Malos
tiempos corren para los socialistas. No, mejor decir: malos
tiempos corren para el Partido Socialista Obrero Español. Ha
pasado por otras crisis en su historia, que no fueron transmitidas
en tiempo real como ocurre ahora, por las redes sociales y los
medios en Internet. Cada una de las crisis se ha producido en
momentos históricos concretos, en función de la posición adoptada
por el partido. Diferentes consecuencias, incluso con rupturas y
rosario de abandonos. Yo salí del PSOE, después de más de treinta
y tres años de militancia, en la época de Zapatero, pero esa es
otra historia.
Los
conflictos han ido surgiendo por los distintos posicionamientos
sobre políticas nacionales concretas, por los principios que
deberían regir a la organización o por el modelo del partido, la
elección de los líderes o la participación de la militancia. Lo
cierto es que en el seno del PSOE siempre han convivido distintas
sensibilidades. En la última etapa: guerristas, renovadores,
renovadores por la base, cristianos, sindicalistas, los
convergentes en Madrid y la corriente Izquierda Socialista. Hubo
casi ruptura, cuando lo de «hay que ser socialista antes que
marxista»; bronca por las políticas de reconversión llevadas a
cabo por Solchaga; o cuando Borrell ganó las primarias a Joaquín
Almunia y la dirección no le respaldó. Ahora continúan los
conflictos.
Crisis de la socialdemocracia, caso Filesa
por financiación ilegal, los GAL, caso Jun Guerra, la Tercera Vía
y la reforma del artículo 135, son otros acontecimientos que han
marcado la vida del partido. En otros momentos de la historia,
Indalecio Prieto dimitió de la Comisión Ejecutiva (octubre de
1924), en protesta por la colaboración del partido con la
dictadura de Primo de Rivera a raíz de la entrada de Largo
Caballero. Con Felipe González, el abandono del republicanismo y
el rechazo a la OTAN; ley de patada en la puerta de Corcuera.
Huelga general de 1988 y la fractura con la UGT. Ahora el
golpe de Susana Díaz y otros barones para acabar con Pedro
Sánchez, supone el estallido de una lucha de poder arrastrada en
los últimos meses, por la abstención o
no para permitir un Gobierno de Rajoy. Con cada parada una sangría
de votos y de militantes.
En Madrid, los socialistas, llevan años de
conflictos.
La primera ruptura dentro de la entonces FSM ocurrió al estrenarse
la democracia. Con Pedro Sánchez y Cesar
Luena, el golpe contra Tomás Gómez y el cese de su ejecutiva. Allá
por 1979, el entonces secretario regional Alonso Puerta,
protagonizó una de las mayores crisis para el partido cuando,
siendo Teniente de Alcalde en el ayuntamiento, denunció una
adjudicación por corrupta en los contratos de limpieza. El
escándalo provocó que el PSOE suspendiera de militancia a Puerta,
que acabó en el PASOC. Fue sustituido por Leguina, quien ahora
anda diciendo: «Si
vamos a unas terceras elecciones, vamos a votar todos a Rajoy».
Ahora tenemos un nuevo enfrentamiento entre
familias. Dos «bandos» en guerra abierta en la que ambos proclaman
su legitimidad para dirigir el partido.
De momento ha perdido el partido, tras
«un largo proceso de suicidio colectivo» (Odón Elorza). Ya en el
Congreso de Toulouse, agosto de 1972, se había abordado la
renovación, venciendo la tesis renovadora del interior sobre las
del exilio, que encabezaba Rodolfo Llopis. Al no aceptar su
destitución, provocó la ruptura en dos: el PSOE Renovado y el PSOE
Histórico.
Desde el XI Congreso en 1971, venía
gestándose la ruptura entre los socialistas del exilio y los del
interior: el relevo generacional, el traslado de la dirección al
interior o su permanencia en el exterior, y las relaciones con los
comunistas constituían tres problemas de fondo entre ambos
sectores. Durante dos años, el PSOEr de González y el PSOEh
de Llopis pugnaron por la legitimidad y las siglas. Finalmente, en
1974, la Internacional Socialista se inclinó por el de Felipe como
único interlocutor.
La historia del PSOE es larga y rica en
debates sobre ideas, estrategias y objetivos. Ya me referí a ello
en «El
espíritu de Suresnes». En Suresnes
comenzó otro cambio de orientación política e ideológica. Se
acordó adaptar la idea y la acción a la lucha por la democracia y
las libertades desde el interior. En el XXVIII Congreso (1979),
con el lema «Construir en libertad», con aquel «hay que ser
socialistas antes que marxistas» de Felipe González, continuó la
revisión ideológica. Nueva imagen y nuevas formas de acción y
abandono de algunos objetivos históricos, por presiones
internacionales. Fue durante la Transición a la democracia, cuando
se volvió a perder algún que otro principio y seña de identidad.
Sin república y con monarquía, se pretendía ir hacia una
«transición política y económica», en la España de las
oportunidades.
El PSOE
de Suresnes aprobó una resolución que marcaba su posición respecto
al problema nacional y la configuración territorial del estado.
