 1969 es la escultura de Pablo Serrano instalada en la plaza de La Feria, también en Las Palmas. Y de 1991, en esa misma capital de Gran Canaria, otro Galdós yacente en piedra, en un escorzo que copia el esculpido por Serrano, encargado a Manuel Bethencourt y que se encuentra desde el 21 de febrero de 2008 ante el Teatro Pérez Galdós, pero que antes estuvo en la estación de "guaguas" de San Telmo. También en Las Palmas están: el busto colocado en el Parque Doramas, obra de Teo Mesa del año 2000, y un Galdós en bronce, de tamaño natural, sentado leyendo en un banco de la plaza que lleva su nombre en la barriada de Alfredo Schamann.

Instalado desde el 24 de mayo de 2012 en la Avenida del Cabildo del municipio de Telde, otro busto, acordado por el pleno del Ayuntamiento en 1911, se hizo realidad un siglo después, con ayuda del Cabildo de Gran Canaria. Y al otro lado del Atlántico, un busto en piedra blanca de Córdoba, obra del escultor Erminio Blotta, instalado el 10 de mayo de 1943 en el Parque Independencia de Rosario, Argentina. El monumento tenía una placa en bronce, en la que podía leerse: «Benito Pérez Galdós, 1843-1920. Homenaje de los españoles republicanos a la ciudad de Rosario en conmemoración del centenario del ilustre escritor. Rosario, 10 mayo MCMXLIII»... y que fue robada en fecha ignota. También en Sudamérica, en Caracas, en la plaza Galdós de la Avenida las Acacias se encuentra la escultura realizada en 1975 por el canario-venezolano Juan Jaén Díaz.

Y volviendo a la península ibérica, de 1998 es el bronce realizado por el escultor Santiago de Santiago y sito en una esquina del Parque de Mesones en el Sardinero de Santander.


 

Su obra

 


Novelas de tesis

Benito Pérez Galdós escribiendo su novela Zumalacárregui.

 

Título

Año de publicación

La Fontana de Oro

1870 (1867-68)

La sombra

1870

El audaz

1871

Doña Perfecta

1876

Gloria

1876-1877

Marianela

1878

La familia de León Roch

1878

 

Novelas españolas contemporáneas (ciclo de la "materia")

  

Novelas españolas contemporáneas (ciclo "espiritualista")

  

Novelas mitológicas (ciclo final)

Título

Año de publicación

El caballero encantado

1909

La razón de la sinrazón

1915

 

Episodios nacionales

Series:

Primera serie

Segunda serie

Tercera serie

Cuarta serie

Quinta serie

Título

Año de publicación

España sin rey

1907-1908

España trágica

1909

Amadeo I

1910

La Primera República

1911

De Cartago a Sagunto

1911

Cánovas

1912

Sagasta

(Proyecto)

  

Teatro

Galdós y uno de sus perros en la finca de San Quintín (Cantabria), recibiendo la visita de los empresarios, directores y actores teatrales María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, en la primera década del siglo XX.

  

Memorias, viajes, ensayo y obra varia

Título

Año de publicación

Crónicas de Portugal

1890

«Discurso de ingreso en la Real Academia Española»

1897

Memoranda

1906

Memorias de un desmemoriado (autobiografía)

1915

Política española I

1923

Política española II

1923

Arte y crítica

1923

Fisonomías sociales

1923

Nuestro teatro

1923

Cronicón 1883 a 1886

1924

Toledo

1924

Viajes y fantasías

1928

Crónica de Madrid

1933

Cartas a Mesonero Romanos

1943

Crónica de la Quincena

1949

Madrid

1956

Los prólogos de Galdós

1962

  

Traducciones

Título

Autor

Año

Los papeles póstumos del Club Pickwick

Charles Dickens

1868

  

Cuentos

En sus inicios Galdós comenzó a escribir cuentos. A lo largo de toda su carrera literaria publicó múltiples relatos cortos en diversos periódicos y revistas literarias de la época. Algunos de los cuentos más destacados son los siguientes:

Título

Año de publicación

Un viaje redondo por el bachiller Sansón Carrasco

1861

Tertulias de ''El Ómnibus''

1862

Una noche a bordo

1864

Una industria que vive de la muerte

1865

Crónicas futuras de Gran Canaria

1866

Necrología de un prototipo

1866

Manicomio político social

1868

La conjuración de las palabras

1868

Dos de mayo de 1808, dos de septiembre de 1870

1870

Un tribunal literario

1871

El artículo de fondo

1871

La mujer del filósofo

1871

La novela en el tranvía

1871

La pluma en el viento o el viaje de la vida

1872

Aquel

1872

Una historia que parece cuento o un cuento que parece historia

1873

La mula y el buey

1876

La princesa y el granuja

1877

Theros

1877

Junio

1878

Tropiquillos

1884

Celín

1887

¿Dónde está mi cabeza?

1892

El pórtico de la gloria

1896

Rompecabezas

1897

Fumándose las colonias

1898

Ciudades viejas. El Toboso

1915

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