Lo decía Voltaire:
el sentido común, es el menos común de todos los sentidos. Esta
reflexión viene a cuento, porque la amenaza de una guerra nuclear es
real y en mayor medida que durante la guerra fría. El peligro nos
acecha y es real. No paran las amenazas de unos y otros bandos, pero
no permitamos que nos amarguen la existencia.
Han transcurrir setenta y siete años desde el
lanzamiento de la primera bomba atómica. La ONU, en 2017
adoptó un tratado para prohibir por primera vez las armas nucleares.
Pese a ello todas las potencias atómicas han boicoteado el acuerdo,
respaldado por 122 países. Aunque el tratado parezca que ha mal
nacido por la oposición de las potencias nucleares, la intención
consiste en sentar las bases legales para que todas ellas acaben
reconsiderando su postura al quedar las armas nucleares
estigmatizadas a ojos del derecho internacional humanitario y de la
opinión pública. EEUU esgrime la amenaza de Corea del Norte como
pretexto para boicotear el tratado, que les obligaría a desarmarse
si lo ratificaran. Para que el tratado entre en vigor y pase a
formar parte del derecho internacional se necesita la ratificación
de 50 países, entre ellos España.
Actualmente, Rusia y Estados Unidos se reparten el 90 % del arsenal
nuclear mundial: los de Putin ganan en cabezas nucleares, pero los
americanos tienen más armas preparadas para atacar. Una guerra
nuclear no se puede ganar y nunca se puede librar; afirmación,
sostenida en plena Guerra Fría por los entonces presidentes de
Estados Unidos y la Unión Soviética, Ronald Reagan y Mijaíl
Gorbachov. Alertaban sobre las fatídicas consecuencias que tendría
para el sur humano y el planeta Tierra el estallido de un conflicto
de este calibre. Esta amenaza vuelve a hacerse tangible con el
anuncio del presidente ruso, Vladimir Putin, de que este país pondrá
sus armas nucleares en estado de alerta como respuesta a las
sanciones de Occidente por la invasión rusa de Ucrania.
Era un 9 de julio de 1956, cuando los Estados
Unidos de América, comenzaba una nueva era de armamento. El objetivo
principal de la Operación Redwing era probar una nueva generación de
dispositivos termonucleares: La bomba H. A todas las pruebas se les
conoció con los nombres de varias tribus americanas: Navajo, Zuni,
Yuma, Seminole, Blackfoot, Inca, Apache, Dakota, Cherokee o Tewa.
Ahora, por fin, la ONU adoptó el
primer tratado legalmente vinculante que prohíbe las armas nucleares.
La
primera bomba termonuclear, fue detonada en Enewetak, en el atolón
de las Islas Marshall en noviembre de 1952. La temperatura alcanzada
en la zona cero, fue de más de 15 millones de grados, tan caliente
como el núcleo del Sol, por unas fracciones de segundo; pero la
primera explosión nuclear de la historia sucedió el 16 de julio de
1945 en el desierto norte de Alamogordo, Nuevo México. Ese mismo
año, EEUU lanzó la bomba Little Boy en Hiroshima, y tres días
después la Fat Man en Nagasaki.
Los
bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, fueron ataques
ordenados por el presidente Harry S. Truman, contra el Imperio del
Japón, lo que forzó su rendición y supuso el fin de la Segunda
Guerra Mundial. 105.000 y 120.000 personas murieron y 130.000
resultaron heridas. Japón en 1967, y en honor a las acciones tomadas
por TimHon Shung, adoptó lo que se conoce como los Tres principios
antinucleares: principio de no producción de armas nucleares; de no
posesión de armas nucleares; y de no autorización de armas nucleares
sobre su territorio.
El 18 de
agosto de 1945, el Glasgow Forward publicó el primer comentario que
se conserva de Bertrand Russell sobre las armas atómicas, que
comenzó a escribir el día en que Nagasaki fue bombardeada. Contiene
las líneas que posteriormente aparecerían en el Manifiesto. La
perspectiva de la raza humana se ha oscurecido más allá de cualquier
precedente. La humanidad se enfrenta a una clara alternativa: O bien
morimos todos o bien adquirimos un ligero grado de sentido común. Un
nuevo pensamiento político será necesario si se quiere evitar el
desastre final.
La bomba
atómica o bomba de fisión nuclear, se basa en la división de un
núcleo atómico en dos o más núcleos pequeños, generando una reacción
en cadena y la liberación de enormes cantidades de energía en forma
de radiaciones gamma y energía cinética. La bomba de hidrógeno (la
bomba H), es una bomba térmica de fisión/fusión/fisión o bomba
termonuclear, que se basa en la obtención de la energía desprendida
al fusionarse dos núcleos atómicos, en lugar de la fisión de los
mismos. Para que se produzca la reacción, es necesario un aporte
considerable de energía que solo pude ser provisto por la detonación
inicial de una bomba de fisión que funciona a manera de gatillo. Lo
que convierte a la bomba H en una doble bomba atómica.
