Hace
unos días, el 26 de junio, hemos celebrado elecciones generales, con
unos resultados sorpresa. El partido más votado y con mayor número de
escaños ha sido el de la derecha liderado por Mariano Rajoy; los demás
han perdido. Todos se han dejado votos y escaños en el camino, salvo la
coalición Unidos Podemos, que ha perdido más de un millón de votos, pero
ha mantenido los 71 escaños que obtuvo el 20 de diciembre. No han sido
elecciones constituyentes, aunque deberían haberlo sido. El país
necesita otra Constitución. La actual está demasiado vapuleada y no
recoge las necesidades sociales, políticas e institucionales actuales.
Las elecciones generales a las que me refiero si fueron constituyentes y
se celebraron el 28 de junio de 1931.
El 12
de abril de 1931 se celebraron las elecciones municipales, que
resultaron ser un auténtico plebiscito entre monarquía y república. La
victoria republicana, en la mayor parte de las capitales de provincia,
principalmente en Madrid, Barcelona y Valencia, se consideró un triunfo
indiscutible y en el plazo de cuarenta y ocho horas, se proclamó la
Segunda República y la bandera tricolor se izó en los ayuntamientos.
Las
siguientes elecciones convocadas para el 28 de junio, se celebraron
siguiendo el procedimiento del decreto del 8 de mayo de 1931 (modificaba
la Ley electoral de 1907). Se sustituyeron los distritos electorales por
circunscripciones provinciales, con el fin de evitar los abusos de los
caciques de turno y buscar mayor proporcionalidad entre el número de
electores y los representantes. Se incorporó la condición de elegibles a
mujeres y sacerdotes, y se redujo la edad para tener derecho de voto de
25 a 23 años. Se estableció que las Cortes Constituyentes estarían
compuestas por una sola Cámara elegida por sufragio universal y que la
apertura de sus sesiones fuera el 14 de julio (aniversario de la toma de
la Bastilla en 1789). La democracia comenzaba a sentirse en España,
aunque visto hoy y en perspectiva, todo fue un sueño.
El
resultado de las elecciones constituyentes fue una aplastante victoria
de los partidos que integraban el Gobierno Provisional, que ya ocupaban
cerca del 90% de los escaños. El PSOE se convirtió en la minoría
mayoritaria de las nuevas Cortes con 116 diputados. Alejandro Lerroux
obtuvo 89, seguido del Partido Republicano Radical Socialista de Álvaro
de Albornoz y Marcelino Domingo con 55; Acción Republicana de Manuel
Azaña obtuvo 30; la Derecha Liberal Republicana del presidente Niceto
Alcalá-Zamora y Miguel Maura 22, seguido por Esquerra Republicana de
Cataluña. Los grandes perdedores fueron los partidos de la derecha
monárquica y católica que consiguieron 50 diputados, repartidos entre la
Acción Nacional de José María Gil Robles, que formarían la Minoría
Agraria, y los diputados de la coalición católico-fuerista, integrada
por los carlistas, los nacionalistas vascos del PNV y los católicos
independientes. Pese a lo que parecía, lamentablemente, estos resultados
estaban lejos de ser los que dieron solución a los problemas enquistados
en la España profunda.
El 14 de julio de 1931 tuvo lugar la apertura de las Cortes. Después del
discurso del presidente del gobierno provisional de la República, Niceto
Alcalá Zamora, se procedió a elegir la mesa interina de la Cámara,
saliendo elegido el socialista Julián Besteiro como presidente. «La
sesión finalizó con el discurso del presidente que es acogido con
grandes aplausos y muestras unánimes de asentimiento».
Se constituyó una comisión parlamentaria, presidida por Luis Jiménez de
Asúa, para emitir dictamen sobre el texto constitucional. En la
comisión afloraron los puntos más conflictivos del momeneto: la cuestión
religiosa (que provoca la dimisión de Alcalá Zamora como presidente del
Consejo y fue sustituido por Azaña), la relativa a la propiedad y a la
cuestión autonómica, así como el voto femenino, que dio lugar a
encendidos debates entre las diputadas por Madrid, Victoria Kent y Clara
Campoamor.
La
Constitución española de 1931 quedó aprobada el 9 de diciembre y Alcalá
Zamora fue nombrado Presidente de la República en la sesión solemne del
día 15. Se aprobaron una serie de leyes que supusieron importantes
reformas sociales e institucionales, algunas de ellas antes de la
Constitución, como la Ley de Defensa de la República. Los problemas, que
no habían desaparecido, pronto se dejaron ver. La Ley de la Reforma
Agraria tropezó con dificultades a la hora de su aplicación. Otras leyes
tuvieron gran relevancia y ocasionaron grandes debates, como las leyes
de secularización de cementerios, las del matrimonio civil y divorcio, o
las de Asociaciones profesionales y Ordenación bancaria.
Avancemos en la historia. En las elecciones celebradas el 19 de
noviembre de 1933 resultan vencedoras las fuerzas de la derecha,
integradas en la CEDA, que inició una rápida contrarreforma. Las
elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al
Frente Popular. En el campo como en las ciudades la situación social era
cada vez más tensa y se reflejaba en las discusiones de las Cortes,
centradas sobre todo en el orden público. El 18 de julio, con el golpe
de Estado fascista, que fracasa, da lugar a la Guerra Civil, que dura
tres años y a la dictadura de Franco durante cuarenta años más.
Hemos
empezado con unas elecciones generales que fueron constituyentes y
terminamos con una dictadura, de la que la Constitución de 1978 es
heredera directa. Por eso no estaría mal, que tras sus treinta y ocho
años de vigencia, se cambie por otra, acorde con los tiempos que corren
y si es posible otro advenimiento republicano.