Claramente se defendía el pleno reconocimiento del derecho de
autodeterminación, que comportaba la facultad de que cada
nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a
mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado
español. El PSOE pretendía establecer una República Federal de las
nacionalidades que integran el Estado, que salvaguardara la unidad
de la clase trabajadora de los diversos pueblos. ¡Qué tiempos!,
hoy parecen ensoñaciones, por lo que ha llovido y por la pérdida
de las frustradas esperanzas. La renovación del partido era
inevitable. Acercar la organización a España imprescindible y la
necesidad de un nuevo liderazgo resultaba evidente. «Yo me ocupo
de UGT y tú del Partido», dicen que dijo Nicolás Redondo a
«Isidoro» Felipe González.
Hace
cuarenta años, el PSOE se definía «por un método dialéctico de
transición al socialismo», en combinación con la lucha
parlamentaria, la movilización popular en todas las formas,
creando «órganos democráticos de poder de base», como cooperativas
y asociaciones de vecinos, buscando la profundización del concepto
de democracia «superando el carácter formal que las libertades
políticas tienen en el estado capitalista, accediendo a las
libertades reales», señalando las reivindicaciones de cada
momento, «con la perspectiva de una revolución socialista». No
podía existir libertad sin socialismo ni socialismo sin libertad.
El PSOE
ha venido perdiendo elección tras elección. A favor de Sánchez,
hay que decir que la evolución negativa, viene desde antes de que
la actual ejecutiva en «funciones» se hiciera con la dirección.
Han continuado con el descalabro en escaños que arrancó con
Rubalcaba y la evolución del apoyo electoral a la baja. En las
generales de 2008, el PSOE ganó las elecciones con 169 escaños (5
más que en 2004, con un 43,87% de los votos. En las siguientes de
2011, obtuvo 110 escaños (59 menos que 2008) y un 28,76% de los
votos. El 20D de 2015, el PSOE, con Pedro Sánchez, obtuvo el
22,01% de los votos y 90 diputados (20 menos que en los anteriores
comicios, por la aparición de Podemos y Ciudadanos). Por último en
las del 26J obtuvo el 22,63% de los votos, con 85 diputados, su
peor resultado en la historia de la democracia.
La caída espectacular de apoyos al PSOE no
empezó con Pedro Sánchez. De los cuatro últimos secretarios
generales, Pedro Sánchez es el que mejor deja el partido con
respecto a cómo lo cogió, pese a lo que le acusan. Según datos del
CIS,
Rubalcaba, sucesor de Zapatero al frente del PSOE, ha sido el que
peor ha dejado el partido. Perdió 6,8
puntos en porcentaje de voto. Almunia, secretario general entre
1997 y 2000, le sigue en el ranking al perder 5,8 puntos durante
su mandato. Rodríguez Zapatero perdió 3,6 puntos. Sánchez es el
único con saldo positivo, aunque moviéndose en cifras muy
inferiores a las del pasado a causa de la irrupción de Podemos y
Ciudadanos.
Un fantasma recorre el PSOE;
la división del partido en dos mitades.
Los socialistas, en su larga historia, han ido cambiando el modelo
organizativo, sus principios, fines y objetivos, para adaptarlos a
los tiempos. Hoy, los bandos en conflicto no declaran abiertamente
cual es la razón de la guerra civil declarada, aunque todo parece,
como siempre que es cuestión de poder. De no perder el poder o de
hacerse con él, sin que digan claramente para que quieren
ejercerlo.
El
bloqueo político e institucional en España es razón del conflicto,
entre el «NO es NO» y la abstención para permitir gobernar al PP,
con su «Primero España, luego el PSOE y después nosotros, los
militantes», aunque no todos los «críticos» están en esa posición.
Bajo ningún concepto se puede dejar gobernar al PP ni a Rajoy.
Ahora, con la dimisión como Secretario General de Pedro Sánchez,
todo está por ver. Frente a todo, no conocemos cuales son las
líneas ideológicas y estratégicas que defienden los bandos en
conflicto. El PSOE ha evolucionado y no siempre hacia delante,
pero no todo ha estado mal hecho. En otros momentos propugnó la
revolución social y en los primeros gobiernos democráticos
favoreció el bienestar. Hay que retomar algunas viejas ideas y
formas de acción abandonadas, actualizadas a la nueva realidad y
construir el futuro en igualdad, solidaridad y con justicia
social. Mucho se ha quedado por el camino, objetivos y
definiciones, como marxismo, socialismo democrático o república.
Pedro Sánchez y su ejecutiva han dimito
presionados por la oposición de los llamados «críticos», que les
han ganado la partida. La dimisión tendría que haberse producido
antes; se habría evitado un largo sábado trágico y de miseria
política. Javier Fernández, elegido
presidente de la Comisión Gestora del
PSOE, hasta la celebración un congreso extraordinario, es de la
opinión de que «O
gobierna la lista más votada o vamos a elecciones»,
rechazando pactar con los independentistas catalanes y ve
imposible un acuerdo a tres con Podemos y Ciudadanos. Tiempo
tendremos para valorar su gestión. Pedro Sánchez dimitiendo,
aunque tarde, lo hace poniéndose a disposición de la Gestora: «Hoy
más que nunca hay que sentirse orgulloso de militar en el PSOE».
Ahora y
siempre, primero la idea –el socialismo–, luego la gente –su
bienestar–, por justicia social y la solidaridad; después todo lo
demás.