El Acuerdo
sobre Gibraltar alcanzado en el marco de la negociación sobre Brexit
entre la Unión Europea y Reino Unido es muy positivo para España y "el
más importante desde el Tratado de Utrecht en 1713", así celebraba el
ministro de Exteriores Josep Borrel en su cuenta de Twitter. Comparar
este acuerdo con el Tratado de Utrecht, cuanto menos me parece entre
exceso verbal y tomadura de pelo. No es de extrañar; ya conocemos su
una particular visión de la historia sobre el exterminio de nativos
americanos: "Lo único que han hecho es matar a cuatro indios".
Los jefes
de Estado y de Gobierno europeos aprobaron el acuerdo de retirada de
Reino Unido de la UE que fija las condiciones de la separación y de
las futuras relaciones entre ambas partes. El presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker en relación al contencioso de
España sobre Gibraltar manifiesta: "He hablado con el presidente y el
Rey, y el acuerdo que hemos cerrado es un buen acuerdo para España".
La primera
ministra británica, Theresa May, aseguró en el Parlamento británico
que "el Gobierno español no ha obtenido lo que quería con Gibraltar",
que "quería cambiar el texto del acuerdo y no lo logró". Reino Unido
no ha abandonado ni defraudado a Gibraltar y recalcó que el texto
legal del Tratado de salida no ha sido cambiado. Para el ministro
Borrell, España ha conseguido negro sobre blanco, lo que pretendía
conseguir en la negociación del Tratado del Brexit, que cualquier
negociación futura sobre Gibraltar debe tratarse aparte y contar con
"el acuerdo de España".
Según Pedro
Sánchez, "con el Brexit perdemos todos, especialmente Reino Unido,
pero en relación con Gibraltar, España gana". A su juicio, las
garantías conseguidas por España sobre Gibraltar refuerzan su posición
para hablar en el futuro "de todo" con Reino Unido, incluida la
cosoberanía del Peñón. España, añadió, que está en disposición de
acometer el amplio diálogo pendiente con el Gobierno británico sobre
la soberanía de Gibraltar, una cuestión "enquistada desde hace 300
años", desde una "posición de fortaleza que no habíamos tenido nunca".
Desde
España y para la oposición no se ven las cosas de la misma forma.
Tanto el PP como Ciudadanos descalificaron el acuerdo conseguido sobre
Gibraltar y tacharon al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de
vendedor de humo. El líder del PP, Pablo Casado, adelantó que "seguirá
pidiendo un Gibraltar español" tras el fracaso histórico de Sánchez en
la negociación del Brexit. A su entender, de nada sirven las cartas
del presidente del Consejo y de la Comisión Europea ni las cartas del
embajador en Bruselas del Reino Unido, porque no son jurídicamente
vinculantes, de las que se rien tanto Theresa May como Fabián Picardo.
Para Albert Rivera el acuerdo es papel mojado, es el timo de la
estampita, es vender humo. "Nos han metido un gol en el último minuto,
mientras Sánchez se hacía fotos en La Habana", añadió.
El Tratado
de Utrecht, fue un acuerdo de paz entre España, Inglaterra y otros
países para poner fin a la Guerra de Sucesión Española en el siglo
XVIII (1701-1713). La guerra se había desatado al morir sin
descendencia Carlos II el Hechizado, último representante de la Casa
de Habsburgo (los Austrias) en España. Felipe V, primer rey de la
Casa Borbón, hubo de enfrentarse a las pretensiones de Inglaterra,
Austria y otros paises sobre la Corona española y sus posesiones en
distintos territorios europeos.
El acuerdo
inicial fue adoptado por Francia, Inglaterra, Prusia, Portugal, el
ducado de Saboya y los Países Bajos. En Utrecht, Europa redefinió sus
fronteras y cambió su mapa político. Gran Bretaña fue la mayor
beneficiaria: obtuvo Menorca y Gibraltar (de España), Nueva Escocia,
Terranova y la bahía de Hudson (de Francia) y otros privilegios, como
un monopolio de treinta años sobre el tráfico de esclavos con la
América española. Para Felipe V, fue un negocio de paz por
territorios; se le reconoció como rey de España y de las Indias. Se
estableció un nuevo equilibrio de poder en el Viejo Continente, con
Gran Bretaña como nuevo poder emergente, la Francia de Luis XIV
contenida en sus ambiciones y España iniciando el fin de su hegemonía.
En esta ocasión, a mediados de noviembre, los
dos bloques anunciaron un preacuerdo de divorcio que evitaba una
ruptura caótica. Todo parecía que iba sobre ruedas, pero la Abogacía
del Estado dio la voz de alarma sobre el
artículo 184, que establece que la Unión
Europea y Reino Unido "harán sus mejores esfuerzos, de buena fe y con
pleno respeto a sus respectivos ordenamientos jurídicos, para tomar
las medidas necesarias para negociar de manera rápida los acuerdos que
regirán su futura relación", sin hacer ni una sola mención a
Gibraltar, como exigía España.