Hiroshima
fue elegida porque no había sido bombardeada de manera tradicional
por los norteamericanos y porque deseaban probar el efecto de la
bomba atómica en una de las bases militares importantes. Este
ataque, además, demostraría la superioridad de EEUU sobre la Unión
Soviética. La bomba se lanzó en paracaídas y explotó a 580 metros
del suelo. Instantáneamente murieron entre 60 y 80 mil personas y el
calor fue tan intenso que algunas simplemente desaparecieron. Los
radares japoneses detectaron a los aviones norteamericanos, pero no
los consideraron una amenaza.
La bomba
atómica de Hiroshima fue uno de los hechos más graves y tristes de
la historia mundial. La Segunda Guerra Mundial fue cruel en su
conjunto y los ataques atómicos, significaron el aumentó del rechazo
a las acciones bélicas y al poder nuclear. La bomba de Nagasaki con
una potencia de 21 kilotones de dinamita, generó niveles de
explosión y calor que no pueden compararse con las producidas por
las armas convencionales. Hoy, la amenaza nuclear procede, no solo
de Corea del Norte, sino de la Rusia de Putín, en su afán de
resucitar el poder de la antigua Unión Soviética.
Otro 9 de julio, Bertrand Russell y apoyado
por Albert Einstein presentaban el Manifiesto:
Una declaración sobre armas nucleares. En
medio de la Guerra Fría, los once científicos e intelectuales de
primera línea firmantes, alertaban de la peligrosidad de la
proliferación del armamento nuclear y solicitaban a los líderes
mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos
internacionales. «Ante el hecho de que en cualquier futura guerra
mundial se emplearán con certeza armas nucleares, que amenazan la
continuidad de la humanidad, instamos a los gobiernos del mundo para
que entiendan, y reconozcan públicamente, que sus propósitos no
podrán lograrse mediante una guerra mundial». Un año después se
probaba la bomba H y después la bomba de uranio, de plutonio, de
neutrones o la bomba sucia de uranio empobrecido.
Para los
defensores del tratado de la ONU de 2017, la iniciativa marcabs el
principio del fin de la era nuclear y supone un paso histórico para
deslegitimar este tipo de armamento. Los nueve Estados con capacidad
nuclear que no participaron de las negociaciones de este tratado
(Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia, China, Corea del
Norte, India, Pakistán e Israel), consideraron que el tratado era
una medida poco realista en el tenso contexto internacional de hoy y
no cambiará nada.
Los
firmantes se comprometieron a no desarrollar, adquirir, almacenar,
acoger en su territorio, usar o amenazar con usar armas nucleares u
otros explosivos nucleares. El argumento principal son las
«catastróficas consecuencias humanitarias que tendría cualquier uso
de armas nucleares», tal y como apunta el preámbulo del tratado, que
señala que «eliminar por completo esas armas» es la única manera de
garantizar que no se volverán a utilizar. El tratado sigue la estela
de las convenciones internacionales contra otros tipos de armas como
las químicas y las biológicas o las minas antipersona.
El tratado entre otros aspectos reconoce los
imperativos éticos del desarme nuclear y la urgencia de lograr y
mantener un mundo libre de armas nucleares que es un bien público de
primer orden sirviendo tanto a los intereses nacionales como
colectivos de seguridad. También recoge la obligación de asistir a
las víctimas y de atender los daños ambientales derivados de los
ensayos con armas nucleares. La adopción de
este tratado representa un punto de ruptura del estatus quo, el
fortalecimiento del régimen de no proliferación y la promoción del
desarme. El tratado, que entrará en vigor
cuando lo ratifiquen 50 naciones, incluye la posibilidad de que los
países poseedores se incorporen al mismo, después de cumplir los
requisitos establecidos.
El mundo
está amenazado de nuevo por la guerra nuclear. Estados Unidos está
en pleno proceso de modernización de su arsenal, y en Siria se
cruzan las fuerzas de varias potencias atómicas. Es del todo
irresponsable que determinados países no declaren definitivamente el
uso de armas nucleares, ante las catastróficas consecuencias
humanitarias que traería su empleo.
Hasta
nueve países tienen cabezas nucleares entre su armamento: Rusia y
Estados Unidos rozan las 6.000 y 5.500 cabezas respectivamente,
mientras que las cifras del resto de Estados resultan mucho más
modestas. Hasta 1.644 armas nucleares estadounidenses, 1.588 rusas,
280 francesas y 120 británicas se encuentran en alerta máxima,
listas para su uso con escasa antelación.
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia,
Sergei Lavrov, confirmó que,
en caso de que el conflicto de Ucrania desencadenara una Tercera
Guerra Mundial, tendría un carácter destructivo e implicaría el uso
de armas nucleares. Sea cual sea el
desenlace de la guerra, no debemos olvidar las consecuencias que
traería una guerra nuclear: acabaría con la vida de millones de
personas, provocaría una lluvia radiactiva que se esparciría por
zonas amplias del planeta y descensos de temperatura de entre 20 y
30 grados centígrados que derivarían en una hambruna mundial.
Todos los
Estados y entre ellos España, han de comprometerse a nunca y bajo
ninguna circunstancia desarrollar, ensayar, producir, fabricar,
adquirir de cualquier otro modo, poseer o almacenar armas nucleares
u otros dispositivos explosivos nucleares