Enseñanza Pública |
3 de marzo de 2014 |
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La enseñanza pública en España, ha venido siendo un tema político
ideológico de disputa entre la izquierda y la derecha, entre el
laicismo y la confesionalidad. El gobierno actual pretende,
desvirtuando lo público en general y la enseñanza en particular,
desmantelar el sistema, apoyando lo privado frente a lo público y lo
religioso frente a lo laico, propio del nacional-catolicismo que
profesan. |
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Recordemos el caso que está ocurriendo estos días en el municipio de
El Boalo, Cerceda y Mataelpino, donde la Comunidad de Madrid, ha
cancelado su compromiso para construir un instituto público de
enseñanza secundaria —partida presupuestaria aprobada, proyecto hecho
y a punto de empezar la obra—, con el único objeto de favorecer la
enseñanza privada concertada en la zona, en detrimento de la pública.
Concretamente, en Cerceda, se encuentra el centro concertado
Montesclaros, de carácter confesional —que gestiona una empresa del
presidente de la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM) Arturo
Fernández—, que con capacidad para 1.200 alumnos, no cubre ni el 40%
de su capacidad, por lo que tiene problemas de viabilidad.
La historia de España es reiterativa. Ya en la época de Carlos III, se
realizaron varias reformas, que serían el germen del actual sistema
educativo. La enseñanza, tradicionalmente, venía siendo impartida en
centros religiosos, hasta la expulsión de los jesuitas en 1767.
Entonces se fundaron los Reales Estudios de San Isidro de Madrid,
dedicados a la enseñanza secundaria, cuyos profesores eran elegidos
por concurso, en lugar de ser elegidos por las órdenes religiosas. En
España toda una novedad.
Los constituyentes de Cádiz, le dieron gran importancia a la
educación, dentro de un Estado confesional y con religión oficial y
única la católica, apostólica y romana. La Constitución de 1812,
dedicaba el Título IX a la instrucción pública. Decía su artículo 366:
«En todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de
primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y
contar, y el catecismo de la religión católica y comprenderá también
una breve exposición de las obligaciones civiles». Establecía que se
creara un «plan general de enseñanza» uniforme para todo el Reino,
«debiendo explicarse la Constitución política de la Monarquía».
Fernando VII se encargó de que la educación volviera a manos de la
Iglesia, creando una Junta de Instrucción Pública elaborando un
programa acorde con los principios del absolutismo.
Muchos planes se derogaron y otros tantos quedaron promulgados desde
entonces, con una misma constante: enseñanza religiosa frente a una
enseñanza laica más «liberal», entendiendo el término liberal, como
entonces se entendía. La Segunda Republica estableció un sistema
acorde con el pensamiento republicano, en el que la educación pública
era una función esencial del Estado, aceptándose la existencia de la
enseñanza privada siempre que no persiguiera fines políticos o
partidistas. La educación pública debía ser laica, aunque en la
escuela se diera información «sólo» sobre la historia de las
religiones como otra materia más, con especial referencia a la
católica. La enseñanza gratuita, especialmente en la primaria; la
educación con un carácter activo, creador y social, integrando la
escuela en la sociedad, con una mayor conexión entre los padres y la
comunidad educativa. Defendía la educación mixta, donde los niños y
niñas debían formarse juntos conforme a un mismo programa. Un
auténtico proyecto progresista.
En el segundo bienio, tras el triunfo electoral de la CEDA, se produce
un giro en la política republicana que influirá también en la
educación. La «Contrarreforma» hace disminuir el número de alumnos y
prohíbe la coeducación en la escuela primaria. Salvando la época de
guerra, con el franquismo, como era de esperar y temer, la enseñanza
recoge la ideología del régimen de Franco, que considera a la
educación como un derecho de la familia, la Iglesia y el Estado,
incorporando el pensamiento nacional-católico de orientación fascista.
La educación tenía un carácter confesional y patriótico, buscando la
unificación lingüística de todo el Estado, declarando a la Educación
Primaria obligatoria y gratuita con separación de sexos.
La Constitución de 1978, enmarca a la educación en el artículo 27:
«Todos tienen el derecho a la educación», reconociendo la libertad de
enseñanza, siendo la básica obligatoria y gratuita. Establece que el
objeto de la educación es lograr el pleno desarrollo de la
personalidad humana «en el respeto a los principios democráticos de
convivencia y a los derechos y libertades fundamentales», encomendando
a los poderes públicos a que garanticen «el derecho que asiste a los
padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que
esté de acuerdo con sus propias convicciones».
A partir de aquí, todos los gobiernos que han accedido al poder, han
aprobado leyes, decretos y planes, hasta llegar a la actual Ley
Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) de 2013, que
pone todo el sistema al servicio de la Iglesia. La ley Wert, se ha
aprobado con la oposición parlamentaria y de espaldas a maestros,
padres y alumnos. El gobierno está desmantelando el sistema educativo,
como otros servicios públicos, creando su propio modelo, adaptándolo a
su ideología, característico de la derecha más reaccionaria, como
siempre ha hecho cuando ha ocupado el poder.
El gobierno está incumpliendo el espíritu de la Constitución. La
libertad de enseñanza se aplica en beneficio de la enseñanza privada
concertada, en perjuicio de la pública. Recorta el número de
profesores, aumenta las ratios en escuelas infantiles, colegios e
institutos; elimina centros de formación de profesores. Elimina becas
de acceso, para comedores, transportes y libros; todo en perjuicio de
la calidad y del acceso en igualdad al sistema público. Los recortes
son un atentado de carácter ideológico, para acabar con la educación
pública y los principios que la sustentan. Es un ataque contra el
principio de igualdad en el acceso al conocimiento y a la cultura.
Lo que se precisa no es recortar, sino invertir en enseñanza pública
de calidad, como una de las mayores riquezas y principal recurso de un
país. Si además, como ocurre, se está impidiendo el acceso a la
educación a una mayoría de la población, por razones económicas y
sociales, se están incumpliendo los principios constitucionales de
libertad, igualdad y no discriminación y por tanto contrariando un
derecho fundamental.
El caso es flagrante en El Boalo, Cerceda y Mataelpino, con la
cancelación del compromiso de construcción de un instituto de
enseñanza secundaria, por la Comunidad de Madrid, todo para favorecer
a un empresario amigo, primando lo privado a lo público. Lo que
reclaman los vecinos y la corporación municipal «no es un lujo para el
municipio, sino un derecho y una necesidad», una apuesta por la
enseñanza pública. |
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