Ante esta
situación, el Gobierno exigió, bajo la amenaza del veto, que se dejase
claro en el texto que todo lo relativo al Peñón tendrá que negociarse
de manera bilateral entre el Reino Unido y España. Finalmente, se
cerró un acuerdo a tres bandas con Bruselas y Londres. No se eliminó
ni se modificó el artículo 184 del Tratado; tampoco se hizo una
referencia explícita a Gibraltar en la Declaración Política, aunque el
Gobierno consideró suficiente la "triple garantía" que recibió a
través de dos declaraciones políticas aprobadas por los Veintisiete y
respaldadas oficialmente por la Comisión Europea, el Consejo Europeo y
el Gobierno británico a través de sendas misivas. "Después de que
Reino Unido deje la Unión, Gibraltar no estará incluida en el ámbito
territorial de los acuerdos que se cierren entre la UE y Reino Unido".
Los textos
aprobados son "jurídicamente vinculantes aunque no sean tratados", en
opinión de Concepción Escobar, miembro de la Comisión de Derecho
Internacional de la ONU. Lo ideal hubiera sido que los textos
aprobados en la cumbre, se hubieran incluido como una "declaración
aneja" al Acuerdo de Salida, algo que les hubiera dotado de un mayor
empaque jurídico, pero difícilmente habría sido aceptado por Londres.
Ante un contencioso ante el Tribunal de Justicia de la UE, el hecho de
que exista una declaración respaldada de forma unánime por los
Veintisiete, la Comisión y el Consejo tiene bastante importancia a la
hora de determinar "el contexto y la interpretación", según Ana
Salinas, catedrática de Derecho Internacional Público de la
Universidad de Málaga.
El primer
ministro de Gibraltar, Fabián Picardo, compara a Sánchez con Franco y
le advierte que "la soberanía del Peñón seguirá siendo británica",
apuntando que los compromisos por escrito exhibidos por Sánchez "son
trozos de papel que no tendrán efectos legales y no condicionarán el
futuro de los gibraltareños, en la misma línea de lo declarado por la
premier británica Theresa May.
Franco
reconoció aguas jurisdiccionales a Gibraltar durante la guerra civil,
aunque la doctrina diplomática española lo niega y se remite al
Tratado de Utrecht, que fija los límites del contencioso
hispano-británico. Lo cierto es que el litigio condiciona las
relaciones en materia de pesca, medio ambiente y las aguas próximas
del Estrecho. Durante la Segunda Guerra Mundial, la situación
estratégica de Gibraltar suscitó la gestación de la Operación Fénix,
con la que Franco quería recuperar el Peñón. Para conseguirlo,
necesitaba el apoyo de la Alemania nazi, que tenía capacidad militar
de ataque. El fracaso de la entrevista entre Hitler y Franco en
Hendaya, por las exigencias territoriales del dictador español,
impidieron que tal operación tuviera lugar.
Winston
Churchill, colaboró para que la España franquista saliera de su
aislamiento internacional tras la derrota del Eje, con los acuerdos
con Estados Unidos y la Santa Sede en 1953. Cuando en 1954 España
entró en Naciones Unidas, se produjo la visita de Isabel II a
Gibraltar, lo que provocó que el franquismo reclamara su soberanía. En
1969, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María de Castiella,
inició el último asedio a Gibraltar. No sólo se cerró la frontera
terrestre, sino que se cortaron las comunicaciones telefónicas, y se
impidió la navegación directa por la Bahía; situación que abrió una
herida en la población del Campo de Gibraltar que aún hoy perdura.
"Para
España, Gibraltar es español, gane o pierda el Brexit", dijo el
presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, recuperando un
viejo argumento del nacionalismo español, que ahora recupera Pablo
Casado. Desde 1713, momento en que se cedió la soberanía del
territorio, varios monarcas y presidentes del Gobierno españoles han
pretendido reconquistar de Peñón sin éxito.
Después de
varios avances en el restablecimiento de las relaciones entre España y
Gibraltar, en el año 2002 se anunció un acuerdo británico-español por
el que se proponía una soberanía compartida. La propuesta no gustó ni
al Gobierno Autónomo ni a la población de Gibraltar. A la pregunta en
referéndum; "¿Aprueba usted el principio que Gran Bretaña y España
tengan que compartir la soberanía sobre Gibraltar?", un 98,48% de la
ciudadanía votaron 'no'. Desde entonces, Reino Unido se niega a
discutir la soberanía del territorio sin el consentimiento y la
aprobación de los gibraltareños, y España no ha dejado de acudir a
Naciones Unidas para reclamar su soberanía.
Como
conclusión: los Borbones fueron los responsables de la cesión de
Gibraltar a Reino Unido. Después de todas las interpretaciones,
posiblemente tengamos que esperar otros trescientos años para conocer
si Gibraltar es español o británico como lo ha sido hasta ahora desde
1713. Permitir el ejercicio del derecho de autodeterminación, podría
ser una alternativa.